Claudia Piñeiro - Tuya

Здесь есть возможность читать онлайн «Claudia Piñeiro - Tuya» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Tuya: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tuya»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un corazón dibujado con rouge, cruzado por un "te quiero" y firmado "Tuya" le revela a Inés que su marido la engaña.
Lo que sigue a continuación no sólo es un policial vertiginoso y atrapante, sino un retrato implacable de la vida familiar de la clase media.
Claudia Piñeiro capta con genialidad los tonos de las voces de la sociedad argentina.
Y entre ellas la de un ama de casa dispuesta a todo con tal de conservar su matrimonio y las buenas apariencias.
"Claudia Piñeiro arrancó con una perla rara, Tuya, un policial negro duro, pero de mujer, que usa con acelerador los elementos del género: la violencia, el engaño, los cruces complicados." Elvio E. Gandolfo
"Tuya es un policial magníficamente armado, con vueltas de tuerca sorpresivas que van apareciendo en la trama, y con un cierre perfecto."

Tuya — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tuya», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Me hubiera quedado esperándolo despierta. Quería que Ernesto me contara todo de una vez por todas. Pero eran las cuatro de la mañana y Ernesto no aparecía. Podía haber ido a buscarlo y decirle: "Ernesto, ¿por qué no te dejas de joder y te venís a acostar de una vez por todas?". Pero no quise forzarlo, había tenido un día muy duro. No era cuestión de seguir echando leña al fuego. A mí también me hacía falta descansar. Me tomé la leche, me metí en la cama y me dormí.

El despertador me levantó a las seis y media. Ernesto no estaba a mi lado. No era lo habitual, él nunca se levantaba antes de las siete. Su lado estaba intacto. Me dio escalofríos imaginármelo dormido, acurrucado, sobre la alfombra del cuarto de Lali. Fui a ver, pero ya no estaba ahí. Se estaba duchando. Me apuré, tenía que lavar su auto antes de que saliera. Lo dejé impecable a una velocidad asombrosa. Soy buena para esas cosas. Cuando entré en la cocina, Ernesto ya estaba ahí. Preparaba café. "Hola, querido", le dije. "Hola", me contestó y se sirvió café. Me senté frente a él y le sonreí. Quería que se sintiera a gusto, que viera que su mujer era un bálsamo capaz de curarle cualquier herida. "¿Alguna novedad?", dije sin dejar de sonreír y como para darle ese empujoncito que Ernesto siempre necesita. No me contestó. Me costó mantener mi sonrisa, se puso tensa, como una mueca. ¡Cuando Ernesto se cierra en sí mismo me irrita tanto! Tomó su café. El diario estaba doblado al lado de su taza, pero no lo abrió. "Mala señal, ya empieza a hacer burradas", pensé. Ernesto nunca sale de casa sin leer el diario. Y el punto número uno del decálogo del asesino perfecto es ser fiel a sus rutinas diarias. Si no, es como estar llamando a la policía. "Eh, chicos, miren, acá estoy yo, con la vista perdida, la cara desencajada, el café chorreado porque no le emboco a la boca, ¿no les parece que debo estar metido en algo extraño?" "Ernesto, ¿ya leíste el pronóstico del tiempo para este fin de semana?", le dije mientras le abría el diario y casi se lo ponía en las manos. Ernesto fingió que leía. "Dios mío", pensé, "¡qué difícil va a ser esto!". "Ernesto… ¿se solucionó el problema de sistemas que tenías?". Ernesto me miró y casi me da un ataque: se le llenaron los ojos de lágrimas. Me agarré la cabeza, abatida. Lo miré y le dije de una: "Ernesto, se debe haber solucionado mientras ibas en camino y te volviste porque a la media hora estabas en casa, yo oí que tu auto entraba, eran las diez y media de la noche a más tardar; y ya no saliste más. ¿Okey? Saliste a las diez y estabas de vuelta a las diez y media. Eso no da tiempo para llegar a ninguna parte, ni para hacer nada. ¿Me entendés, no?". No sé si me entendió. No sólo no decía nada sino que además me miraba con esos ojos que me daban ganas de mandarlo a la esquina en penitencia. Porque en el fondo Ernesto, y ése es su grave problema, es un chico. No termina de crecer nunca. Y yo a veces me canso de hacerle de madre. Porque por más que una quiera a un hombre, una tiene sus límites, y hay momentos en que, francamente, le pegaría un tiro.

