Camilo Cela - La cruz de San Andrés
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- Название:La cruz de San Andrés
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– ¿Incluso más que en Marruecos?
– No, eso no, digamos que de otra manera.
Don Alfonso, el comandante retirado que se tiraba pedos por lo bajo en casa de doña Leocadia iba algunas noches por los bares de putas, la afición es la afición, don Alfonso era cliente de la Orensana, doscientas y la cama, que se tupía de ginebra en el bar Cartagena de la calle del Papagayo, por el bar Yenka iba menos, aquí triunfaba Manolita Matueca, que era de Laracha, la llamaban la Hormiga Atómica porque iba en moto, Manolita era pequeña de estatura pero dicen que muy juguetona en la cama, en los bares de la calle de la Florida también había buenas hembras, los hombres llaman hembras a las mujeres en determinadas circunstancias, las había mejores en el Carballeira que en el Añón, la leonesa Regina Sopeña era una real hembra, vivía en la calle de San Agustín, en un primer piso muy bien puesto, y en su casa guardaba dos mantones (le Manila, Regina pesaba lo menos setenta kilos y a los hombres los desnataba, los dejaba como un guante, Segunda Couto también estaba buena pero era otra cosa, Segunda Couto quedaba un poco borde de maneras pero estaba muy buena y era complaciente y alegre, había varias' mujeres Ymás como se puede suponer, pero esto tampoco es un censo.
A eso de las dos de la mañana Miguel le dijo a Betty Boop que iba un momento a su casa a buscar el traje de marinero para volver a Ferrol a primera hora, Betty Boop había gozado mucho, ¿cuántas veces?, ¡vete tú a saber, llevar esa cuenta es una vulgaridad!, y se quedó dormida, a las seis se despertó sobresaltada, vio que seguía sola, se asustó, se vistió, y se fue para su casa corriendo, entró por el piso de abajo para que sus padres no se enterasen de que había estado fuera toda la noche, sus padres aún no se habían separado, claro, y el piso de Linares Rivas era un dúplex. En la calle de la Franja esquina a la calle de la Trompeta, en la otra acera que el hotel Primitiva Luz, había una casa de citas de tapadillo adonde fui algunas veces con don Valentín el de correos, yo no sé por qué cuento esto que ni viene a cuento siquiera, don Valentín era tío del violinista, se conoce que por eso me acordé ahora. Juan Manuel, Filis y el Zanahorio también eran amigos de Fran, se encontraban en el bar Anduriña, en la calle de la Estrella, esquina a Mantelería, que era famoso por sus tapas, pasaban constantemente bandejas de tapas, en el Anduriña fue donde mataron a uno de una puñalada por aplaudir un gol del Barcelona, estaban dando el partido por televisión. Uno de los sitios de La Coruña donde más sopla el viento es en la calle de la Amargura esquina a Alfonso IX yendo hacia la plaza del General Azcárraga, allí volamos todos por el aire. Betty Boop entró con los zapatos en la mano para no hacer ruido, abrió la puerta con todo sigilo, pero el collar de bolas se le enganchó en el picaporte, se le rompió y las cuentas hicieron un gran estruendo al caer contra el piso de madera.
– Pido permiso al señor gobernador del Banco de España para una cuestión de orden.
– Concedido.
– Gracias, señoría. Con la venia, cuando hablo de las dos hermanas López Santana y de mí y de nuestras aventuras estoy mintiendo, yo no anduve jamás metida en semejantes tutes, tampoco quisiera hacerme la estrecha, pero esto que digo es verdad, yo escribo a veces en primera persona para complacer a mi agente y a mi editor, tanto Paula Fields como Gardner Publisher Co. tienen sus prejuicios y sus manías (y motivaciones maniáticas), lo verdaderamente ejemplar es que todo lo convierten en dinero, todo lo que tocan se vuelve dinero y son capaces de vender los más raros productos de la subinteligencia. Supongo que está completamente claro lo que quiero decir, eso de echar el yo por delante no es más que un subterfugio, otros le llamarían licencia poética.
Aquella noche estaba durmiendo en casa de las López Santana, lo hacía algunas veces, sus padres no se despertaron con el ruido de las cuentas del collar de Betty Boop, sólo lo oímos Matty y yo, que nos sentamos en la cama para que nos lo contara todo, dónde había estado, con quién, qué había hecho, todo, absolutamente todo. Betty Boop habló de su día y su noche con pelos y señales, sin omitir detalle, con más delicada ilusión del día en la playa de Balcobo que de la noche en casa de Lucas con el del violín, Betty Boop estaba muerta de risa, la risa también puede ser una coraza, una trinchera, la risa también puede ser el disfraz de la amargura.
