Исабель Альенде - MI PAÍS INVENTADO
Здесь есть возможность читать онлайн «Исабель Альенде - MI PAÍS INVENTADO» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:MI PAÍS INVENTADO
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
MI PAÍS INVENTADO: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «MI PAÍS INVENTADO»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
MI PAÍS INVENTADO — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «MI PAÍS INVENTADO», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
La apariencia física se ignoraba en mi familia; mi madre asegura que no supo que era bonita hasta después de cumplir cuarenta años, porque eso nunca se mencionó. Se puede decir que en esto éramos originales, porque en Chile las apariencias son fundamentales. Lo primero que intercambian dos mujeres al encontrarse es un comentario sobre la ropa, el peinado o la dieta. Lo único que comentan los hombres sobre las mujeres–a espaldas de ellas, claro–es cómo se ven, y en general lo hacen en términos muy peyorativos, sin sospechar que ellas les pagan con la misma moneda. Las cosas que he oído decir a mis amigas sobre los hombres harían sonrojar a una piedra. En mi familia también era de mal gusto hablar de religión y, sobre todo, de dinero, en cambio de enfermedades era casi de lo único que se hablaba; es el tema más socorrido de los chilenos. Nos especializamos en intercambiar remedios y consejos médicos, allí todos recetan. Desconfiamos de los médicos, porque es obvio que la salud ajena no les conviene, por eso acudimos a ellos sólo cuando todo lo demás nos falla, después de haber probado cuanto remedio amigos y conocidos nos recomiendan. Digamos que usted se desmaya en la puerta del auto–mercado. En cualquier otro país llaman una ambulancia, menos en Chile, donde lo levantan entre varios voluntarios, lo llevan en vilo detrás del mesón, le echan agua fría en la cara y aguardiente por el gaznate, para que se espabile; luego lo obligan a tragar unas píldo–ras que alguna señora saca de su cartera, porque «a una amiga suelen darle ataques y ese remedio es estupendo». Habrá un coro de expertos que diagnosticarán su estado en lenguaje clínico, porque todo ciudadano con dos dedos de frente sabe mucho de medicina. Uno de los expertos dirá, por ejemplo, que usted ha sufrido una obturación de una válvula en el cerebro, pero habrá otro que sospeche una doble torsión de los pulmones y un tercero que diga que se le reventó el páncreas. En pocos minutos habrá un griterío en torno a usted, mientras llega alguien que ha ido a la farmacia a comprar penicilina para inyectarle por si acaso. Mire, si usted es extranjero, le aconsejo que no se desmaye en un automercado chileno, puede ser una experiencia mortal.
Es tanta nuestra facilidad para recetar, que durante un crucero en barco comercial por el sur, cuyo destino era visitar la maravillosa laguna de San Rafael, nos dieron somníferos con el postre. A la hora de la cena el capitán notificó a los pasajeros que debíamos navegar por un trecho particularmente agitado, luego su mujer pasó entre las mesas repartiendo unas pastillas sueltas, cuyo nombre nadie se atrevió a preguntar. Las tomamos obedientemente y veinte minutos más tarde todos los pasajeros roncábamos a pierna suelta, como en el cuento de la Bella Durmiente. Mi marido dijo que en Estados Unidos les habrían metido juicio al capitán y a su señora por anestesiar a los pasajeros. En Chile estábamos muy agradecidos.
Antiguamente el tema de rigor, apenas se juntaban dos o más personas, era la política; si había dos chilenos en una pieza, seguro había tres partidos políticos. Entiendo que en una época tuvimos más de una docena de minipartidos socialistas; hasta la derecha, que es monolítica en el resto del mundo, entre nosotros estaba dividida. Sin embargo, ahora la política no nos apasiona; sólo nos referimos a ella para quejamos del gobierno, una de las actividades nacionales favoritas. Ya no votamos religiosamente, como en los tiempos cuando acudían ciudadanos moribundos en camilla a cumplir con su deber cívico; tampoco se dan, como antes, los casos de mujeres que parían en el momento de votar. Los jóvenes no se inscriben en los registros electorales, un 84,3 por ciento piensa que los partidos políticos no representan sus intereses y un número mayor se manifiesta satisfecho de no participar para nada en la conducción del país. Este es un fenómeno del mundo occidental, según parece. Los jóvenes no tienen interés en fosilizados esquemas políticos que se arrastran desde el siglo XIX; están preocupa
dos de pasarlo bien y prolongar la adolescencia lo más posible, digamos hasta los cuarenta o cincuenta años. No seamos injustos, también hay un porcentaje militante de la ecología, la ciencia y la tecnología; incluso se sabe de algunos que hacen labor social a través de iglesias.
