Jaime Bayly - La Mujer De Mi Hermano

Здесь есть возможность читать онлайн «Jaime Bayly - La Mujer De Mi Hermano» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Mujer De Mi Hermano: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Mujer De Mi Hermano»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Creo que mi mujer se está acostando con mi hermano, piensa Ignacio. Tiene treinta y cinco años y se pasa el día trabajando, es banquero. Lleva nueve años casado con la bellísima Zoe, a quien irrita comprobar que su marido le hace muy poco caso. En cuanto a Gonzalo, el hermano de Ignacio, se dedica a la pintura y es un seductor nato; y aunque su cuñada le gusta, ha decidido no intentarlo «por respeto a su hermano». De momento… Pero el triángulo está servido. Y es una bomba que va desencadenar secretos familiares, el furor contenido de los celos, la fuerza ingobernable del deseo…, y también la melancolía del desamor. Todo ello, narrado a un ritmo trepidante, en una historia que es a la vez tierna y descarada, tragicómica. El Jaime Bayly más deslumbrante.

La Mujer De Mi Hermano — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Mujer De Mi Hermano», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¡Imposible! ¡Tú sabes perfectamente que es estéril!

– Estéril, claro: tremendo maricón es lo que es.

– Cállate, Gonzalo. No sigas. Me estás haciendo daño.

– ¿Y tú no me haces daño a mí cuando me despiertas y me asustas con un embarazo falso? ¿Qué mierda te crees? ¿No te das cuenta de que me estás jodiendo el día, que no voy a poder pintar, que me estás llenando de angustia sólo porque te encaprichas y no sabes estar sola?

– No pensé que te molestaría tanto. No entiendo por qué tienes tanto miedo a que esté embarazada.

– ¡No entiendes! -vuelve a patear la silla y la mira con desprecio-. ¡Porque no quiero tener hijos! ¡Y menos contigo, que eres la esposa de mi hermano! ¿No entiendes eso?

– Sí, lo entiendo -balbucea ella-. Y me da mucha pena.

– ¿Qué te da pena? ¿Qué te da pena?

Gonzalo se acerca a la cama y la mira, amenazador.

– ¿Qué te da tanta pena? ¿Que no seamos la jodida familia feliz?

– No -lo desafía ella con la mirada-. Que seas tan cobarde.

– Puede que yo sea un cobarde, pero tú estás más loca que una cabra.

– Mejor vete, Gonzalo.

– Sí, me voy. Pero quiero decirte algo. No creo que estés embarazada. Pero si lo estuvieras, recuerda bien que me engañaste, que confié en ti, que no me puse un condón porque me dijiste que no era necesario.

– Lo recuerdo.

– Y quiero que sepas que, si estás embarazada, lo que me parece imposible, no puedes tenerlo, simplemente tienes que abortar.

Zoe calla, lo mira tristísima, lo odia por ser tan cobarde y egoísta.

– ¿Entiendes? -sube la voz él.

– Entiendo -dice ella, abatida.

– Así que ya sabes: o me llamas para decirme que no estabas embara-zada, o me llamas para contarme que ya abortaste. No hay otra opción. ¿Está claro?

– Sí, Gonzalo. Está claro. Ya puedes irte. Déjame en paz.

– Eso me pasa por tirarme a una loquita de mierda -dice él, y camina hacia la puerta-. Deja de llorar, anda al médico, hazte un examen y luego me llamas. Mientras tanto, no me jodas más y déjame en paz, que necesito pintar y olvidarme de ti.

– Te llamaré, no te preocupes. Lamento haberte molestado tanto. Anda tranquilo.

– ¡Qué ganas de joderme la vida, por Dios! -se queja Gonzalo, y se marcha, cerrando la puerta con cierta brusquedad.

Cómo pude pensar que este tipo me quería, piensa Zoe, desolada, llorando. Es peor que su hermano. Es un miserable, un cobarde. Si estoy embarazada, ¿qué voy a hacer, Dios mío?

Ignacio ha decidido no volver a subir a la habitación donde cree que su mujer está haciendo el amor con su hermano. Durante diez o quince minutos, no se ha movido del asiento de su automóvil, en ese parqueo subterráneo, agonizando con sus dudas, peleando con su orgullo, tratando de encontrar una salida digna a la inesperada humillación que le ha traído el azar esa mañana. Por fin, ha creído hallar un plan de venganza y recién entonces ha puesto en marcha su vehículo.

Conduciendo con deliberada lentitud, sin saber bien adónde ir, llama a su oficina, desde el celular del auto, y da instrucciones a su secretaria para que envíe, cuanto antes, un hermoso arreglo de flores, el más caro y refinado que pueda encontrar, a la habitación setecientos trece del hotel que acaba de abandonar.

– ¿Qué quiere que diga la tarjeta? -pregunta ella. Ignacio elige cuidadosamente las palabras que encierran su calculadísima venganza:

– «Querida Zoe: ¡Muchas felicidades! Cuenta conmigo para lo que quieras. Saludos a Gonzalo y un abrazo para ti con el cariño de siem-pre, Ignacio.»

La secretaria toma nota del mensaje y, algo sorprendida, lo lee en voz alta para que Ignacio le confirme que, en efecto, debe escribir ese breve texto en una tarjeta que acompañe a las flores para Zoe.

– Perfecto -dice Ignacio, cuando ella termina de leer-. Así está bien. Ni una palabra más.

– Las ordeno en seguida, señor.

– Las más lindas, las más caras, ya sabes -le recuerda Ignacio-. Y que las envíen de inmediato. Es muy urgente.

