Los alumbraba la luz de una lámpara de querosén, y el olor de los espirales que los defendían de los mosquitos le hacía recordar a Renzi las noches de su infancia. Sus amigos lo escuchaban en silencio, tomaban vino blanco y fumaban, sentados de cara al río. El brillo fijo de los cigarrillos en la oscuridad, la luz vacilante de los botes que cruzaban de vez en cuando frente a ellos, el croar de las ranas, el rumor del viento en las hojas de los árboles, la noche clara de verano, parecían el paisaje de un sueño.
– Era tan orgulloso y obstinado que tardó en comprender que había caído en una trampa sin salida, y cuando lo entendió ya era tarde. Pienso en eso cuando recuerdo la última vez que lo vi, unos días antes de irme del pueblo.
Había contratado un taxi y le había pedido al chofer que lo esperara en el borde del camino y había subido andando hasta la fábrica. Se veía luz en las ventanas y Renzi golpeó varias veces la reja de hierro. Estaba anocheciendo y caía una llovizna helada.
– Al rato Luca abrió apenas el portón de la entrada y, al verme, empezó a retroceder agitando la mano. No, no , parecía decir, mientras retrocedía. No. Imposible .
Luca cerró la puerta y se oyó un ruido de cadenas. Renzi se quedó un rato detenido ante el alto muro de la fábrica y luego, al volver a la calle, le pareció ver a Luca por las ventanas iluminadas de los pisos superiores, caminando, gesticulando y hablando solo.
– Y eso fue todo… -dijo Renzi.
***
[42]«El relámpago que había iluminado, con un nítido zigzag, mi vida, se ha eclipsado» (dictado a Schultz).
[1]El pueblo está en el sur de la provincia de Buenos Aires, a 340 kilómetros de la Capital. Fortín militar y lugar de asentamiento de tropas en la época de la guerra contra el indio, el poblado se fundó realmente en 1905 cuando se construyó la estación de ferrocarril, se delimitaron las parcelas del centro urbano y se distribuyeron las tierras del municipio. En la década del cuarenta la erupción de un volcán cubrió con un manto de ceniza la llanura y las casas. Los hombres y las mujeres se defendían del polvo gris con la cara cubierta con escafandras de apicultores y máscaras para fumigar los campos.
[2]Pesquisa era el nombre que en esos años señalaba al policía que no usaba uniforme.
[3]El hermano mayor de Tony había caído en Vietnam. Al cruzar un arroyo en los bosques cercanos al delta del Mecong un rayo de sol se reflejó en sus espejuelos y lo hizo visible para un francotirador del Vietcong que lo mató de un tiro -tan lejano- que ni siquiera se oyó. Murió en combate pero su muerte fue tan inesperada y tan pacífica que pensamos que había muerto de un ataque cardíaco , decía la carta de condolencia firmada por el coronel Roger White, el delirante jefe de mensajes de pésame del Military Assistance Command Vietnam, a quien la tropa llamaba the Fucking Poet . El pelotón se replegó hacia los arrozales luego del disparo por temor a una emboscada. Al hermano de Tony se lo llevó la corriente y lo encontraron una semana después devorado por los perros y los pájaros carroñeros. El coronel White no había dicho nada sobre esa circunstancia en su carta de pésame. Como gracia por la muerte de su hermano, Tony no fue llamado al ejército. No querían dos hijos muertos en una misma familia, aunque fuera una familia puertorriqueña. Los restos de su hermano habían llegado en una caja de plomo que no se podía abrir. La madre nunca estuvo segura de que ese cadáver -enterrado en el cementerio militar de Jersey City- fuera el de su hijo.
[4]Hijo de un oficial del ejército imperial que había muerto en combate horas antes de la firma del armisticio, Dazai había nacido en Buenos Aires en 1946 y había sido criado por su madre y por sus tías y de chico sólo entendía el japonés de las mujeres (onnarashii) .
[5]Los zambos, mestizos de indios y negros, eran el punto más bajo de la escala social en el Río de la Plata.
[6]«La evasión impositiva se debe, principalmente, a las actividades que desarrollan los denominados valijeros . Se los llama así porque llevan dinero en efectivo en un portafolio. Ofrecen mejores precios a acopiadores, invernadores y productores agrarios en general, negociando en negro, con facturas pertenecientes a empresas inexistentes» (La Prensa , 10 de febrero de 1972).
[7]El parejero más conocido en la historia argentina fue el Pangaré azul , propiedad del coronel Benito Machado. Este caballo fue ganador de todas las cuadreras disputadas y murió ahorcado en su box por descuido del cuidador.
[8]Sofía se había pasado la niñez leyendo historietas y le gustaba repetir las onomatopeyas
[9]«Tony, sabes tú que yo no quiero ya ninguna clase de amor. Yo tengo ya veinticinco abriles, ay Dios santo, y con amor yo ya no voy a vivir, ni con cariño. Yo lo he buscado, el amor, sí, y cuando lo he conseguido, me ha salido mal. Tú sabes que una al principio cree todo lo que le dice la gente, los hombres [ ilegible ] como una está tan ignorante y tan comprensiva. Un hombre viene “te adoro”, me promete villas y castillos, me chicha dos o tres veces y después, al carajo. Cuando dejé al Lalo, era yo la más coqueta, de vacilón en vacilón y a hacer candela, era peor que las otras. Cuando venía un americano me volvía loca, Honey, Honey , él me clavaba y al otro día ni me conocía [ falta la página siguiente ].»
[10]En 1886 llega a la Argentina el primer inmigrante japonés, el profesor Seizo Itoh de la Escuela de Agricultura de Sapporo, quien se radica en la provincia de Buenos Aires. En 1911 nace Seicho Arakaki, el primer argentino de origen japonés (nikkei) . El último censo (1969) registra la presencia de 23.185 japoneses y sus descendientes.
[11]Bruno Belladona había sido muy influenciado por el tratado Campos, fábricas y talleres (1899), del príncipe Piotr Kropotkin, el gran geógrafo ruso, anarquista y librepensador. Kropotkin planteaba que el desarrollo de las comunicaciones y la flexibilidad de la energía eléctrica sentaban las bases de una producción fabril descentralizada en pequeñas unidades autosuficientes, instaladas en áreas rurales aisladas, fuera del conglomerado de las grandes ciudades. Defendía el modelo de producción del pequeño taller con su gran potencia de innovación creativa, porque cuanto más delicada es la tecnología, mayor la necesidad de la iniciativa humana y de la destreza individual.
[12]«Una vez -contó Sofía- habían desarmado el motor de una de las primeras trilladoras mecánicas y dejaron los bulones y las tuercas para que se orearan en el pasto mientras empezaban a revisar las aspas, y de pronto apareció un ñandú que salió de la nada y se comió las tuercas que brillaban al sol. Glup, glup, hacía el cogote del ñandú mientras se tragaba las tuercas, los bulones. Empezó a retroceder de costado, con sus ojos enormes, y trataron de enlazarlo, pero fue imposible, corría como una luz y después se paraba y los miraba con una expresión tan loca que parecía que estuviera ofendido. Al final terminaron persiguiendo al avestruz en auto por el campo para recuperar las piezas de la máquina.»
[13]En los viejos tiempos las estancias se separaban por zanjas para impedir que se mezclara el ganado. Fueron inmigrantes vascos e irlandeses quienes trabajaron haciendo pozos en la pampa; los gauchos se negaban a hacer cualquier tarea que significara bajarse del caballo y consideraban despreciables los trabajos que hubiera que hacer «de a pie» (cfr. John Lynch, Massacre in the Pampas) .
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