Array Array - Los aires dificiles
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Los aires dificiles» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Los aires dificiles
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Los aires dificiles: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los aires dificiles»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Los aires dificiles — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los aires dificiles», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
pero cuando dejó el plato sobre la mesa, él había encontrado ya el argumento
definitivo para convencerla–. Si no me hubiera gustado, no habría nada de qué
hablar, Maribel, ¿no lo entiendes? Si hubiera salido mal, los dos sabríamos que no
hay ninguna posibilidad de que vuelva a pasar, y ya está.
—Pero ha salido bien… –apuntó ella, sentándose por fin, muy despacio.
—Muy bien –asintió él, afirmando con la cabeza para darle más énfasis a sus
palabras–. La verdad es que ha salido de puta madre. Y ése es el problema.
Porque esto no puede volver a pasar, Maribel. Deberíamos olvidarlo ahora mismo,
comportarnos como si ya lo hubiéramos olvidado, y sé que lo que estoy diciendo
parece una tontería, que es como cuando los jueces de las películas les piden a
los miembros del jurado que no tengan en cuenta lo que acaban de escuchar, por
más que lo hayan escuchado ya y lo vayan a recordar aunque no quieran, lo sé,
sé que tú no te vas a olvidar de esto, y yo tampoco, por supuesto que yo
tampoco.
Pero eso es lo que deberíamos hacer. Tenemos que arreglar esto como sea,
porque nos hemos equivocado, o me he equivocado yo, mejor dicho. Perdóname,
porque todo ha sido culpa mía.
—¿Por qué? –ella parecía perpleja–. No lo entiendo.
—Pues porque sí, Maribel, porque esto es una burrada, porque no está bien, no
tiene ni pies ni cabeza, ¿no lo entiendes? –leyó en sus ojos que no lo entendía y
se atrevió a ser más explícito–. Porque tú eres mi empleada, porque tu hijo y mi
sobrina van al mismo colegio, porque están siempre juntos y siempre por aquí en
medio, y porque tú eres mi asistenta y yo te pago un sueldo todos los meses para
que limpies la casa… No tiene sentido que esto vuelva a pasar.
Ella se quedó callada un instante, y la expresión de su rostro, la atención de sus
ojos, la serenidad de sus cejas, no cambió ni un ápice cuando volvió a hablar, con
voz tranquila.
—Pero a usted no le importa pagar.
Él volvió la cabeza hacia ella como si aquella revelación hubiera tirado de su nariz
con una cuerda.
—Así que lo sabes –susurró, sonriendo de pura sorpresa, casi a su pesar y a
través del desconcierto.
—Claro que lo sé –Maribel le hizo una seña con la barbilla en dirección a su plato–. Coma, ande, que se le va a quedar la comida helada… En los pueblos se sabe
todo.
—Pero tú… –se llevó un callo a la boca, lo masticó despacio para ganar tiempo, y
aunque le molestó infinitamente tener que reconocerlo en aquel momento,
reconoció para sí mismo que aquellos callos eran los mejores que había comido
desde que se marchó de Madrid–. ¿Cómo te has enterado?
—Mi ex marido se pasa la vida metido en ese bar. Le conoce de vista, sabe quién
es usted. Y ella presume mucho. Está muy orgullosa, por lo visto.
—Ya. Pero eso es distinto, Maribel.
—¿Por qué?
—Porque ella es una puta –hizo una pausa para mirarla–. Y tú no.
—¡Pues entonces! –ella soltó un alarido casi triunfal mientras estrellaba los dos
puños encima de la mesa—. ¡Eso es lo que yo quería decirle! ¿Dónde está el
problema? Usted me paga por limpiarle la casa, y yo se la limpio, y amén.
Lo otro no tiene nada que ver, es como si quedáramos fuera de aquí, es…
nuestra vida privada, como si dijéramos.
—Sí –él sonrió ante la fórmula que ella había elegido para explicarse–, pero el
caso es que no estamos en la calle. Estamos aquí, en esta casa. Y da la
casualidad de que ésta es mi casa.
—Eso no tiene nada que ver.
