Alis se suelta de mi abrazo y se para delante de mí.
– Eso no lo digas ni en broma… Nosotras seguiremos viéndonos siempre. No debe haber ni escuela, ni chico ni nada que pueda separarnos.
– Sí, sí…
Me asusta cuando se comporta de ese modo.
– No. -Me mira intensamente a los ojos-. Júramelo.
Exhalo un suspiro y acto seguido sonrío.
– Te lo juro.
Alis baja un poco los hombros, parece más tranquila. Luego mira a Clod.
– Tú también.
– Ah, menos mal… Me habría molestado si no me lo hubieses preguntado también a mí. Te lo juro por Snoopy.
– De eso nada. Así no vale. «Te lo juro por Snoopy» es una pijada, y además ya está algo pasado…
Alis le arrebata el paquete de caramelos de las manos y echa a correr riéndose.
– ¡No! ¡Te arrepentirás de haber hecho eso!
Clod la persigue para recuperarlo.
– «Te lo juro por Snoopy» es un juramento perfecto.
Alis sube a su coche y se encierra dentro.
– Venga, devuélvemelos…
Alis saca un par, los desenvuelve y se los mete rápidamente en la boca. A continuación baja la ventanilla y le da los que sobran.
– Eh, el sábado quedamos en mi casa de campo. He mandado que preparasen la piscina. Será divertido, vendrán todos.
– ¿Todos, quiénes?
– Todos…, todos los que cuentan… ¡Y quienes vosotras queráis!
Arranca como suele hacer ella, acelerando y haciendo chirriar las ruedas. Un coche que aparece por el otro lado tiene que frenar en seco y le toca el claxon para protestar por su repentina salida.
– ¡He sacado un notable, mamá!
– ¡Muy bien! ¡Fantástico! Me alegro mucho por ti.
Me abraza, me estruja, me besuquea. Y no me molesta como me sucede en otras ocasiones. Estoy muy feliz.
– ¿Has oído, Darío? ¿Has visto qué bien le ha ido a Carolina?
Llega papá de la otra habitación con el Corriere dello Sport en las manos. Sonríe. Lo justo. Él es así. Jamás un derroche de efusiones.
– Bueno, en ese caso, podrás pasar unas vacaciones tranquilas… No como tu hermana Alessandra.
Alza un poco el tono para que mi hermana lo oiga desde su habitación. Acto seguido, se va.
Mi madre sonríe arqueando las cejas.
– Ha suspendido dos: este verano tendrá que estudiar. Deberá llevarse los libros a cuestas. ¿Y tus amigas? ¿Cómo les ha ido a ellas?
– ¡Oh, bien! -Me siento a la mesa-, Clod ha sacado un suficiente…
– Bueno, no es como para echar las campanas al vuelo…
– Le da igual, lo que importa es que ha aprobado. Alis, en cambio, ha sacado sobresaliente.
– ¡Faltaría más, si se habrá pasado el curso haciéndoles la pelota a los profesores!
– ¡Pero qué dices, mamá! Siempre la miras con malos ojos, incluso cuando hace algo bueno…
– Esa chica no me gusta. No me gusta su familia. Su madre nunca está en casa, su padre sólo llama para las fiestas…
– ¿Y eso qué tiene que ver con sus notas? Si ella ha sabido responder correctamente y los exámenes le han ido bien, ¿por qué no debería sacar un sobresaliente?
– Bueno, supongo que me molesta que le haya ido mejor que a ti…
– Ah, en ese caso… -me acerco a la pila, donde está lavando la ensalada para la cena-, me parece bien.
Y la abrazo. Sonríe mientras me pego a su espalda.
– Nadie puede superar a mi hija…
– Pero, mamá, si soy una nulidad en matemáticas…
– Ya mejorarás… Estoy segura de que mejorarás, ¿no?
Se vuelve hacia mí y me pellizca las mejillas con las manos mojadas.
– ¡Mamá, que me estás mojando!
Me aparto de ella y me encamino hacia la puerta, pero antes de salir me paro y le dedico una sonrisa preciosa, la más bonita que he esbozado en mi vida.
– El sábado celebramos una fiesta de fin de curso en Sutri, puedo ir, ¿verdad?
Mi madre se vuelve, irritada.
