Marc Levy - La primera noche

Здесь есть возможность читать онлайн «Marc Levy - La primera noche» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La primera noche: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La primera noche»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los protagonistas de El primer día, Keira y Adrian, vuelven a verse las caras a la espera del final que se merecen.
La primera noche arranca con un rescate. Las investigaciones de Keira la han llevado hasta una lúgubre prisión china, de la que saldrá casi a hombros de su salvador Adrian. Sin embargo, esta no es una historia de príncipes y princesas al uso y la inquieta arqueóloga perseguirá cueste lo que cueste su objetivo: encontrar la civilización perdida. Londres y Amsterdam, pero también Rusia, Liberia y Grecia. El mundo se les queda pequeño a esta pareja de aventureros que, de nuevo, deberán enfrentarse a los conservadores de una intimidante sociedad secreta.

La primera noche — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La primera noche», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¡No! -me apresuré a contestar para contener los impulsos de sinceridad a los que me tenía acostumbrado Keira.

– Fabricar un anillo de engaste no es muy complicado, debería poder hacerlo por un precio de… digamos doscientos florines, lo que equivale a…

El hombre abrió un cajón y sacó una calculadora.

– … noventa euros. Discúlpenme, no consigo acostumbrarme a esta nueva moneda.

– ¿Cuándo estará listo? -quise saber.

– He de terminar de reparar el reloj de pared en el que estaba trabajando cuando han llegado ustedes. Tiene que volver a su lugar en el frontispicio de una iglesia, y el cura me llama todos los días para saber cómo lo llevo. Tengo también tres relojes antiguos que arreglar, podría ponerme con su objeto a finales de mes, ¿le conviene?

– ¡Le damos mil florines si se pone a ello ahora mismo! -dijo Ivory.

– ¿Tanta prisa tienen? -preguntó el artesano.

– Más todavía -contestó Ivory-, ¡le doy el doble si el anillo está terminado esta noche!

– No -contestó el relojero-, mil florines son más que suficientes, y voy con tanto retraso en lo demás que un día más, un día menos… Vuelvan a eso de las seis.

– Preferiríamos esperar aquí, si no le importa.

– Bueno, si no me molestan en mi trabajo, no tengo inconveniente. Después de todo, un poco de compañía no puede hacerme daño.

El viejo artesano se puso en seguida manos a la obra. Abrió los cajones uno detrás de otro y eligió una tira de latón que parecía convenirle. La estudió atentamente, comparó el ancho con el grosor del canto de los fragmentos y nos anunció que podía servirle. La colocó sobre su banco de trabajo y empezó a darle forma. Con ayuda de un torno excavó un surco en un lado y, cuando volvió la tira, nos enseñó el relieve que se había formado por el otro lado. Los tres estábamos fascinados por su habilidad. El artesano comprobó que se ajustaba bien en la ranura de los fragmentos, volvió a pasar el torno, yendo y viniendo para hacer más profundo el surco, y descolgó un gálibo que colgaba de una cadena. Con ayuda de un martillito muy pequeño, fue curvando la tira de latón alrededor del gálibo.

– ¿De verdad es usted descendiente de Habermel? -le preguntó Keira.

El hombre levantó la cabeza y le sonrió.

– ¿Cambia algo eso? -le preguntó a su vez.

– No, pero todos estos aparatos antiguos que tiene aquí en su taller…

– Debería dejarme trabajar si quiere que les termine el anillo a tiempo. Luego, si quiere, podremos hablar largo y tendido de mis antepasados.

Nos quedamos en un rincón sin decir una palabra, contentándonos con observar a ese artesano cuya habilidad nos maravillaba. Permaneció inclinado sobre su banco de trabajo durante dos horas seguidas; las herramientas se movían en sus manos con tanta precisión como si se hubiera tratado de instrumentos de cirugía. De pronto, el artesano hizo girar su taburete y se volvió hacia nosotros.

– Creo que ya lo tenemos -dijo-. ¿Quieren acercarse?

Nos inclinamos sobre el banco de trabajo. La circunferencia era perfecta; la pulió con un cepillo metálico movido por un torno con un pequeño motor y luego la limpió con una gamuza.

– Veamos si los objetos se engastan bien -dijo al tomar el primer fragmento.

A su lado colocó el segundo, y el tercero.

– Es evidente que falta uno, pero le he dado al anillo la tensión suficiente para que los otros tres permanezcan unidos, siempre y cuando se manejen con cuidado, claro.

– Sí, falta uno -corroboré. Me costaba ocultar mi decepción.