—Sí que tiene que ver, Maribel –y entonces se preguntó por qué coño estaba tan
empeñado en insistir, en maniobrar en contra de sus propios intereses, pero ella,
que no le daba pena, ni la impresión de ser una mujer desorientada, fácil de
engañar, de confundir, parecía exigirle la misma firmeza con la que se le oponía,
una fuerza que él jamás había sospechado, como nunca se había atrevido a
sospechar que pudiera llegar a desearla tanto como en aquel momento–, claro
que tiene que ver.
—Mire, yo… –ella resopló, cerró un momento los ojos, los apretó, como si quisiera
impulsarse a sí misma, y le habló en un tono diferente al que solía emplear con
él–. El día veintiséis de marzo cumplo treinta y un años. Ya soy muy mayor. Sé
muy bien lo que quiero, y lo que no quiero, y sé también lo que me espera,
aunque no lo quiera. Y sé que mi vida es una mierda, eso también lo sé, y que no
me voy a echar ningún novio que merezca la pena mientras viva en este pueblo
que es donde me va a tocar vivir hasta que me muera, y que tengo un hijo de doce años y que tengo que sacarlo adelante como sea, y que eso es lo único importante. Todo eso sé. Y también sé que no le voy a cazar, por ese lado puede quedarse usted tranquilo, eso ni siquiera se me ha pasado por la cabeza, sé de sobra que usted nunca se va a casar conmigo, que los hombres como usted no se casan con chicas como yo, que nunca lo hacen.
Fíjese si sé cosas, un montón de cosas sé… Pero si vivo con todo lo que sé, me muero, ése es el problema, mi problema –en ese momento, él creyó distinguir un brillo distinto en sus ojos, e intuyó que estaba a punto de venirse abajo, pero ella sacudió la cabeza un par de veces, se rehízo deprisa, y siguió hablando con la misma inclemente y afilada dureza–. Porque igual que yo sé que usted va de putas, usted sabrá que yo tengo mala fama, ¿no? Eso seguro que lo sabe. Bueno, pues no me la merezco, y ¿sabe por qué? Pues porque no soy una puta, precisamente por eso. Así que no hace falta que me suelte tantos rollos. Yo sé de sobra lo que soy. Y usted no va a echar mi fama a perder, a estas alturas. Puede dejar de preocuparse por eso. La verdad, no me esperaba que fuera usted tan machista…
—¿Machista? Juan Olmedo se echó hacia atrás llevándose la mano al pecho, como si aquella palabra le hubiera abierto un boquete justo debajo de la clavícula, mientras la mitad torcida de su cabeza se reía de una forma tan estruendosa que la derecha, sencillamente, se evaporó–. ¿Que yo soy machista? –volvió a preguntar, pensando que tenía gracia que a ella le hubiera dado por reprocharle precisamente eso, y precisamente a él, que cada vez que se follaba a una tía se encontraba con que ni siquiera podía contárselo a sus amigos–. No, Maribel, yo… –claro que era machista, por supuesto que era machista, no le quedaba más remedio que serlo, había nacido así, pero procuraba que no se le notara, estaba seguro de que las mujeres que trabajaban con él jamás habrían recurrido a aquel adjetivo para definirlo, y lo de las otras era distinto, un pacto tácito, un convenio privado, una alianza beneficiosa para ambas partes, y aun así, ninguna hasta entonces se lo había reprochado en voz alta–. Yo no soy machista, al contrario. Yo lo único que pretendo es no hacerte daño, protegerte de mí mismo. —Ya. Pero yo también sé lo que me hace daño y lo que no me lo hace. Y no quiero que usted me proteja. No necesito que nadie me proteja. Yo lo que quiero es que me folle. Y cuando se acabe, se acabó.
Juan Olmedo consultó un momento con sus oídos, dejó que le convencieran de que habían escuchado bien, y sintió que toda la sangre que viajaba por su cuerpo se concentraba de golpe en su cabeza.
Cuando se dio cuenta de que era incapaz de seguir sentado, se puso de pie y se lanzó a andar por el salón de su casa sin ir exactamente a ninguna parte. —Muy bien, Maribel, muy bien, muy bien… –repitió varias veces, como un autómata, sin encontrar nada mejor que decir–. Pues… vale, pues cojonudo, entonces…
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Los aires dificiles»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los aires dificiles» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Los aires dificiles» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.