Ha oscurecido. Mañana tendré que volver al banco. Mi agenda me indica que la jornada estará repleta de visitas que no podré eludir. Alguien me hace notar que no ha oscurecido, que no me hallo escribiendo frente al ordenador de mi hermano, que yo no soy quien creo ser, que la novela que ya casi leo no ha existido ni existirá, que es sólo el reflejo de una soledad sin esperanza, de un exilio de mí mismo, del delirio circular que inevitablemente vivo y revivo…
En los altos cristales de la biblioteca reverberó el sol de las seis. Una vehemencia de luz última exaltó un reflejo en la bruñida escultura de bronce. Por el aire y el silencio de la gran sala se esparcía una reconocible música de jazz que llegaba desde algún lugar lejano, irreal. Luis López se frotó el mentón con la mano y luego preparó el papel y el lápiz. Certero, convencido, con el pulso firme de los cabalistas antiguos, se acomodó frente al escritorio público imaginando que lo hacía frente al ordenador de su hermano. Luego, tras un suspiro que pareció anticipar futuras felicidades, escribió el comienzo de la novela: «Cuando era más joven mi padre siempre me decía: hijo, cuesta mucho salir de la fila, yo lo he conseguido, tú no lo vas a conseguir jamás, pero no te preocupes, ya te he dejado bien situado en la parrilla de salida. Hay gente que nace con carisma, destinada a triunfar, pero ése no es tu caso».
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[1]El autor se refiere aquí a la primera especie de residuos que Wilfredo Pareto asociaba en su interminable Tratado de Sociología General con aquellos individuos que, como el león maquiaveliano, eran portadores de la innovación y del progreso.
[2]El autor alude aquí al escritor madrileño Luis Puente, que con su novela El sincero fingidor alcanzó gran notoriedad en la España de finales del siglo xx.
[3]Según me tarareó el propio autor pocos meses antes de morir, en realidad estaba sonando Waltz for Debby . Quiero hacer notar este pequeño detalle a pesar de que para el caso -el lenguaje escrito en palabras- da un poco lo mismo. Sobre el tema de la música en la obra de Gilabert, véase el trabajo de Samuel Harrigan titulado The Music in the Novels of G. H. Gilabert . The University of New México, N.M.U Press, 2014.
[4]Hoy sabemos que el autor estaba familiarizado con los innovadores hallazgos de Massimo Piranesi en el campo de la terapia de la enajenación. Para Piranesi, la inmersión acuática a elevadas temperaturas produce en el ser humano una depuración espiritual, una reordenación de prioridades, que, en casos extremos, puede llegar a inducir al sujeto a un trance religioso de extraordinaria profundidad. La misma experiencia ha sido descrita por el neurólogo Arturo Homedes como una recuperación sucedánea del líquido placentario materno.
[5]En el original en catalán, la frase entre paréntesis es una traducción literal de otra de Borges, lo que nos ha animado a traducirla directamente con las palabras del autor argentino, que, en este caso, convierten la frase en castellano en el original del original. En lo sucesivo, obraremos de igual forma cuando vuelvan a repetirse casos similares.
[6]Alberto Paoli ha señalado que el autor hace referencia aquí al tema de los espejos en Borges. Como es bien sabido, a Borges le horrorizaban los espejos porque un día soñó que uno de ellos no repetía su cara sino la de Stevenson. Según Paoli, este temor, desde que Borges perdió definitivamente la vista, se reflejó en su afamada costumbre de palparse la cara en público. (Alberto Paoli, Gilabert y el género cíclico. The University of the Pacific, 2018.)
[7]Israel Baal Shem Jr. ha puntualizado que esta última frase hace referencia al ser de Parménides. Con memorable energía, Nils von Runeberg ha rebatido esta suposición esgrimiendo el «ser o no ser» de Shakespeare.
