Chris Stewart - El loro en el limonero

Здесь есть возможность читать онлайн «Chris Stewart - El loro en el limonero» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El loro en el limonero: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El loro en el limonero»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Las vidas de Chris, Ana y su hija Chloë continúan en su cortijo El Valero. Un loro algo misántropo se colará en la familia, la chica lleva adelante su vida escolar en el pueblo, montan el teléfono, los vecinos siguen con sus algo locas historias de amor y pendencias, y de golpe descubren que su amado valle quizás esté una vez más bajo la amenaza de ser sumergido por la construcción de una presa.
Al mismo tiempo comienza la vida literaria de Chris y, tras el éxito de su primer libro Entre limones, los periodistas hacen el sendero del aislado cortijo hasta golpear inesperadamente su puerta y él hace recuento de su anterior vida: los duros tiempos en que iba a esquilar ovejas a Suecia (cruzando mares helados para llegar a remotas granjas); su primera toma de contacto con España para aprender a tocar la guitarra flamenca a los 20 años; o su ilustrísima carrera musical, primero como batería de un grupo escolar llamado Genesis (expulsado a los 17 años, nunca hubiera podido ser un Phil Collins) y con su paso por el circo de Sir Robert Fossett. Nuevos e irresistibles episodios de una historia entre limones.

El loro en el limonero — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El loro en el limonero», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Daamaas y caballeeroos -chilló André-. ¡La in-creíii- ble, guapísimaaaa y dés-lumbranteee… Sé-yoritaaa Sereeee- naaa BAAARONDONIII!

– Aquí viene, Ken… ¡KEN!… ¡«Brasil»!

Serena entró a grandes zancadas en la pista con una mirada de intensa determinación y un rictus de sonrisa en un silencio sepulcral. Se puso a dar vueltas para ofrecer a una parte mayor del público el honor de lo que era a la vez una sonrisa y una expresión de pocos amigos. Continuaba reinando el silencio.

– Ken, está en la pista – ¡¡«BRASIL»!!

– ¡Vale, Chris, vale ya! -Ken empezaba a irritarse. La partitura se había quedado de lado y así no la podía leer. Por fin los primeros acordes inseguros de «Brasil» salieron a todo volumen del órgano, pero era demasiado tarde. Serena ya se había atado la cuerda y, con una mirada asesina en dirección a la plataforma de la orquesta, empezaba a trepar con toda la elegancia que su musculoso cuerpo permitía.

– «Llévame a la luna», Ken, ¡por el amor de Dios, hombre!

Ken seguía tocando «Brasil» despreocupadamente. Serena ya había trepado hasta la mitad de la cuerda cuando la melodía cesó bruscamente y Ken se puso a buscar a tientas. Tras un largo silencio comenzó a tocar «Llévame a la luna».

De nuevo era demasiado tarde. Serena, ya solo una pequeña figura brillante allá arriba en los endebles trapecios, estaba preparándose para saltar al vacío desde el columpio. Esto requería un silencio sobrecogedor, roto por un largo y vigorizante redoble de tambores que aumentara la tensión y el pavor. ¡ ¡ ¡ RrrrRRRATATATATA-CHÍN!!! Pero la tensión de algún modo fue estropeada por las notas de «Llévame a la luna» sonando cansinamente tras el crescendo de tambor.

– Bueno, Ken, ya está en el columpio. ¡¡Dale con todas tus fuerzas a «La Danza del sable»!!

En ese momento yo dejé el órgano para seguir los balanceos, caídas y volteretas del número de Serena: RRRATA- PLÁN, CHIN CHIN PUM, RATAPÚM CHIN PUM, CHIN CHIN PUM… tin tin titín. Mientras tanto el órgano seguía vomitando «Llévame a la luna», antes de que sobreviniera un silencio seguido por las primeras roncas y titubeantes notas de «La Danza del sable» que surgían del instrumento de Ken, mientras la pobre Serena se movía a toda velocidad de un lado para otro entre los aros y las barras en lo alto de la carpa.

Finalmente el desdichado número tocó a su fin y Serena agarró la cuerda para deslizarse lentamente hasta el serrín de la pista: la música de «There's no business líke show business» empezó a salir a trompicones del órgano.

– ¡No, Ken, por Dios santo! Todavía está ahí arriba, tiene que ser «Llévame a la luna» otra vez.

– Ay, lo siento, Chris, ¿en dónde se habrá metido eso ahora? -y de nuevo se sumergió para rebuscar entre el montón de partituras que recubrían el órgano. Serena siguió deslizándose por la cuerda en silencio, con el único acompañamiento del ruido de las bolsas de patatas fritas, el parloteo de los niños y el lejano zumbido del generador.

– Mamá, ¿por qué está tan enfadada esa señora? -se oyó que decía la voz de un niño pequeño de la primera fila. La respuesta fue apagada por Ken al iniciar una frenética repetición de «Llévame a la luna». Pero era demasiado tarde. Serena salió indignada de la pista.

