Apaga su cigarrillo. Está de espaldas a mí. No sé si está decepcionado o simplemente le da igual.
– ¿Cómo es que sabes tanto, Smila?
Cuando todavía estaban sopesando la posibilidad de colocar la Venture Warrior sobre el hielo, estuve trabajando durante medio año en el laboratorio americano de agua fría en la isla de Pylot, estableciendo modelos para el cálculo de la elasticidad del hielo marino. Éramos un equipo entusiasta de cinco personas. Nos conocíamos desde las dos primeras conferencias del ICC. Cuando celebrábamos alguna fiesta y nos emborrachábamos solíamos hacer discursos en los que destacábamos que se trataba de la primera vez que se había reunido a cinco glaciólogos de origen esquimal. Solíamos decir entre nosotros que, en esos momentos, constituíamos el grupo más selecto del globo terráqueo por su experiencia y pericia.
La recogida de datos más importante la obtuvimos de los barreños de plástico que suelen utilizarse para lavar los platos. Vertíamos agua salada en ellos, los metíamos en un congelador de laboratorio y congelábamos el agua, consiguiendo un grosor estandarizado de hielo. Posteriormente, sacábamos estas placas fuera, las poníamos entre dos mesas, las lastrábamos con pesas y medíamos cuánto se combaban antes de quebrarse. Conectábamos un pequeño motor eléctrico para que hiciera vibrar las pesas, probando así que los temblores provenientes de las perforaciones no afectarían en nada a la estructura y elasticidad del hielo. Estábamos orgullosos y henchidos de entusiasmo científico. Hasta que no empezamos a elaborar el informe definitivo, en el que recomendábamos a A.P. Moeller, a Shell y a Gospetrol que pusieran en marcha la explotación de los yacimientos de petróleo groenlandeses, no nos dimos cuenta de lo que estábamos haciendo. Entonces ya era demasiado tarde. Una empresa soviética había diseñado la Venture Warrior y le concedieron el proyecto. Nos despidieron a los cinco. Cinco meses más tarde, el prototipo era pulverizado por el iceberg. Desde entonces, no han vuelto a intentar construir nada que fuera más fijo o estable que las plataformas flotantes.
Podría contarle todo esto a Jakkelsen. Pero, sin embargo, no lo hago.
– Esta noche lo arreglaré todo para nosotros -dice Jakkelsen.
– ¡Qué bien!
– No me crees, Smila. Pero espera y verás. Todo está claro para mí. A mí nunca me ha podido engañar nadie. Porque, como ya sabes, conozco el barco de cabo a rabo. Lo tengo todo controlado.
Cuando sale a la luz del puente veo que no lleva ropa de abrigo. Ha estado conversando a 10 °C bajo cero como si estuviéramos dentro.
– Esta noche sólo debes preocuparte de dormir y tener dulces sueños, Smila. Mañana todo será distinto.
– La cocina de la cárcel ofrecía posibilidades einzigartige [16]de cocer pan ácimo.
Urs está inclinado sobre un molde rectangular envuelto en un paño de cocina blanco.
-Die vielen Faktoren . [17]La misma base, la mezcla y, finalmente, la masa. ¿Durante cuánto tiempo debe reposar y a qué temperatura? ¿ Weliche Mehlsorten? [18]¿La temperatura de cocción?
Desenvuelve el pan. Tiene una corteza brillante, casi vidriosa y de un color castaño oscuro, rota acá y allá por granos enteros de trigo. Un aroma de granos, de harina y de una frescura ácida. Bajo otras circunstancias, podría incluso alegrarme de ellos. Pero hay otra cosa que atrapa mi interés. Un factor temporal. Cualquier acontecimiento en un barco es anunciado en la cocina primero.
– Estás haciendo pan ahora, Urs. Eso es ungewöhnlich . [19]
– El problema reside en el equilibrio. Entre la Säuerlichkeit [20]y la capacidad de fermentación.
Después de haber perdido el contacto, después de que él me encontrara en el montacargas de servicio, he estado pensando que tiene algo de pastoso. Algo que es sensible, incorrupto, sencillo y, sin embargo, refinado. Y, al mismo tiempo, demasiado blando.
