Y eso es lo que necesitas, lo que siempre necesitaste. Como dice «Bothered Blue»: a veces todos nos debemos aburrir de tristeza.
DISCO 1. Temas 1-2: The Four Distinctions, sencillos para Tallhat, 1961, «Hello», «Baby on the Moon». Temas 3-4: The Four Distinctions, sencillo cancelado de Tamla, 1965, «Ain’t Too Proud to Beg»; «Rolling Downhill». Temas 5-8: sencillos de BRJ para Hi: «Set a Place at Your Table» (R &B n.º 49), «Love in Time», «Rule of Three», «I Saw the Light». Temas 9-10: maquetas no editadas, 1968: «Step Up and Love Me», «So-Called Friends». Temas 11-14: extraídos de Have You Heard The Distinctions? , Philly Groove, 1969: «Step Up and Love Me» (R &B n.º 1, Pop n.º 8), «Eye of the Beholder», «Heart and Five Fingers», «Lonely and Alone». Temas 15-19: extraídos de The Deceptively Simple Sounds of the Subtle Distinctions , Atco, 1970: «(No Way to Help You) Ease Your Mind» (R &B n.º 1, Pop n.º 2), «Far More the Man», «Raining on a Sunny Day» (R &B n.º 7, Pop n.º 88), «Happy Talk» (R &B n.º 20, Pop n.º 34), «Just in Case (You Turn Around)».
DISCO 2. Temas 1-4: extraídos de The Distinctions in Your Neighborhood , Atco, 1971: «Sucker Punches» (R &B n.º 18, no entró en las listas pop), «Silly Girl (Love Is for Kids)» (R &B n.º 11, Pop n.º 16)», «Jane on Tuesday», «Bricks in the Yard». Temas 5-9: extraídos de Nobody and His Brother , Atco, 1972: «Bothered Blue» (R &B n.º 1, Pop n.º 1), «Finding It Out», «So Stupid Minded», «If You Held the Key», «The Lisa Story». Tema 10: extraído de The Subtle Distinctions Love You More! , Atco, 1973: «Painting of a Fool» (R &B n.º 18). Temas 11-13: extraídos de On His Own (BRJ en solitario), Atco, 1972: «As I Quietly Walk» (R &B n.º 12, Pop n.º 48), «It Matters More», «This Eagle’s Flown». Temas 14-16: extraídos de Take It, Baby (BRJ en solitario), Atco, 1973: «Careless» (R &B n.º 24), «Lover Of Women», «A Boy Is Crying». Temas 17-18: sencillo de BRJ en solitario, Fantasy, 1975: «Who’s Callin’ Me?» (R &B n.º 63), «Crib Jam». Tema 19: aparición especial de BRJen «(Did You Press Your) Bump Suit» de Doofus Funkstrong, Casablanca, 1978 (R &B n.º 84, Pop n.º 100). Temas 20-21: maquetas no editadas de BRJ:«Smile Around Your Cigarette», «It’s Raining Teeth».
TERCERA PARTE. PRISIONEROS
1
En la habitación del ático que llamaba mi despacho había una cama plegable que normalmente estaba cubierta de papeles, paquetes de prensa que acompañaban las copias promocionales de los cedés y plásticos protectores y sobres acolchados en que solían llegar estos. Aunque esa mañana la colcha, bañada por la luz sesgada de septiembre a las siete de la mañana, la luz del veranillo de San Martín, estaba libre de restos de envoltorios y publicidad. En su lugar, la cama contenía dos cosas: un estuche de plástico para veinticuatro compactos y Abigale Ponders vestida con una camiseta raída de los Meat Puppets (mía) y unos calzoncillos Calvin Klein (míos no, de ella), con las piernas y los brazos dispuestos en un elegante desorden soñoliento. Solo una de las dos cosas me acompañaría en el vuelo de las nueve y media a Los Ángeles. El discman y los auriculares ya estaban guardados, junto con una muda, en la bolsa de viaje que esperaba en el piso de abajo, al lado de la puerta.
