Fernando Schwartz - El Desencuentro

Здесь есть возможность читать онлайн «Fernando Schwartz - El Desencuentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Desencuentro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Desencuentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La historia de África Anglés es la historia de una mujer casada a los diecisiete años con un donjuán descarado y chulesco. Durante la guerra civil le nace una hija justo cuando su marido la abandona por una querida más dada a la lujuria que ella. A partir de ese momento será la suya una vida normal, semejante a la de miles de mujeres españolas aplastadas por el peso de las convenciones. Sin embargo, un paréntesis en esa monótona existencia se abre con su estancia, durante tres años, en México, pe-ríodo clave que marcará para siempre el resto de sus días. Desgarrado relato de amor y desencuentros, esta espléndida novela recuerda con nostalgia escenas familiares de la protagonista tanto en Madrid como en México. Aparecen por sus páginas personajes llenos de contradicciones, de humor, de ternura, de rabia y de soledad. Pero también el amor nos sorprende y nos atrapa con dos historias paralelas, casi contemporáneas, que se rozan una y otra vez, pero que jamás llegan a coincidir. Esta novela ha obtenido el Premio Planeta 1996.

El Desencuentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Desencuentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Siempre me ha parecido que no sólo eras la persona que más me conocía sino la que mejor me entiende y la que más me quiere. La única que verdaderamente me entiende y que tu corazón, siendo tan grande como es, se habrá compadecido del mío. Y entonces, para que no te quede duda, para que sepas de verdad cómo soy por dentro, he decidido hacerte llegar esas explicaciones sobre las cosas de mi vida como las veo y como las he vivido, no como las interpretan los demás. No como las interpretaba el abuelo o tu propia madre o incluso Martita. Siempre he sido una persona dócil (no me hago ilusiones sobre eso) y por eso, en vez de estallar como una bomba en esas comidas de Las Rozas en las que no se hablaba de nada serio y en las que se daba por supuesto que la tía África era una inculta un poco tonta aunque, eso sí, graciosa sobre todo cuando se tomaba un vaso de vino, me reía y me callaba. ¿Nunca te fijaste cómo el abuelo a veces hablaba de mí y de mi vida como si yo no estuviera delante? Así soy de insignificante para todos. ¡Pues no!

Pero tú no eres de los que violas. Alguna vez hay que ser capaz de poner la propia vida en las manos de alguien, pase lo que pase, porque si no, el peso es demasiado. Y el peso de lo que llevo dentro es demasiado para mí. Tengo cincuenta y cuatro años y (te vas a reír) mi capacidad de vivir está intacta, mis ganas de divertirme son las mismas que las que tenía a los diecisiete, mi [aquí hay varias palabras tachadas] sed de amor, eso ¿por qué no de decirlo?, mi sed de amor sigue siendo igual que cuando no amaba o aún no había aprendido a amar. ¿A quién contárselo mejor que a ti, mi pequeño chamaco, al que he visto crecer desde que no levantaba un palmo del suelo hasta convertirse en un hombretón hecho y derecho, con el corazón bien puesto en su sitio?¿Quién mejor que tú, si es a ti a quien se lo debo?

¡Oh, chamaco, te quiero tanto! Te manda el beso más fuerte del mundo tu

África

P.D.: El cuaderno que te adjunto es el que contiene el diario. Me hubiera gustado más que fuera un libro de esos encuadernados en piel con una tira de cuero que se cierra con una llave pequeña de las que llevan al cuello las heroínas de novelas trágicas, pero no tenía dinero y me fue más fácil comprar un cuaderno de colegio. Lo siento. Otro beso fuerte, A.

20 de Mayo de 1973

Querido Javier:

Estás pasando unos días en Madrid. Has venido de Nueva York a darte un paseo por los madriles, dices tú, y a ver toros de San Isidro. Me has invitado a la última corrida de feria y me ha hecho una ilusión bárbara. Mañana iremos. Hace días también íbamos a ir, pero no sé por qué, antes de bajarnos a Madrid (¿sabes? Me había puesto un camisero que sé que te gusta mucho, para parecer más joven y que no te diera vergüenza llegar a la plaza con una antigualla), hacía una tarde maravillosa y me propusiste dar un paseo por el jardín. Había tiempo. Y abajo, cerca de la rocalla, en el banco que hay detrás de los rosales grandes al fondo del jardín, de pronto, no sé por qué, nos sentamos y nos pusimos a charlar. Me preguntaste por mi vida, me preguntaste si no me aburría mucho y luego me dijiste que si no hubieras sido mi sobrino me habrías propuesto escaparnos a París como dos enamorados. Me escandalicé mucho y casi me levanté del banco, pero luego me dio la risa y me dije ¿por qué no tengo derecho a soñar? Y seguí la broma. Además, como era una broma, no comprometía a nada y encima no me obligaba a contarte cosas de mí que no quería contarte, que me daba reparo contarte. ¿Quién eras tú para hacerme preguntas y recibir confidencias mías? ¿Por qué iba yo a querer hacer el ridículo ante ti?

