Claudia Piñeiro - Tuya

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Un corazón dibujado con rouge, cruzado por un "te quiero" y firmado "Tuya" le revela a Inés que su marido la engaña.
Lo que sigue a continuación no sólo es un policial vertiginoso y atrapante, sino un retrato implacable de la vida familiar de la clase media.
Claudia Piñeiro capta con genialidad los tonos de las voces de la sociedad argentina.
Y entre ellas la de un ama de casa dispuesta a todo con tal de conservar su matrimonio y las buenas apariencias.
"Claudia Piñeiro arrancó con una perla rara, Tuya, un policial negro duro, pero de mujer, que usa con acelerador los elementos del género: la violencia, el engaño, los cruces complicados." Elvio E. Gandolfo
"Tuya es un policial magníficamente armado, con vueltas de tuerca sorpresivas que van apareciendo en la trama, y con un cierre perfecto."

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Desde su propio teléfono llamé a la oficina de personal. Me identifiqué, por qué no hacerlo, dije que tenía que darle un mensaje urgente de mi marido a Tuya. Dije "Alicia", por supuesto. "Y como no llega necesitaría su teléfono particular y, si es posible, su dirección para mandar un cadete con unos papeles." Se ve que mi marido era muy respetado en esa empresa, o que la gente de la oficina de personal era muy idiota, porque inmediatamente me dieron los datos sin preguntar más. Avellaneda 345, 5° piso "B". No había que tener muchas luces para darse cuenta de qué se trataba "Copia Avellaneda".

Era mi día de suerte, realmente no contaba con que se me abrieran las puertas de la casa de Tuya con tanta facilidad. Una bendición del cielo. Más que una bendición, un mensaje. Alguien allá arriba quería que yo revisara ese departamento antes de que llegara la policía.

Bajé las escaleras radiante. Estaba feliz. "Triunfal" sería la palabra justa. Nunca me habría imaginado que la visita a la oficina de mi marido fuera tan beneficiosa para nuestros planes. Nuestros, de Ernesto y míos, aunque Ernesto siguiera en la luna de Valencia. Saludé a la recepcionista con una amplia sonrisa. Me miré de reojo en el espejo de la entrada, y me guiñé un ojo a mí misma. Mientras me miraba caminando hacia la puerta, jugué con el manojo de llaves escondido en el bolsillo de mi trajecito de seda color arena.

9.

– ¿Quién te mandó?

– La prima de una amiga.

– ¿Se atendió con nosotros?

– No sé, no me dijo.

– ¿Cómo se llama?

– Belén Aguirre.

– Ah, sí. ¿Vos sabes cómo es esto, madre?

– Sí, bah, más o menos.

– ¿De cuánto estás?

– No sé.

– ¿Cuándo fue tu última menstruación?

– No me acuerdo.

– Trata de acordarte porque eso es fundamental.

– Y… hace dos meses más o menos.

– Bueno, si es así, y si nos apuramos, podemos hacerlo por aspiración.

– ¿Qué es eso?

– Se aspira, madre, con una pipetita muy chiquita que ni te molesta. Se mete, se aspira y sale todo. No hay que hacer raspaje ni nada.

– …

– Sale limpito, limpito.

– …

– ¿Te sentís mal?

– Del estómago.

– Ah, quédate tranquila que eso es muy normal. Ya se te va a pasar. Ponemos una fecha, dos días de reposo relativo y después si te he visto no me acuerdo. Quedas como nueva, vida normal.

– ¿Se me va a notar?

– ¿Qué cosa?

– Lo que me voy a hacer.

– ¡Y cómo se te va a notar si no te vamos a hacer nada!

– Madre, si vos no querés que nadie sepa, nadie va a saber, ¿sí?

– Sí.

– Yo te voy a ir haciendo una receta para unas cositas que vas a necesitar. Un antibiótico para después, y el día anterior vas a tener que tomar un Valium, para estar bien relajadita, ¿sí? Eso te puede voltear un poco. ¿Te va a acompañar alguien?

– No sé.

– Bueno, yo te recomiendo que te consigas alguien de tu confianza, una amiga, no sé, vos sabrás, porque entre el Valium y la anestesia vas a salir un poco mareada, y no es bueno que andes así por la calle sólita, madre.

– Bueno.

– ¿Me querés hacer alguna preguntita?

– No.

– Entonces hablemos de los honorarios. Esto te sale mil pesos. Me lo tenés que traer en efectivo porque nosotros no trabajamos con cuenta bancaria, ¿sí? Dólares o pesos es lo mismo.

– …

– Tenés la plata, ¿no, madre?

– Sí, sí, la tengo.

– Bueno, no sé, ¿querés que pongamos la fecha ahora? ¿Te parece el 10 de julio?

