En las festividades que acompañaron a la partida, los amoríos, la embriaguez y la locura se adueñaron de todo; tantas puertas de pasi____________________jar aquella bitaciones equivocadas, que la oficina de De Decker, declarándolas oficialmente Ocasión para el Delito, envió al hotel a cuantos agentes pudo librar, entre ellos a Piet Woevre, quien hubiera preferido traballos se abrían y cerraban, tantos invitados entraban y salían de las hanoche para fines más siniestros. En cuanto vio a Woevre, Kit, suponiendo que iba a ser objeto de un intento de asesinato, se di____________________do mismo, Edad Dorada.ducciones teatrales que intentaban reproducirlas tan fielmente como fuera posible se denominaron «farsas de las cuatro puertas», y el periollos tiempos era la textura cotidiana de las vidas de la gente. Las pronas se repitieron hasta mucho después de que anocheciera. En aquevocaron al doblar una esquina de un pasillo, se equivocaron también de puerta, gritaron y salieron de nuevo a la carrera. Este tipo de esceción era esencial, volvieron a entrar a hurtadillas en el hotel, se equita, los pañuelos, las revistas ilustradas y otros artículos cuya recuperarigió a la carrera al laberinto de escaleras y pasillos de la parte de atrás del hotel. Root Tubsmith, pensando que Kit intentaba escaquearse para no saldar la deuda de una apuesta que había hecho unas noches antes en el Casino, lo persiguió. Umeki, que había dado por supuesto que Kit y ella pasarían el día y la noche juntos, imaginó inmediatamente que había otra mujer en el cuadro, sin duda aquella furcia parisina otra vez, y se unió a la persecución. Mientras, Pino y Rocco, temiendo por la seguridad de su torpedo, salieron por piernas presas del pánico; Policarpe, Denis, Eugénie y Fatou, al reconocer varios rostros familiares entre los agentes de policía que atestaban todos los rincones, llegaron a la conclusión de que la largamente esperada operación contra los Jóvenes Congoleños había empezado, y saltaron por diversas ventanas bajas a la maleza, pero luego, al acordarse de las cucharitas de absen
Kit vagó de un lugar público a otro, se subió a tranvías, se sentó en cafés, intentando mantenerse en zonas iluminadas y entre el gentío. No vio indicios de ninguna emergencia en la ciudad, sólo la Garde Civique en su trajín habitual, con los buenos modales de siempre, y los cuaternionistas que divisó casualmente tampoco le parecieron más locos de lo normal; aun así, no pudo desprenderse de la temible certi_dumbre de que era el objetivo de fuerzas que deseaban su destrucción. Finalmente, le rescataron de su compulsivo deambular Pino y Rocco, que lo abordaron a eso de la medianoche junto a la Minque, o lonja de pescado.
– Volvemos a Brujas -dijo Rocco-. Luego puede que sigamos has_ta Gante. Por aquí hay demasiada policía.
– ¿Quieres que te llevemos? -se ofreció Pino.
Y así fue como Kit se encontró avanzada la noche, más tarde de lo que imaginaba que era, alejándose en torpedo por el canal, en di_rección a Brujas.
En algún momento de su veloz y alegre desplazamiento, los chi__más, no había luces de navegación a la vista.cos parecieron darse cuenta por fin de que era de noche y de que, ade
– No creo que nos persiga nadie -dijo Rocco.
– ¿Quieres reducir la velocidad? -dijo Pino.
– ¿Tenemos prisa por llegar a Brujas?
– Hay algo ahí delante. Más vale que aceleres por si acaso.
– Cazzo!
