Mercedes Salisachs - Goodbye, España

Здесь есть возможность читать онлайн «Mercedes Salisachs - Goodbye, España» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Goodbye, España: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Goodbye, España»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Novela que retrata la vida de la reina Victoria Eugenia y aporta nuevos datos acerca de la vida de esta soberana, de la que se cumplen 40 años de su muerte.

Goodbye, España — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Goodbye, España», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Sobre todo necesitaba hablar con Alfonso, tenerlo al lado, contagiarle mi dolor. Los dolores compartidos siempre disminuyen los flagelos de las tristezas. Pero Alfonso no estaba en Madrid. Mi tío Eduardo había muerto y el rey de España se había desplazado a Londres para asistir al funeral. Pienso ahora que la amabilidad que había desplegado Alfonso durante mi enfermedad era debida a cierto amago de remordimiento que podía experimentar cuando una de las niñeras de nuestros hijos, Beatriz Noon, dio a luz una niña que, según todos los indicios, era también hija de mi marido. A pesar de todo, yo me resistía a dar como verídico lo que me empeñaba en considerar rumores malintencionados. No podía admitir que aquel bello romance, gestado en Biarritz y realizado luego en Madrid, se hubiera convertido en un vertedero de desilusiones. Todavía esperaba. Todavía cedía a la esperanza de recobrar lo que a todas luces era ya una guerra perdida.

Nació nuestra hija Cristina, nació Juan y nació aquel niño que, siendo un punto final en mi difícil oficio de madre, fue también un nuevo principio de aquel terrible maleficio que estigmatizaba a nuestro primogénito.

Lo supimos enseguida. Gonzalo era de nuevo el vértigo de lo que no puede remediarse, de lo que no admite quejas ni soluciones.

Por aquella época Bee y su marido Ali se habían instalado en España tras obtener los indultos requeridos y recuperar las prebendas retiradas.

El regreso de mi prima fue para mí como recobrar un apoyo que, siendo vitalicio, los torpes manejos políticos me lo habían escamoteado.

Bee, desde la infancia, había sido como un segundo yo que jamás podía fallarme.

Tenerla de nuevo en Madrid suponía notarme apoyada y custodiada. Con ella era fácil abrir mis cajas de caudales internas y volcar (sin miedo a ser traicionada) todo lo que desde que me había casado iba sucediendo.

Aunque dominante, Bee sabía escuchar. Opinaba y me facilitaba desfogarme a gusto. La devoción que decía experimentar por su marido era la mejor garantía de que jamás iba a traicionarme.

Alguna vez Alfonso, cuando le hablaba de ella con entusiasmo, se retraía como si mis alabanzas y puntos de vista positivos lo molestaran. Era difícil para mí comprender aquella extraña actitud. No admitía que mi marido se hiciera el remolón cuando yo le exponía mis incondicionales opiniones relacionadas con Bee.

«Es buena, es inteligente, sus dibujos y pinturas la definen», le insistía yo a Alfonso. «Además, su sentido del humor puede con todo lo que amenaza descargar malas intenciones.»

Pero Alfonso no reaccionaba. Permanecía impasible. Incluso producía la impresión de que mis constantes halagos dedicados a mi prima lo molestaban.

Consternada por la terrible noticia relacionada con mi recién nacido hijo, Gonzalo, le pedí a Bee que no me dejara sola, que su presencia era para mí mucho más que un apoyo. Era también mi confidente, mi fuerza moral.

Especialmente, cuando tuve noticia de la muerte de mi hermano Mauricio, al poco tiempo de empezar la guerra de 1914. Ni un solo día Bee se separó de mi lado. Incluso su forma de tratarme era distinta. Ya no pretendía ser la primera en todo. Antes al contrario, sumisa y desplegando amabilidad, no dejaba de ofrecerse para ayudarme a salir a flote y restaurar con sus demostraciones de afecto los frecuentes batacazos que, a medida que mi familia aumentaba, no cesaban de perforar cada vez más el hueco que nos iba separando a mi marido y a mí.

Bee me tranquilizaba: «No te preocupes, Ena. Alfonso te sigue queriendo. No debes hacer caso a los rumores de la nobleza. Son envidias. Puras envidias».

Era imposible aceptar lo que ella aseguraba. Pero también era imposible imaginar que, tras aquellas afirmaciones, pudieran esconderse intenciones con trayectorias erróneas. Por entonces Bee y su marido se alojaban en El Pardo. Y nuestros contactos eran prácticamente diarios.