– No, ese día me voy de viaje de egresadas.

– ¿Pero vos cuantos años tenés, madre?

– Diecinueve.

– ¿Seguro?

– Sí… repetí un año.

– Porque mira que nosotros menores, si no vienen con un mayor, no atendemos.

– Yo tengo diecinueve.

– En eso somos muy estrictos, no queremos tener problemas.

– Le digo que soy mayor.

– Okey, madre, pero el día de la operación traeme el documento, ¿sí?

– Bueno.

– ¿Querés antes o después de tu viaje?

– Después.

– Mira que no nos podemos ir mucho más allá porque si no ya después se agarra fuerte y no se puede aspirar, ¿sí? ¿Vos cuando volvés?

– El dieciocho.

– Dieciocho es domingo. El lunes tengo todo tomado ¿Martes veinte te parece bien?

– Sí.

– Entonces, martes veinte a las diez de la mañana.

– Voy a tener que faltar al colegio.

– Y sí, no te va a quedar otra, madre.

– …

– ¿Te anoto para el marees veinte entonces?

– Sí.

– Bueno, te espero el martes veinte a las diez de la mañana. No te olvides que el pago tiene que ser en efectivo, y el documento por favor.

– …

– Llévate la receta para el Valium.

– Sí.

– Chau, madre.

– Chau.

– Buen viaje.

10.

Entré en el departamento de Tuya como si fuera mío. La llave más gruesa era la de la puerta de entrada. No me crucé con nadie, ni en la recepción del edificio ni en el palier. Antes de entrar, me coloqué unos guantes de goma que compré en el camino. A esa altura de mi vida llevaba vistas demasiadas series policiales como para andar dejando mis huellas por cualquier lado. Toqué el timbre, no fuera cosa que la muerta no viviera sola. Nadie respondió. Metí la llave en la cerradura y entré. Era un departamento de dos ambientes, chico pero coqueto, y muy ordenado.

Antes de inspeccionar cajones y armarios, hice una recorrida por el lugar. Sobraban portarretratos. Fotos familiares. Todos con sonrisas de publicidad de dentífrico. "Pensar que esta gente en poco tiempo va a estar llorando." Dos fotos se destacaban por el tamaño y la ubicación: un retrato de Tuya en blanco y negro, y una foto color donde se abrazaba a una chica de unos veintipico de años, muy alta, de pelo largo y negro. Busqué a mi marido mostrando su dentadura, pero no estaba. Eso me alivió, si no tenía su lugar entre tanto pariente sonriendo, por algo era. "No se puede andar poniendo la foto del amante entre la bisabuela y la prima, como si todos fueran la misma cosa", pensé. Pero me equivocaba, no era sólo eso.

Empecé la revisión más exhaustiva por el living. No encontré nada que pudiera incriminar, o que mencionara o pudiera relacionarse con mi marido; ni siquiera papeles de trabajo. Después me ocupé del baño y de la cocina. Tampoco encontré nada. Dejé el dormitorio para el final. Sabía que si iba a encontrar algo, ése era el lugar. Y así fue. Abrí la puerta y me shockeó encotrarme con una cama matrimonial. Por un momento me lo imaginé a Ernesto revolcándose en esa cama, sudando, trabajando y trabajando para darle amor a Tuya. Me empezó a invadir un sentimiento muy negativo, como una bronca o unas ganas de matar a alguien. Pero ella ya estaba muerta. Me relajé, respiré profundo, y me pude centrar otra vez en mi objetivo. Porque yo no estaba ahí para avivar el fuego sino para apagar el incendio. Y hay que verle el lado positivo a las cosas, en este caso a la cama, porque al fin y al cabo si lo que me molestaba era que Ernesto se hubiera revolcado en ella, estaba claro que ahí no se iba a volver a revolcar. Yo lo único que tenía que hacer en ese cuarto era borrar las huellas que pudieran incriminarlo. Y una cama matrimonial no incrimina a nadie, porque el revuelque no deja huellas. "O sí", pensé. Y me puse a revisar las sábanas. Estaban impecables, como si nadie hubiera dormido en ellas. Ni una mancha, ni un pelo, ni siquiera una arruga.

Veinte minutos después había terminado con el armario y con cada una de las cajitas donde Tuya guardaba todo tipo de porquerías. Todo muy naif. Postales, moños de paquetes, fotos, caracoles, servilletas de papel de distintas confiterías, cucharitas de tragos largos, boletines de la escuela primaria. Evidentemente Tuya era de juntar mucha porquería. Se me ocurrió tirar todo y hacerle un favor al deudo a quien le tocara vaciar el departamento, pero no quise disponer de lo que no era mío.

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