• Пожаловаться

Rafael Argullol: La razón del mal

Здесь есть возможность читать онлайн «Rafael Argullol: La razón del mal» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Rafael Argullol La razón del mal

La razón del mal: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La razón del mal»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 1993 Érase una vez una joven alegre, con ganas de vida y de amor. Trabajaba en una joyería de una ciudad de provincias, y no pudo resistirse a los encantos de un apuesto policía que la encandiló con sus locuras. Se casaron y tuvieron dos hijos. Acabaron viviendo en un pequeño apartamento de Valladolid, que ahora el hijo, ya mayor, recuerda con nostalgia. Vuelven a su mente los días luminosos en compañía de la madre, su figura inclinada sobre la tela que estaba cosiendo, sus charlas con las amigas y su figura esbelta que revoloteaba alrededor de las camas de los dos niños de noche, protegiéndolos de los males que la vida acarrea consigo. Todo cambió el día en que uno de los hijos murió en un accidente que nadie pudo evitar. Desde entonces, una locura callada se infiltró en la mente de la madre. El marido, un hombre agresivo y poco dado a expresar sus sentimientos, fue viviendo de su trabajo y desahogando su amargura con otra mujer. El hijo, testigo atento de tanto dolor callado, fue creciendo hasta convertirse en un adulto más acostumbrado al recuerdo que a la acción. En ese mundo donde las emociones se guardan en sobres cerrados, de repente surge la posibilidad de una vía de escape: un viaje de la familia a Madrid, que la mujer aprovechará para rebelarse contra el destino que le ha tocado en suerte. El testimonio de este gesto está en una carta destinada al hijo, unas palabras que sería mejor no leer y que finalmente quedarán en la mente de quien narra como una muestra más del pacto que nos une a la vida: nadie vive como debe ni como quiere, sino como puede… El resto está a cargo de nuestra imaginación.

Rafael Argullol: другие книги автора


Кто написал La razón del mal? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

La razón del mal — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La razón del mal», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Víctor tuvo inmediatamente esta impresión cuando el recién aparecido casi se abalanzó sobre él. La figura se detuvo a escasa distancia, de modo que sus cabezas quedaron separadas únicamente por un par de palmos. Apresado en el inevitable cruce de miradas Víctor sintió que un frío repentino se apoderaba de su cuerpo. Instantáneamente supo que el origen de esta sensación debía buscarlo en sus ojos, en los que convergían todas las líneas de una cara velada por la oscuridad. Eran unos ojos opacos, sin brillo, portadores de una repulsión anclada en fondos lejanos. Causaban repugnancia. También pedían, aunque de un modo indefiniblemente desagradable, piedad. Víctor reaccionó ante ambos estímulos. Primero, con un movimiento defensivo de repliegue sobre sí mismo, tratando de esquivar aquellas pupilas obsesivamente fijas. Luego, sobreponiéndose y obligándose a una solidaridad que le costaba experimentar:

– ¿Le ocurre algo?

Los ojos contrarios no sufrieron cambio alguno. Tampoco obtuvo respuesta. Insistió:

– ¿Está usted enfermo? ¿Puedo hacer algo por usted?

Insistió sin ganas, no esperando nada y no consiguiendo nada. El silencio del hombre no contribuyó a disminuir su tensión. Eran los ojos de un idiota en los que, tras una capa de desesperación, se insinuaba un hiriente atisbo de desinterés. A Víctor le pareció que en ellos, junto a la demanda de piedad, aparecía una oferta de burla y, por un momento, pensó que lo mejor era desembarazarse de aquel molesto interlocutor, abriéndose paso a empujones. Pero no tuvo necesidad de seguir este propósito pues, por fin, el hombre, desviando la mirada hacia otra dirección, se apartó de él, caminando cansinamente algunos metros. Víctor continuó observando la conducta de aquel bulto vacilante, indeciso entre mantener un camino o pararse. Lo vio, por último, detenerse ante la persiana metálica de una tienda. Allí, siempre de espaldas a él, permaneció inmóvil durante un rato. El suficiente como para que Víctor decidiera dar por finalizado el encuentro, alejándose rápidamente del lugar.

Cenó en casa de Ángela, como hacía, cada vez con mayor frecuencia, en los últimos tiempos. En un principio, cuando llevaban pocos meses juntos, recurrían mucho a los restaurantes. Luego, casi inevitablemente, se impuso el criterio de Ángela. Prefería cenar en su casa, reservando los restaurantes para los días señalados. Así, decía, se sentía más a gusto. A Víctor le era indiferente, aunque, sin confesarlo abiertamente, se había adaptado con facilidad a las costumbres que, sin exigencias, Ángela le iba imponiendo. Mantenía todavía la pequeña independencia de vivir en su propia casa, pero sabía que estaba dispuesto a renunciar en cualquier momento a esta pequeña independencia. Ángela, sin pedírselo, lograría que él mismo lo propusiera. Ésta era su fuerza: una fuerza tan sutil que actuaba sin que, aparentemente, ello fuera en detrimento de la de Víctor. Éste no percibía nunca la sensación de hacer algo en contra de su voluntad y en ello, precisamente, se cumplía la voluntad de Ángela.

