Jodi Picoult - Diecinueve minutos

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Peter Houghton es un estudiante de 17 años en Sterling, New Hampshire, que lleva tiempo sufriendo los abusos verbales y físicos de sus compañeros de clase. Su única amiga, Josie Cormier, ha sucumbido a la presión del grupo y ahora pertenece a la élite popular que habitualmente lo acosa. Un último incidente lleva a Peter al límite y lo empuja a cometer un acto de violencia que cambiará para siempre la vida de los habitantes de Sterling. Incluso aquellos que no se encontraban en la escuela aquella mañana vieron sus vidas supendidas, incluyendo a Alex Cormier.

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Patrick se había encontrado con Guenther en el instituto después de su entrevista fallida con Peter Houghton. La abogada de la acusación se había limitado a encogerse de hombros cuando Patrick le había dicho que Peter no se había mostrado dispuesto a hablar.

– Tenemos cientos de testigos que afirman que ha matado a diez personas-replicó Diana-. Proceda con el arresto oficial.

Guenther se agachó junto al cadáver de la sexta víctima mortal. Le habían disparado en el baño de las chicas, y su cuerpo había sido hallado boca abajo delante de los lavatorios. Patrick se volvió hacia el director del centro, Arthur McAllister, que había accedido a acompañarles para facilitar la identificación.

– Kaitlyn Harvey-dijo el director con voz angustiada-. Una chica especial donde las hubiera…encantadora…

Guenther y Patrick intercambiaron una mirada. El director no se limitó a identificar los cadáveres, sino que en cada ocasión pronunciaba una o dos frases elogiosas. Patrick pensó que el hombre no podía evitarlo. A diferencia de Patrick y Guenther, no estaba acostumbrado a situaciones trágicas en el transcurso de sus ocupaciones habituales.

Patrick había intentado reproducir los pasos de Peter, desde la entrada principal al comedor, donde se habían hallado las víctimas 1 y 2, Courtney Ignatio y Maddie Shaw, pasando por la escalera que salía de la sala (víctima 3: Whit Obermeyer), el baño de los chicos (víctima 4: Topher McPhee), otro vestíbulo (víctima 5: Grace Murtaugh), hasta el baño de las chicas (víctima 6: Kaitlyn Harvey). Entonces, subiendo la escalera al frente de su equipo, se metió en la primera clase a la izquierda, siempre siguiendo el rastro de manchas de sangre, hasta un lugar junto al pizarrón donde yacía la única víctima adulta…y a su lado, un joven que presionaba con la palma abierta la herida de bala en el vientre del hombre.

– ¿Ben?-dijo McAllister-. ¿Qué haces aquí?

Patrick miró al chico.

– Tú no eres personal sanitario.

– Yo…no…

– ¡A mí me dijiste que sí lo eras!

– Ben pertenece a los Eagle Scouts-dijo el director.

– No podía dejar al señor McCabe. Yo…le he aplicado presión, y funciona. ¿Lo ven? Ha dejado de sangrar.

Guenther retiró con suavidad la mano ensangrentada del muchacho del estómago de su profesor.

– Eso es porque ya no vive, hijo.

A Ben se le desencajó el rostro.

– Pero yo…yo…

– Tú has hecho todo lo que has podido-lo tranquilizó Guenther.

Patrick se volvió hacia el director.

– ¿Por qué no se lleva a Ben afuera…? Quizá no estaría de más que le echase un vistazo alguno de los médicos.-«Shock», formó la palabra con los labios por encima de la cabeza del chico.

Mientras salían del aula, Ben se agarró de la manga del director, dejándole una brillante mancha roja.

– Cielo santo-exclamó Patrick, pasándose la mano por la cara.

Guenther levantó la vista.

– Vamos. Acabemos con esto de una vez.

Se dirigieron al gimnasio, donde Guenther certificó la muerte de otros dos alumnos, un chico negro y otro blanco, y acabaron en el vestuario, donde Patrick había conseguido finalmente dar con Peter Houghton. Guenther examinó el cadáver del joven al que Patrick había visto antes, el chico con el suéter de hockey y cuya gorra le había arrancado de la cabeza el disparo de bala. Mientras tanto, Patrick entró en el espacio colindante donde se alineaban las duchas y miró por la ventana. Los periodistas seguían allí, pero la mayoría de heridos habían sido ya atendidos. Ya sólo quedaba una ambulancia a la espera, en lugar de siete, como hacía un rato.