[8]El profesor Toshiro Fukuyama, recordando tal vez la influencia nefasta de Las desventuras del joven Werther de Goethe, ha señalado que la versión en CD ROM de la novela causó graves crisis de identidad entre algunos jóvenes japoneses, que se desdoblaron y se perdieron en ventanas sin saber luego regresar a su «yo» real. De forma mucho más arriesgada, Fukuyama atribuye también a la lectura de la novela algunas reacciones violentas como las protagonizadas por Inoco Tuhatsi y sus seguidores, que se sacaron los ojos para recitar de memoria a Homero y a Borges en público. Estas hipótesis impulsaron al gobierno japonés a prohibir López y yo considerando su lectura perniciosa para la salud mental. Toshiro Fukuyama, El síndrome Gilabert . Tokio, 2013.
[9]John Turner, en una página demasiado famosa, destaca el patente paralelismo entre esta novela de Gilabert y el seminal drama de Pirandello Seis personajes en busca de un autor .
[10]Unos días después de la muerte de Gustavo Horacio Gilabert, Jaume Palau, escritor y amigo personal del autor, publicó un artículo en el diario Avui en el que contaba que en una primera versión que su amigo le dio a leer de la novela, estos «finales descartados» se dilataban en cientos de páginas; así, los que aparecen «sólo son la representación tipológica de una serie mucho mayor de ejemplos concretos que el autor decidió eliminar» (la traducción es mía). «Plorant al meu amic», Jaume Palau, Avui , 23 de abril de 2025.
[11]Harold Bloom ha notado aquí un conflicto patemo-filial en el propio autor. Según Bloom, este pasaje refleja la ansiedad de la influencia que siente Gilabert a partir de cobrar conciencia de su propio padre. Harold Bloom, The Gilabert's Paternities in López and I ( Yale Literature Review , New Haven, 2003).
[12]En la biblioteca de Tubingen se conserva una tesis doctoral, Die Kabahstiche Bedeutung der Nummer Neun ( La importancia cabalística del número nueve ) de Marcelo Yarmohnski, en la que se explica por qué en la cultura anglosajona se eleva de siete a nueve el número de las vidas del gato.
[13]Para Stéphane Mallarmé, la historia universal es un libro que escribimos y en el cual nos escriben. Gilabert parece reproducir aquí un eco del gran simbolista francés.
[14]Es ésta una alusión a la obra de Shakespeare Las alegres comadres de Windsor ( The Merry Wives of Windsor , 1598), comedia en la que reaparece el famoso personaje Falstaff (figura central de Enrique IV , a quien se había declarado muerto en Enrique V ).
[15]Alain Lamarre ha señalado que Gilabert hace aquí referencia al famoso caso Brudos. El asesino en serie Jerry Brudos jugaba a calzar en su garaje los pies amputados y congelados de sus víctimas femeninas. Nadie, ni su mujer ni sus hijos ni los vecinos, pudieron creer nunca que esa práctica siniestra fuera mantenida por Brudos durante años Alain Lamarre, Le démon de López et moi, un monstre normal París, 2016.
[16]Este breve fragmento, desde «Precisamente por ello» hasta «su angustia», fue literalmente plagiado por Miguel Ángel Ruiz de Villamil en un artículo titulado «La brevedad estructural de algunas novelas de Stevenson y Kafka: narración versus relación discursiva». El artículo, que fue publicado en la revista Tribuna Literaria en enero de 2018, motivó que Gilabert denunciase el hecho y obligase a Ruiz de Villamil a dimitir de su cargo de director general de Bibliotecas.
[17]María Kodama -aunque la erudita M. E. Vázquez ha desvelado la presencia de una auténtica Ulrica von Kulhmann- señaló que en este pasaje Gilabert hace referencia al cuento Ulrica , por lo que Borges y ella serían aquí otra vez Javier Otálora y la joven Ulrica justo antes de que aquél la poseyera en la posada de Northern Inn «por primera y última vez». ( Conversaciones sobre Borges , Carlos Cañeque. Ediciones Destino, Barcelona, 1996)
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