Antonio Tabucchi - Tristano muere

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Una casa de campo en alguna parte de la Toscana. La canícula del mes de agosto, en el último año del siglo XX. Tristano, un hombre que ha combatido por la libertad de su país bajo ese nombre, tomado de un personaje de Leopardi, llama a la cabecera de su cama a un escritor que, aparentemente, en otro tiempo se inspiró en él para escribir una novela. Pero ¿es posible inscribir en el cuadro de un relato la geometría ambigua de la vida, hecha de contradicciones, dudas, omisiones, deseos incumplidos, recuerdos falsos o imaginados? El destino personal de un héroe como Tristano, cargado de esperanza y desolación, puede tener, además matices imperceptibles: un centímetro a la izquierda o a la derecha en la mirilla de un fusil.

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La Frau me ha leído el poema del domingo, un antiguo poeta persa, dice. Para mí, que no es domingo, hay demasiados domingos en este agosto, la Frau está añadiendo algunos domingos de más, quizá lo haga porque es su forma de alargarme la vida, aumentar los domingos… Señorito, dice, el poema empieza así, no pienses en la rotación de la tierra, Saki, piensa antes en mi cabeza… Saki es el servidor del viejo poeta persa, el que le trae las copas de vino, mitad siervo, mitad filósofo, exactamente como la Frau… Oh, Saki, ¿adonde han ido a parar los viejos días?… Tristano podría tener su propia forma de continuar el poema, por ejemplo… aquí estoy, tumbado en un lecho de muerte, Saki, me han puesto un catéter que me quito por despecho, de mí, aparte de la voz, no queda ya nada, o casi, un perfil sobre la almohada que parece una cuchilla, y la respiración, que sin embargo de vez en cuando se convierte en un estertor, tu señor está ahí tumbado, querido Saki, fuera de la ventana se adivina el agosto inmóvil, mellado sólo por las cigarras enloquecidas, cuánto falta para mañana, Saki, ¿falta todavía mucho?… ¿por qué sigue siendo hoy?… hace un mes entero que es hoy, haz que llegue el mañana que me lleve consigo, hay un moscón que choca contra el espejo buscando una salida, es un moscón bobo que no encuentra la salida como yo, le hace falta morfina como a mí, yo estoy aquí y hablo, hablo, pero por qué insistir en desenterrar los viejos días, Saki… por favor, no dejes entrar a la joven enfermera a la que ha contratado la Frau, viene a ponerme la botella de orinar para que no me mee en las sábanas, no soporto que me la coloque delicadamente dentro del cristal como si depositara una flor marchita… Saki, era un hermoso día de mayo, el céfiro había regresado y Tristano estaba apoyado en su motocicleta junto a un quiosco de periódicos, y le parecía que Italia estaba ya curada, y con ella el mundo, y canturreaba nuestra patria es el mundo entero nuestra ley es la libertad, y en él también volvía a empezar la vida… de linfas, después de toda aquella adrenalina bélica, matanzas y sangre, ahora estaba allí, apoyado en el sillín de su moto y decía qué hermoso. Era el mes de mayo del año cuarenta y cinco, me acuerdo como si fuera hoy.