Pensaba en eso de pegarle un tiro cuando entró Lali. Saludó apenas, como siempre. Ernesto la siguió con la mirada hasta que se sentó, parecía que le iba a decir algo pero enseguida agarró el diario e hizo como que leía. Lali se sirvió azúcar y revolvió el café. Miraba dentro de la taza mientras revolvía una y otra vez. "Nena, lo vas a marear", le dije como para romper el hielo. Levantó la vista, me miró, y volvió a revolver como si nada. Son esos momentos en que una les daría vuelta la cara de un cachetazo. Pero, como dije, no estaba la cosa como para agregar leña al fuego. Lo mejor era dejarla correr. "¡Qué bien dormimos todos anoche, ¿no, Ernesto?!" Ahí Ernesto me miró y me entusiasmé. Pero enseguida volvió a dejar su vista perdida sobre el diario. No había nada que hacerle, Ernesto no la agarraba, estaba, yo diría, desconcertado. Un tipo que mata a una mujer, y después se desconcierta. Un mono con navaja. Un verdadero peligro. Yo arremetí: si no tomaba las riendas de la situación, estábamos perdidos. "A las diez y media de la noche ya estabas durmiendo como un angelito, ¿no, mi amor?" Me quedé con el "¿no, mi amor?" en el aire. Lali me miró con desaprobación, no tenía motivo, pero ella siempre me mira con desaprobación. Agarró su mochila y se fue. Siempre me pareció que el solo hecho de que yo dijera una palabra le molestaba. Dice que hablo mucho. ¿Cuándo hablo yo? Además se cree muy inteligente, "como papá", decía cada vez que traía el boletín. Yo sé que me subestima. Pero yo la perdono, ¿quién no puede perdonar cuando se trata de una hija? Ella fue siempre muy rígida, muy estructurada, se cree que ser inteligente es sacarse diez en matemáticas. Mi inteligencia es de bajo perfil, es inteligencia en las sombras, sin alharaca, sin muy bien diez felicitado. Inteligencia práctica, la que sirve para las cosas de todos los días. La que lo podía salvar a su papá de quedar tras las rejas. Porque mientras yo le armaba coartadas al inteligente de su padre, lo único que él hacía era sonarse los mocos.

Antes de irse, Ernesto se acercó a mí y me dijo: "Esta noche me gustaría que tuviéramos tiempo para hablar, tranquilos". Al fin. "Claro, mi amor", le dije. Y antes de salir agregó: "Si llaman de la oficina, avisa que voy a llegar recién al mediodía".

8.

Me tentaba seguir a Ernesto, me aterraba pensar en la cantidad de burradas que podía hacer ese hombre en cuatro horas. Pero se me ocurrió una idea mejor: ir a su oficina. Abrí el placard y busqué qué ponerme. Tenía que verme bien. Sin llamar la atención, no nos olvidemos de que había una muerta de por medio. Nada me conformaba. De alguna manera, ésa era una ocasión especial. Una no se puede presentar en la oficina del marido en jeans y zapatillas. Por más que sean de marca. Es una cuestión de imagen. Una tiene que ser coherente con la imagen que los demás se van formando de la mujer de un ejecutivo. Y la mujer de Pereyra no era para ellos una gorda con batón y ruleros. De eso estoy segura. Mi marido siempre se viste muy bien, se combina la corbata con el color de las medias, me mata si la camisa que se quiere poner tiene una arruga o sus zapatos no están recién lustrados. Es muy detallista.

Elegí un trajecito color arena, elegante pero discreto, que me compré para el civil de una amiga. Creo que me lo puse ese día y nunca más. Es que vivimos en un barrio residencial, todas casas con jardín y pileta, y para todos los días el taco aguja y la ropa de seda no van. Ni qué hablar de la medibacha. Una no puede regar las plantas o podar una Santa Rita con la medibacha puesta. Acá todas nos vestimos de elegante sport, un lindo pantalón, una linda blusa, chalequitos de bremer, de vez en cuando un blazer, una pashmina. Y buenos accesorios, que siempre ayudan a dar ese toquecito final.

