Antonio Tabucchi - Tristano muere

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Una casa de campo en alguna parte de la Toscana. La canícula del mes de agosto, en el último año del siglo XX. Tristano, un hombre que ha combatido por la libertad de su país bajo ese nombre, tomado de un personaje de Leopardi, llama a la cabecera de su cama a un escritor que, aparentemente, en otro tiempo se inspiró en él para escribir una novela. Pero ¿es posible inscribir en el cuadro de un relato la geometría ambigua de la vida, hecha de contradicciones, dudas, omisiones, deseos incumplidos, recuerdos falsos o imaginados? El destino personal de un héroe como Tristano, cargado de esperanza y desolación, puede tener, además matices imperceptibles: un centímetro a la izquierda o a la derecha en la mirilla de un fusil.

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el ocho de septiembre, la República de Saló con su reproponerse con proterva arrogancia como árbitro de las suertes italianas y el rechazo de la definición de guerra civil, que es una toma de posición enérgica, hoy en día, acaso un poco arriesgada, sabes mejor que yo que en aquellos años se disparaba contra amigos y contra enemigos, pero eso tiene un importancia relativa, lo que me gustó de tu novela es la versadísima indagación acerca de la naturaleza del heroísmo, de la fidelidad, de la infidelidad, del placer y de los sentimientos… Si no fueras tan paciente, después de lo poco educado que he sido al recibirte ya te habrías marchado, lo habrías mandado todo a tomar viento, este compromiso que has adquirido y el libro que escribirás en mi lugar, lo plantarías todo y me dirías lo que me merezco… Y en cambio no te mueves ni un milímetro, eres un tipo curioso, escritor, no sé si eres un tipo pávido o si tienes más valor que yo, y por eso me aguantas… Me parece estar oyendo el zumbido de un moscón, ¿lo oyes tú también?, hay un zumbido en esta habitación, un zumbido enorme, ¿será la música de las esferas?, pero el universo no hace este zumbido, ese estridor tan desagradable lo hacen los escritores cuyo plumín araña la página, y tú la página no la arañas, eres de esos que la amansan igual que los domadores del circo con las fieras… la música de las esferas de la que te hablo es una gran música, la tocan ciertos ángeles imaginados por los pintores de mi Toscana, y no tiene una partitura fija, porque son siempre variaciones… variaciones, contestó aquel día a Tristano aquel soldado griego flaco y demacrado que estaba sentado frente a él en la mesita de aquel café de Plaka, mientras sobre ellos se cernía el apocalipsis… Variaciones, dijo, por ahora me limito a introducir variaciones, verá usted, la música ya ha sido tocada toda, a nosotros, pobres desgraciados, no nos queda más remedio que introducir variaciones, por ejemplo, piense en el Impromptu opera 142 para piano de Schubert, ¿sabe de lo que hablo?, yo creo que tiene una melancolía que encoge el alma como en un asedio, da la idea de esta ocupación de ustedes, de este asedio que mi patria está sufriendo, hay algo de obsesivo en esa música, ese tema tal vez obsesionara también a Schubert, aparece también en la música de acompañamiento para esa pieza que tituló Rosamunde, Y entonces Tristano hizo un gesto cansado hacia el Partenón, como para dar a entender que también los dioses eran pisoteados por las botas del invasor… y en ese momento, al fondo de la plaza apareció un muchacho que sostenía una vieja bicicleta por el manillar, era un chaval delgado, casi un niño, arrebujado en un capote militar que arrastraba por el suelo, con una cuerda de bramante llevaba colgado del cuello su cuenco de aluminio, vio a los alemanes que vigilaban a la gente en fila y empezó a silbar el motivo de una canción, era la canción de los que se habían echado al monte, con un estribillo lento y grave que el muchacho, silbando, casi hacía alegre, como un pasacalle… un alemán le salió al encuentro y le apuntó con la metralleta, pero el chico no se detuvo, avanzaba con arrogancia, como si estuviera jugando, con un aire burlón en el rostro… todos se quedaron mirando, sabían lo que estaba a punto de suceder, pero nadie se movió, nadie hizo gesto alguno, como si todos fueran presa de un hechizo, el ruido metálico del cargador pareció el de una piedra sobre el adoquinado, el soldado disparó y el chico se desplomó con la bicicleta encima… y entonces una vieja salió de la fila, dio un paso y su voz horadó el silencio helado de Plaka y gritó una injuria, Tristano la reconoció, era una maldición antigua que preveía una maldición eterna, los alemanes desplegados en el pórtico la oyeron y no la reconocieron por las palabras, la reconocieron por el timbre, el soldado apuntó y disparó de nuevo, el cuerpo de la mujer cayó sobre el adoquinado, una figura vestida de negro que sacudía los brazos en su agonía, y Tristano, como por un don divino, mejor dicho, como por un don de ordenanza, porque llevaba el mosquetón de ordenanza, apuntó al pecho del alemán y lo dejó seco… y como por arte de magia Plaka se reanimó, y de la nada empezaron a surgir hombres, porque un inesperado director de escena como Tristano había decidido que era el momento de que entraran en acción las furias vengadoras de la tragedia griega, él no se esperaba que pudiera estallar una revuelta por un gesto hecho instintivamente, sin pensar en las consecuencias, pero fue como si los engranajes se hubieran puesto en marcha ellos solos, con la muerte la vida se había reanudado, y todo iba ya a una velocidad incontrolable, porque la vida es así, y la historia le va detrás, ¿se te ha ocurrido alguna vez, escritor?…

