Carmen Rigalt - Mi corazón que baila con espigas

Здесь есть возможность читать онлайн «Carmen Rigalt - Mi corazón que baila con espigas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Mi corazón que baila con espigas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Mi corazón que baila con espigas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Finalista Premio Planeta de Novela 1997
Siempre había pensado que si alguna vez me separaba de Ventura sólo me llevaría el cuadro de las espigas. Es lo único que tenía cuando me casé y lo único que quisiera llevarme cuando me descase. Mi corazón siempre ha bailado con las espigas de ese cuadro que adquirí al ganar mi primer sueldo. En realidad no es un cuadro, sino una copia de otra copia, pero en sus colores están contenidos todos los vaivenes emocionales que he sufrido en los veinte años de mi última existencia, el entusiasmo, los nervios, el amor innecesario, la ternura y, al fin, esa desazón que se ha apoderado de mí y me hace sentir como si tuviera el cuerpo burbujeando en alka-seltzer.` Así es Fidela, una mujer a la deriva en el ancho mar de los sentimientos, en un mundo y un ambiente en los que apenas hay lugar para ella. Sólo el tórrido romance que mantiene con un hombre casado consigue proyectarla más allá dé su desazón cotidiana y la invita a pasar revista a su azarosa vida. El resultado es un relato vibrante y arrollador en el que las relaciones afectivas de la vida familiar cobran vida propia y se convierten en puntos de referencia de nuestras propias vidas.

Mi corazón que baila con espigas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Mi corazón que baila con espigas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Empecé a hacer un repaso de nuestra vida cotidiana, de aquellos obstáculos que se interponían en el proyecto conyugal de todos los días, y los anoté en un cuaderno como si fueran un cúmulo de agravios susceptibles de evaluación. No eran grandes cosas, porque las grandes cosas no existen, sino detalles sin categoría, pequeñas tribulaciones domésticas que fluían a través de la rutina y que sólo adquirían peso en su conjunto, en la suma de todas ellas y en el azote que infligían a la convivencia. Las enumeré a solas porque cuando había intentado discutirlas con él siempre había salido mal parada. Qué digo mal, fatal: Ventura me apabullaba con sus réplicas, los argumentos se volvían contra mí y al final su factura resultaba más abultada que la mía. No soporto a Ventura, pensé, aunque quizás procedería decir que no soporto el agobio de los días junto a él, ese tormento menudo que gotea como la cisterna del baño de Marius y me perfora el cerebro. No soporto su altanería, sus razonamientos impecables, esas frases contundentes que pronuncia mientras me dedica una mirada mineral con el cuerpo al bies, siempre como a punto de dar media vuelta y desaparecer. No soporto a Ventura en su íntimo contexto, de puertas para adentro del matrimonio, cuando yo me empeño en formar parte de sus actos y él se empeña en arrojarme de su vida a empujones.

No soporto a Ventura, me parece que ya ha quedado claro. No soporto las manías que ha acumulado a lo largo de los años y que le han convertido en uno de esos monstruos que tanto le gusta dibujar y que no son sino marcianos como él, homínidos de patas cortas y manos grandes con un ojo aplastado en medio de la frente. Cuando lo conocí, sus monstruos iluminaban las cartas y a mí me parecían versiones libres de Cupido que apuntaba hacia mi corazón. En aquellas cartas Ventura hablaba de todo menos del amor, y yo las leía una y otra vez buscando señales, destellos de su interés por mí, pistas que me ayudaran a identificar un sentimiento inicialmente frágil y escurridizo. Ya entonces Ventura era un hombre que no se concedía debilidades y cerraba el paso a cualquier tentación de ternura. Tenía miedo a que yo invadiera su intimidad y me adueñara de ella, pero en esa actitud siempre se abría una herida, una pequeña fisura que me permitía asomarme a sus sentimientos y acariciar los espacios que dejaban las palabras no pronunciadas. Todavía ahora, en algunos momentos de flaqueza, me asalta la vaga caricia del hombre atormentado que se agazapa detrás de los silencios para vivir a salvo de las emociones. Ventura no quiere ser descubierto, esconde los afectos como yo escondo mis dudas; uno y otro caminamos en distintas direcciones para no encontrarnos, hasta que cualquier día nuestros cuerpos tropiezan en el último recodo del pasillo y entonces saltan chispas y nos decimos que estamos hartos o furiosos y todas esas cosas que se dicen las personas cuando no están hartas ni furiosas pero lo piensan. Ventura y yo tenemos miedo a rozarnos y desmoronar nuestras respectivas corazas, sobre todo él, que siempre se finge impávido y ausente, dispuesto a salir de mi vida con alas de hielo.