– ¡Me he enterado esta mañana, te lo juro!
– Sí, sí…, te lo juro por Snoopy.
¡Caramba, también ella conoce la frasecita! Me encamino radiante hacia mi habitación, contenta porque esa respuesta es propia de ella, sí.
– ¡Holaaa!
– Eh, Caro, no te esperaba…
Rusty James me sonríe al verme subir a la pasarela de su barcaza.
– He venido para darte una sorpresa.
– Bien… -lo dice en un tono extraño.
Luego oigo ruidos en la cocina y de repente aparece ella.
– ¡Debbie! Qué bien, no sabía que estabas aquí…
– ¡Hola! -Debbie coloca una bandeja sobre la mesa. Me precipito hacia ella y la abrazo.
– Cuánto tiempo hacía que no te veía… Te ha crecido mucho el pelo, y estás morena…
– Tú también estás muy guapa, Caro.
Rusty James abre los brazos,
– ¿Por qué no os dais los teléfonos? ¡Parecéis dos viejas amigas que no se han visto en mucho tiempo!
Debbie y yo nos miramos sonrientes.
– Pues sí…, tienes razón. Iré a coger un vaso para ti.
Desaparece en la cocina.
Veo que Rusty James lleva un sobre en la mano.
– Muy bien, R. J., me alegro por ti…
– ¿Por qué? -No quiere confiarse.
Sonrío y me siento a su lado.
– Me alegro y punto… Ya sabes lo bien que me cae.
Cuando estoy a punto de añadir algo, vuelve Debbie.
– ¿Quieres el té helado al limón o al melocotón?
– Lo que haya…
– He traído de las dos clases.
– En ese caso, melocotón.
– Bien, veo que todos tenemos los mismos gustos…
Debbie sirve el té en los vasos. Cojo el mío y lo levanto.
– ¡Brindemos porque me han puesto un notable!
– ¡Eso es fantástico, me alegro por ti!
Debbie hace chocar su vaso con el mío mientras R. J. silba.
– Uff…, menos mal, creía que te habían suspendido.
– Estúpido…
– Bueno, que los debías repetir. ¿Acaso te diferencias en algo de Ale?
– ¡En todo! Y también de ti…
– Sí, es cierto -responde, serio-. Nosotros dos somos muy distintos.
– ¡No! ¡Ni hablar! -Me abalanzo sobre él con todas mis fuerzas-. ¡Yo quiero parecerme en todo a ti!
– ¡Ay, Caro! -Me empuja a otro sillón-. Mira que Debbie es muy celosa, ¿eh?
– ¿Yo? -Debbie da un sorbo a su té-. De eso nada… Yo creo que lo estás haciendo adrede… Abre de una vez esa carta…
Rusty James coge la carta que llevaba antes en la mano. La mira, le da vueltas, le echa un vistazo a contraluz. Debbie se impacienta.
– Ábrela, venga… Lleva haciendo eso desde esta mañana.
– Pero ¿qué es?
Rusty James me mira.
– Es una carta de una editorial. Deben de haber leído mi novela.
– ¿Y te escriben?
– Sí, para decirme si les ha gustado o no,
– ¿Quieres que la abra yo?
– No. Quiero disfrutar del momento en que lo haga. Ya está. -Mira el reloj-. Son las siete y cuarto, el atardecer es maravilloso y me acompañan dos mujeres preciosas.
Le sonrío.
– Y un magnífico té al melocotón…
– Exacto.
A continuación se decide. Exhala un hondo suspiro y la abre con decisión, poco menos que desgarrando el papel. Saca el folio, lo desdobla, lo aplana y empieza a leer.
Debbie y yo nos quedamos inmóviles, casi sin aliento, preocupadas de que algo, incluso el más mínimo movimiento, pueda estropear una decisión que de todos modos ya está escrita en esa hoja de papel.
Rusty James dobla el folio. Nos mira y abre los brazos.
– Bueno… No ha salido bien. Lástima… -Se levanta-. En fin, voy a coger algo de la nevera.
Me levanto del sillón y lo sigo por un momento.
– No te preocupes, habrá otras oportunidades. Algún día llegará la buena… La has mandado a más sitios, ¿verdad?
– Sí, claro…
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