– Estoy locamente enamorada de un miserable, además tiene los testículos pequeños como huesos de cereza y el pene tan ridículo que ni lo sentía, estoy desesperadamente enamorada de un miserable, esto me pasa a mí porque soy una estúpida, no tengo perdón de Dios.
Entonces se echó a llorar y después se quedó dormida, Betty Boop no volvió a las clases de violín. Su madre, a eso de las diez o diez y media nos preparó un desayuno delicioso, café capuchino, cruasanes recién salidos del horno, torta de Guitiriz y galletas con mantequilla de Arzúa.
III Planteamiento
All the world’s a stage,
And all the men and women merely
Players.
Shakespeare
As you like it , II, vii, 113
ME ARMO DE PACIENCIA y de ira y confieso con un absoluto descaro haber infringido deliberadamente toda cuanta norma se me quiso imponer, mi marido y yo exigimos que se nos reconozca que vamos a pagar un precio muy alto y muy caro, que vamos a pagar en oro y esmeraldas y con cumplidas creces todos nuestros hediondos e ingenuos pecados mortales; si se nos va a quitar la vida clavándonos en la cruz de San Andrés para que los cuervos se rían de nuestras derrotadas miserias, queremos que se nos autorice a seguir pecando sin caridad hasta que exhalemos el postrer aliento: al castigo infinito debe corresponder la licencia para seguir pecando ya que, por generosa que fuere, jamás llegará a infinita.
– ¿Podría usted jurar que la reclusa inglesa que parió sin que le soltaran las esposas se llamaba Mary Berriedale?
– No.
– ¿Y Aria Barnstaple?
– Tampoco.
– Bien, puede retirarse.
Clara Erbecedo fue una mujer guapa y extraña, ahora hay que hablar ya en pretérito, por aquí casi todas las mujeres son guapas y todas extrañas, los seres humanos son muy raros, mi tía Marianita fue siempre muy rara en su vulgaridad, y Raúl Barreiro, el novio que le dijo a Betty Boop que tirara al niño recién nacido por el retrete, también, tiras dos o tres veces de la cadena y no se entera nadie, vamos, no se entera ni Dios, todo el mundo es extraño, esto no debe ser dudado por nadie por raro que fuere, por extraño y desdibujado que fuere, Clara Erbecedo murió el mismo día que Gitanillo de Triana, el 24 de mayo de hace ya veinticinco años, Gitanillo se mató en accidente de automóvil, iba con su yerno Héctor Álvarez, novillero venezolano, que se mató también, venían de Villa Paz, la finca de Luis Miguel Dominguín, Clara Erbecedo murió de cáncer de útero, le picó la víbora de la espigaruela y no pudo resistirlo, el cáncer es igual que el accidente de carretera. Su hijo Jacobo publicó la esquela en los dos periódicos de La Coruña. Doña Ermitas Erbecedo Fernández, Clara, viuda de López Carreira, falleció en su casa de San Pedro de Nos el día 24 del actual, a los sesenta y tres años de edad, después de recibir los Santos Sacramentos y la bendición de Su Santidad. Sus hijos, Santiago y Vicenta; hijos políticos, Eva Santana Araújo y Enrique Canelas Pose; nietos, Diego, Francisco, Marta, Claudia, Rebeca, Rodolfo y Benjamín Carlos; hermanos, Florián (sacerdote) y Heliodoro (ausente); sobrinos y demás familia, y sus fieles servidores Rómula Restande Iglesias y Evaristo Cruces Silva, ruegan a sus amistades, etc., dos meses después se llega a la Luna, pero todo sigue igual, Bertrand Russell afirma que se ha expandido el ámbito de la estupidez humana, ya se dijo. Esto de los nombres es en ocasiones confuso porque la gente no se llama siempre como se llama sino como quisiera llamarse, lo único que se explica en la esquela mortuoria es que a Ermitas le llamaban Clara, también conviene precisar la correspondencia onomástica que se expresa a continuación: Ermitas, Lucía, además de Clara; Santiago, Jacobo; Vicenta, Mary Carmen; Diego, Pichi; Francisco, Paquito y Fran; Marta, Matty; Claudia, Betty Boop, y Rebeca, Becky, a los hijos de Mary Carmen se los llamó siempre por sus nombres, lo más en diminutivo, Rodolfito y Benjaminín, si la gente leyera con más atención no harían falta estas enojosas repeticiones.
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