Peter Høeg - La señorita Smila y su especial percepción de la nieve

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La señorita Smila y su especial percepción de la nieve: краткое содержание, описание и аннотация

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Un día, poco antes de Navidad, la señorita Smila de regreso a su casa encuentra muerto en la nieve a su vecino y amigo, el pequeño Isaías. La versión oficial es que debió de resbalar y caerse. Pero Smila, que le cuidaba a veces y sentía especial ternura por él, sospecha que no es así. Los dos pertenecen a la pequeña comunidad de esquimales groelandeses que viven en Copenhague. Y Smila es, además, experta en las propiedades físicas del hielo. La investigación que lleva a cabo en privado acerca de la muerte de Isaías la conduce a la misteriosa muerte del padre de éste en una expedición secreta a Groenlandia, misión encomendada por una poderosa empresa danesa involucrada en una extraña conspiración que se remonta a la segunda guerra mundial.

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Estuve presente en el Senado, el Landsring, cuando el partido Siumut presentó la propuesta de que la retirada programada de las fuerzas armadas americanas y danesas de Groenlandia se pusiera en marcha creando un ejército groenlandés. No lo llamaron así, por descontado. Una defensa costera descentralizada, dijeron, compuesta, en una primera fase, por aquellos groenlandeses que hubieran realizado el servicio militar como soldados voluntarios de segunda en la Marina, en los últimos tres años. Y dirigidos por oficiales del grado A que deberían ser formados en Dinamarca.

Recuerdo que pensé que no podía ser cierto, que no lo harían.

Su propuesta fue rechazada. «Encontramos que el resultado es sorprendente», dijo Julius Hoeg, el portavoz de asuntos exteriores de Siumut, «si consideramos que la Comisión de Seguridad de este Senado ha recomendado la creación de un servicio guardacostas y ha designado un grupo de trabajo compuesto por representantes de la Marina de Guerra danesa, la policía groenlandesa, la Patrulla Sirius, el Servicio de Información del Hielo y demás expertos.»

Demás expertos. La información importante siempre viene al final. Como de pasada. En un anexo. En el margen.

El personal de seguridad en la Greenland Star era groenlandés. No lo recuerdo hasta este momento, cuando ya los hemos dejado atrás. Aquello que se ha convertido en algo habitual, lo dejamos de ver. Se ha convertido en algo habitual ver a groenlandeses armados en uniforme. Habitual para nosotros hacer la guerra.

También para mí. Todo lo que, por lo demás, me resta es mi distanciamiento.

Es a mí a quien le ocurre, el dolor es mío, me pertenece, pero, sin embargo, no me absorbe por completo. Una parte de mí es espectadora.

Me meto en el montacargas de la cocina. No se ha vuelto más fácil desde ayer. Al fin y al cabo, una se hace mayor.

Ahora puedo alegrarme de que no haya ningún dispositivo de seguridad. Este sistema peligrosísimo me permite que yo misma apriete el botón de ascenso.

El vuelco en el estómago, por el miedo que siento cuando subo por el hueco del ascensor, es el mismo. El silencio al llegar al final del trayecto. La cocina vacía.

A través de la claraboya brilla la luna. De camino hacia la puerta tengo una visión de mí misma tal como deben verme desde fuera. Vestida de negro pero tan pálida como un clown.

En el pasillo me encuentro con los mismos ruidos. La máquina, los retretes, la respiración de una mujer. Es como si el tiempo se hubiera detenido.

La luz de la luna que inunda el salón es azul y sensiblemente fría, como un líquido contra la piel. El movimiento del barco entre las olas hace que las siluetas de los bordes de los portillos se expandan como sombras vivas sobre la pared.

Primero voy a por los libros.

El Práctico Groenlandés , el libro de los mapas de Groenlandia del Instituto Geodésico, Las cartas náuticas del estrecho de Davis del Almirantazgo, reducidas hasta un cuarto de tamaño y recopiladas en un solo tomo. El libro Dynamics of Snow and Ice Masses , de Colbeck, sobre los movimientos del hielo. Meteorites , de Buchwald, en tres tomos. Varios números de las revistas El Mundo de la Naturaleza y Varv. Review of Medical Microbiology , de Jawetz y Melnick. Parasitology. A Handbook , de Rintek Madsen. Dion R. Bell: Lecture Notes on Tropical Medicine .

