Pero de nada servía lamentarse por ello, me dije con melancolía cuando ya la noche había caído sobre el desierto, porque a fin de cuentas todo habrá de ocurrir inevitablemente antes de que acabe el siglo XX.
Los Altos del Golán.
El martes de aquella semana, Gil Armenguè, el embajador de España, había organizado una visita a los Altos del Golán para la que se requiere un permiso especial. Recibí un folleto de las Fuerzas de las Naciones Unidas para la Observación de la Separación (FNUOS)
con el programa exacto de la visita, el número 53 de la revista ‘The Golan Journal’ de junio-diciembre de 1992, y un folleto con varios mapas en el que se explicaba el origen, el Mandato y el funcionamiento de la FNUOS.
Siguiendo la indicación del programa me presenté a las ocho en punto de la mañana en la puerta de la sede de la FNUOS en Mezzè, muy cerca del restaurante donde había cenado con Ismail hacía un par de días. El embajador y el capitán Franz Walch, oficial militar de Información Pública, ya me estaban esperando.
El capitán era un hombre de unos cuarenta años, deportivamente vestido de militar y con ese talante optimista, abierto y limpio con que aparecen siempre en las películas americanas que no son del Vietnam los oficiales del ejército de los Estados Unidos. El capitán sin embargo era austríaco aunque debía haber aprendido el inglés en América o tal vez había hecho un máster en West Point porque no le faltaba más que el chicle para parecer americano. Era simpático y franco en extremo, y durante todo el día nos acompañó, y con esa especie de sentido del humor tan peculiar que salpica a todas horas la conversación de los americanos, nos contó todo cuanto queríamos saber y nos hizo una descripción detallada no sólo de la situación en la zona, sino también del tipo de vida que llevaban las fuerzas en los puestos de control. Tenía un gran entusiasmo tanto por lo que decía como, estaba claro, por la vida castrense en sí misma que a todas luces le fascinaba.
Desde la sede de la FNUOS un Toyota con unas grandes letras, UN, que no admitían dudas sobre su filiación y que conducía él mismo, nos llevaría al campo Fauar, situado ya en la Zona de Limitación.
Yo no sabía entonces lo que era la Zona de Limitación y mientras el embajador y el capitán hablaban, me sumergí en la lectura de los folletos. En esos sesenta kilómetros que separan Damasco de los Altos del Golán me enteré de lo siguiente:
Los Altos del Golán son una zona de una gran variedad orográfica, que se extiende desde los 2.800 metros del monte Hermón en el norte, hasta los 212 metros por debajo del nivel del mar del lago Tiberíades en el sur. Es rica en manantiales, torrentes y ríos de aguas abundantes que desembocan en los ríos Jordán y Yarmuk. Y es la única frontera que existe entre Israel y Siria. Los Altos del Golán fueron arrebatados en su mayor parte a Siria por los israelíes en la invasión de 1967, y por la vía diplomática los sirios no han logrado recuperar más que una pequeña parte. En 1981 Israel se anexionó los Altos del Golán, lo que le valió una dura crítica de la comunidad internacional, aunque no tanto como para declararles la guerra salvaje con que se castigó al Iraq cuando se anexionó Kuwait, si bien esto no lo decía el prospecto. Tampoco decía que la devolución de estos territorios es la condición que sigue exigiendo Al Assad para establecer un acuerdo de paz con los israelíes, aunque nadie puede saber hasta cuándo podrá resistir sin que le impongan también un bloqueo que acabe con la situación económica de su país y le suma en la miseria ahora que ya no hay otro poderoso al que volverse en busca de ayuda.