¿Sabes cuándo todo le quedó claro, en cambio? Cuando todo parecía ya claro y había acabado ya, el seis de agosto del cuarenta y cinco. A las ocho y cuarto de la mañana, si quieres saber también la hora. Aquel día Tristano comprendió que el monstruo ya vencido estaba cediendo su lugar a las monstruosidades de los vencedores… era el segundo crimen contra la humanidad de este alegre siglo que está acabando… aquella mañana la primera bomba atómica utilizada como arma de destrucción masiva cayó sobre una ciudad de nuestro mundo, aniquilándola e incinerando a doscientas mil personas. Digo doscientas mil, y omito las miles de muertes de después, y los nacidos muertos, y todos los cánceres… y no eran soldados, eran ciudadanos inermes, culpables de no tener culpa alguna… Hay un lugar, en Hiroshima, se llama Gembaku Dom, es un pabellón, quiere decir Cúpula Atómica, fue el epicentro de la explosión, en aquel lugar la temperatura del suelo alcanzó el mismo calor que en la superficie solar, cerca del cenotafio con la llama de la paz hay un trozo de piedra, es el umbral de la puerta de un edificio, un umbral corriente como los de nuestras casas, donde ponemos el felpudo para limpiarnos los zapatos. En el interior de esa piedra, de mármol, me parece, absorbida como el papel secante chupa la tinta, está la huella de un cuerpo humano con los brazos abiertos. Es lo que queda del cuerpo de un hombre que se licuó en el umbral de su casa a las ocho y cuarto de aquel seis de agosto del cuarenta y cinco… Si puedes, haz un viaje, vete a verlo, es una visita muy instructiva… se ha dicho que esas víctimas fueron inútiles, la cabeza del monstruo ya había sido aplastada en Dresde y en Berlín, y que a los americanos, para doblegar a los japoneses, les hubiera bastado con las armas convencionales. Es un error, no fueron inútiles en absoluto, a los vencedores les resultaron útilísimas, de esa manera dieron a entender al mundo que eran ellos los nuevos amos… la Historia es una criatura glacial, no siente piedad por nada ni por nadie, aquel filósofo alemán que se suicidó en una pensioncilla de frontera, huyendo de Franco y de Hitler y de todos y tal vez de sí mismo también, había reflexionado demasiado acerca de esta dama carente de piedad a la que los hombres cortejan en vano, no debe de haberle beneficiado… en sus reflexiones escribió que frente al enemigo, si éste gana, ni siquiera los muertos están a salvo… se trate del enemigo que sea, añadiría yo, el enemigo de los malos incluso, porque para ser enemigo de los malos no se puede ser bueno, ¿tú qué opinas?… Comprendo tu objeción, he sido demasiado sintético, está claro que si ganaba el mal ya no había remedio… pero quería decir del bien que… verás… el bien, pues eso, que el bien ha vencido al mal, sólo que hay algo de mal en exceso en ese bien y algo de imperfección en exceso en esa verdad… La verdad es imperfecta… Aquel periodista que hace años me arrancó la entrevista haciendo como si charlara conmigo ante una copa, escribió a este propósito que Tristano admitía la existencia de Dios, pero la consideraba pasajera. Qué pena que en tu novela no hayas profundizado en ese razonamiento, un arranque así merecía una reflexión, sabes, a Tristano se le entendió un poco a la buena de dios como si quisiera decir que también los dioses mueren, pero eso lo sabemos todos, Júpiter, por ejemplo, tuvo una duración que no estuvo mal antes de ser sustituido, y no era eso lo que quería decir Tristano. Sí, naturalmente, todo envejece, probablemente Dios también, ese en el que creemos nosotros, pero no morirá de muerte natural para ser sustituido por otro. Temo que le aguarde una muerte más penosa, si las cosas siguen como están yendo, intenta imaginártelo… cierto día… piensa en un calor como el de la superficie solar, pero no en un punto solamente, en todo el planeta, miles de hiroshimas, racimos de hiroshimas, hiroshimas por todas partes… un inmenso estruendo y después un inmenso silencio, un big bang al revés, no queda ni un alma viva, ni un gato siquiera, todos kaputt… Sí, él seguirá existiendo, pero con qué objeto, si no habrá ya nadie que pueda creer que existe… un Dios en paro… lo habremos convertido en inútil, sin sentido, pues ¿qué sentido tiene Dios sin nadie que pueda creer ya en él?… Como es habitual, me he salido del tema, hoy me había prometido hablarte de nuestras Hojas de Hypnos, creo que, sin habérnoslo dicho nunca, empezamos a hacerlas para responder a aquel pensador que se preguntaba si seguía siendo posible escribir poesía, después de todo lo indecible que había ocurrido. No sólo era posible, tal vez fuera lo único sensato que podíamos hacer, porque cuando el monstruo ha sido vencido y has dejado de creer en los vencedores del monstruo, no te queda más opción que creer en tus propios sueños… la responsabilidad empieza en los sueños, te decía, es la frase que pusimos como epígrafe en nuestros libritos, porque nuestra mano sólo llega hasta donde termina el brazo, pero el sueño va mucho más lejos… es una prótesis, supera la cárcel de la existencia. Me parece que empezamos en el cincuenta y dos, sacábamos uno al año, así pues, sacamos treinta y seis, acabaron hace once años, cuando murieron los demás… A todos los poetas que no eran griegos los tradujimos nosotros, yo, Daphne y sus amigos, Ioanna y Antheos, que sin embargo firmaba como Marios porque yo le llamaba así. Fabricados a mano, sabes, con una prensa que sacamos de una vieja imprenta, un artilugio que había impreso carteles contra los otomanos, nos dijo el chipriota que nos la vendió, lo que era muy posible, era una cosa gigantesca, pesaba un riñon… Por qué en Creta y no en esta casa, comprendo tu pregunta, con un pueblo de santos, de navegantes y de poetas como el nuestro… no es que Creta fuera París, pero los cretenses tienen carácter, ¿sabes lo que hicieron cuando fueron invadidos por los alemanes?, exterminaron a un batallón nazi entero, armado con todo el armamento de los nazis, y ¿sabes cómo? Con sus hocinos para los olivos, a muchos los estrangularon incluso con sus manos desnudas… Y, además, la Italia de entonces… eres demasiado joven, para ti era la infancia… Pella, Tambroni, nombres que te dirán poco o nada, los mutiladitos del padre Gnocchi, el aluvión del Polesine, las procesiones de penitentes, las vírgenes peregrinas… ¿Siguen llorando? Entre nosotros, las vírgenes son de lágrima fácil, y en cuanto a santos y navegantes, creo que van en aumento. Por suerte nos siguen quedando también los poetas, pero no deben de sentirse demasiado cómodos, con semejante compañía… Tú eres un buen escritor, qué pena que escribas en prosa… disculpa, soy injusto, por lo que a mí se refiere debería estarte agradecido por que escribas en prosa, si tú fueras poeta no habrías venido a recoger con paciencia todos estas bagatelas que te estoy contando, me habrías liquidado acaso con una elegante elegía o con un epigrama envenenado, de esos que te matan incluso después de muerto… o tal vez con un nonsense, como esos limericks en los que tan buenos son los ingleses, algo así como… déjame pensar… Había un decrépito héroe en Malafrasca, Que había colgado todos sus sueños de una rama, Pero la rama las hojas ya había perdido, Y a él no le quedó más que un palito peladito, A ese decrépito héroe de Malafrasca.

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