– Sí, debería haberlo imaginado -añadió Cyprian, casi sin aliento.
– La norma -le recordó ella cuando parecía a punto de plantear la cuestión de los papeles y «lugares» un poco más tarde, al acercarse ya a Beogrado- es que no hay normas.
Y más o menos en ese instante, y por accidente, claro, Cyprian captó la mirada de Reef.
– Que no se te ocurran ideas raras -dijo Reef en un tono inme_diatamente hosco.
– La verdad es que tienes un culo atractivo -musitó Cyprian-, del tipo musculoso y tirando a pequeño…
– Mierda -dijo Reef negando con la cabeza-. Se me ha acabado el apetito. A ver si os aclaráis los dos, voy al salón de fumadores, a echar_me un purito.
– Pues aquí tienes un bonito panetela -Cyprian no pudo evitar el comentario- a tu entera disposición.
– ¿Eso? Eso ni siquiera es un Craven A. -Y Reef se fue indigna_do, pero ni de lejos tan irritado como fingía. Porque Yash tenía razón, claro. No había normas. Ellos eran quienes eran, y punto. Desde hacía cierto tiempo, cada vez que Yash y él follaban cara a cara, ella se las componía para echar la mano hacia atrás y meterle un dedo, mierda, a veces hasta dos, allí mismo, bien adentro, y a él le parecía que no siem____________________bías pensado, dirigiéndose a troneras que nunca habías imaginado…presa que veías por el rabillo del ojo volviendo hacia ti para chocar en ángulos imprevistos, desde bandas en las que a veces ni siquiera hañaban, pero aparte había que esperar carambolas, massés y bolas sorba cómo sería si Cyprian se lo follaba a él para variar. Claro. No tenía por qué pasar, pero, bien pensado…, era como el billar, supuso, tenías los tiros directos, con los cortados y efectos laterales que los acompapre estaba tan mal. Y, para ser sinceros, de vez en cuando se pregunta
Y la verdad era que Reef, pese a lo mucho que hablaba, se había encariñado del chico. Había cabalgado con hombres cien por cien 'machos', de pelo en pecho, con los que resultaba infinitamente más difícil llevarse bien. Susceptibles, sentimentales ante cualquier tonte__ban a sus mujeres con lágrimas en los ojos mientras recogían el dinero, y si pasabas cierto tiempo en compañías así o acababas desarrollando una inmensa paciencia o te volvías violento.ría -música de cantina, historias de animales-, malvados que chulea
Lo que le sorprendía de este trío, lo que en realidad no entendía, era que seguía esperando sentirse celoso por algo, pues en el pasado se había portado siempre como un mezquino hijoputa cuando se da____________________cían entre murmullos, o los flâneurs que hablaban enjerga se sumían en el silencio y se les borraba la sonrisa de la cara, sabedores de que Cyprian había entendido cada una de sus palabras, pero sin ganas de averiguar hasta qué punto se las iba a tomar como algo personal.sionales que rondaban delante de los casinos, entre las sombras, esos que esperaban a los incautos y los pagados de sí mismos, se desvaneradamente, lo había visto abandonar la pose de histeria teatral que utilizaba en el día a día y mostrar un frío dominio de sí mismo: lo vio tensarse y respirar controladamente, mientras los acechadores profeprian? Pero a medida que lo iba conociendo, Reef vio que Cyprian sabía defenderse cuando era menester, y no todo tenía que ver con el Webley que Reef sabía que llevaba encima. Un par de veces, inespero, ¿cómo va a sentir celos un hombre de un mariquita como Cyrecer nunca. En el pasado habría pensado algo así como: bueno, clapado en vómitos, no siempre suyos. Pero entre ellos tres la cosa era distinta, los celos ni siquiera habían aparecido, es más, no podrían apana de una ventana, o dos cabezas juntas en una calesa a un kilómetro de distancia, había sido presa de un arrebato homicida por culpa de los celos. Y después se despertaba en cualquier antro con el pelo empadaba cuántas noches, el atisbar una lámpara que se apagaba tras la cortiban este tipo de situaciones con tres implicados, ni siquiera recor
En Beogrado se unieron al Profesor Sleepcoat y su grupo, que in__lumna llamada «Misceláneos» y cuyos detalles el Profesor Sleepcoat no acababa de recordar.cluía al técnico Enrico, las estudiantes voluntarias Dora y Germain, y un contable llamado Gruntling que estaba allí debido a la insistencia de la Universidad, que no quería que se repitieran los excesos en el presupuesto del último viaje, la mayoría de ellos anotados en la co
En Sofía se bajaron en el andén de la Tsentralna Gara y se encon____________________levar Knyaginya Mariya Luiza, que parecía lleno de perros callejeros y bebedores en diferentes fases de peizaban la ciudad. Al entrar, Cyprian contempló entristecido el busos, las mezquitas y las casas bajas habían dado paso a una cuadrícula de calles amplias y diáfanas y de obras públicas a gran escala que eurotraron con una ciudad re-imaginada tras los treinta y pico años que habían pasado desde la expulsión de los turcos: los callejones sinuoenvenenamiento etílico.
