• Пожаловаться

Rosa Regàs: Azul

Здесь есть возможность читать онлайн «Rosa Regàs: Azul» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Rosa Regàs Azul

Azul: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Azul»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 1994 Azul es la relación de una intensa pasión amorosa entre una mujer, Andrea periodista, casada y con una complicada vida social y un muchacho más joven, Martín Ures, que llega del interior de la península para descubrir un variado mundo de gentes y trabajos y, sobre todo, esa capacidad alquímica del amor que lo convierte en algo tan mutable y tan definitivamente peligroso.

Rosa Regàs: другие книги автора


Кто написал Azul? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Azul — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Azul», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

A Martín no le gustaba el mar. Llevaba más de una semana a bordo y apenas podía disimular esa persistente sensación de angustia. Si se quedaba en la cabina leyendo sentía un peso en el estómago, una leve sensación de mareo que le impedía continuar; si subía a cubierta el sol le anonadaba y el constante martilleo del motor le abrumaba. A veces el viento era frío y aun con sol había que bajar al camarote a buscar un jersey; casi siempre, sin embargo, el calor era tan sofocante que ni con la brisa podía respirar. Y cuando al atardecer entraba el fresco, se sentara donde se sentara siempre había bajo sus pies una cuerda, un cabo decían, absolutamente imprescindible en aquel momento, o saltaba Tom sobre sus rodillas para pasar a proa, o le apartaba para abrir una gaveta escondida en el lugar exacto donde estaban las piernas. Y ese olor vagamente impregnado de gasóleo o la humedad que se densificaba al caer la noche y mojaba los asientos, los papeles, incluso la piel y la cara. Le despedazaban los mosquitos cuando fondeaban en una cala aun antes de haber comenzado a cenar, y si dormían en puerto los ruidos y las voces del muelle le impedían dormir. Y cuando después de una noche en vela, agotado le vencía el sueño al amanecer, «la vida de la mar», como decía Leonardus dando voces en cubierta, exigía que se levantara casi al alba.

Pero sobre todo odiaba navegar, horas interminables en las que avanzaban hacia un punto que se manifestaba a cámara lenta, un plano demasiado largo para mantener el interés. Se contenía para no preguntar cuánto faltaba porque entendía que esas cosas no se preguntan en el mar. Y cuando los veía iniciar una maniobra o fondear, no hacía más que dar tumbos por cubierta sin saber qué se esperaba de él, porque no comprendía ni la jerga marinera mitad italiana mitad inglesa en la que se entendían Tom y Leonardus ni se daba cuenta de que habían llegado a su destino, porque nunca supo tampoco cuál era el destino, el programa ni, menos aún, el objetivo de navegar. La mayor parte del tiempo estuvo tumbado boca arriba en la litera de su camarote deseando llegar a tierra firme donde sin embargo hasta por lo menos media hora después de haber pisado el muelle no desaparecía esa molesta impresión de balanceo que no lograba quitarse ni siquiera durante el sueño, mientras oía los gritos que daba Leonardus de pie en la proa con el vaso de whisky levantado contra el cielo: ¡Quien ama la mar, ama la rutina de la mar!, vociferaba. ¿A qué venía esa mitificación del mar, de la vida del mar, de la navegación? ¿Qué diferencia había entre esa rutina y el aburrimiento?, pensaba Martín, quizá porque nunca logró adecuar su pensamiento al ritmo y contrarritmo del mar ni había sabido encontrar ese tiempo distinto en el que parecían vivir los demás. A veces cuando navegaban con el sol de frente los miraba desde el banco de la bañera donde se había refugiado buscando la sombra errante de la vela. Chiqui inmóvil a todas horas se desperezaba únicamente para untarse una vez más, tan inmóvil y aplastada contra el suelo que su cuerpo desnudo seguía los vaivenes del barco sin apenas separarse de la cubierta. Leonardus siempre con un cigarrillo en la boca subía y bajaba las escalerillas para consultar el compás, las cartas de navegación, o manipular la radio y conocer la previsión del tiempo, y al pasar junto a ella le daba palmadas en los muslos desnudos que siempre provocaban la misma reacción: ¡Quita ya, pesao!

El que ha nacido junto al mar, el que aun sin verlo cuenta con el límite azul del horizonte y está hecho a la brisa húmeda y salina que le llega al atardecer, configura su mundo en unos límites a partir de los cuales el paisaje se allana y alcanza el infinito. Y si camina tierra adentro busca detrás de cada loma la línea azul que ha de devolverle la orientación precisa para no sentirse perdido entre montes y llanuras, entre calles y plazas, saber dónde está y encontrar el camino y la salida. Pero Martín no conoció el mar hasta mucho más allá de la adolescencia y nunca dejó de considerarlo un elemento extraño, misterioso y amenazador.

