– O sea, que tienes dos hijos, en breve cumplirás cuarenta y sigues así. ¿Dentro de tres años seré como tú? Estoy preocupado. Muy preocupado.
– ¿Por qué? La de cosas que pueden cambiar en tres años. Podrías casarte, tener un hijo tú también, y probar con una extranjera… Puedes conseguirlo, venga, puedes alcanzarme, e incluso superarme. ¡Tú mismo lo has dicho! Con ese anuncio de Adidas: Impossible is Nothing. ¿Y vas a ser tú quien ponga trabas cuando se trate de ti? Venga, joder, puedes conseguirlo. ¿Vamos a tu casa? ¡Venga, préstamela sólo por esta noche!
– Pero ¿estás loco?
– ¡Tú sí que estás loco! ¿Cuándo me va a volver a tocar una rusa así? ¿Tú has visto lo guapa que es?
Alessandro se aparta un poco de la espalda de Pietro.
– Sí, desde luego…
– A que sí, a que es una tía de ensueño. Una rusa, piernas larguísimas. Mira, mira cómo come las cerezas… Imagina cuando se coma… -Pietro da un silbido mientras le pellizca de nuevo entre las piernas.
– Sí, el platanito. Venga, corta ya…
La rusa vuelve a reírse. Para intentar convencer a Alessandro, Pietro le enseña un sobre que lleva en el bolsillo interior de la chaqueta.
– Mira esto. Ya he acabado el informe del pleito aquel con la Butch & Butch. Volvéis a estar dentro. Tenéis una cláusula de prórroga que os lo garantiza por dos años más. Ésta es la carta certificada, venga, y eso que se supone que no debería enviarla hasta dentro de una semana. Y sin embargo te la doy ahora. ¿Estás de acuerdo? ¿Tú sabes lo bien que vas a quedar en la oficina? No serás el jefe, sino el gran jefe. Pero, a cambio…
– Sí, vale, me parece bien. Ven a mi casa a tomar algo. Y también invito a… -Alessandro señala a la rusa.
– ¡Bravo! ¡¿Te das cuenta de que contigo las negociaciones siempre acaban bien?!
– Sí, pero no te vayas a creer que esto es como en El último beso . Yo no me quiero meter en vuestros líos, ¿entiendes? Con Susanna te las apañas tú, a mí no me metas en medio.
– ¿Que me las apañe? Nada más fácil. Le diré que me he quedado en tu casa hasta tarde. Es la verdad, ¿no?
– Sí, sí… la verdad…
– Además piensa en lo buena que debe de estar. Al contrario que la ensaladilla… Cerezas, plátanos y ella. Ésta es la auténtica ensaladilla rusa.
– Oye, ¿por qué en lugar de a la abogacía no te dedicaste al cabaret?
– ¿Y tú me escribirías los textos?
– Venga, te espero allí. Voy a despedirme de Alessia. Ah, por cierto…
– Sí, sí, lo sé, no debiera haberle dicho lo de Elena, pero lo he hecho por ti, te lo juro; ya verás como cuando te la tires pensarás en mí…
– ¡Qué voy a pensar en ti!
– De acuerdo, entonces cuando te la tires no pensarás en mí. Pero después lo pensarás mejor y acabarás comprendiendo que todo ha sido gracias a mí.
– No lo has comprendido. Yo no me pienso liar con Alessia.
– Perdona, pero ¿por qué no?
– No quiero tener líos en el trabajo.
– Perdona de nuevo pero ¿y con Elena entonces?
– Qué importa eso, ella entró a trabajar en la empresa después. Y además en otro departamento, totalmente aparte.
– ¿Y qué?
– Pues que Alessia es mi ayudante.
– Mejor que mejor, lo podéis hacer en el despacho. Es cómodo, ¿no? Os encerráis dentro y nadie os puede decir nada.
– Vale, lo haremos así. Muchas gracias desde ya, ¿de acuerdo? Voy a despedirme y nos vamos. Me estoy cansando.
Alessia está en el salón, conversando con una amiga.
– Adiós, Alessia, nos vamos. Nos veremos mañana por la mañana en la oficina. Nos ha convocado el verdadero jefe, pero no sé por qué.