Y había empezado a llover. Una lluvia fina, brumosa y fría. A la mañana siguiente, las manchas de sangre que había en el pavimento en el exterior del instituto habrían palidecido; ese día podía muy bien no haber existido.

– Éste tiene algo interesante-dijo Guenther.

Patrick cerró la ventana para que no entrase la lluvia.

– ¿Por qué? ¿Está más muerto que los demás?

– Bueno, algo sí. Es la única víctima que ha recibido dos disparos. Uno en el vientre y el otro en la cabeza.-Guenther alzó la vista hacia él-. ¿Cuántas armas llevaba encima el asaltante cuando lo detuviste?

– Una en la mano, otra aquí en el suelo, dos en la mochila.

– Nada que haga pensar en un plan de reserva, o algo por el estilo.

– Sobre este chico-dijo Patrick-, ¿serías capaz de decir cuál de las dos balas recibió primero?

– No. Con todo, habría argumentos para pensar que fue la del vientre…puesto que la que lo mató fue la de la cabeza.-Guenther se arrodilló junto al cadáver-. Puede que odiara a este chico más que a ninguno.

La puerta del vestuario se abrió de sopetón, dando paso a un agente que venía de la calle, empapado por el repentino aguacero.

– ¿Capitán?-dijo-. Acabamos de encontrar los útiles de fabricación de una granada casera en el coche de Peter Houghton.

Cuando Josie era pequeña, a Alex la asaltaba una pesadilla recurrente en la que ella estaba en un avión que caía a pique. Era capaz de sentir la aceleración de la gravedad, la presión que le pegaba la espalda al respaldo; veía carteras, abrigos y maletines cayendo de los compartimentos superiores contra el suelo del pasillo. «Tengo que alcanzar el móvil-pensaba Alex-, para dejarle a Josie al menos un mensaje en el contestador que pueda conservar para siempre, una prueba de que la quería y que he pensado en ella al llegar el final.» Pero a pesar de que Alex conseguía sacar el teléfono del bolso y encenderlo, no le daba tiempo. Se estrellaba contra el suelo mientras el móvil aún no tenía señal.

Se despertaba temblando y sudorosa, aun cuando en seguida descartaba la verosimilitud de aquel sueño: ella raras veces viajaba sin Josie, y desde luego no tomaba un avión para su trabajo. A continuación apartaba las sábanas y se dirigía al cuarto de baño para refrescarse la cara, pero sin poder evitar pensar: «He llegado tarde».

Sentada en la silenciosa oscuridad de la habitación de hospital en que su hija dormía bajo los efectos del sedante que le había administrado el médico de guardia, Alex se sentía del mismo modo.

Había conseguido enterarse de que Josie había perdido el conocimiento durante el tiroteo. Tenía un corte en la frente, adornado con una tirita, y una conmoción cerebral leve. Los médicos querían que pasara allí la noche en observación, para estar seguros.

Estar seguro tenía un sentido completamente nuevo a partir de ese día.

Alex se había enterado también, por las incesantes noticias de los medios de comunicación, de los nombres de las víctimas mortales. Una de las cuales era Matthew Royston.

«Matt».

¿Y si Josie hubiera estado con su novio cuando le habían disparado a éste?

Josie había permanecido inconsciente durante todo el tiempo que Alex llevaba allí. Se la veía pequeña y tranquila bajo las descoloridas sábanas de la habitación; le había deshecho el nudo del cuello de la bata de hospital. De vez en cuando movía la mano derecha con una leve contracción. Alex la tomó entre las suyas. «Despierta-pensó-. Déjame que vea que estás bien».

¿Y si a Alex no se le hubiera estado haciendo tarde aquella mañana? ¿Podría haberse quedado sentada a la mesa de la cocina con Josie, hablando de las cosas de las que imaginaba que hablaban madres e hijas, pero para las que nunca parecía tener tiempo? ¿Por qué no había observado con más detenimiento a Josie mientras bajaba corriendo la escalera, y le había dicho que se volviera a la cama a descansar un poco?

¿Por qué siguiendo un arrebato no se había llevado a Josie a un viaje a Punta Cana, a San Diego o a las islas Fidji, a todos esos lugares con los que Alex se quedaba embobada al verlos en la pantalla de la computadora de su despacho, soñando con visitarlos?

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