Isabel Allende - Eva Luna

Здесь есть возможность читать онлайн «Isabel Allende - Eva Luna» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Eva Luna: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Eva Luna»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una niña solitaria se enamora del amante de su madre y practica misteriosas ceremonias rituales; una mujer permanece medio siglo encerrada en un sótano, víctima de un caudillo celoso; en el fragor de una batalla, un hombre viola a una muchacha y mata a su padre… Estas son algunas de las historias reunidas en este volumen que recupera, con pulso vibrante, los inolvidables protagonistas de la novela Eva Luna: Rolf Carlé, la Maestra Inés, el Benefactor… Veintitrés relatos de amor y violencia secretamente entrelazados por un fino hilo narrativo y un rico lenguaje que recrea azarosas peripecias en un mundo exuberante y voluptuoso.
Con ternura e impecable factura literaria, Isabel Allende perfila el destino de sus personajes como parte indisoluble del destino colectivo de un continente marcado por el mestizaje, las injusticias sociales y la búsqueda de la propia identidad. Este logrado universo narrativo es el resultado de una lúcida conciencia histórica y social, así como de una propuesta estética que constituye una singular expresión del realismo mágico.

Eva Luna — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Eva Luna», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Qué pasa, Naranjo?

– Te traigo una amiga.

– ¡Cómo se te ocurre sacarme de la cama a esta hora!

Pero nos invitó a entrar, nos ofreció asiento y anunció que iba a arreglarse un poco. Después de una larga espera apareció por fin la mujer, encendiendo lámparas a su paso y agitando el ambiente con el revuelo de su bata de nylon y de su terrible perfume. Necesité un par de minutos para darme cuenta de que se trataba de la misma persona, le habían crecido las pestañas, la piel parecía un plato de arcilla, sus rizos pálidos y sin brillo se alzaban petrificados, los párpados eran dos pétalos azules y la boca una cereza reventada; sin embargo, esos asombrosos cambios no torcían la expresión simpática de su rostro y el encanto de su sonrisa. La Señora, como la llamaban todos, reía por cualquier motivo y al hacerlo arrugaba la cara y entornaba los ojos, un gesto amable y contagioso que me ganó de inmediato.

– Se llama Eva Luna y viene a vivir contigo, anunció Naranjo.

– Estás loco, hijo.

– Te voy a pagar.

– A ver, niña, da una vuelta para verte. No estoy en ese negocio, pero…

– ¡No viene a trabajar! la interrumpió él.

– No estoy pensando emplearla ahora, nadie la aceptaría ni de gratis, pero puedo empezar a enseñarle.

– Nada de eso. Haz cuenta que es mi hermana.

– ¿Y para qué quiero yo a tu hermana?

– Para que te acompañe, sabe contar cuentos.

– ¿Qué?

– Cuenta cuentos.

– ¿Qué clase de cuentos?

– De amor, de guerra, de miedo, de lo que le pidas.

– ¡Vaya! exclamó la Señora observándome con benevolencia. De todos modos hay que arreglarla un poco, Huberto, mírale los codos y las rodillas, tiene cuero de cachicamo. Tendrás que aprender modales, muchacha, no te sientes como si estuvieras montada en una bicicleta.

– Olvídate de esas estupideces y enséñale a leer.

– ¿Leer? ¿Para qué quieres una intelectual?

Huberto era hombre de decisiones rápidas y ya a sus años estaba convencido de que su palabra era ley, de modo que plantó unos billetes en la mano de la mujer, prometió volver con frecuencia y se fue recitando recomendaciones con un firme taconeo de sus botas, no se te ocurra pintarle el pelo, porque te metes en un lío conmigo, que no salga de noche, la situación está jodida desde que mataron a los estudiantes, todas las mañanas aparecen muertos por allí, no la mezcles en tus negocios, acuérdate que es como de mi familia, cómprale ropa de señorita, yo pago todo, dale leche, dicen que hace engordar, si me necesitas me dejas recado en el boliche del Negro y yo vengo volando, ah… y gracias, ya sabes que me tienes a la orden. Apenas salió, la Señora se volvió con su estupenda sonrisa, caminó a mi alrededor examinándome, mientras yo fijaba la vista en el suelo, con las mejillas ardientes, abochornada, porque hasta ese día no había tenido ocasión de realizar el inventario de mi propia insignificancia.