– Olvídalo, Ken, ya se ha ido.

Pero no, Ken continuó batallando a pesar de todo, hasta acabar de tocar «No business like show business » y ahogar así el comienzo del «Daamaas y caballeemos…» de André.

– De veras lo siento mucho, Chris -me dijo Ken más tarde.

Me ablandé.

– No te preocupes, Ken, las cosas mejorarán con la práctica…

Pero por supuesto no lo hicieron. Sucedía a diario, los sábados dos veces al día y, a medida que fueron pasando las semanas, yo me encontraba en constante enfrentamiento con el pobre Ken. En una ocasión hasta le arrojé un palillo de tambor durante un espectáculo, incidente provocado por Ken al dejar caer al suelo todo un montón de papeles en mitad de un número de los Hermanos Voladores Manzini, una troupe de acróbatas italianos temperamentales y, en mi opinión, potencialmente homicidas.

Los Hermanos estaban dando vueltas a la pista a gran velocidad, como una docena de ellos amontonados unos encima de otros sobre una bicicleta de una rueda, cuando de pronto la música se detuvo. Entonces se oyó un juramento ahogado procedente de la plataforma de la orquesta, el absurdo sonido de los tambores repiqueteando solos y, mientras, los Hermanos Voladores Manzini girando como bólidos alrededor de la pista en silencio. Y siguieron dando vueltas, tan frescos como una lechuga pero lanzando mentalmente cuchillos a la plataforma. Dieron una vuelta más. Aunque no soy ningún adivino, tenía la extraña sensación de que tanto Ken como yo debíamos evitar andar de noche por detrás de la carpa, especialmente por la zona de detrás del camión del generador, en donde los gritos pueden ser camuflados con bastante facilidad.

El Circo Fossett viajó por todo el norte de Inglaterra y buena parte de Escocia; Leeds, Halifax, Rochdale, Liverpool, Wallasey, Preston, Carlisle, Glasgow, Kilmarnock. Llegué a conocer todos los baños públicos con sus cubículos alicatados, sus enormes bañeras y sus brillantes grifos de latón que relucían como si fueran controles de antiguos barcos de vapor, y fui iniciado en los bares que frecuenta la gente del circo. Pero lo que mejor recuerdo son los largos trayectos los domingos de madrugada, después de haber recogido la carpa al final de la segunda función el sábado por la noche.

Desmontar el circo, viajar y volver de nuevo a montarlo era como una batalla. En cuanto el público empezaba a salir en fila el sábado por la noche, notabas una repentina disminución de la tensión en la carpa a medida que los vientos iban siendo aflojados alrededor de todo su perímetro y los encargados de carpa comenzaban a sacar del suelo las estacas de hierro de seis pies de longitud. Los encargados de carpa, una heterogénea pandilla de forajidos y fugitivos, eran lo más bajo dentro de la jerarquía circense -pero todos, hasta los artistas principales, echaban una mano en la operación de desmontar la carpa y recoger.

Eran necesarias un par de horas para abatir la gran carpa, que a continuación se plegaba en unos rollos de lona increíblemente pesados y aparatosos y se cargaba junto con sus gigantescos postes en los remolques. Los animales del circo -que en aquel entonces incluían leones y tigres, elefantes, un pobre camello viejo, una llama y un par de avestruces- eran apiñados en sus remolques, listos para el viaje. Todos los asientos, las casetas, los tablones y los postes, los vientos y banderines, las vallas y los cables, las luces, la pista, las cuerdas y barras, los aros y los trapecios, las escalas y los cabrestantes, tenían que ser cargados y amarrados a sus respectivos remolques. Y todo ello se hacía en plena noche, la mayoría de las veces bajo una lluvia torrencial.

A las tres o las cuatro de la madrugada todo estaba ya recogido y colocado, los remolques enganchados a los tractores y el convoy listo para partir. Entonces era el momento para tomarse una sopa y una taza de té, todo en silencio ya excepto por el estruendo del enorme generador que hacía funcionar las luces. A continuación el generador se paraba por fin y los restos del campamento se sumían en un maravilloso silencio. Nos subíamos a la cabina del vehículo que nos había sido asignado -yo conducía la furgoneta de la carne- y salíamos con un sordo zumbido de motores por las puertas del parque.

Éramos gente de circo, y uno de los aspectos de esta vida que más me gustaban era este avanzar lentamente bajo cortinas de lluvia durante las pocas horas de noche que quedaban, escuchando el estruendo y el chirrido de las gigantescas máquinas de carretera junto con el incesante golpeteo de los limpiaparabrisas. Los faros iluminaban la señal de carretera a través de la lluvia: Kilmarnock 50. A nuestro ritmo de avance eso suponía cuatro horas o más. Borrachos de sueño, desplomados en nuestras cabinas, éramos el circo que entraba en la ciudad.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El loro en el limonero»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El loro en el limonero» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El loro en el limonero»

Обсуждение, отзывы о книге «El loro en el limonero» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x