Sin saber cómo, habían dado un giro equivocado y ya no se en____________________lar o a un ritmo humano, más probablemente fruto de los carillones con mecanismos de reloj tan típicos pezado a sonar carillones, un nocturno armónico en modo menor con una precisión demasiado desolada para atribuirlo a una fuerza muscudeciente, disimulados entre ecos e interferencias de fase, habían emnificar cruzar entre los mundos. Allá, en medio de la noche resplanseúntes que no parecían pertenecer al norte cristiano, sino más bien a alguna fe más exótica, a alguna noción colateral de lo que podría sigte encajadas y no tenían ventanas, atravesado por puentes para trancontraban en el canal principal, sino que se habían adentrado en un pasaje fantasmagórico, barrido por la bruma, casi estancado por falta de uso, cuyas paredes eran de mampostería con piedras delicadamende esta región de Bélgica, que habían sustituido al carillonneur vivo, cuyo arte, se decía, estaba en de_cadencia…
La ciudad, que en el pasado había sido un próspero puerto hanseático, accesible desde todos los rincones de la Tierra, por la que se paseaban y deambulaban burgueses ahitos y felices con sus esposas e hijas opulentamente ataviadas, enriquecida por el negocio de la lana y el comercio con ciudades tan remotas como Venecia, se convirtió, desde que su canal al mar se obstruyera con sedimentos allá por 1400, en un lugar silencioso y espectral, como Damme y Sluis, con una luz del día líquida, tenebrosa incluso con luna llena, sin ningún navío que turbara la calma funeraria de las superficies de los canales. Lo extraño era lo limpio y ordenado que parecía el lugar. No es que la arena, la sal y los fantasmas contribuyeran mucho a la suciedad urbana. Pero al__tando afanosamente las paredes de piedra, regando con mangueras las estrechas callejuelas, recolocando tornillos en los refuerzos inferiores de los puentes. Criaturas que tal vez no casaban con la idea de lo que consideramos humano.guien debía de andar activo por ahí, en las horas más oscuras, rejun
A la deriva, como si estuvieran permanentemente desamarrados de la vigilia cotidiana, los insomnes habían salido a mirar, y las órbi__jar pasar la casi insoportable luz de la luna. Una sombra se separó y se acercó, haciéndose más marcada y sólida a medida que se aproximaba. Kit miró alrededor. Rocco y Pino habían desaparecido.tas de sus ojos se volvían negras cuando la bruma se disipaba para de
– ¿Y ahora qué coño pasa?
La sombra estaba haciendo algo con las manos.
Woevre. Ahí mismo, delante de él. Kit no había estado huyendo de su probable destrucción, sino más bien corriendo hacia ella.
Sonó siseante un disparo, que le salpicó la mejilla con diminutos fragmentos de piedra, y el ruido repercutió entre las antiguas superfi_cies. Se dirigió al refugio más próximo, un pasaje abovedado bajo el cual podía esperarle cualquier cosa, y gritó:
– ¡Está disparando al hombre equivocado!
– Tanto da. Tú me sirves.
Cuando sonó el siguiente tiro, Kit, con el corazón desbocado, ya se había agazapado y estaba bien oculto, hasta donde podía intuir. Tal vez él no era el único objetivo, o a lo mejor Woevre sólo disparaba por disparar. El melancólico campaneo proseguía.
Woevre estaba al descubierto bajo la luz nocturna, presa de una exaltación que no había sentido nunca, ni siquiera en sus tiempos en África. Ya no estaba siquiera seguro de a quién disparaba ni de cómo había llegado hasta allí. Creía que tenía algo que ver con los italianos y su torpedo tripulado, algo que estaba en el mensaje que había llega__cido a un obús acuático en esos canales brillantes y vacíos. La actividad verdaderamente interesante parecía desarrollarse en el cielo.do a la oficina antes, ese mismo día, pero no veía moverse nada pare
Cada vez que se aventuraba a mirar hacia arriba, allá estaba, jus_to encima de él, el objeto que llevaba viendo varios días, que emergía ahora del cielo, desde detrás del cielo, transportando a los visitantes sin identificar que había visto paseando por el Digue, como si estuvieran en la ciudad en una misión organizada.
Sabía que tenía que intentar derribar la nave voladora. Se metió su Borchardt en el bolsillo y buscó el arma que había traído de Bru_selas, sin la menor idea de cómo abrir el estuche ni, mucho menos, de cómo usar lo que había dentro. No sabía si tenía que cargarlo de algún modo, con munición. Pero eso no eran más que detalles. El era quien era, y confiaba plenamente en su intuición con cualquier arma cuando llegara el momento.
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