– Antes era mucho peor -le tranquilizó el Profesor-. Arthur Symons la llamó la calle más espantosa de Europa, pero de eso hace mu_cho, y todos sabemos lo sensible que es Arthur.
– Tiene algo de Omaha -le pareció a Reef.
Al día siguiente, Gruntling acudió al banco y se quedó hasta la hora de cierre, y luego el grupo se encaminó hacia el norte, a las colinas.
Cada mañana, el contable sacaba una bolsa de levas búlgaras de plata y extraía veinticinco.
– Esto es sólo una libra -se quejaba el Profesor.
– Muy bien -decía Gruntling pasándole las monedas-, pues en_tonces esto es un kilo. Procure no gastarlo todo en el mismo sitio.
– Son cinco dólares -dijo Reef-, no sé de qué se queja.
La mayoría de los desembolsos eran en monedas más pequeñas, stotinki de níquel y bronce, para las coñudas durante el viaje -kebabcheta, banichka, palachinki, cerveza- y para pagar algún sitio donde dor__trarse un niño dispuesto a girar la manivela que movía el dispositivo de grabación mediante un reductor y un volante que suavizaba las variaciones de tono.mir por las noches. Por unos pocos stotinki, también podía encon
– Es como mover el fuelle del órgano de la iglesia en el siglo pa__nimos no habríamos tenido a Bach.sado -le pareció al Profesor Sleepcoat-, Sin todos esos pilluelos anó
Comentario que le hizo merecedor de una mirada de Yashmeen, quien en otras circunstancias le habría preguntado dulcemente en qué medida creía él que la cultura occidental había dependido a lo largo de toda la historia de ese tipo de trabajo vergonzosamente mal pagado. Pero no se trataba de una discusión que ya nadie tuviera tiempo ni ganas de mantener.
Un anochecer que el Profesor seguía fuera trabajando hasta tar__ven voz de tenor. Al principio lo tomó por un típicode, escuchó a lo lejos, en el valle, a alguien que cantaba con una jo kanástánc de porqueros transilvanos que habría llegado hasta ahí salvando cordi____________________nes, por el Tiempo personificado como un demiurgo y servidor de la Muerte. Y el equipo de grabación, claro, y Enrico estaban en la posada. Pero en realidad no era necesaria ninguna grabación, porque los dos cantantes habían repetido la canción varias veces, hasta bien entrada la noche, para que se grabara en los surcos de la memoria del Profesor Sleepcoat, justo al lado de los dedicados a los lamentos, las penas y demás.dra caliza esculpida con fantasía, a lo largo de incontables generacioción, como si Orfeo se la hubiera cantado a Eurídice en el Infierno, llamándola allá abajo entre vapores embriagadores, por cursos de agua que retumbaban helicoidalmente, levantando ecos entre la pievarse mediante una iniciativa al menos tan metafísica como la cantantes fuera mayor que la anchura del valle, algo que sólo podía salse cuenta, y por eso fue capaz de percibir, bajo el sonido, una intensa conciencia de pérdida, como si la distancia que separaba a los cancida, que había pasado antes de que tuviera ocasión siquiera de darrecho a cantar, inevitablemente recordó su propia juventud ya feneres de cabras, y sus palabras eran en un dialecto del barrio de los campesinos de Sofía cantadas en una melodía frigia que el Profesor nunca había oído, y que supo que jamás volvería a oír, no, al menos, de ese modo, sin mediación e inmune al Tiempo. Y como lo poco que pudo entender fueron palabras que sólo los jóvenes tenían dequeño vahe, a veces antifonales, otras juntas, en armonía. Eran pastolongó el crepúsculo, las dos voces cantaron de un lado al otro del pelleras y siguiendo cursos fluviales, pero al instante respondió otra voz joven, de una gama más aguda, de chica, y durante lo que se pro
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