Me hubiera gustado que mamá me viera. Ella siempre me critica lo que me pongo. Dice que no me pinto, que no me arreglo. Es que ella es tan chabacana, tan de departamento. Se viste a las nueve de la mañana como si fuera de noche, se pinta como una puerta, se baña en perfume. Y ya tiene casi setenta años. Me parece que le quedó esa costumbre de cuando todavía pensaba que papá podía volver. Pobre mamá. Se lo dije un día, y me cruzó la cara de un cachetazo.

La recepcionista me reconoció antes de que me presentara y se sorprendió por verme ahí. Yo no soy de ir a la oficina de Ernesto, de meterme en sus cosas. "Su marido todavía no llega, señora", dijo. "No, ya sé, justamente me pidió que avisara que hasta el mediodía no va a estar por acá, subo a decirle a su secretaria." "Ella tampoco llegó", dijo. "Ni va a llegar", pensé para mis adentros; y reconozco que sentí un poco de culpa por un pensamiento tan poco apropiado. Pero bueno, una no puede controlar hasta los pensamientos. Dije: "La espero arriba, tengo que darle un mensaje". Y sin más subí a la oficina de Ernesto. No había nadie. Ernesto siempre se queja de que nadie llega antes de la nueve. Tenía media hora para hacer mi trabajo. Revisé todos los cajones de Ernesto. Esta vez no encontré nada. "¡Bien hecho, Ernestito, una que haces bien!", pensé. Después revisé el escritorio de ella. Nada, tampoco. "¡Qué prolijos estos chicos!", me dije. Pero conociendo las andanzas de Tuya, que firma papelitos con rouge y regala forros con dedicatoria, no me quedé muy tranquila. No podía ser que no tuviera un recuerdo de mi marido, una foto, un slip (en casa usa boxer, pero con ella, vaya una a saber), un osito con cartelito ridículo ("dame tu miel", o similar), un poema. No sé, un algo. Esta mujer tenía que tener algo. En el centro del escritorio, un cajón pequeño tenía echada llave. Lo forcé, fue fácil, esos cajones se abren con un poco de paciencia. Y a mí paciencia me sobraba. Todavía me sobra. Nada, un poco de plata, unos cheques, vales por rendir. Un manojo de llaves. Esto sí que me interesaba, y cada llave con su etiqueta. Una secretaria verdaderamente eficiente. "Oficina Señor Ernesto", señor Ernesto, qué hija de puta. "Recepción", "Entrada de servicio", "Entrada principal", "Sala de reuniones", "Copia Avellaneda". Dos llaves distintas en la misma arandela. Me quedé con esas copias en la mano, pensando.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tuya»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tuya» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Claudia Piñeiro - Betibú
Claudia Piñeiro
Claudia Piñeiro - Las Viudas De Los Jueves
Claudia Piñeiro
Claudia Wagner - Kochen mit Claudia
Claudia Wagner
Juan Moisés De La Serna Tuya - Cervello E Pandemia - Una Prospettiva Attuale
Juan Moisés De La Serna Tuya
Gonzalo Javier Rubio Piñeiro - Capacidades del Sistema de Inteligencia ruso.
Gonzalo Javier Rubio Piñeiro
Juan Moisés De La Serna Tuya - Cérebro E Pandemia
Juan Moisés De La Serna Tuya
Caridad Piñeiro - Fury Calls
Caridad Piñeiro
Caridad Piñeiro - Soldier's Secret Child
Caridad Piñeiro
Caridad Piñeiro - Night of the Cougar
Caridad Piñeiro
Juan Moisés De La Serna Tuya - Cerebro Y Pandemia - Una Perspectiva Actual
Juan Moisés De La Serna Tuya
Ana María Suárez Piñeiro - Roma antigua
Ana María Suárez Piñeiro
Отзывы о книге «Tuya»

Обсуждение, отзывы о книге «Tuya» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x