Array Array - Historia de Mayta
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Historia de Mayta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Historia de Mayta
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Historia de Mayta: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia de Mayta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Historia de Mayta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia de Mayta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
El estadio estaba semivacío y habían llegado tempranísimo; ni siquiera empezaba el preliminar.
—Puedes —dijo Vallejos, echando humo por la nariz y por la boca—. Ya sé, ¿vas a decirme que mi plan revolucionario es una huevada? ¿O a reñirme otra vez por la sorpresa?
—¿Cuánto tiempo llevamos viéndonos? —dijo Mayta—. ¿Dos meses?
—Nos hemos hecho uña y carne ¿no? —contestó Vallejos, aplaudiendo la tapada de un arquero diminuto y agilísimo—. ¿Qué me ibas a decir, pues?
—Que, a veces, todo esto me parece perder el tiempo. Vallejos se distrajo del partido:
—¿Prestarme libros y enseñarme marxismo?
—No porque no entiendas lo que te enseño —le aclaró Mayta—. Te sobra cabeza para el materialismo dialéctico o cualquier cosa.
—Menos mal —dijo Vallejos, volviendo a las acciones del match—. Creí que perdías tu tiempo porque soy un tarado.
—No, no eres un tarado —sonrió Mayta al perfil del Subteniente—. Sino porque, hablando contigo, sabiendo lo que piensas, conociéndote, me da la impresión de que la teoría, en vez de servirte, te puede perjudicar.
—Pucha, casi gol, linda media vuelta —se levantó Vallejos, aplaudiendo.
—En ese sentido ¿ves? —siguió Mayta.
—No veo nada —dijo Vallejos—. Me volví tarado, ahora sí. ¿Tratas de decirme que me olvide de mi plan, que hice mal en regalarte esa metralleta? ¿O qué, mi hermano? ¡Goool! Ya era hora. ¡Bravo!
—En teoría, el espontaneísmo revolucionario es malo —dijo Mayta—. Si no hay doctrina, conocimiento científico, el impulso se desperdicia en gestos anárquicos. Pero tú tienes una resistencia instintiva a dejarte aprisionar por la teoría. Quizá tengas razón, quizá, gracias a eso, no te pasará lo que a nosotros…
—¿A quiénes? —preguntó Vallejos, volviéndose a mirarlo.
—Que, por preocuparnos tanto de estar bien preparados doctrinariamente, nos olvidamos de la práctica y…
Calló porque había un gran bullicio en las tribunas: reventaban cohetes y una lluvia de papel picado caía sobre la cancha. Habías metido la pata, Mayta.
—No me has contestado —insistió Vallejos, sin mirarlo, contemplando su cigarrillo: ¿era un soplón?—. Dijiste nosotros y yo pregunté quiénes. Por qué no me contestas, mi hermano.
—Los revolucionarios peruanos, los marxistas peruanos —silabeó Mayta, escudriñándolo: ¿era un agente con la misión de averiguar, de provocar?—. Sabemos mucho de leninismo y de trotskismo. Pero no sabemos cómo llegar a las masas. Me refería a eso.
—Le pregunté si, por lo menos, creía en Dios, si sus ideas políticas eran compatibles con la fe cristiana —dice Juanita.
—No debí preguntarte eso, hermano —se disculpó Vallejos, arrepentido, inmersos los dos en el torrente de público que bajaba las graderías del estadio—. Lo siento. No quiero que me cuentes nada.
—¿Qué te voy a contar que ya no sepas? —dijo Mayta—. Me alegro que viniéramos, aunque el partido fuera malo. Hacía siglos que no…
—Quiero decirte una cosa —insistió Vallejos, tomándolo del brazo—. Entiendo muy bien que tengas desconfianza.
—Estás loco —dijo Mayta—. ¿Por qué te tendría desconfianza?
—Porque soy un militar y porque no me conoces bastante —dijo Vallejos—. Comprendo que me ocultes ciertas cosas. No quiero saber nada de tu vida política, Mayta. Soy derecho de la cabeza a los pies con mis amigos. Y a ti te considero mi mejor amigo. Si te juego sucio, ya tienes para vengarte la sorpresa que te regalé…
—La revolución y la religión católica son incompatibles —afirmó Mayta, con suavidad—. Lo mejor es no engañarse, Madre.