– ¿Acaso hay un servicio extra?
Intenta hacer como si no me hubiera oído.
– Irás directamente a la cárcel -le digo-. Directamente ins Gefängnis . Aquí en Groenlandia. No habrá ningún servicio de cocina. Keine Strafermässigung . Aquí no se preocupan mucho de la comida. Cuando nos volvamos a ver, dentro de tres o cuatro años, veremos si has conservado tu buen humor. A pesar de que, sin duda, habrás perdido treinta kilos.
Se desinfla como un soufflé pinchado. No tiene ni la más mínima posibilidad de saber que no hay cárceles en Groenlandia.
-Um Elf Uhr für eine Person . [21]
– Urs -le digo-, ¿por qué te metieron en prisión?
Me mira aterrado.
– Sólo es una llamada -le digo-. A la Interpol.
No me contesta.
– Llamé antes de que zarpáramos -le digo-. Cuando vi la lista con los nombres de los miembros de la tripulación. Fue heroína.
Una ristra de perlas de sudor aparece en la zona estrecha entre la barba y el labio superior.
– No era de Marruecos. ¿De dónde era?
– ¿Por qué tienes que atormentarme de esta manera? -dice.
– ¿De dónde?
– El aeropuerto de Genf. El lago está muy cerca. Estaba en el ejército. Sacábamos las cajas junto con las vituallas, por el río. A las once. Para una persona.
Cuando me contesta, empiezo a entender, por primera vez en mi vida, un poco del arte de los interrogatorios. No es tan sólo por el miedo por lo que me contesta. Se debe también a las ansias de contárselo a alguien, a la carga de una conciencia atormentada, a la soledad del mar.
– ¿Cajas con antigüedades?
Hace un gesto afirmativo con la cabeza.
– De Oriente. En avión desde Kioto.
– ¿Quién las traía? ¿Quién era el expedidor?
– Pero, ¡tienes que saberlo!
No digo nada. Conozco la respuesta antes de que llegue.
– Der Verlaine natürlich…
Es así como han tripulado el Kronos . Con gente tan expuesta que no han tenido más remedio que aceptar, que no han podido elegir. Sólo ahora, después de tanto tiempo, veo la tripulación del barco tal como es en verdad. Como un microcosmos, una reproducción de la red que Toerk y Claussen crearon anteriormente. De la misma manera que Loyen y Ving han utilizado la Sociedad Criolita, ellos han utilizado una organización que ya existía. Fernanda y María de Tailandia; Maurice y Urs de Europa; partes de la misma organización.
-Ich hatte heme Wahl. Ich war zahlungsunfähig . [22]
Su temor ha dejado de parecerme exagerado.
Ya estoy saliendo cuando viene detrás de mí.
– Fräulein Smila. A veces pienso que tal vez todo es mentira… Que tal vez usted no represente a la policía.
Incluso cuando estoy a medio metro de él, percibo el calor del pan. Debe de haber salido del horno hace un instante.
– Y en tal caso wäre es kein besonderes Risiko , [23] si, algún día, le sirvo, digamos, una ración de trifli y pequeños trozos de alambre de púas.
Sostiene el pan en la mano. Debe de estar a más de doscientos grados. Tal vez no sea tan blando como yo creía. Tal vez podría, si se le sometiera a temperaturas demasiado altas, llegar a desarrollar una corteza tan dura como el vidrio.
Un derrumbamiento no tiene por qué llegar como una rotura. Puede perfectamente llegar de manera que, poco a poco, vayas hundiéndote en el abandono y la renuncia.
A mí me llega de esta manera. De vuelta de la cocina me decido a huir del Kronos .
Ya en mi camarote, me pongo ropa interior de lana nueva. Por encima, me visto con mi ropa de trabajo azul, zapatillas deportivas azules, jersey azul y un fino plumífero azul oscuro. En medio de la oscuridad parecerá casi negro. Es lo menos llamativo que de momento se me ocurre. No hago ninguna maleta. Envuelvo mi dinero, mi cepillo de dientes, una muda de ropa interior fina y un pequeño frasco de aceite de almendras en una bolsa de plástico. No creo que consiga escapar con más equipaje.
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