El Pardo constituía nuestro lugar de encuentro por aquellas fechas. En cuanto podía me dirigía allí para montar a caballo con ella, disertar sobre el pasado y confiarle, sin el menor reparo, mis interioridades de aquel presente que, a mi entender, iba siendo cada vez más oscuro y preocupante. No obstante, Bee parecía feliz. Por fin su marido, Ali, cumplía ya el sueño de llevar a su hijo Álvaro sentado sobre sus rodillas para pilotar con él el avión desde el aeródromo de Cuatro Vientos.

La mayor ilusión de Ali era volar, realizar proezas más allá de lo normal. Era su forma de sentirse importante ante su propia mujer.

No podría asegurar cuándo surgió aquel leve brote de sospecha relacionado con Bee. A veces el tiempo transforma los recuerdos y los hechos se deforman en imágenes falseadas.

Las minucias se agrandan y los horizontes se achican. Saber la verdad en esas condiciones es como balancearse en columpios: se sube y se baja en sensaciones constantes pero distintas.

También resulta difícil saber cuáles fueron los hechos primeros que las dudas nos señalan.

En este mundo «querer saber con exactitud» lo que a todas luces son realidades supone siempre entrar en el terreno de las especulaciones. La realidad de todo es siempre un fragmento de algo. Pero se trata de un «algo» sin exactitudes.

Por eso cuando yo, tras el aborto que tuve y que me dejó postrada durante algún tiempo en la cama, me vi obligada a restringir nuestros constantes encuentros con los primos Orleáns, ni por asomo quise dejarme llevar por aquellos extraños y delimitados brotes de dudas.

Al contrario. Más de una vez le supliqué a Bee que tratara de acompañar a mi marido en los habituales paseos a caballo que en aquella época solíamos practicar los tres. Estaba convencida de que la única mujer que jamás podía traicionarme era ella.

Ni en sueños podía suponer que algún día tendría que enfrentarme con una Bee transformada en enemiga. Hubiera sido lo mismo que enfrentarme conmigo misma: cerrar todas mis salidas hacia mi propia fidelidad y, sobre todo, convertirme en una criatura despreciable.

Sin embargo, poco a poco, las continuas muestras afectuosas de Bee con los aliados incondicionales de Alfonso: Pepe Viana, Someruelos y Almodóvar, eran para mí pinchazos casi dolorosos que abrían zanjas difíciles de rellenar en mis seguridades afectivas y leales.

Viana y Bee eran ya grandes amigos. Mejor dicho: aliados. Juntos visitaban a menudo lugares destacados, como el estudio del pintor Pous, para admirar el retrato recién pintado de mi marido. O trataban de que las hijas de Viana se esmerasen en hacerme compañía o montar conmigo a caballo, como si el hecho de aceptarlas como compañeras asiduas garantizara oscuros manejos entre ambos.

También visitaban juntos el estudio del pintor Benedito, que a la sazón estaba realizando otro retrato de mi marido. Fue entonces cuando mi prima comenzó a parecerme de nuevo la mujer dominante de siempre, la que desde la infancia pretendía en todo momento ser la primera.

Lo comprendí cuando, al reponerme lentamente de mi aborto, comenzó a buscar excusas para alejarse de mí. Siempre surgía un motivo que le impedía acompañarme.

En cierta medida fue mi suegra la que de un modo indirecto, pero abogando en mi defensa, se encaró con mi prima para reprocharle valientemente ciertas formas de actuar que no encajaban en un comportamiento propio de una lealtad que yo consideraba sincera. Pero de ello tuve noticia más tarde.

Por aquellas fechas los primos Orleáns veraneaban con nosotros en el palacio de Miramar y, aunque con cierta tirantez, nuestro convivir era normal.

No obstante, mi suegra, aunque parecía impasible, no dejaba de darme a entender lo que según sus puntos de vista era totalmente perjudicial para nuestro matrimonio.

Comprendió pronto lo que yo únicamente intuía: Bee no sólo pretendía atraer al hombre que años atrás la había descartado como esposa, sino que no vacilaba en unirse a la larga lista de damas a mi servicio para conseguir del rey lo que yo estaba ya perdiendo como reina.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Goodbye, España»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Goodbye, España» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Goodbye, España»

Обсуждение, отзывы о книге «Goodbye, España» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x