Array Array - Los aires dificiles
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Los aires dificiles» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Los aires dificiles
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Los aires dificiles: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los aires dificiles»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Los aires dificiles — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los aires dificiles», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
pero hay créditos garantizados que… En fin, bueno, eso habría que estudiarlo. Tú
tienes ya cuatro millones, y eso es casi la mitad de lo que necesitas, porque no te
haría falta una casa muy grande. Esos cuatro millones de tu abuelo son los que te
permitirían mudarte a un piso nuevo e ir pagándolo todos los meses por poco más
de lo que te cuesta el alquiler del que tienes ahora. Piénsalo un poco, mujer.
Aunque Andrés te diga que ir al Disneyland ése es lo que más le apetece del
mundo, aunque ahora le haya dado por la moto acuática y hace una semana por
un barquito pequeño para salir a pescar, que ni sabe pescar ni tiene tiempo, las
cosas como son. Piensa en él. ¿Qué le convendrá más, heredar un piso o cuatro
fotos con Mickey Mouse? ¿Y a ti? ¿Qué te conviene más a ti? Llevas quince años
haciéndote la cera. ¿De verdad te quieres gastar un dineral en quitarte los pelos
de las piernas?
Piensa, Maribel. A lo mejor no vuelves a heredar en tu vida, y las casas no
pierden valor, al revés, lo ganan con el tiempo. Son una inversión más segura,
más estable que una cuenta en el banco. Y son para siempre. Y si no te queda
dinero para comprar muebles, pues te apañas con los que tienes ahora.
Y cuando termines de pagar este crédito, pides otro. Es todo mucho más fácil de
lo que parece, y al fin y al cabo tú tienes treinta años, toda la vida por delante.
Has tenido suerte, por una vez, mucha suerte. Aprovéchala. Ahorra el dinero y
cómprate un piso, hazme caso. Piensa un poco, Maribel, piénsalo.
Sólo en ese momento Maribel volvió a sentarse. Durante unos segundos
permaneció quieta, con los ojos fijos en la falda. Luego levantó la cabeza muy
despacio.
Desde que la conoció, Sara había estado segura de que a pesar de su aspecto, de
su incultura, de la brusquedad de su voz y de sus risas, de la imprevisible lógica
de sus reacciones, era una mujer inteligente, y aquella mañana no la defraudó.
—Pero yo no tengo nómina –dijo solamente–. Los bancos no me van a dar un
crédito sin nómina.
—Sí. Porque tienes cuatro millones de pesetas, y eso ya es una garantía. Si
dejaras de pagar, el banco se quedaría con tu dinero, ¿comprendes? Eso te
convierte en una clienta interesante. Además, yo puedo hacerte un certificado de
ingresos, y podemos hablar con Juan Olmedo. Yo lo voy a ver el sábado, en la
fiesta de cumpleaños de Tamara, habrá invitado a Andrés, ¿no? Seguro que a él
tampoco le importa.
—¡Quite, quite! –Maribel se echó atrás de repente, removiendo el café con tanta
rabia que algunas gotas se derramaron sobre el mantel aunque su taza estaba
más que mediada–. Con ése no se puede contar, se lo digo yo.
—Pero ¿por qué? A mí me parece muy buena gente, un hombre responsable, y
sobre todo generoso.
No te creas que hay muchas personas por ahí dispuestas a cargar…
—Sí, sí, ya sé lo que va a decir –la interrumpió Maribel–, ya lo sé, y será verdad,
no digo que no, pero también son verdad otras cosas.
—¿Como cuáles?
—Como las que yo me sé.
—Muy bien –Sara resopló–.
¿Y cuáles son las cosas que tú te sabes?
—Mire, a mí no me gusta hablar mal de los demás… No me gusta, porque
también van hablando mal de mí y yo no le hago daño a nadie, ¿comprende? Pero
el otro día, el cabrón de Andrés, mi marido, ¿sabe?, bueno, pues se estuvo riendo
de mí. No sé cómo lo hace, pero no lo veo casi nunca, y cuando lo veo, pues
siempre tiene algo que echarme en cara. Y la otra tarde… En fin, me contó que
ve bastante a ese médico para el que trabajo, así lo llamó él. ¿Y sabe dónde?