Luego, al día siguiente, volviste a subir a Las Rozas y volvimos a sentarnos en nuestro banco y hablamos un poco más. Bueno, te conté algunas cosas de Canarias y de mi matrimonio. Eran pocas cosas, pero despertaron en mí las ganas de confiar en ti. Y te dije algunas cosas más, sin llegar a hacerte confidencias grandes. Pero me volví a preguntar por qué no iba a tener derecho a soñar. Nunca he soñado. Y entonces decidí empezar este diario para contarte las cosas mías de verdad. No sé lo que acabaré haciendo con él; sólo sé que es mi forma de charlar contigo sin barreras ni tapujos y que lo más probable es que un día lo queme para que desaparezca y no quede ni rastro de él. Igual que yo.

¿Sabes por qué te llamo «chamaquito»? Siempre me has tomado el pelo por cómo se me pegaron muchos dejes mejicanos y éste fue uno de ellos. Es curioso. Lo recuerdo perfectamente: el día que llegaba en tren desde Vigo, ¡hace veintitrés años!, os vi a todos en la estación, allí arremolinados esperándome, y la primera persona a la que distinguí fue a ti. Ya ves lo que son las cosas. Y me pareciste tan espigado y tan rubio, tan guapo a tus doce añetes, que me salió del corazón bautizarte allí mismo como «chamaquito». Mis ocurrencias para poner motes se acaban en seguida. Soy así de tonta. Se me ocurren de uno en uno y muy de tarde en tarde. Sé bien que debería haber pensado en algo para Martita (incluso «chamaquita») antes que para ti, pero fuiste el primero, el primero en el que instintivamente vi consuelo. ¡Y venía tan triste! No lo sabías, claro, pero fue así. Me parece que desde entonces a Martita nunca se le han quitado los celos. Siempre ha creído que te quería más a ti que a ella.

28 de mayo de 1973

Esta tarde te he dicho que nunca he sido feliz. Es una exageración, claro, porque como cualquier persona normal ha tenido momentos de felicidad. Ya sabes, coqueteando en Tenerife, bailando en el Casino, siendo despreocupada de muy jovencita. En Méjico también tuve momentos, incluso largos momentos de felicidad. Pero cuanto más largos eran, más me daba la impresión de que estaba haciendo algo malo, de que estaba pecando y de que debería pagar por ello. Yo no tenía derecho a la felicidad, no sé por qué, pero de eso estaba convencida desde que me casé. O sea, que las veces que fui feliz me entraba un sentimiento de culpa horroroso. Ya sabes que siempre he sido muy religiosa. Pues compensaba mis instantes de felicidad con mucha penitencia, rezando fervorosamente en misa, desgranando un rosario detrás de otro, con lo aburridos que son. Me confesaba mucho y siempre encontraba algo grave de que acusarme. Claro que también encontraba siempre a un cura dispuesto a echarme la regañina y a ponerme centenares de padrenuestros y avemarías como penitencia por mis graves desatinos. ¡Vaya con los desatinos! ¡Si era más inocente que un cubo! ¿Sabes qué durante muchos años, pese a lo coqueta que soy, me dio vergüenza ponerme desnuda en el cuarto de baño? Fíjate que me da vergüenza hasta escribírtelo ahora. Pero, como es mi diario, mi charla con mi chamaquito que nadie conoce, me voy a quitar la vergüenza. Me parecía pecado mirarme yo sola los pechos y pensar que eran bonitos. Y lo eran, ya ves, separados por el caminito real [aquí hay nue vamente algunas palabras tachadas e ilegibles]. Ea, ya está dicho. Para que veas las cosas que es capaz de pensar y de decir tu tía África. Pero entonces creía que todo aquello era tan perverso que me concentré en lo único que me parecía inocente: mi cara. Habrás visto que siempre me la he maquillado con gran cuidado y que también me he ocupado muchísimo de mis manos. Eran, según mi código tan escrupuloso, lo único que podía enseñar de mí.

Me fui a Méjico después de una larga batalla con papá. Él no quería que lo hiciera porque para hacerlo, tenía que dejarme a Martita atrás y a él le parecía que no podía ir una por la vida dejando de cumplir con la obligación. Y mi primera obligación era cuidar de mi hija, sobre todo porque el miserable de mi marido no nos pasaba ni un céntimo. ¡Todo se lo gastaba en francachelas con el abogado de la Rota al que después hacía chantaje! Tenía razón papá, sobre todo porque si yo me iba, quien se tendría que ocupar de mi hija sería él. Y yo no tenía derecho a pedirle una cosa así. Pero al abuelo eso no le importaba; lo que le importaba era que yo fuera una mujer decente, pero no sólo eso, sino que además lo pareciera. Y yo me defendía recordándole que mi primera obligación era el futuro de Martita. No sé para qué repito todo esto si ya te lo he contado de palabra esta tarde. Pero, bueno, así queda escrito. ¡Tengo tanto tiempo!

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Desencuentro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Desencuentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Fernando Schwartz - Vichy, 1940
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - El príncipe de los oasis
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - El Engaño De Beth Loring
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - Al sur de Cartago
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - La Venganza
Fernando Schwartz
Fernando Schwartz - El Peor Hombre Del Mundo
Fernando Schwartz
Kristina Schwartz - Gefesselte Lust - Teil 2
Kristina Schwartz
Adán Calatayud Espinoza - Crónicas del desencuentro (02-13)
Adán Calatayud Espinoza
Eduardo Álvarez Tuñón - El desencuentro
Eduardo Álvarez Tuñón
Отзывы о книге «El Desencuentro»

Обсуждение, отзывы о книге «El Desencuentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x