Array Array - Los aires dificiles

Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Los aires dificiles» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los aires dificiles: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los aires dificiles»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los aires dificiles — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los aires dificiles», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Me regaló una bici nueva, una bici buenísima, yo… Nunca me había regalado nada. Me habló mucho de antes, de cuando mi madre y él eran novios, de cuando yo era pequeño, de cuando vivíamos todos juntos. Mamá nunca me había contado esas cosas, y sonaban muy bien, y además, no sé… –levantó la cabeza, Juan Olmedo seguía mirándole con la misma expresión serena, tranquila, que tenía

desde el principio–. Él era mi padre, ¿no? Es mi padre.

Era tan bonita, tan ligera, brillaba al sol como si fuera de plata y corría tanto como la flecha dorada, vibrante, que tenía pintada en el travesaño. ¿Te gusta?, le preguntó él, y luego se echó a reír, como si la vehemencia con la que su hijo había movido la cabeza bastara para hacerle feliz. Pues ésta también es mía, para que veas, aunque está nueva, ¿eh?, nuevecita, me la regaló mi novia por mi cumpleaños, hace diez días, casi no la he usado antes de cogerla para venir desde Chipiona hasta aquí… Yo quería una moto, la verdad, pero ella dice que no se fía de mí, que con una moto me abro la cabeza cualquier día, y que además es mucho más cara, y como sabe que a mí me gusta mucho hacer deporte… Pero al final me alegro, ¿sabes?, porque así te la puedo cambiar por la vieja, ¿qué me dices? Era tan bonita, tan ligera, brillaba al sol como si fuera de plata, él no deseaba nada, ni siquiera podía concebir que algún día llegara a desear nada en el mundo como aquella bicicleta, estaba tan contento que la dejó apoyada contra un árbol, y fue hacia él, y se colgó de su cuello con los dos brazos. Gracias, papá, le dijo. Su madre le había contado que aquélla fue la primera palabra que aprendió, pero en aquel instante él no se acordó de eso, ni se dio cuenta de que era la primera vez que la usaba desde que tenía memoria. Entonces su padre le besó, y Andrés tampoco se acordó de recordar que no le había besado nunca antes. Aquel día no ocurrió nada más. La bicicleta era demasiado bonita, demasiado potente, y rápida, y ligera, y plateada, como para que su flamante propietario pudiera prestar atención a ninguna otra cosa. Los dos montaron en ella, se turnaron para probarla en el improvisado circuito de una plaza desierta a la hora de la siesta, celebraron una especie de competición contra reloj para comprobar el rendimiento de cada marcha, se lo pasaron bien, se divirtieron como Andrés nunca se había divertido con su madre, no exactamente más, pero sí de una manera distinta, según las reglas de un juego en el que sólo participan los hijos y los padres, dos etapas sucesivas de una misma experiencia. Sin embargo, cuando se despidieron, él se atrevió a arriesgar algo más. Me habría gustado comprarte una bici nueva, le dijo, nueva de verdad, que los dos hubiéramos ido juntos a una tienda a elegirla y eso, pero no tengo un duro, ¿sabes?

Yo… lo he hecho todo mal, la verdad. Ahora me arrepiento. Lo he echado todo a perder, mi familia, mi mujer, mi hijo, y ya no tengo nada. En fin, así es la vida. Se le quedó mirando, le sonrió, le besó otra vez, y se marchó pedaleando en su vieja bicicleta, tan fea, tan pesada que, mientras le veía marcharse, Andrés no pudo evitar que el eco de sus últimas palabras siguiera resonando en sus oídos, ni que sus ojos lo miraran con una súbita e improvisada ternura.

—Decía que estaba arrepentido de todo, de habernos abandonado, de no haberse ocupado de mí… Que había intentado arreglarlo alguna vez, pero que mi madre se lo ponía muy difícil. Yo… me fié de él, ésa es la verdad, que me fié de él, me lo creí todo. Es mi padre, ¿no?, y yo nunca había tenido padre, y… Me gustaba tenerlo, eso fue lo que pasó, que me gustaba tener padre, ir con él por la calle, que me gastara bromas, y me tomara el pelo, y se pusiera de portero, y me

invitara a una cocacola después…

¿Tienes una pelota de fútbol?, le preguntó una tarde. Él fue a buscarla y estuvieron tirando penaltis en una portería que estaba en esa plaza rodeada por una pista de asfalto a la que Andrés le había dado tantas vueltas en su vieja bici sólo tres meses antes, cuando aún no sabía quién era su padre, cuando no podía imaginar que los dos podían quererse, tenerse todavía, y tan deprisa. Acababan de estrenar el mes de julio y su padre solía decir que era una suerte que se hubieran reencontrado en vacaciones, cuando Andrés podía entrar y salir, y estar todo el día en la calle sin justificar qué hacía ni adónde iba. Cuando empiece el curso, tendremos que vernos menos, decía, infiltrando una gota de inquietud en el ánimo de su hijo.