El Acuerdo y el Protocolo de retirada de las fuerzas israelíes que devolvía a Siria parte de los territorios conquistados en 1967, fueron negociados por Kissinger cuando era secretario de Estado y se firmaron en 1974, a raíz de la guerra Árabe-Israelí de 1973, en una conferencia convocada bajo los auspicios de las Naciones Unidas y con la presidencia conjunta de los Estados Unidos y de la antigua Unión Soviética. En virtud del Acuerdo se estableció una “Línea Alfa de Separación” y a ambos lados una “Zona de Separación” vallada (hay 600 kilómetros de vallas arriba y abajo de la Zona de Separación)
que controlaría una fuerza de las Naciones Unidas. Además se acordó que las partes, es decir Israel y Siria, establecerían en sus propios territorios sendas “Zonas de Limitación” anexas, también valladas, donde se comprometían a limitar sus fuerzas y armamentos a 6.000 hombres, 525 tanques, 198 cañones y ni un solo misil. El mismo día en que se firmó el Acuerdo, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estableció la FNUOS, Fuerza de las Naciones Unidas para la Observación de la Separación, que controlaría la Zona.
La FNUOS consta de un comandante de las Fuerzas con una sede en Damasco y está formada por cuatro contingentes nacionales de Austria (los servicios logísticos)
, Canadá (situado en la parte israelí ocupada de la línea del Acuerdo)
, Finlandia y Polonia (en la parte Siria)
, un total de 1.222 hombres más un grupo de observadores (OGG)
de otros quince países y 126 civiles. Su única misión es vigilar que se cumplan los puntos del Acuerdo, pero carecen de potestad para intervenir.
La Zona de Separación es una franja vallada a ambos lados cuya amplitud oscila entre los 300 metros y los 14 kilómetros, que se extiende a lo largo de los 80 kilómetros de frontera entre Israel y Siria (desde el monte Hermón en la frontera con el Líbano al norte, hasta la frontera con Jordania en el sur)
. Una serie de estaciones permanentes y puestos de observación de la FNUOS situados en la Zona de Separación permiten controlarla durante las veinticuatro horas del día, sin contar con las patrullas, a pie o en vehículos, que a todas horas circulan en todas las zonas, por carreteras y caminos, en vehículos o a pie. Cada catorce días, o en cualquier momento a petición de una de las dos partes, los observadores efectúan un control de armas y efectivos. En cuanto se descubre una violación se comunica sin demora a la sede, que hace una protesta y que a su vez lo comunica a la otra parte, y a las Naciones Unidas.
Los Altos del Golán distan unos sesenta kilómetros de Damasco y sesenta kilómetros no es una distancia agradable para tener al enemigo, por lo tanto no me extrañó que pasáramos varios puestos de control y en las carreteras aumentara la presencia del ejército. Y tampoco me costó comprender que Siria tuviese un altísimo presupuesto militar, que los muchachos estuvieran obligados a hacer el servicio militar durante tres años, ni me parecieron exagerados los rumores según los cuales se habían destinado en los tres últimos años tres mil millones de dólares para aumentar y afianzar su potencia militar por si un día había que enfrentarse de nuevo a Israel y reconquistar los Altos del Golán.
La carretera iba ascendiendo y al pasar por el campo de refugiados palestinos de Jaushe con sus tiendas de harapos y sus barracas de hojalata, dijo el capitán, como había dicho Ismail un par de días antes: “Los palestinos nunca olvidarán”. Nos vieron pasar con la mirada cautelosa y derrotada de quienes se saben impotentes ante un enclaustramiento al que han sido condenados por el mero hecho de haber nacido.
En el puesto de control de Saassa, casi a mitad de camino, el capitán nos señaló un coche rojo y destartalado que nos seguía.
– ¿Cómo sabe que nos sigue?
– Los estoy viendo, siempre lo hacen. Son los sirios.
– ¿Por qué?
– No sé -dijo sin interés-, así tienen la impresión de que nos controlan.
Faltaban todavía cinco kilómetros para entrar en el campo Faouar a donde íbamos y por lo tanto los coches aún podían circular libremente por la zona. En un momento determinado el capitán dio un golpe de volante y se metió por un atajo y en dos o tres giros más logró burlar a los seguidores circulando entre arboledas. Cuando de nuevo salimos al camino y entramos en el jardín del cuartel del campo Faouar, ya a 1.072 metros de altitud, les vimos de nuevo tras nuestro Toyota, aunque tuvieron que quedarse en la puerta porque ni a ellos ni a nadie que no vaya acompañado por un miembro de la Fuerza, les está permitido entrar en el recinto de la FNUOS. A través de los cristales les vi la cara, contenido el gesto y la ira.
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