Contrariamente a lo que esperaba, no se produjo ningún fenómeno eléctrico.

– Qué lástima -dijo el artesano-, me habría encantado ver completo este aparato, se trata de una especie de astrolabio, ¿verdad?

– Eso es -dijo Ivory, mintiendo sin el menor escrúpulo.

El viejo profesor dejó quinientos euros sobre el banco de trabajo y le dio las gracias al artesano por su labor.

– En su opinión, ¿quién lo fabricó? -preguntó éste-. No recuerdo haber visto ninguno semejante.

– Ha hecho un trabajo prodigioso -le contestó Ivory-, Tiene unas manos de oro; no voy a dudar en recomendarlo a aquellos de mis amigos que tengan algún objeto valioso que restaurar.

– Mientras no sean tan impacientes como ustedes, serán bienvenidos -dijo el artesano, y nos acompañó hasta la puerta de su taller.

– Y ahora -nos dijo Ivory una vez en la calle-, ¿tienen alguna otra idea para hacerme gastar mi dinero? ¡Porque hasta ahora no he visto nada muy impresionante que digamos!

– Necesitamos un láser -anuncié-. Un láser con la potencia adecuada podría aportar la energía suficiente para recargar el objeto, y así tendríamos una nueva proyección del mapa celeste. Quién sabe lo que puede aparecer gracias al tercer fragmento. Quizá nos revele algo importante.

– Un láser de mucha potencia… Pues no pide usted poco ni nada, ¿y dónde quiere que lo encontremos? -preguntó Ivory, exasperado.

Wim, que no había pronunciado una sola palabra en toda la tarde, dio un paso adelante.

– Hay uno en la universidad de Virje, en el LCVU, los departamentos de física, astronomía y química lo comparten.

– ¿El LCVU? -preguntó Ivory.

– Laser Center of Virje University -contestó Wim-, lo creó el profesor Hogervorst. Estudié en esa universidad y conozco bien a Hogervorst. Ya se ha jubilado, pero puedo llamarlo y pedirle que interceda por nosotros para que podamos tener acceso a las instalaciones del campus.

– ¿Y a qué espera para hacerlo? -lo apremió Ivory.

Wim se sacó una libretita del bolsillo y la hojeó, nervioso.

– No tengo su número de teléfono, pero voy a llamar a la universidad, estoy seguro de que sabrán decirme cómo ponerme en contacto con él.

Wim se pasó media hora al teléfono, haciendo un montón de llamadas para localizar al profesor Hogervorst. Volvió muy abatido.

– He conseguido el teléfono de su casa, y no ha sido tarea fácil, créanme. Por desgracia, su asistente no ha podido ponerme en contacto con él. Hogervorst está en un congreso en Argentina y no volverá hasta principios de la semana que viene.

Lo que ha funcionado una vez, perfectamente puede funcionar dos veces. Recordé el ardid de Walter cuando quisimos acceder a instalaciones de esa clase en Creta. En esa ocasión, mi amigo había dicho que lo recomendaba la Academia. Cogí el móvil de Ivory y llamé en seguida a Walter. Me saludó con voz lúgubre.

– ¿Qué pasa? -le pregunté.

– ¡Nada!

– Sí, Walter, tu voz me dice que algo no va bien, ¿de qué se trata?

– Te he dicho que no me pasa nada.

– Perdona que insista, pareces de capa caída.

– ¿Me has llamado para hablar de trapos?

– Walter, no seas crío, no estás como siempre, ¿has bebido?

– ¿Y eso qué más da? ¿Es que no puedo hacer lo que me da la gana?

– Pero si no son más que las siete, ¿dónde estás?

– ¡En mi despacho!

– ¿Te has cogido una cogorza en tu despacho?

– ¡No estoy borracho, sólo un poco piripi! ¡Y no empieces con tus sermones, no estoy ahora como para escuchar nada!

– No tenía intención de echarte un sermón, pero no pienso colgar hasta que no me digas lo que te pasa.

Se produjo un silencio, oía la respiración de Walter al teléfono y de pronto me pareció percibir un sollozo ahogado.

– Walter, ¿estás llorando?

– ¿Y eso a ti qué te importa? Habría preferido no conocerte nunca.

No sabía qué podía haber ocurrido para que Walter estuviera así, pero su comentario me afectó profundamente. Nuevo silencio, nuevo sollozo. Esta vez, Walter se sonó la nariz ruidosamente.

– Lo siento, no quería decir eso.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La primera noche»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La primera noche» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La primera noche»

Обсуждение, отзывы о книге «La primera noche» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x