– En media hora a más tardar estarán en el hotel, señor.

– Estupendo. Muchas gracias. Yo te llamo más tarde. Tengo que hacer un par de cosas fuera de la oficina.

Ignacio cuelga el teléfono y sonríe. Les voy a dar una lección a la puta de mi mujer y al traidor de mi hermano, piensa. Los imagina recibiendo las flores, desnudos en la habitación, los rostros descompuestos por la amarga sorpresa de saberse pillados; los imagina nerviosos, avergon-zados, leyendo una vez más el texto que Ignacio ha dictado; los ima-gina sintiéndose unos canallas, sabiéndose inferiores a él, reconociendo en esas flores y esas palabras cariñosas una lección de grandeza moral, inteligencia y astucia que él les ha dado en ese momento crucial. Ignacio sonríe y continúa conduciendo su automóvil. Soy, después de todo, mejor que ellos, piensa. Esas flores son sólo una manera de recordárselo. Me seguiré vengando así: demostrándoles que su traición no me afecta, no me roza siquiera, no me impide ser feliz. Me vengaré así: sonriendo como sonrío ahora.

Gonzalo pinta furioso. Agobiado por un persistente dolor de cabeza, incapaz de relajarse, las manos tensas, vuelca su rabia y ansiedad sobre el lienzo, se venga de Zoe retratándola borrosamente como una mujerzuela loca y fea. No puede estar tranquilo, camina por su taller como un poseso, siente la boca reseca y bebe por eso mucha agua. Cuando tiene ganas de orinar, no va al baño: sale a la terraza y orina en la maceta de una planta bastante descuidada. Luego regresa al cuadro y sigue pintando, al tiempo que piensa en Zoe con amargura, lamentándose de haber caído en lo que ahora ve como una trampa. No debí acostarme nunca con ella, se dice. Fui un imbécil. Debí imaginar que ella podía enamorarse, perder la cabeza, soñar con tener una familia conmigo, cobrarse la revancha de tantas infelicidades con Ignacio. Zoe no me quiere: odia a Ignacio y se venga de él conmigo. Zoe no me quiere: quiere un hijo y yo soy un buen semental. Si está embarazada y se aferra tercamente a tener al bebé, estoy jodido. No voy a poder seguir pintando. Va a ser un escándalo tan devastador que tendré que largarme de esta ciudad, lejos, donde nadie pueda dar conmigo. Ignacio no me lo perdonaría jamás. Me destruiría. ¡No puede ser que esté embarazada! ¡Tiene que ser un error! ¡Cómo fui tan estúpido en metérsela sin condón! Nunca debí confiar en ella. Todas las mujeres son iguales. Eso me pasa por idiota.

Ignacio cierra los ojos y disfruta intensamente del masaje que esa mujer obesa le da en la espalda. En lugar de ir al banco, ha decidido obsequiarse una mañana de pequeños placeres corporales, acudiendo a un exclusivo club privado del que es socio, como todos los directores del banco. Luego de sudar en la sauna, darse unos baños de vapor y entonarse con un chorro de agua helada en la ducha española, ha entrado al cuarto de masajes, donde, cubierto apenas por una toalla amarrada en la cintura, se ha echado sobre una colchoneta y, los ojos cerrados, el cuerpo laxo, ha esperado que las manos de la masajista recorran vigorosas su espalda. No habla con ella, no le gusta que le hagan preguntas: la mujer ya sabe que, cuando se ocupa de atender a Ignacio, debe hacerlo en riguroso silencio y esmerándose por masa-jearlo con más fuerza de la que emplea habitualmente. Reaccionando a los dedos de esa mujer que se hunden como punzadas en su espalda y le producen una sensación de dolor y placer a la vez, Ignacio ahoga un gemido y piensa que esos masajes pueden llegar a ser incluso más placenteros que el sexo rutinario al que solía entregarse con su esposa. Ahora la masajista retira la toalla y golpea con sus manos, de un modo acompasado, las nalgas de Ignacio, nalgas muy blancas y lampiñas, nalgas de las que él, secretamente, se siente orgulloso, pues cree que su trasero, siendo firme y sin vellos, puede verse atractivo. Mientras la masajista hunde sus dedos, suaviza la presión, frota apenas con un extremo de sus manos, junta las nalgas como si las aplaudiera, Ignacio esboza una sonrisa vagamente perceptible, los ojos cerrados, el cuerpo en reposo, y piensa en otras manos recorriendo sus nalgas, y se deleita recordando que su mujer debe de estar recibiendo las flores que le envió, y dice para sí mismo: no la necesito para ser feliz, más placer me da esta gorda masajista que Zoe en la cama, me ha hecho el favor de mi vida dejándome solo. Luego piensa: esta gorda es la mujer perfecta: no habla, no la veo, cobra barato y sabe dar placer. Ignacio sonríe con una felicidad que atribuye por completo al hecho insólito de sentirse libre, feliz, deliciosamente cínico y orgulloso de sí mismo. He convertido una mañana de mierda en una mañana feliz, piensa. Mi vida está cambiando de una manera extraña y sorprendente. Lo mejor que ha hecho Zoe en todos estos años conmigo es dejarme. Ahora estoy solo y me siento condenadamente bien. Si esta gorda sigue trabajá-ndome las nalgas con tanta destreza, la voy a nombrar directora del banco.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Mujer De Mi Hermano»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Mujer De Mi Hermano» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Mujer De Mi Hermano»

Обсуждение, отзывы о книге «La Mujer De Mi Hermano» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x