José Gironella - Los Cipreses Creen En Dios
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Ésta crónica de la época de la Segunda República es la novela española más leída del siglo XX. José María Gironella relata la vida de una familia de clase media, los Alvear, y a partir de aquí va profundizando en todos los aspectos de la vida ciudadana y de las diversas capas sociales.
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Ignacio parecía de mal humor. Volvió a levantarse las solapas del abrigo, que con la discusión se le habían doblado, y súbitamente dominado por una extraña fatiga, se despidió. Cruzó la Rambla y entró en su casa.
CAPÍTULO XL
Barcelona, 27 de diciembre de 1934.
Querido Ignacio:
Que cumplas veinte años y muchos más, que seas muy feliz. Supongo que ya estás hecho un abogado. Siempre leo las noticias de Gerona para ver si me entero de algo, si te nombran alcalde o algo así.
Yo he vuelto a ponerme moños, para ver si me contestas. Y continúo viviendo en Muntaner, 180. Felices Pascuas.
ana maría.
Seminario de Nuestra Señora del Collell, 26 de diciembre, día de San Esteban.
Queridos padres y hermanos:
Son fiestas muy grandes para que deje de escribirles. Aquí la nieve ha cubierto el Seminario, la tierra y los bosques. Desde la celda veo los árboles inmóviles. Se diría que se han recogido para cantar al Señor.
Sobre todo a Ignacio, en su cumpleaños, le abrazo con todo mi corazón. Deseo para él toda suerte de bendiciones. Que el cielo le proteja, que le dé eficacia, que sea feliz.
¡Cómo los quiero a todos! Pilar, supongo que por encima del abrigo de entretiempo llevarás otro más sólido… ¡Padre, gracias por los turrones! A mi madre, no sé qué decirle. La quiero tanto, que no sé qué decirle. Sólo que Dios la bendiga, una y mil veces.
Escribo a Bilbao, a San Sebastián, a Burgos, a Madrid, No dejen de rezar por mí. Suyo en Cristo,
césar.
Madrid, 24 de diciembre de 1934.
Querido primazo:
Veinte años y vas que chutas. Un abrazo. Supongo que estás hecho un cura, con tanta Navidad y tanto Tribunal y tanto periódico de la CEDA. ¿Cuándo te casas? ¿Todavía aquella flor de mayo, la del abogado? A lo mejor voy por ahí a haceros una visita. En Madrid todos bien; mi padre también te abraza. Ya ves qué triste papel hicieron los comunistas en octubre, ¿Y tu amigazo, el de la tortuga? ¿Escurriendo el bulto? Supongo que todavía eres virgen… A menos que la de los brazaletes te haya espabilado. Por aquí los fascistas se meten en nuestras tertulias. Se va a armar la gorda. ¡A ver si escribes! Saludos a todos. No le cuentes a tu madre que los frailes madrileños dan bombones envenenados a los alumnos… No se lo creería. Supongo que Pilar estará… como para comérsela. Bueno, que te vaya bien. Un abrazo a Matías. Estamos más secos que un poste, pero vamos tirando.
Tu primo
josé.
Ignacio se acostó después de leer y releer las tres cartas. Le dolía la cabeza; la discusión con Mateo le había agotado.
Durmió con pesadez, tapada la cabeza, hasta las seis.
A las seis despertó bruscamente. Sacó la cabeza de entre las sábanas. Le había parecido sentir una punzada en el bajo vientre. Permaneció inmóvil un instante, auscultándose. La habitación estaba a oscuras. Otra punzada. Se hubiera dicho que una vida secreta había penetrado durante el sueño debajo de las mantas y que atacaba su centro.
De pronto le asaltó un temor. De un brinco se sentó en la cama y encendió la luz. Conteniendo la respiración dio un tirón a las sábanas: en el centro de ellas se extendía una mancha de pus.
CAPÍTULO XLI
También Julio visitó a los Alvear. Y a la salida se había dirigido a la calle del Pavo, a la Logia. La primera reunión desde que había sido puesto en libertad. Cada miembro tenía su llave, de modo que abrió por su cuenta la puerta de la escalera. Subió al primer piso y entró. Todos los Hermanos le esperaban en el Atrio, donde se hallaba una mesa con el Libro Registro.