…La Frau no podía instalarte en el apartamento de Daphne, no ha quedado nada, sólo las paredes. No te lo tomes a mal, es que quería saber qué te contestaba cuando se lo pidieras, aunque lo supiera ya, te ha metido en mi despacho, ella a los huéspedes los aloja en mi despacho, sea quien sea, una vez vino un ministro y la Frau me preguntó delante de él si tenía que alojarlo en mi despacho, el del protocolo que lo acompañaba la miró escandalizado, el señor ministro vuelve a Roma esta noche, contestó algo picado… pero a ti te gusta estar en mi despacho, estoy seguro, has venido aquí a buscar la verdad y es como si en ese cuarto habitara ella también, entre esos mohos y esos papelajos… buena suerte. ¿Sabes qué le ocurrió a la verdad? Murió sin encontrar marido.

¿Quién conoce la malicia de la materia? ¿Los científicos? ¿Vosotros, los escritores? Podréis conocer los mecanismos de las cosas, pero su secreto no lo conoce nadie. Sabes, entre las cosas que existen hay un entendimiento que no conocemos, es una lógica distinta… La fuerza de gravedad no obedece a lo que pensamos, y tampoco las combinaciones químicas que nos hicieron estudiar en el colegio, donde una molécula de oxígeno se une a dos moléculas de hidrógeno para formar ese líquido al que llamamos agua… Habría que conocer la táctica del universo, porque el universo tiene su propia táctica, pero a los laboratorios se les escapa… El binomio de Newton es algo grande, pero las matemáticas tienen otras profundidades, otros misterios. ¿Que filosofo? Me disculparás, di algo tú, bueno, mejor no, ya filosofo yo, deja que lo haga, ¿me lo permites? Vosotros filosofáis siempre, todos vosotros, los sabihondos, nos explicáis el mundo, todos quieren explicarte el mundo… Una rosa es una rosa es una rosa. Pues no, en absoluto. ¿A que no sabes que el rosal y el peral pertenecen ambos a la familia de las rosáceas? Estúdiate la botánica, el peral da peras y el rosal da rosas, ¿te parece lo mismo?… Pues entonces déjame filosofar. Por lo demás no me queda mucho, ya lo ves… No me mires la pierna, por favor, mejor dicho, tápame con la sábana… Hay un moscón, ¿lo oyes?, choca contra el espejo, qué estúpido, quiere salir, cree que el espejo es una ventana. Te he dicho que no me mires la pierna, da asco realmente, aunque yo no pueda verla, echado sobre las almohadas como me han colocado, el doctor sentenció que era necesario amputar y yo le contesté que si tanto le gustaba amputar, que se amputara los huevos, que yo mi pierna me la llevo a la tumba, podrida como está, con su permiso, total, también lo demás está destinado a pudrirse, ya sé que da asco, está toda roída por la gangrena, me ha llegado hasta la ingle, no tardará en roerme entero, incluso lo que queda de mi ser hombre, si no reviento antes, pero total, mucho para roer no tiene, tengo un saco vacío, y eso también me da el derecho a filosofar cuanto me dé la gana, es la filosofía de alguien que está seco, sin humores ya, como las piedras… ¿Has visto en lo que se ha convertido el mundo, el nuestro por lo menos?, digo a este lado, donde vivimos… todo gordo, grasiento, mírales, a esos que te decía antes, a los pedantes, están llenos de humores que les circulan bajo la adiposidad… triglicéridos, es todo colesterol, yo en cambio soy casi un mineral, ¿no lo ves?