Tampoco soporto su mal afeitado. Ya sé que es una tontería, pero no lo soporto. En la curva que forma su óvalo por la parte derecha del rostro, justo en el reborde inferior de la mandíbula, cerca ya de la oreja, siempre se deja una isleta de pelos rebeldes que nadie, salvo yo, se atreve a afearle. A veces, cuando sale de casa y hurga en el bolsillo de la americana para buscar las llaves del coche, yo me planto frente a él y se lo digo: vas mal afeitado. Es como si le enfrentara a un espejo cuya imagen se resiste a identificar, pero Ventura desoye mi advertencia, lleva un cargamento de folios pinzados bajo el sobaco y continúa buscando la llave en los diferentes compartimientos de su indumentaria. Nada por aquí, nada por allá. Vas mal afeitado, insisto. Con un poco de suerte no me responde, encuentra la llave y sale de casa mientras yo me dirijo a la cocina para terminar el café. Allí reanudo otro ritual que día a día se repite con prodigiosa exactitud. En cuanto acerco la taza a los labios observo que la puerta de la nevera está entreabierta y me levanto a darle el empujoncito necesario para que ajuste. También en eso Ventura resulta reincidente, nunca cierra la puerta de la nevera con la mano, se limita a darle un pequeño empujón con el codo sin acompañarla hasta el final. Lo hace por las mañanas cuando quiere la mantequilla, por las noches cuando tiene ganas de tomarse una cerveza, cuando no tiene ganas de nada y le apetece husmear, incluso cuando no le apetece husmear y simplemente repite una serie de movimientos mecánicos. Abrir la nevera es un movimiento mecánico, como abrir la correspondencia del banco, conectar la cadena de música y dejar a la Callas en reñida competencia con un concurso de televisión, olvidar un cigarro en el único cenicero de plata que hay en el salón o encerrarse en el baño con un prospecto publicitario para estimular sus funciones fisiológicas a través de la lectura.

Pero si no soporto que deje la puerta de la nevera abierta o que se afeite mal, menos soporto que se siente a la mesa cuando la comida ya está fría, o que todas las mañanas, después de salir de la ducha, olvide el albornoz sobre la cama, yacente como un cadáver mojado. Ventura pertenece a esa clase de hombres que siempre necesitan a una persona tras ellos. No nació señorito, y sin embargo lo es, aunque incurra con ello en contradicciones estéticas que le inducirían a odiarse si pudiera verse desde fuera como yo lo estoy viendo ahora. También hay en él una suerte de complacencia por la chapuza. No es extraño que presuma ante sus amigos de echarle mucha cebolla a la paella, de no limpiar nunca el coche por dentro o de ser capaz de dormir con las mismas sábanas durante todo el mes de agosto, como ya hizo aquella vez que me marché con Marius y Rocco a la playa y convirtió la casa en un territorio alfombrado de libros y cascos vacíos. Lo peor, con todo, es su incontenible afición por sentarse a la mesa cuando la cena ya está fría. Supongo que se trata de una de sus muchas formas de hacerse desear. Ventura espera el momento de la cena (Marius tampoco está, porque Marius ha aprendido de él y también remolonea) para desarrollar una incontenible capacidad de trabajo, en especial trabajo de correspondencia bancaria, modalidad que entronca con su afición por la numerología. Abre sobres, comprueba saldos, rompe papeles, busca resguardos, compara, acumula, se imbuye de seriedad matemática y de vez en cuando me mira de reojo para hacerme responsable de algún desliz en la tarjeta de crédito. Cuando Ventura se sienta por fin a la mesa, yo he terminado de cenar, los huevos fritos tiritan de pena junto a unas laminillas de panceta, y la ensalada, que hace unos minutos lucía abullonada y eufórica, se desmorona de pura flacidez. Es entonces cuando a él le entra la prisa por inquirirme sobre determinadas menudencias económicas, menudencias que descontrolo porque yo necesito lápiz y papel para ejecutar mi conciencia presupuestaria. No soporto, digo, que en trance tan doméstico Ventura ponga a prueba mi memoria intentando averiguar determinado gasto abultado, pues lo único que se abulta en tal circunstancia es la digestión, aunque el telediario haya empezado ya a ocupar los sonidos de la noche y los murmullos de Ventura queden relegados al papel de música de fondo.

