Péter Nádas - Libro del recuerdo

Здесь есть возможность читать онлайн «Péter Nádas - Libro del recuerdo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Libro del recuerdo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Libro del recuerdo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

“Una de las novelas más importantes de nuestro tiempo” – The Times Literary Supplement
“El libro que usted estaba esperando desde que leyó ‘En busca del tiempo perdido’ o ‘La montaña mágica’ – The New Republic

Libro del recuerdo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Libro del recuerdo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Todavía faltaba una hora para que abajo sonara la campana llamando a los huéspedes a desayunar.

El cielo otoñal resplandecía con una luz purísima, los abetos rojos, de ramas flexibles, estaban inmóviles en el parque, había cesado el viento de la noche y aunque desde aquí no podía ver el mar, el paseo del balneario, ni el ancho camino de la estación, ni el estanque, ni el páramo, ni tampoco el bosque, sabía que todo estaba allí, al alcance de la mano, lo que me parecía importante y también doloroso.

Había hojas esparcidas sobre las baldosas decorativas de la terraza.

El estaba aquí, y por ello yo podía permitirme permanecer fuera, en mi historia imaginaria.

Y olvidarlo todo.

¿Se debe esta sensación de ligereza a que, cuando por fin he convido librarme de mi prometida, me engañe la bella ilusión irrealizable, de saber cerca a este criado complaciente, al que siempre puedo llamar? ¿Pero no volveré a estar entonces entre dos personas? ¿Dónde queda la ansiada soledad?

El pensamiento que asociaba a ambos de forma tan desagradable casi me revolvía el estómago. ¡Que no me dejaran en paz ni estando solo!

Pero esto no afectó a mi buen humor, al contrario, me sentía como el que de pronto acaba de ver con los ojos de un desconocido su propio cuerpo y se siente satisfecho de sus proporciones, no porque pase por alto sus defectos, sino porque por fin reconoce y comprende que la forma viva siempre está determinada por la síntesis de las partes, que surgen de procesos inalterables, porque también lo imperfecto tiene sus leyes, ésta es su perfección, el funcionamiento en sí es lo perfecto, su presencia es lo perfecto, la ordenación singular e inalterable de las desproporciones es lo perfecto, y, si hasta hoy esto ha sido así, hasta mi treinta cumpleaños, ¿por qué nunca hasta este día -o desde que pueda recordar, desde que tengo uso de razón, desde que fui consciente de mis funciones corporales- he sufrido siempre por estar aprisionado entre dos cosas, dos sucesos, dos personas, como el que está entre dos piedras de molino? ¡Y esto desde mis primeros recuerdos!, cuando, en aquellas tardes, caminando por el paseo marítimo, entre el cuerpo de mi madre y el cuerpo de mi padre sentía el propio cuerpo dividido e indivisible a la vez y, por hostiles que fueran los sentimientos que los enfrentaban, porque en su carne eran irreconciliables, no sólo me identificaba con los dos sino que deseaba identificarme, porque no podía ni quería decidir entre ellos, a pesar de que ellos trataban de desgarrarme y yo estaba desgarrado; por lo tanto, ni mi fisonomía, ni mi forma corporal ni mi carácter podían indicar a cuál de ellos había salido, probablemente, a los dos, pero quizá también a muchos otros, a una infinidad, y es que sólo por simplificar hablamos de una dicotomía, de un doble parecido, porque yo tenía algo de todos mis antepasados muertos, que están presentes y vivos en mi carácter, mis rasgos y movimientos -y ahora me hacía feliz pensar que estas dos personas tan distantes una de otra pudieran unirse en mí de modo tan increíble-, ¿cómo podía yo saber, querer o decidir lo que está permitido y lo que no, sin saber la causa, cómo podía yo separar lo que es inseparable en mí? ¡Todo está permitido! ¡Sí, yo seré el más acérrimo anarquista!, y no porque casualmente haya pasado mi juventud en compañía de anarquistas y no pueda renegar de aquellos años, porque yo no me había unido a ellos por mis altos ideales ni por afinidad ideológica, sino porque siempre he sido un anarquista del cuerpo, fuera de mi cuerpo no hay Dios y sólo el hecho consumado puede redimir mi cuerpo, ya que sólo entonces vislumbro la infinidad de posibilidades.

Vuestra moralidad no me interesa ni lo más mínimo.

Ni la pared del urinario que aparece en el sueño del vientre de mi prometida ni el muslo real del camarero apuntan a una aventura frívola, eso no.

Después, cuando entré en el comedor, deslumhrado por el sol de la mañana que fulguraba en las copas, los espejos, la plata y la porcelana, por no hablar de los ojos, sentí aquella alegría nueva, aquella íntima paz, la energía que infundía en mi cuerpo una sensación de superioridad, y me alegré de poder comunicar inmediatamente esta sensación mirándoles a los ojos, y de saber que al otro lado de la ventana estaba el mar, todavía encrespado y espumeante del temporal nocturno, pero que poco a poco se apaciguaba.