– Bueno, mañana lo sabremos. -Alessia se pone en pie y le besa en ambas mejillas-. Adiós, y gracias por venir, me ha alegrado mucho. Saluda de mi parte a tu guardaespaldas…
– Más bien mi pregonero. Lo llevo conmigo a propósito, por si me olvido de explicar alguno de mis problemas a alguien…
Alessia echa la cabeza hacia atrás y extiende los brazos como diciendo «¡Venga, no se lo tengas en cuenta!».
Educadamente, Alessandro se despide también de la muchacha que está en el sofá quien, a modo de respuesta, se limita a alzar el mentón y a esbozar una sonrisa.
Ya no queda nadie por allí de quién despedirse. Bien, Alessandro se dirige hacia la puerta de la casa. Al final del pasillo se encuentra a Pietro con la rusa. Pero no están solos.
– ¿Y ellas?
Junto a Pietro hay dos chicas casi idénticas a la devoradora de cerezas.
– Me ha dicho que sin sus amigas no viene. Venga, sólo vamos a tomar algo. Y además, perdona, pero ¿no son vuestras modelos? ¿No son para la campaña que estáis haciendo ahora? Las elegiste tú mismo.
– Correcto, pero las elegí para trabajar.
– Qué exagerado eres. No sé si sabes que, hoy en día, mucha gente se lleva trabajo a casa.
– Ah, muy bien. ¿Y se supone que mientras tú trabajas yo tengo que conversar con las otras dos? Si vinierais vosotros solos yo me podría ir a dormir. Mañana tengo que madrugar, en serio, tengo una reunión importante. Venga, no, no se puede.
– Como de costumbre, he pensado en todo. ¡Mira!
Andrea Soldini aparece tras la espalda de Pietro.
– Así pues, ¿nos vamos? -Para asegurarse, abraza a una de las rusas y sale del apartamento delante de Pietro. Éste mira a Alessandro y le guiña un ojo.
– ¿Has visto? Él se ocupará; Soldini, un animador nato. Estaba en la mesa que estaba a la derecha de la de Elena -dice Pietro guiñándole a su vez un ojo a Alessandro.
– Sí, lo sé.
– Ah, ¿te acordabas de él?
– ¿Yo? No, pero me lo ha dicho él.
Se van todos, junto con una bolsita de cerezas que Pietro se ha metido en el bolsillo de la chaqueta a escondidas. Salen del edificio y se suben al coche.
– ¡Demonios! Este Mercedes es verdaderamente bonito. Es el nuevo ML, ¿verdad? -Andrea se pone a tocarlo todo, después empieza a saltar divertido en el asiento de delante-. ¡Y además es muy cómodo!
Pietro se sienta entre las chicas.
– Sí, el coche no está nada mal… pero estas dos son de fábula, de veras… Y además mirad. Nada por aquí… et voilá! -Y se saca una botella de passito de la chaqueta, ¡todavía frío y con la botella casi llena!-. Aquí tenéis. -Saca unos vasos del otro bolsillo-. Disculpad que sean de plástico. En la vida no se puede tener todo; sin embargo, es necesario aspirar a ello, porque la felicidad no es una meta sino un estilo de vida…
Alessandro conduce y lo mira por el espejo retrovisor.
– ¿A quién has oído eso?
– Siento decírtelo. A Elena.
Elena. Elena. Elena.
– ¿Hablabas a menudo con ella?
– Por trabajo, sólo y siempre por trabajo, yo trabajo mucho. -Después, en broma, Pietro lleva una mano entre las piernas de una rusa, pero sin tocarla. Apenas la roza. Levanta la mano como si hubiese encontrado algo-. Et voilá ! -Abre la mano-. ¡Una auténtica cereza! ¡He ahí por qué soy tan dulce! -Y se la ofrece a la otra muchacha rusa sentada a su lado, que se la come gustosa y ríe.
– Hummm, buena.
Pietro levanta una ceja.
– La noche promete.
– Perdona, Alessandro, vamos a tu casa, ¿no? -Alessandro le hace un gesto afirmativo a Andrea-. ¿Y qué dirá Elena cuando te vea llegar con estas tres cerecitas?
Pietro se echa hacia delante y le da una palmada en el hombro izquierdo.
– ¡Bravo! ¡Ésta sí que es buena! -Después intercambia una mirada con Alessandro en el retrovisor y se contiene-. Ejem, una observación muy apropiada. ¿Qué respondes?
– Elena está en viaje de trabajo y regresará dentro de dos días.
Читать дальше