Pues en Sanlúcar, en un bar de putas. ¿Qué me dice? Ahí se gasta el dinero el
doctor Olmedo, con lo generoso y lo responsable que es, que hay que ver, los
hombres, a todos les da por lo mismo… ¡Bueno! ¿Y ahora de qué se ríe usted?
¿Le parece gracioso?
En realidad Sara no estaba riéndose, pero no pudo evitar sonreír. Acababa de
comprender que Maribel había llegado a pensar, o pensaba todavía, en seducir a
Juan Olmedo. Ésa era la única razón capaz de explicar a la vez las burlas de su
marido y su propia, puntiaguda indignación, una razón que aportaba, además y
sobre todo, otra prueba de que su vecino era un hombre de fiar. Pero recurrió a
otros argumentos para justificar su reacción.
—¿Y qué quieres, Maribel, que no me ría? ¡Pero bueno! Y tú qué esperabas, ¿eh?
Un hombre tan joven, con una vida tan dura, ocupándose todo el santo día de un
retrasado mental y de una niña pequeña, y trabajando a la vez, que además es
nuevo aquí, que no conoce a nadie, que no debe de tener tiempo ni para tomarse
una cerveza en paz, así que no digamos para ir a ligar… Por alguna parte tenía
que salir, mujer, no me parece tan grave.
—¡Ah! ¿No? ¿Eh? –Maribel no fue capaz de articular una respuesta más compleja,
pero manifestó una disconformidad fronteriza con el desprecio levantándose
inmediatamente para ir al fregadero y ponerse a lavar las tazas con tanto ímpetu,
con tanta entrega, como si el destino del universo entero dependiera de su
eficacia.
—Pues no, ésa es la verdad.
Y no es que los hombres puteros, así, de entrada, me caigan simpáticos, pero la
vida es muy complicada, mucho, y tú deberías saberlo…
Ella no quiso contestar, y en el silencio que se abrió a continuación, Sara Gómez,
que se había dicho muchas veces, sin ir más allá de la simple extrañeza, que era
muy raro que un médico cualquiera abandonara una plaza fija en un hospital de
Madrid para trasladarse a otro de Jerez, empezó a preguntarse qué motivos
habrían impulsado a Juan Olmedo a emprender aquel viaje, como si la revelación
de Maribel, a la que no concedía ningún valor moral, representara sin embargo
una de las claves de aquel misterio. Lo cierto es que a ella también le resultaba
muy difícil imaginar a su vecino en un bar de putas, pero cuando más absorta
estaba en aquel enigma, Maribel se dio la vuelta y la miró un instante antes de
estallar.
—Lo que es una pena es que usted no se haya casado. ¡Hay que ver! Menudo
chollo se ha perdido el que hubiera llegado a ser su marido. Usted es que lo
comprende todo, ¡qué barbaridad!, pero todo todo… Cómo se nota que ha tenido
usted suerte en la vida, cómo se nota…
—¿Cómo te llamas?
—Elia, ya lo sabes.
—No, me refiero a tu nombre de verdad.
—¡Ah! –ella se echó a reír, dejando ver su dentadura fea, como de gato, una piña
de incisivos estrechos y amarillentos entre dos colmillos rematados en punta–.
Pues casi igual…, Aurelia.
—Muy bien –Juan Olmedo asintió con la cabeza, pensando que a aquella chica tan
guapa le iría mejor si renunciara a la alegría durante su jornada laboral–. Así me
costará menos trabajo llamarte Elia.
Ella volvió a cerrar los labios, pero los mantuvo curvados en una sonrisa
convencionalmente traviesa que le favorecía mucho más. Juan, que se vestía
despacio, sentado en el borde de la cama, la miró con atención, como si nunca la
hubiera visto antes. De cerca, y con las luces encendidas, no se parecía tanto a
Charo, pero su rostro evocaba el mismo tipo de belleza tormentosa y nocturna,
desasosegante, plena, una oscura perfección que se manifestaba con arrogancia
en los rasgos donde suele asentarse el fracaso de la mayoría de las caras de
mujer. El ángulo de las mandíbulas, la forma de la barbilla, el relieve de los
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Los aires dificiles»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los aires dificiles» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Los aires dificiles» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.