Si algo me interesa es la desvergonzada inmoralidad de este Dios mezquino.

Pero ahora incluso me alegraba de tener que observar ciertas normas de conducta social que detestaba porque, consciente de mi superioridad, podía reírme de ellas, volvía a tener mi cuerpo controlado.

Gozaba infinitamente al pensar que yo, que anteayer abrazaba a mi prometida en la alfombra y hacía un rato manoseaba el muslo de un camarero, pudiera estar ahora tan tranquilo en esta puerta, con una afable sonrisa en los labios, un poco deslumbrado, y cuando el dueño del hotel -un caballero grueso, calvo y jovial, que no era otro que el hijo del dueño anterior, que no sólo destruía los castillos de arena que construíamos el conde Stolberg y yo, sino que, además, unos años mayor que nosotros, nos sacudía por protestar- me presentó a los demás huéspedes, con voz un poco engolada y gesto ceremonioso y paternal a la vez, yo incliné la cabeza a derecha e izquierda, procurando dedicar una mirada a cada uno de los presentes, que, a su vez, asintieron de forma no menos afable y procurando disimular la curiosidad.

Para el desayuno y la cena se disponían largas mesas y cada huésped podía servirse a placer de las abundantes viandas, el carácter informal y familiar de estos dos ágapes contrastaba con el de la comida de las cinco, que se servía con cierta solemnidad, y para la que se nos distribuía por grupos pequeños en mesas separadas; ahora no había que esperar a que llegaran todos los comensales, cada cual podía sentarse y empezar cuando quisiera, servido por la multitud de mozos de comedor que circulaban alrededor de la mesa; esto no había cambiado durante los veinte últimos años, por lo que no me hubiera sorprendido encontrar en esta mesa a mi madre, al consejero privado Peter von Frick, a mi padre y a fraülein Wohlgast; la misma artística cubertería tintineaba en platos decorados con idéntica cenefa azul celeste, por más que era de suponer que desde entonces ya se habría foto más de una vajilla, y en las mismas pesadas fuentes de plata, hornadas con la misma aparente sencillez, los alimentos formaban un apetitoso paisaje: las prietas rosas verde pálido de las alcachofas, añadas en vinagreta, la langosta de roja coraza, el rosado salmón, el jamón veteado de reluciente grasa, la pálida ternera cocida al vapor, os huevos rellenos de negro caviar, las crujientes endivias, las doradas tiras de anguila ahumada sobre hojas de lechuga húmedas de rocío, las esferas y conos de paté , de caza, de setas, de marisco o de hígado de ave, los graciosos pepinillos, las lonchas de los amarillos quesos holandeses, prietos y caprichosamente agujereados, el áspic de lucioperca, las salsas, cremosas, agrias, dulces o picantes, las montañas de pan crujiente, las frutas, dispuestas en fruteros de cristal de varios pisos, los cangrejos, de distintos tamaños y variedades, las codornices, doradas y jugosas, las salchichas que aún siseaban en la fuente, el dulce de membrillo relleno de nueces del que no me veía harto cuando era niño, y los cálidos olores que llenaban el comedor los perfumes matinales de las lociones, las cremas y los polvos que sé desprendían con los movimientos de los cuerpos, el concierto de tintineos, crujidos, voces, risas, suspiros, toses y resoplidos, que subía y bajaba de tono, se aceleraba o languidecía; el que contempla desde el exterior esta escena un tanto caótica, pero no desprovista de cierto orden, tiene la impresión de que va a arrojarse a un río helado lleno de remolinos, y permanece en el umbral con la mirada extraviada, una sonrisa insípida congelada en los labios y en los músculos el tono de indolente aplomo necesario en cualquier circunstancia para salir del refugio de la soledad y comparecer ante la gente de manera que el encuentro no tenga consecuencias, aunque uno sabe muy bien que aquí y ahora puede ocurrir cualquier cosa, por más que el carácter público de la escena nos induzca a descartar de antemano todo hecho trascendental; en ningún sitio como aquí se percibe la teatralidad cómoda y molesta al mismo tiempo de nuestra vida, las cumbres y los abismos de la envidia, el noble impulso de mentir cuando el prójimo se muestra tan cortés y evasivo como inaccesibles nos mantenemos nosotros, inaccesibles e impávidos, y este doble esfuerzo de ataque y defensa hace que, al quedar a solas con nosotros mismos, nos sintamos fatigados, exhaustos y superfluos, pero también contentos, ya que por nuestra secreta voluntad no ha pasado lo que no ha pasado.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Libro del recuerdo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Libro del recuerdo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Libro del recuerdo»

Обсуждение, отзывы о книге «Libro del recuerdo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x