Los temas que han reemplazado a la política en la masa chilena son el dinero, que siempre falta, y el fútbol, que sirve de consuelo. Hasta el último analfabeto conoce los nombres de todos los jugadores que han pasado por nuestra historia, y tiene su propia opinión sobre cada uno de ellos. Este deporte es tan importante que en las calles penan las ánimas cuando hay un partido, porque la población entera se encuentra en estado catatónico frente al televisor. El fútbol es de las pocas actividades humanas en que se prueba la relatividad del tiempo: se puede congelar al arquero en el aire por medio minuto, repetir la misma escena varias veces en cámara lenta o de atrás para adelante y, gracias al cambio de hora entre continentes, ver en Santiago un partido entre húngaros y alemanes antes de que lo jueguen.
En nuestra casa, como en el resto del país, no se dialogaba; las reuniones consistían en una serie de monólogos simultáneos, sin que nadie escuchara a nadie, puro barullo y estática, como una transmisión de radio en onda corta. Nada importaba, porque tampoco había interés por averiguar qué pensaban los demás, sólo en repetir el propio cuento. En la vejez mi abuelo se negó a ponerse un aparato auditivo, porque consideraba que lo único bueno de su mucha edad era no tener que escuchar las tonterías que dice la gente. Tal como expresó elocuentemente el general César Mendoza en 1983: «Estamos abusando de la expresión diálogo. Hay casos en que no es necesario el diálogo. Es más necesario un monólogo, porque un diálogo es una simple conversación entre dos personas». Mi familia habría estado plenamente de acuerdo con él.
Los chilenos tenemos tendencia a hablar en falsete. Mary Graham, una inglesa que visitó el país en 1822, comentó en su libro Diario de mi residencia en Chile que la gente era encantadora, pero tenía un tono desagradable de voz, sobre todo las mujeres. Nos tragamos la mitad de las palabras, aspiramos la «s» y cambiamos las vocales, de manera que «¿cómo estás, pues?» se convierte en «com tai puh» y la palabra «señor» puede ser «iñol». Existen al menos tres idiomas oficiales: el educado, que se usa en los medios de comunicación, en asuntos oficiales y que hablan algunos miembros de la clase alta cuando no están en confianza; el
coloquial, que usa el pueblo, y el dialecto indescifrable y siempre cambiante de los jóvenes. El extranjero de visita no debe desesperar, porque aunque no entienda ni una palabra, verá que la gente se desvive por ayudarlo. Además hablamos bajito y suspiramos mucho. Cuando viví en Venezuela, donde hombres y mujeres son muy seguros de sí mismos y del terreno que pisan, era fácil distinguir a mis compatriotas por su manera de caminar como si fueran espías de incógnito y su invariable tono de pedir disculpas. Yo pasaba a diario a la panadería de unos portugueses a tomar mi primera taza de café de la mañana, donde siempre había una apurada multitud de clientes luchando por acercarse al mesón. Los venezolanos gritaban desde la puerta «¡Un marroncito, vale!» y más temprano que tarde el vaso de papel con el café con leche les llegaba, pasando de mano en mano. Los chilenos, que en aquella época éramos muchos, porque Venezuela fue de los pocos países latinoamericanos que recibían refugiados e inmigrantes, levantábamos un tembloroso dedo índice y suplicábamos con un hilo de voz: «Por fa–vorcito, ¿me da un cafecito, señor?». Podíamos esperar en vano la mañana entera. Los venezolanos se burlaban de nuestros modales de mequetrefe, y a su vez a los chilenos nos espantaba la rudeza de ellos. A quienes vivimos en ese país por varios años nos cambió el carácter y, entre otras cosas, aprendimos a pedir el café a gritos.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «MI PAÍS INVENTADO»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «MI PAÍS INVENTADO» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «MI PAÍS INVENTADO» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.