El coronel Muñoz, alto y esquelético, al verle, sin perder un instante, firmó en el libro, se puso los guantes blancos y se dirigió a la pieza contigua, al Taller. Todos le imitaron. Julio con guantes blancos parecía un gran señor, algo irónico, de sutiles intenciones. Cada uno se colgó del cuello su mandil, símbolo del Trabajo -Mandil de babero levantado en los grados de Aprendiz y Compañero, liso en el grado de Maestro-. Los Maestros eran el coronel Muñoz, el comandante Campos y un desconocido, que exhibía cordones azules.
El coronel Muñoz se dirigió al fondo semicircular de la pieza -Oriente-; subió los tres peldaños y se instaló en el sillón presidencial -Venerable- ante una mesa en la que se veían un candelabro de tres brazos, el martillo de ritual, una escuadra, las Constituciones Masónicas y un pequeño puñal reluciente. Julio recordó muy bien cuando, en el ceremonial de recepción, la acerada punta de este puñal tocó su piel, exactamente en el lugar del corazón, y una voz solemne le conminó a guardar los secretos de la Logia, so pena de «ver su cuello cortado, su lengua arrancada del paladar, el corazón echado a las arenas del mar en un sitio que el mar cubriera y descubriera dos veces al día, y su cuerpo reducido a cenizas y las cenizas dispersas en la superficie del suelo». A la derecha del coronel Muñoz tomó asiento el comandante Campos, siempre de mal humor, y a su izquierda el desconocido de los cordones azules. Frente a ellos, en un paralelogramo trazado con yeso en el suelo, se instalaron, en simples sillas, a la izquierda, los Aprendices: director del Banco Arús, doctor Rosselló, Antonio Casal; a la derecha, los Compañeros: Julio García, arquitecto Ribas, arquitecto Massana, y otros hermanos hasta el número de trece.
El Templo, de forma rectangular, era modesto; sin embargo, los arquitectos decoradores Massana y Ribas lo habían dotado de cuanto prescribía la Ley. Dos columnas a la entrada, simbolizando las dos que sostenían el Templo de Salomón. La de la izquierda, columna JAKIN, «fuerza activa», principio masculino, fecundante; la de la derecha, columna BOAZ «en la fuerza», principio femenino, fecundado. Las paredes pintadas de azul, el techo representando la bóveda celeste y estrellada, con el Sol naciente y la Luna menguante. Un cordón a modo de friso daba la vuelta al Templo, simbolizando la unión entre todos los Hermanos masónicos del mundo. Tres ventanas -Oriente, Mediodía y Occidente-, pues si los Aprendices vivían aún en la oscuridad, la presencia de Compañeros y Maestros justificaba la entrada de luz exterior.
En la pared presidencial, sobre la cabeza del coronel Muñoz, los arquitectos Massana y Ribas habían trazado un triángulo. Un ojo en el centro de este triángulo simbolizaba la Conciencia que dirige, la Prudencia que observa y prevé, el Bien que fija el Mal para vencerle. En el suelo, en la parte izquierda del paralelogramo, ocupada por los Aprendices, habían sido dibujados un martillo -principio activo-, un pedazo de piedra bruta -principio pasivo- y un cincel. En la parte ocupada por los Compañeros, sólo un martillo y un cincel: la piedra bruta ya no era necesaria. En el centro, un compás, una regla y multitud de lágrimas rojas rodeando el ataúd de Hiram, mártir en la construcción del Templo del Salomón.
El martillo del coronel Muñoz declaró abierta la reunión, que no era solemne ni mucho menos. No se iniciaba a ningún miembro, nadie recibía un grado superior. Simplemente se celebraba la liberación de los H… Julio García, Massana y Ribas -Compañeros- y a su vez éstos deseaban mostrar su agradecimiento por la solidaridad de que la Logia les había dado pruebas. Otro importante motivo de la reunión era la presentación a la Logia, del H… Maestro don Julián Cervera, nuevo Comisario en la provincia de Gerona.
Julio García, al oír estas palabras, quedó estupefacto. Que el Comisario nombrado a raíz de los hechos de Octubre fuera masón, con grado de Maestro, le pareció algo magnífico, de buen agüero, lo mismo en el terreno individual que en el de la ciudad, e indiscutiblemente un gran triunfo de la Hermandad.
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