—Está usted despistado y atrasadísimo —se burló Juanita—. ¿Cree que me llama la atención oír que la religión es el opio del pueblo? Sería, habría sido, en todo caso. Pero eso se acabó. Todo está cambiando. La revolución la haremos también nosotros. No se ría.
¿Había comenzado ya, entonces, en el Perú, la época de los curas y las monjas progresistas? Juanita me asegura que sí, pero yo tengo mis dudas. En todo caso, era algo tan primerizo y balbuciente que Mayta no hubiera podido conocerlo. ¿Le hubiera alegrado? ¿El ex–niño que había hecho una huelga de hambre para parecerse a los miserables se hubiera sentido feliz de que Monseñor Bambarén, el obispo de las barriadas, llevara, según se decía, su famoso anillo con las armas pontificias en un lado y la hoz y el martillo en el otro? ¿Que el Padre Gustavo Gutiérrez concibiera la teología de la liberación explicando que hacer la revolución socialista era deber de los católicos? ¿Que Monseñor Méndez Arceo aconsejara a los creyentes mexicanos ir a Cuba como antes iban a Lourdes? Sí, sin duda. Acaso hubiera seguido siendo católico, como tantos revolucionarios de hoy día. ¿Daba la impresión de un dogmático, de un hombre de ideas rígidas? Juanita queda pensativa, un momento.
—Sí, creo que sí, de un dogmático —asiente—. Por lo menos, no era nada flexible en lo que se refiere a la religión. Conversamos sólo un rato, acaso no comprendí bien qué clase de hombre era. Pensé mucho en él, después. Llegó a tener una influencia muy grande sobre mi hermano. Le cambió la vida. Lo hizo leer, algo que él casi no hacía antes. Libros comunistas, por supuesto. Traté de prevenirlo: ¿te das cuenta que te está catequizando?
—Sí, lo sé, pero con él aprendo muchas cosas, hermana.
—Mi hermano fue un idealista y un rebelde, con un sentido innato de la justicia — añade Juanita—. En Mayta encontró un mentor, que lo manejaba a su antojo.
—¿O sea que, según tú, Mayta fue el responsable? —le pregunto—. ¿Crees que planeó todo, que él embarcó a Vallejos en lo de Jauja?
—No, porque ni sé cómo usarla —dudó Mayta—. Te confesaré algo. No he disparado en mi vida ni una pistola de juguete. Volviendo a lo de antes, a lo de la amistad, tengo que advertirte una cosa.
—No me adviertas nada, ya te pedí perdón por mis indiscreciones —dijo Vallejos—. Prefiero, más bien, uno de tus discursos. Sigamos con el doble poder, esa manera de serrucharles el piso a poquitos a la burguesía y al imperialismo.
—Que ni siquiera la amistad está antes que la revolución para un revolucionario, métete eso bien adentro y que no se te olvide —dijo Mayta—. La revolución, lo primero. Después, todo lo demás. Es lo que intenté explicarle a tu hermana la otra tarde. Sus ideas son buenas, ella va lo más lejos que un católico puede ir. Pero no basta. Si crees en el cielo, en el infierno, lo de aquí pasará siempre a segundo lugar. Y así no habrá jamás revolución. Te tengo confianza y te considero, también, un gran amigo. Si te oculto algo, si…
—Basta, ya te pedí perdón, ni una palabra más —lo calló Vallejos—. ¿O sea que nunca has disparado? Mañana nos vamos por Lurín, con la sorpresa. Te daré una clase. Disparar una metralleta es más fácil que la tesis del doble poder.
—Por supuesto, es lo que tuvo que ocurrir —dijo Juanita. Pero en su manera de decirlo no hay tanta seguridad—. Mayta era un político viejo, un revolucionario profesional. Mi hermano, un chiquillo impulsivo al que, por cuestión de edad, de cultura, el otro dominaba.
—No sé, no estoy seguro —le replico—. A ratos, pienso que fue al contrario.
—Qué disparate —tercia María—. ¿Cómo hubiera podido un chiquillo embarcar a un viejo requetesabio en una locura así?
Precisamente, Madre. Mayta era un revolucionario de la sombra. Se había pasado la vida conspirando y peleando en grupitos ínfimos como aquel en el que militó. Y, de pronto, cuando se acercaba a la edad en que otros se jubilan de la militancia, apareció alguien que, por primera vez, le abrió las puertas de la acción. ¿Podía haber hechizo más grande para un hombre como él que, un día, le pusieran en las manos una metralleta?
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Historia de Mayta»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia de Mayta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Historia de Mayta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.