Andrea en cambio, si bien no era ahora capaz de saltar sola al muelle y había que darle la mano para atravesar la pasarela, aun con esos vértigos que habían comenzado hacía unos años, con la debilidad tan manifiesta en su rostro y en sus brazos transparentes y un tanto flácidos, vivía a bordo sin acusar la menor molestia y se movía en el barco con extrema normalidad. Cuando navegaban a pleno sol, embutido el sombrero de paja hasta las cejas para protegerse la piel, se sentaba en la proa abrazada al palo e inerte como un mascarón fijaba en un punto la mirada sin alterarla durante mucho rato hasta que de repente parecía descubrir que Martín estaba en cubierta. Se levantaba entonces y agarrada con fuerza a los obenques pasaba de la proa a la popa e iba a reunirse con él. Martín abría otra vez el libro e intentaba disimular esa mezcla de tedio y mareo que no le había abandonado desde que comenzó el viaje. Estaba seguro de que ni Leonardus y mucho menos Chiqui se habían dado cuenta pero sabía que Andrea lo adivinaba, aunque de habérselo ella insinuado él nunca lo habría reconocido.

Ella sí había nacido junto al mar y desde pequeña su padre le había enseñado a moverse en la cubierta de las barcas con buen tiempo o temporal. El primer día del viaje, en Marmaris, cuando Martín y Chiqui bebían limonadas en la terraza del bar del puerto esperando a que Leonardus y Tom volvieran de hacer las diligencias para poder zarpar, se las había ingeniado para comprar hilo, anzuelos, plumas y plomos y todos los días al atardecer se sentaba en la popa detrás del timón y echaba el curricán que ella misma había fabricado. Fijaba la mirada en un punto lejano del mar y se concentraba en la tensión del hilo sobre el dedo que había de transmitirle desde las profundidades del mar el movimiento del anzuelo escondido tras la pluma, y al notarlo daba un tirón y recogía rítmicamente el hilo que formaba a sus pies un ovillo sinuoso de hebras amontonadas casi con perfección, sin cansarse, ni demorarse, ni acelerar la cadencia de la cordada Y al llegar al final, sujetaba el pez y le obligaba a abrir la boca con una mano para, con un juego hábil de la otra, quitarle el anzuelo sin desgarrarlo, y ante los gritos de horror y de asco de Chiqui lo echaba al cubo. Luego, sin entretenerse en contemplarlo, soltaba de nuevo el curricán y deshacía al mismo compás la telaraña que descansaba en el suelo. Al fondear en una cala, si todavía había luz de día, en cuanto notaba que el ancla ya no garreaba y veía que Tom iba largando cadena, antes incluso de que saltara a la chalupa para amarrar el cabo de popa a una de las rocas o a un tronco que los embates del mar habían dejado entre ellas blanco y desnudo, se instalaba en la proa con la cesta de la pesca y doblada sobre la barandilla, con las gafas resbaladas sobre la nariz, se agarraba a una jarcia con una mano y echaba el volantín con la otra. El sol de poniente se abatía sobre las rocas de la costa soslayando el mar y las aguas exentas de reflejos adquirían una transparencia de claroscuro que la mantenía atenta a la agitación de los peces en el fondo sin reparar en la humedad que poco a poco iba mojando la cubierta y rizando aún más sus cabellos negros. Nada, ni siquiera la voz de Martín la distraía entonces. Y no recogía los volantines hasta que el sol al esconderse se llevaba consigo la oculta transparencia de las aguas. Y con la última luz que había quedado suspendida en el horizonte, limpiaba los cuchillos, clavaba los anzuelos en los corchos, los guardaba en la cesta para tenerlos a punto al día siguiente a la misma hora, llevaba el cubo con los peces a la cocina como probablemente había hecho todos los atardeceres de verano de su infancia -y seguía ahora haciendo con tal naturalidad que nadie habría adivinado que llevaba por lo menos ocho años sin navegar, sin pescar, sin ver el mar más que desde la lejanía de su apartamento en la ladera del monte, en la ciudad-, y sin más demora se reunía con ellos bajo el toldo y se servía el primer whisky.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Azul»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Azul» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Отзывы о книге «Azul»

Обсуждение, отзывы о книге «Azul» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.