– ¿Cuántos años tienes?

– Trece, más o menos.

– No te preocupes, nadie nace bonita, eso se hace con paciencia y trabajo, pero vale la pena porque si lo consigues tienes la vida resuelta. Para empezar levanta la cabeza y sonríe.

– Prefiero aprender a leer…

– Esas son tonterías de Naranjo. No le hagas caso. Los hombres son muy soberbios, siempre están opinando. Lo mejor es decirles que sí a todo y hacer lo que a una le da la gana.

La Señora tenía hábitos noctámbulos, defendía su departamento de la luz natural con gruesos cortinajes y lo alumbraba con tantos bombillos de colores, que a primera vista parecía la entrada de un circo. Me señaló los frondosos helechos que decoraban los rincones, todos de plástico, el bar con botellas y copas diversas, la cocina impoluta donde no se divisaba ni una olla, su dormitorio con una cama redonda sobre la cual reposaba una muñeca española vestida de lunares. En el baño, atestado de potiches de cosméticos, había grandes toallas rosadas.

– Desnúdate.

– ¿Ah?

– Quítate la ropa. No te asustes, sólo voy a lavarte, se rió la Señora.

Llenó la bañera, vació un puñado de sales que llenaron el agua de espuma fragante y allí me sumergí, primero con timidez y luego con un suspiro de placer. Cuando ya comenzaba a dormirme entre vapores de jazmín y merengue de jabón, reapareció la Señora con un guante de crin para refregarme. Después me ayudó a secarme, me puso talco boratado en las axilas y unas gotas de perfume en el cuello.

– Vístete. Iremos a comer algo y luego a la peluquería, anunció.

Por el camino los transeúntes se volteaban a mirar a la mujer, aturdidos por su andar provocativo y su aspecto de toreadora, demasiado atrevido aún en ese clima de colores brillantes y hembras de lidia. El vestido la ceñía poniendo en relieve colinas y valles, relucían los abalorios en su cuello y en sus brazos, tenía la piel blanca como tiza, todavía bastante apreciada en ese sector de la ciudad, aunque entre los ricos ya se había puesto de moda el bronceado de playa. Después de comer nos dirigimos al salón de belleza, donde la Señora ocupó todo el ámbito con sus saludos ruidosos, su sonrisa inmaculada y su presencia descollante de hetaira magnífica. Fuimos atendidas por las peluqueras con las deferencias reservadas a las buenas clientas y luego partimos las dos con ánimo alegre por los portales del centro, yo con una melena de trovador y la mujer con una mariposa de carey atrapada en sus rizos, dejando a nuestro paso una estela de patchulí y fijador capilar. Cuando llegó el momento de las compras me hizo probarme de cuanto había, menos pantalones, porque la Señora era de opinión que una mujer con ropas masculinas es tan grotesca como un hombre con falda. Por último escogió para mí zapatos de bailarina, vestidos amplios y cinturones de elástico, tal como se veían en las películas. La más preciosa adquisición fue un diminuto sostén donde mis ridículas pechugas flotaban como ciruelas perdidas. Cuando acabó conmigo eran las cinco de la tarde y yo estaba transformada en otro ser, largamente me busqué en el espejo, pero no pude hallarme, el cristal me devolvía la imagen de un ratón desorientado.

Al anochecer llegó Melecio, el mejor amigo de la Señora.

– ¿Y esto? preguntó asombrado al verme.

– Para no entrar en detalles, digamos que es la hermana de Huberto Naranjo.

– ¿No estarás pensando…?

– No, me la dejó como compañía…

– ¡Eso no más te faltaba!