No era habitual ver a Abby en mi despacho del ático. Sinceramente, era un fastidio tenerla allí. Había contado con escabullirme de casa mientras ella durmiera en la habitación de abajo. Pero me había seguido hasta arriba. Allí, bajo la luz sesgada, con los calzoncillos blancos resaltando contra su piel y la colcha granate, componía una foto estupenda: ideal, si se pasaba por alto el emblema de los Meat Puppets de la camiseta blanca casi transparente, para la portada de un viejo disco de jazz del sello Blue Note. Ella misma parecía una marioneta marrón, con los brazos en jarras, la cabeza inclinada, la boca abierta, los párpados como drogados. Tendría que haber sido un malcarado Miles Davis para sentirme digno de entrar en el encuadre. O, como mínimo, Chet Baker. Toda Abby era un reproche. Me encantaba tener una novia negra y quería a Abby, pero yo no tocaba la trompeta.
Rebusqué en la pared de los cedés, abrí un estuche y dejé caer en la colcha el Whereabouts de Ron Sexsmith.
Abby bostezó.
– ¿Por qué pasas la noche fuera?
Abby confiaba en la despreocupación grogui para romper el punto muerto alcanzado la noche anterior. Nos habíamos declarado una guerra de silencio, la peor hasta la fecha. Valía la pena intentarlo: la alenté, aunque no estuviera en condiciones de cooperar con ella.
– Ya te dije que voy a visitar a un amigo.
– ¿Tienes una cita con una amiga?
Musité la mentira:
– Un viejo amigo, Abby.
A continuación elegí Still Bill de Bill Withers. Lancé el disco sobre la colcha sin apartar la vista de la estantería.
– Eso: un viejo amigo, una cena, se me había olvidado. Perdona. -El compacto cayó al suelo-. He sido yo. -Rió brevemente.
Cogí el disco que todavía giraba en el suelo, lo guardé en la funda, cerca de los pies de Abby.
– Intento que me dirijas la palabra.
– Voy a perder el avión.
– Tengo entendido que sale uno cada hora.
– Sí, pero en Dreamworks me esperan a la una. No me jodas la reunión.
– No te preocupes, Dylan, no pienso joder a nadie. ¿Te referías a eso?
– Abby. -Intenté poner mala cara.
– Ni siquiera a ti. Así que no tengas celos, porque no vas a pillar cacho.
– Vuelve a la cama -sugerí.
Bostezó y se desperezó. Apoyó las manos en los muslos desnudos, forzando los codos como si quisieran tocarse uno con otro.
– Podría ayudar que todavía folláramos, Dylan.
– Ayudar ¿a quién?
– La naturaleza del follar implica a dos personas.
Lancé Another Green World de Brian Eno sobre la cama y me imaginé una fila de asientos para mí solo a seis mil pies de altura.
Se pasó los pulgares por debajo del elástico.
– Anoche me corrí cuando estabas dormido.
– Contarle a alguien más tus masturbaciones implica a dos personas, Abby, pero no lo convierte en follar.
Era el tipo de comentario habitual entre Abby y yo. El fuerte sabor a déjà vu de la broma facilitó que siguiera rebuscando en la colección de discos.
– ¿Quieres saber en quién pensaba cuando me corrí? Es una ordinariez.
– ¿Le veías el blanco de los ojos?
– ¿Qué?
– Da igual. Te estoy interrumpiendo.
– Te lo diré si tú me dices el nombre de tu cita secreta en Los Ángeles.
– ¿Vamos a intercambiar a una persona real por una imaginaria? ¿Se supone que eso es un buen trato?
– Ah, pero es que las dos son reales.
No contesté, pero elegí otro par de compactos: Swamp Dogg, Edith Frost.
– En realidad, estaba medio dormida. Guy d’Seur me recorría el cuerpo con sus manitas gabachas. ¿No te parece estúpido, Dylan? Nunca he pensado en él en ese sentido, ni por un segundo. Tenía una polla enorme.
– No me sorprende.
No me sorprendía. Ni la aparición de D’Seur en la fantasía de Abby ni el tamaño que ella le había atribuido a su aparato. Guy d’Seur era algo más que el tutor de tesis de Abigale Ponders, era una celebridad de Berkeley. Nada que ver con ser crítico de rock, ni siquiera comparable a ser músico de rock. Los catedráticos de los diversos departamentos de posgrado eran las estrellas que enloquecían a los habitantes del lugar. Entrar en una cafetería de Berkeley y encontrarse sentado ante un café con leche y un bollo a uno de los teóricos vestidos de negro de la facultad de retórica o inglés -Avital Rampart, Stavros Petz, Kookie Grossman y Guy d’Seur componían el panteón actual- equivalía a un nudo en la garganta inmediato. En Berkeley esa gente era la que conseguía hacer el silencio en una sala. Sus libros ilegibles llenaban las mesas de novedades en las librerías.
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