… las piedras, no dicen nada… yo soy una piedra que habla, un guijarro que está a orillas de un torrente, que está ahí quietecito y mira el agua y dice, adelante, adelante, hermana agua, corre, corre, quién sabe lo que te crees, yo me quedo aquí en la orilla, quieto como un guijarro, porque soy un guijarro, hermano guijarro… ¿Te ha dado la Frau una buena habitación? La Frau es así, me quiere mucho pero es un poco borde, le encanta hacer desaires, es lo que le queda en su vejez, hacer desaires al prójimo, si no me quisiera tanto me los haría a mí también, tal vez me los haga y no me dé cuenta, sabes, crecimos juntos, tiene mi edad aunque se crea mi madre, pero las mujeres son así, nunca dejan de creerse tu madre, aunque tengan tu edad. Haz que te ponga una cama en el apartamento que era de Daphne… cuando venía… vino tan poco en toda su vida, ya no son más que dos cuartos vacíos, los muebles los he dejado aquí y allá por la casa, así me hacen menos daño, pero para la Frau son sagrados, inviolables… sabes, creo que si Daphne soportaba este sitio, era también porque estaba la Frau, el cariño que le tenía la Frau… una vez me dijo que gracias a la Frau se había olvidado de odiar a los alemanes, ¿cómo podría darle a entender que ella no tiene culpa de nada?, me preguntó… Sabes, la Frau a las personas las juzga a ojo, como si fueran gallinas, si uno tiene las plumas caídas, lo mete en el peor gallinero, y tú tienes un aire tímido, hazte valer, levanta la cresta, a esas cosas la Frau es sensible, insiste para quedarte en ese cuarto que da al sur, basta con que ponga una cama y una mesilla, desde esa parte de la casa se ven las torres de la ciudad, son muy bonitas, ¿las has visto ya?, es como si flotaran en el aire cuando el calor hace que tiemblen en la base y las corta, las levanta, las empuja hacia lo alto… Son torres antiguas, parecen ansiar el cielo, eso está claro, ¿las has visto?… cierra un poco las persianas si quieres, y si puedes echa fuera el moscón, ¿lo oyes?, choca contra el espejo, es realmente estúpido, cree que el espejo es una salida… Mira las torres de esta ciudad, las colinas que la rodean, este paisaje que estoy a punto de dejar, míralo por mí. Y además, desde este lado de la casa se oyen las cigarras, por detrás no se oyen, están ahí y cantan toda la tarde, a mí me gusta este conciertillo, es como una música pobre, parecen címbalos y castañuelas… He vuelto aquí para marcharme, a donde nací, para oír mis cigarras, esas que oía de niño en ciertas tardes de verano en las que me mandaban a echarme una siesta y yo me entretenía con las cigarras, y leía los libros que habían de explicarme el mundo, como si el mundo pudiera explicarse en los libros… Sueños… ¿Por qué te he llamado precisamente a ti? Ya lo sabes, porque me gustó tu libro, mi persona ya había servido de punto de partida para otra novela, lo sabes mejor que yo, pero seguía tan de cerca los acontecimientos, era todo tan realista que parecía falso, aunque no te he llamado para que me grabes, no quiero que perdure mi voz, y además sería demasiado fácil, ¿qué clase de escritor serías? Escribe, si eres capaz, quiero perdurar en palabras escritas, y si no escribes enseguida, por lo menos grábatelo en la cabeza, mentalmente, y escríbelo después con palabras tuyas, como he entendido que sabes hacer, que uno te cuenta una cosa y tú la escribes y parece otra cosa… Dile a la Frau que venga a ponerme la morfina, y pasa más tarde, el efecto de la otra ya se ha pasado, el dolor hace que me queje aunque no lo quiera y eso me deprime… ¿Ya te he hablado de Vanda?, no me acuerdo…

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