Deposito los dos últimos sobre la cubierta, pasando las hojas con la mano derecha mientras que, con la izquierda, sujeto la linterna. Bajo la voz Dracunculus han sido subrayados tantos párrafos con un rotulador de contraste amarillo que parece como si el papel hubiera cambiado de color. Los devuelvo a su sitio.

De vuelta en el pasillo, me detengo a escuchar en cada una de las puertas. De todos modos, no deja de ser una casualidad que dé con la de Toerk a la primera. La abro tres milímetros. A través del ojo de buey, la luz de la luna cae sobre el catre. Hace frío en el camarote. A pesar de ello, se ha quitado parte del edredón de encima. Su torso parece de mármol azulado. Duerme un sueño pesado. Me introduzco en el camarote y cierro la puerta detrás de mí. Son las posibilidades de elección las que nos complican la vida. Aquel que es forzado hacia delante disfruta de una vida sencilla.

Todo se da por sí solo. Ha estado sentado al escritorio trabajando. Los utensilios de escritura han sido retirados, como debe serlo todo aquello que pueda rodar a bordo de un barco. Pero los papeles siguen sobre la mesa del escritorio. Un montón, no tan grueso que no me permita poder llevármelos.

Me quedo un rato de pie contemplándolo. Me vuelvo a sorprender, como tantas veces antes desde mi infancia, de la indefensión casta de los hombres sumidos en el sueño. Podría inclinarme sobre él. Podría besarle. Podría notar los latidos de su corazón. Podría cortarle el cuello.

De pronto entiendo que mi vida se ha desarrollado de tal manera que con frecuencia he estado despierta mientras los demás dormían. He sido testigo de muchas noches tardías y muchas mañanas tempranas. No lo he querido así. Pero, no obstante, así ha sido.

Me llevo el montón de papeles al salón. No hay tiempo para sacarlos de allí.

Permanezco sentada unos instantes sin encender la luz. Le ha sobrevenido una especie de solemnidad a la estancia. Como si la luz de la luna lo hubiera encerrado todo en un cristal de color gris azulado.

Encontrar la llave de sí mismo y de su futuro es el sueño de todo hombre. Las clases de religión de la escuela dominical las impartía un catequista de la misión de los Hermanos moravos, un matemático belga, introvertido y bruto, que no sabía ni una sola palabra del dialecto de Tule. Las clases se impartían en una mezcla monstruosa de inglés, groenlandés occidental y danés. Le teníamos miedo pero, no obstante, también nos interesaba. Estábamos educados para respetar la profundidad que, a veces, subyace en la demencia. Domingo tras domingo le daba vueltas a dos cosas. A la exhortación del recientemente descubierto canon de Nag Hammadi, que recomienda aprender a conocerse a sí mismo, y a la idea de que nuestros días están contados, de que, por lo tanto, existe una aritmética divina en el universo. Todos teníamos entre cinco y nueve años. No entendíamos ni una sola palabra. Sin embargo, posteriormente recordé varias cosas de las que había dicho. Sobre todo, pensaba que me gustaría ver el cálculo cósmico de mi propia vida.

De vez en cuando siento que ha llegado el momento. Por ejemplo ahora. Como si el montón de papeles que tengo delante tuviera algo decisivo que decir sobre mi futuro.

Los antepasados de mi madre se hubieran asombrado de que la llave del universo de una de sus descendientes se encontrara en la escritura.

Arriba de todo hay una copia del informe de la Sociedad Criolita Danmark sobre la expedición de 1991 a Gela Alta. Las últimas seis páginas no son una copia. Son las fotos aéreas ligeramente movidas y técnicamente insuficientes del glaciar de Barren. Su aspecto hace honor a su reputación. Seco, frío, blanco, ajado, azotado por los vientos y abandonado, incluso por las aves.

Luego siguen una veintena de folios manuscritos con cifras y pequeños dibujos a lápiz que son absolutamente incomprensibles para mí.

Doce fotografías son copias de unas radiografías. Es posible que representen las personas que vi, hace un tiempo, sobre la pantalla en la consulta de Moritz. Es posible que representen cualquier otra cosa.

Hay más fotografías. También éstas es probable que hayan sido tomadas con rayos X. Pero el motivo no son cuerpos humanos. Sobre la imagen hay rayas regulares negras y grises, tan rectas que parecen haber sido trazadas con reglas.

Las últimas páginas están numeradas del uno al cincuenta y forman un conjunto. Es un informe.

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