Sonreí por primera vez desde el principio de la conversación.
– De acuerdo. Si la señora Fox las considera aceptables, yo también. ¿Saben coser?
– Creo que no, pero pueden ayudarle a llevar la casa y tal vez pueda enseñarles unos mínimos de costura. En cualquier caso, es muy importante que tenga claro que estas muchachas no deben saber a qué se dedica usted clandestinamente, así que tendrá que ingeniárselas para que la ayuden, pero sin identificar nunca ante ellas el objeto de su interés en que le traduzcan lo que no logre entender. ¿Otro cigarrillo?
Volvió a sacar la cajetilla de Craven A, volví a aceptarlo.
– Me las arreglaré, no se preocupe -dije tras expulsar con lentitud el humo.
– Prosigamos entonces. Como le he dicho, nuestro interés fundamental es mantenernos al tanto de la vida social de los nazis en Madrid. Pero, además, nos interesa conocer su movilidad y los contactos que tienen con Alemania: si viajan a su país y con qué propósito lo hacen; si reciben visitas, quiénes son los visitantes, cómo piensan recibirles… En fin, cualquier tipo de información adicional que pudiera resultarnos de interés.
– ¿Y qué tendré que hacer con esa información, si es que la consigo?
– En cuanto al modo de transmitirnos los datos que logre captar, hemos estado pensando largamente al respecto y creemos haber dado con una manera de comenzar. Quizá no sea la forma de contacto definitiva, pero pensamos que vale la pena ponerla a prueba. El SOE utiliza varios sistemas de codificación con distintos niveles de seguridad. No obstante, antes o después, los alemanes acaban reventándolos todos. Es muy común utilizar códigos basados en obras literarias; poemas, especialmente. Yeats, Milton, Byron, Tennyson. Bien, nosotros vamos a intentar hacer algo distinto. Algo mucho más simple y, a la vez, más apropiado para sus circunstancias. ¿Sabe lo que es el código morse?
– ¿El de los telegramas?
– Exacto. Es un código de representación de letras y números mediante señales intermitentes; señales auditivas, por lo general. Tales señales auditivas, sin embargo, tienen también una representación gráfica muy sencilla, a través de un simple sistema de puntos y breves rayas horizontales. Mire.
De su maletín sacó un sobre de tamaño mediano y de éste extrajo una especie de plantilla de cartón. Las letras del alfabeto y los números del cero al nueve se repartían en dos columnas. Junto a cada uno de ellos aparecía la correspondiente combinación de puntos y rayas que los identificaban.
– Imagine ahora que quiere transcribir una palabra cualquiera; Tánger, por ejemplo. Hágalo en voz alta.
Consulté la tabla y emití el nombre codificado.
– Raya. Punto raya. Raya punto. Raya raya punto. Punto. Punto raya punto.
– Perfecto. Visualícelo ahora. No, mejor póngalo sobre papel. Tenga, use esto -dijo sacando un portaminas de plata del bolsillo interior de su chaqueta-. Aquí mismo, en este sobre.
Transcribí las seis letras siguiendo de nuevo la tabla:
– Estupendo. Ahora mírelo con atención. ¿Le recuerda a algo? ¿Le resulta familiar?
Observé el resultado. Sonreí. Claro. Claro que me resultaba familiar. Cómo no iba a resultarme familiar algo que llevaba haciendo la vida entera.
– Son como puntadas -dije en voz baja.
– Exactamente -corroboró-. Ahí es a donde yo quería llegar. Verá, nuestra intención es que toda la información que tenga que transmitirnos sea encriptada mediante este sistema. Obviamente, habrá de afinar su capacidad de síntesis para expresar lo que quiere decir con el menor número de palabras posible, de lo contrario cada secuencia sería interminable. Y quiero que lo disfrace de tal modo que el resultado simule un patrón, un boceto o algo de ese estilo: cualquier cosa que pueda asociarse con una modista sin levantar la menor sospecha. No es necesario que sea algo real, sino que lo parezca, ¿me comprende?
– Creo que sí.
– Bien, vamos a hacer una prueba.
Sacó del interior del maletín una carpeta llena de hojas de papel blanco; tomó una, cerró la carpeta y la colocó sobre la superficie de piel.