No soporto. O sea, no soporto que me llame neurótica y vanidosa. Lo soy, pero detesto que me lo recuerde de forma tan continua. Cuanto más me lo dice, peor. Más crece mi engolamiento y mayor se vuelve mi excitación. No creo además que a estas alturas pueda enmendar mis defectos y convertirme en una mujer apacible o risueña. Yo soy la que más me sufro. Me gustaría estar libre de presunciones, ser independiente y vivir una existencia donde las flaquezas no constituyan una representación teatral para nadie, ni siquiera para mí, que con tanta frecuencia me veo condenada a ser mi propio espectáculo. Ventura protesta porque a fin de cuentas mi ordenada neurosis choca con su desordenada frialdad, como mi verborrea choca con su cerrazón, mi insomnio con su facilidad para dormir, mi adicción al microondas con su odio al menaje culinario, y mi querencia al estatismo televisivo con su dependencia del mando a distancia. Ése ha sido a menudo un motivo de discusión mucho mayor que el que constituyó, en los albores de nuestra convivencia, la tapa del váter, es decir, las salpicaduras urinarias que Ventura vertía sobre ella. Ventura era incapaz de limpiarla, pero yo era incapaz de asumir aquellos chorretones de pis con júbilo de recién casada, y no podía comprender que mi amor por él incluyera también la necesidad de amar las huellas de sus jugos íntimos. Nuestras primeras trifulcas matrimoniales fueron, pues, bastante prosaicas y estuvieron desposeídas de romanticismo, si bien ninguno de los dos lo reconoció jamás, ya que nuestra altanería nos impidió llevar la discusión a terrenos tan prosaicos. Lo del mando a distancia, sin embargo, superó con creces el debate de la tapa del váter y el asco que desde entonces anidó en mi pituitaria. El mando a distancia, además, se prestaba a un debate más universal, a la dialéctica del poder doméstico y a toda la sarta de manifestaciones que el machismo ha reproducido en la tribu familiar a lo largo de la historia. El mando a distancia nos hizo más disquisitivos, pero también más infelices. Cuando me di cuenta de que las teorías no aportaban un mísero rayo de luz a nuestras depauperadas noches televisivas, decidí actuar. Día tras día, antes de que Ventura llegara a casa y se dirigiera al altar de la tele, yo escondía el mando a distancia. Al principio bastaba con sepultarlo debajo de uno de los almohadones del sofá, pero Ventura en seguida descubrió el truco y se entregó al placer de desbaratar el tresillo y dejar el salón como si se hubiera librado en él una batalla. Opté entonces por guardar el mando en el bolso, esconderlo detrás del tarro de las lentejas o meterlo en el vientre de la lavadora, como un día que se me olvidó, puse el programa de la ropa blanca y el aparato saltó en pedazos, con todos los numeritos tintineando en el bombo. Ahora ya no me divierte esconderlo. Ventura sigue sin comprender que me guste la publicidad, y que en los intervalos de las películas alcance el éxtasis contemplando a esas chicas que anuncian martinis o coches todoterreno. Las chicas salen del mar y tienen los muslos salpicados de gotitas de agua, y los coches todoterreno atraviesan un paisaje de dunas achatado por el sol. Todo tiene color de verano, y a mí el verano me hace caricias en el cuerpo, así que me dejo invadir por la frescura azul del agua, y después imagino que me tiendo en el desierto, que seguramente es el desierto de Arizona, y el sol me lame el rostro con lengua de oro. Cuando ya empiezo a tener calor y toda mi tensión muscular descansa en el sofá, me sobresalta un repentino cambio de imágenes. Es Bette Davis que hace de mala en una película con muchas negruras o un periodista de la CNN que informa desde Tel-Aviv. Ventura ha cambiado de canal y a mí se me cruzan los cables. No lo soporto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Mi corazón que baila con espigas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Mi corazón que baila con espigas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Mi corazón que baila con espigas»

Обсуждение, отзывы о книге «Mi corazón que baila con espigas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x