Pero a los pocos minutos me había adoptado y ambos jugábamos con la muñeca y escuchábamos discos de rock n' roll, un extraordinario descubrimiento para mí, habituada a la salsa, los boleros y las rancheras de las radios de cocina. Esa noche probé el aguardiente con jugo de piña y los pasteles con crema, base de la dieta en esa casa. Más adelante, la Señora y Melecio partieron a sus respectivos trabajos, dejándome sobre la cama redonda, abrazada a la muñeca española, arrullada por el ritmo frenético del rock y con la certeza plena de que ése había sido uno de los días más felices de mi vida.

Melecio se arrancaba los vellos del rostro con pinza, después se pasaba un algodón empapado en éter y así su piel había adquirido textura de seda, cuidaba sus manos, largas y finas, y cada noche se cepillaba cien veces el cabello; era alto y de huesos firmes, pero se movía con tal delicadeza que lograba dar una impresión de fragilidad. Nunca mencionaba a su familia y sería años después, en los tiempos del penal de Santa María, cuando la Señora pudo averiguar sus orígenes. Su padre era un oso emigrado de Sicilia que cuando veía a su hijo con los juguetes de su hermana le caía encima para golpearlo a los gritos de ¡ricchione! ¡pederasta! ¡mascalzone! Su madre cocinaba abnegadamente la pasta ritual y se plantaba por delante con la determinación de una fiera cuando el padre intentaba obligarlo a patear una pelota, boxear, beber y más tarde visitar los prostíbulos. A solas con su hijo ella quiso averiguar sus sentimientos, pero la única explicación de Melecio fue que llevaba una mujer por dentro y no podía habituarse a ese aspecto de hombre en el cual estaba aprisionado como en una camisa de fuerza. Nunca dijo otra cosa y más tarde, cuando los psiquiatras le desmenuzaron el cerebro a preguntas, siempre contestó igual; no soy marica, soy mujer, este cuerpo es un error. Nada más y nada menos. Se fue de su casa apenas logró convencer a la mamma de que era mucho peor quedarse y morir en manos de su propio padre. Desempeñó varios oficios y acabó dando clases de italiano en una academia de lenguas donde le pagaban poco, pero el horario resultaba cómodo. Una vez al mes se encontraba con su madre en el parque, le daba un sobre con el veinte por ciento de sus ingresos, cualquiera que ellos fueran, y la tranquilizaba con mentiras sobre hipotéticos estudios de arquitectura. Al padre dejaron de mencionarlo y al cabo de un año la mujer comenzó a usar ropa de viuda, porque a pesar de que el oso se conservaba en perfecta salud, ella lo había matado en su corazón. Melecio se las arregló por un tiempo, pero rara vez le alcanzaba el dinero y había días en los cuales se mantenía en pie sólo con café. En esa época conoció a la Señora y a partir de ese momento comenzó para él una etapa más afortunada. Había crecido en un clima de ópera trágica y el tono de sainete de su nueva amiga fue un bálsamo para las heridas sufridas en su casa y las que continuaba sufriendo a diario en la calle por sus modales delicados. No eran amantes. Para ella el sexo constituía sólo el pilar fundamental de su empresa y a su edad no estaba dispuesta a despilfarrar energía en esos trotes, y para Melecio la intimidad con una mujer resultaba chocante. Con muy buen juicio establecieron desde el principio una relación de la cual descartaron los celos, la posesión arbitraria, la falta de cortesía y otros inconvenientes propios del amor carnal. Ella era veinte años mayor que él y a pesar de esa diferencia, o tal vez por lo mismo, compartían una espléndida amistad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Eva Luna»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Eva Luna» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Isabel Allende - La Suma de los Días
Isabel Allende
Isabel Allende - Zorro
Isabel Allende
Isabel Allende - LOS CUENTOS DE EVA LUNA
Isabel Allende
libcat.ru: книга без обложки
Isabel Allende
Isabel Allende - Island Beneath the Sea
Isabel Allende
Isabel Allende - La Isla Bajo El Mar
Isabel Allende
Isabel Allende - Ines Del Alma Mía
Isabel Allende
Isabel Allende - Hija de la fortuna
Isabel Allende
Isabel Allende - El Zorro
Isabel Allende
Отзывы о книге «Eva Luna»

Обсуждение, отзывы о книге «Eva Luna» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x