Nunca estaban juntos mucho tiempo, ni siquiera los fines de semana, pero el rato que duraban sus encuentros, una hora y media, a veces dos, se repitió con una frecuencia creciente a lo largo del verano. Aquel plan les convenía a los dos.

Las ausencias de Andrés eran lo suficientemente breves como para que nadie, excepto Tamara, llegara a advertirlas del todo, y cuando la niña le preguntaba dónde se había metido, por qué llegaba tan tarde, él le contaba siempre que había estado paseando por ahí, con su bici nueva, y aquella respuesta aplacaba instantáneamente su curiosidad.

Pero su padre también solía decir, al llegar, que no podía quedarse mucho tiempo. Es por la tía esa, ¿sabes?, decía, refiriéndose a su novia, a la que nunca volvió a llamar así, ni por su nombre de pila, que me tiene frito, todo el día trabajando y controlándome además, con el reloj en la mano… Y ni siquiera me paga, porque dice que el bar es de los dos, y que si yo vivo allí, pues que el trabajo también me toca, pero lo que gano yo se lo queda ella, y luego me da mil pesetas de vez en cuando, para tus gastos, dice, como si yo fuera un niño chico… No la aguanto, si tú supieras, no puedo soportarla. ¿Y por qué no la dejas?, le preguntaba Andrés. ¿Y adónde voy a ir?, le respondía su padre, con un gesto de desvalimiento que le hacía parecer de repente más pequeño, más niño que su propio hijo. Si yo no tengo nada, ningún oficio, ni estudios ni nada, y con lo mal que está todo, el trabajo y eso…, ¿qué voy a encontrar yo? Hablaba con tanta tristeza, una desolación tal en la voz que, cuando le escuchaba, al niño no se le ocurría pensar que su padre tenía treinta y tres años, que era un hombre joven, sano, y no menos capaz que sus hermanos, que sus vecinos, que todos esos padres de otros niños que trabajaban en lo que salía, sin protestar, sin quejarse. Si tu madre quisiera escucharme, le dijo por fin, una tarde cualquiera, sería distinto. Podría volver con vosotros, buscar algo despacio, montar quizás algún negocio con ese dinero que tiene ahora. Por cierto, ¿cuánto es, exactamente? ¿Y dónde lo tiene, en casa? ¿No? Ah, en el banco… Vaya, vaya…

—Luego empezó a decirme que quería volver, que lo que le gustaría de verdad sería volver a casa, que estuviéramos los tres juntos, como antes… Hablaba todo el rato del dinero que le había tocado a mi madre cuando vendieron el campo

aquel de su abuelo, y decía que, aunque no lo pareciera, era bastante, que con cuatro millones podríamos montar un negocio, pidiendo un crédito si hacía falta, o buscando un socio, aquí en el pueblo…

¿Qué te gustaría más, una tienda de esas de revelar fotos o un despacho de pollos asados? Te lo digo porque yo creo que esos dos negocios son de los más baratos de montar… Más el de los pollos, desde luego, que sólo hay que pagar la máquina, que hasta se puede alquilar, no hace falta ni comprarla, pero es que en lo de las fotos podríamos ir a medias con mi cuñado, que de eso entiende, ¿sabes?, porque trabajó muchos años en una tienda de ésas, y siempre anda diciendo que, si pudiera, montaría otra… Él le escuchaba embobado, con la misma clase de fe con la que escuchaba los cuentos de hadas que su madre le contaba cuando era un crío, sin creer en los ogros, pero creyendo en ellos, sabiendo que las princesas no existen, pero enfermo de amor por la más blanca, la más rubia, la más delicada de las princesas, sintiéndose príncipe, el pequeño y flaco y débil Arturo mientras intuía su futura corona en las grandiosas promesas de Merlín.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los aires dificiles»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los aires dificiles» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los aires dificiles»

Обсуждение, отзывы о книге «Los aires dificiles» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x