– Imagine que el mensaje es «Cena en la residencia de la baronesa de Petrino el día 5 de febrero a las ocho. Asistirá la condesa de Ciano con su marido». Después le aclararé quiénes son estas personas, no se preocupe. Lo primero que tiene que hacer es eliminar cualquier palabra superflua: artículos, preposiciones, etcétera. De esta manera, acortaremos el mensaje considerablemente. Vea: «Cena residencia baronesa Petrino 5 febrero ocho noche. Asiste condesa Ciano y marido». De veinticinco palabras hemos pasado a trece, un gran ahorro. Y ahora, después de la depuración de términos sobrantes, vamos a proceder a la inversión del orden. En vez de transcribir el código de izquierda a derecha tal como es lo común, vamos a hacerlo de derecha a izquierda. Y empezará siempre por el ángulo inferior derecho de la superficie con la que trabaje, en sentido ascendente. Imagine un reloj que marca las cuatro y veinte; imagine después que el minutero empieza a retroceder, ¿me sigue?
– Sí; déjeme probar, por favor.
Me pasó la carpeta, la coloqué sobre mis muslos. Cogí el portaminas y dibujé una forma aparentemente amorfa que cubría la mayor parte del papel. Circular por un lado, recta por los extremos. Imposible de interpretar por el ojo no experto.
– ¿Qué es eso?
– Espere -dije sin alzar la vista.
Terminé de perfilar la figura, clavé la mina en el interior del extremo inferior derecho de la misma y, en paralelo al contorno, fui transcribiendo las letras con sus signos en morse, sustituyendo los puntos por rayas cortas. Raya larga, raya corta, raya larga otra vez, ahora dos cortas. Cuando acabé, todo el perímetro interior de la silueta estaba bordeado por lo que parecía un inocente pespunteo.
– ¿Listo? -preguntó.
– Todavía no. -Del pequeño costurero que siempre llevaba en el bolso saqué unas tijeras y con ellas recorté la forma dejando un borde de apenas un centímetro a su alrededor.
– Ha dicho que quería algo asociado con una modista, ¿no? -dije entregándosela-. Pues aquí lo tiene: el patrón de una manga de farol. Con el mensaje dentro.
La línea recta de sus labios apretados se fue poco a poco transformando en una levísima sonrisa.
– Fantástico -murmuró.
– Puedo preparar patrones de varias piezas cada vez que me comunique con usted. Mangas, delanteros, cuellos, talles, puños, costados; dependerá de la longitud. Puedo hacer tantas formas como mensajes tenga que transmitirle.
– Fantástico, fantástico -repitió en el mismo tono sosteniendo aún el recorte entre los dedos.
– Y ahora tendrá que decirme cómo se lo voy a hacer llegar.
Aún se tomó unos segundos para seguir observando mi obra con un ligero gesto de asombro. La depositó finalmente en el interior de su maletín.
– De acuerdo, sigamos. Nuestra intención es que, si no hay contraorden, nos transmita información dos veces por semana. En principio, los miércoles a primera hora de la tarde y los sábados por la mañana. Hemos pensado que la entrega deberá realizarse en dos sitios distintos, ambos públicos. Y en ningún caso mediará el menor contacto entre usted y quien la recoja.
– ¿No será usted quien lo haga?
– No, siempre que pueda evitarlo. Y, sobre todo, nunca en el lugar asignado para las entregas de los miércoles. Difícil lo tendría: hablo del salón de belleza de Rosa Zavala, junto al hotel Palace. Ahora mismo se trata del mejor establecimiento de ese tipo en Madrid o, al menos, del más reputado entre las extranjeras y las españolas más distinguidas. Deberá hacerse clienta asidua y visitarlo con regularidad. En realidad, es muy deseable que llene su vida de rutinas de manera que sus movimientos sean altamente previsibles y parezcan del todo naturales. En ese salón hay una estancia nada más entrar a la derecha donde las clientas se despojan de sus bolsos, sombreros y ropa de abrigo. Una de las paredes está por completo cubierta de pequeños armarios individuales donde las señoras pueden dejar esas pertenencias. Usted utilizará siempre el último de estos armarios, el que hace ángulo con el fondo de la estancia. En la entrada suele haber una muchacha joven no excesivamente espabilada: su trabajo consiste en ayudar a las clientas con sus enseres, pero muchas de ellas se encargan de hacerlo solas y rechazan su ayuda, así que no resultará anormal que usted lo haga también; déjele después una buena propina y quedará contenta. Cuando abra la puerta de su armario y se disponga a dejar en él sus cosas, ésta tapará su cuerpo casi por completo, de manera que se intuirán sus movimientos, pero nadie podrá ver nunca lo que hace y deshace dentro de él. En ese momento, será cuando se encargue de sacar lo que tenga que hacernos llegar, enrollado en forma de tubo. No le llevará más que unos segundos. Deberá dejarlo en la balda superior del armario. Asegúrese de empujarlo hasta el fondo, de manera que nunca sea posible detectarlo desde fuera.
Читать дальше