Por lo demás éste era un reto que Víctor comprendía y aceptaba. En otra época de su vida quizá se hubiera resistido. Ahora no veía razón para ninguna resistencia. Tampoco se preguntaba de qué modo amaba a Ángela. Esta pregunta la había dejado atrás, unida a tiempos y mujeres anteriores. Ya no tenía sentido, y el haber llegado a esta conclusión había tenido efectos benefactores. Se había deslizado hacia la atmósfera creada por Ángela como si ésta fuera la única atmósfera en que se pudiera respirar. No era por tanto una cuestión de amor sino de respiración. Y siendo así el poder de Ángela era irresistible. Había experimentado demasiado el aire enrarecido de los grandes amores inútiles. Con Ángela respiraba, y el resto poco importaba.

Durante la cena Ángela le habló de su trabajo en el taller de restauración. Había recibido una pintura representando a Orfeo y Eurídice escapando del infierno. Un cuadro enorme, aunque muy deteriorado, que requeriría meses de cuidadosa labor. A pesar de todo el tema la entusiasmaba. Víctor le pidió detalles sobre la obra y prometió pasar a verla.

– Sólo más adelante, cuando esté presentable -dijo Ángela.

Después de la cena Víctor estuvo tentado de contarle su conversación con David y su encuentro con el individuo de ojos muertos. Sin embargo, se contuvo. Algo en su interior se negó a explicar lo que todavía carecía de explicación. Después de todo quizá sólo se había tratado de una jornada de sombrías coincidencias. Prefirió escuchar, de nuevo, a Ángela mientras hablaba de su ilusión favorita de los últimos días. Ese viaje que debía conducirles a una zona mágica donde los viajeros, al parecer, tenían el deseo de quedarse para siempre. Según los informadores de Ángela en esa región la vida era todavía tan placentera que era imposible sustraerse a su magnetismo. Los que la habían conocido se prometían a sí mismos volver para quedarse. Víctor la escuchaba con complacido escepticismo, dejándose contagiar con la idea de un paraíso escondido.

En realidad esto era lo que más le gustaba de Ángela: su capacidad para creer en un paraíso escondido. Y para hacerlo creer, desafiando el reducto insolente del cansancio.

III

La sede de El Progreso era un imponente edificio de hormigón y cristal que rivalizaba con las mejores construcciones del moderno distrito comercial. Había sido levantado, hacía ya unos años, para albergar las oficinas del gran periódico, pero en la mente de los que lo proyectaron, propietarios y arquitectos, el objetivo era, desde un principio, más ambicioso: la sede de El Progreso debía ser un símbolo de la época en el que se encarnaban la unión entre la información más actual y la tecnología más refinada. Los responsables de El Progreso presumían de ambas. En consecuencia, también presumían de un poder que pocos discutían aunque del que muchos recelaban. Según su expresión favorita el periódico había acabado por constituirse en un pilar de la sociedad. Y no faltaban argumentos para justificar esta afirmación.

Para acceder a la cumbre de este pilar era necesario superar controles rigurosos, y así cualquier visitante era sometido al interrogatorio de guardias, ordenanzas y sucesivas secretarias. La grandeza del lugar exigía, sin duda, una seguridad igualmente grande. Víctor pensaba, con ironía y fastidio, en este precepto incuestionable mientras se dejaba conducir sumisamente por los largos corredores. Había algo, en aquella ceremonia repetida, que no le disgustaba: gracias a ella se sentía un visitante. Era un colaborador asiduo del periódico pero no formaba parte de él. Era únicamente un visitante.

Finalmente se introdujo en el ascensor acristalado que debía impulsarlo, con áspera velocidad, hacia la cima del rascacielos. Allí, en las alturas, sería recibido por el director. Víctor pulsó el botón y se apresuró a contemplar aquella secuencia de escenas que siempre lograba sorprenderle. El viaje duró pocos segundos, pero fue suficiente para mostrarle, de nuevo, aquel mundo que permanecía completamente ajeno a la luz exterior. El vientre de El Progreso era una enorme caverna aséptica atravesada por diminutos pobladores que se movían de un lado para otro. Esparcidos con disciplinada regularidad los puntitos verdes de las pantallas de los ordenadores se asemejaban a luciérnagas acechantes. Aquella mañana, mientras se perdía hacia arriba con una molesta sensación de ingravidez, el hueco interior que acogía a los empleados del periódico le pareció un enorme quirófano. Incluso llegó a convencerse de que el pesado aroma del formol le estaba mareando. El brusco fin del trayecto representó un considerable alivio.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La razón del mal»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La razón del mal» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «La razón del mal»

Обсуждение, отзывы о книге «La razón del mal» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.