Jodi Picoult - Diecinueve minutos

Здесь есть возможность читать онлайн «Jodi Picoult - Diecinueve minutos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Diecinueve minutos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Diecinueve minutos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Peter Houghton es un estudiante de 17 años en Sterling, New Hampshire, que lleva tiempo sufriendo los abusos verbales y físicos de sus compañeros de clase. Su única amiga, Josie Cormier, ha sucumbido a la presión del grupo y ahora pertenece a la élite popular que habitualmente lo acosa. Un último incidente lleva a Peter al límite y lo empuja a cometer un acto de violencia que cambiará para siempre la vida de los habitantes de Sterling. Incluso aquellos que no se encontraban en la escuela aquella mañana vieron sus vidas supendidas, incluyendo a Alex Cormier.

Diecinueve minutos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Diecinueve minutos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La puerta doble del comedor comunitario se cerró a sus espaldas. Para entonces, el equipo que se ocupaba de aquel espacio había atendido y transportado ya a los heridos. Sólo habían dejado los cadáveres. Las paredes de bloques de hormigón estaban melladas allá donde las balas las habían agujereado o rozado. Una máquina expendedora, con la vitrina hecha añicos y las botellas perforadas, había derramado Sprite, Coca-Cola y jugo sobre el suelo de linóleo. Uno de los técnicos policiales tomaba pruebas fotográficas: bolsas de libros abandonadas, así como monederos y manuales escolares. Sacaba primeros planos de cada uno de los objetos; y luego instantáneas a distancia, una vez colocados sendos triángulos amarillos para señalar su emplazamiento en relación con el resto de la escena. Otro agente examinaba el patrón de las marcas de sangre derramada. Un tercer y un cuarto agentes señalaban hacia un lugar en el techo.

– Capitán-dijo uno de ellos-, me parece que tenemos un vídeo.

– ¿Dónde está la grabación?

El agente se encogió de hombros.

– ¿En el despacho del director?

– Vayan a averiguarlo-dijo Patrick.

Dio unos pasos hasta la mitad del pasillo principal del comedor. A primera vista, parecía el escenario de una película de ciencia ficción: todos estaban allí comiendo, hablando y bromeando con sus amigos, y de repente, en un abrir y cerrar de ojos, los seres humanos habían sido abducidos por alienígenas dejando tras de sí tan sólo las carcasas. ¿Qué diría un antropólogo sobre el alumnado del Instituto Sterling, basándose en los sándwiches que únicamente habían recibido un bocado, en el lápiz de labios con una huella todavía visible en su superficie, en las libretas de apuntes con sus notas sobre la civilización azteca y frases al margen como: ¡¡¡amo a zach!!! ¡¡¡el señor keifer es un nazi!!!

Patrick golpeó con la rodilla en una de las mesas, y un manojo de hojas sueltas cayó volando. Una fue a dar en el hombro de un chico caído encima de su carpeta, con la sangre empapándola. La mano del chico se aferraba aún a sus anteojos. ¿Estaba limpiándoselos cuando Peter Houghton inició su desenfrenado ataque de violencia? ¿Se los había quitado porque no había querido verlo?

Patrick pasó con cuidado por encima de los cuerpos de dos chicas que yacían en el suelo, como reflejadas en un espejo, las minifaldas subidas y los ojos abiertos. Entró en la zona de la cocina, vio las cazuelas con arvejas grisáceas y zanahorias y la salsa del pastel de pollo; la explosión de los paquetes de sal y de pimienta había salpicado el suelo como confeti. Los brillantes recipientes de los yogures, de fresa y de frutas del bosque, de lima y de durazno, que seguían milagrosamente alineados en cuatro pulcras filas junto a la caja registradora, como un pequeño ejército impertérrito. Una bandeja de plástico gastada, con un plato de gelatina y con una servilleta, pendiente de recibir el resto de comida.

De pronto, Patrick oyó un ruido. ¿Era posible que hubieran cometido un error…? ¿Podía ser que todos hubieran pasado por alto a un segundo pistolero? ¿Estaban registrando el edificio en busca de sobrevivientes…cuando ellos mismos estaban en peligro?

Sacó su arma reglamentaria y se adentró en los intestinos de la cocina, pasando entre aparadores de rejilla con enormes latas de salsa de tomate y habichuelas verdes, y otras de queso fundido para nachos, dejando atrás enormes rollos de plástico de envoltorio y de papel de aluminio, hasta llegar a la cámara frigorífica, donde se almacenaban las carnes y demás productos. Patrick abrió la puerta de una patada, y el aire frío le dio en las piernas.

– ¡Quieto!-gritó.

Una camarera latina de mediana edad, con una redecilla para el pelo caída sobre la frente como una tela de araña, salió de detrás de una estantería de bolsas de ensalada mixta ya preparada con las manos levantadas. Estaba temblando.

– No dispare-dijo sollozando.

Patrick bajó el arma y se quitó el saco, poniéndosela a la mujer sobre los hombros.

– Ya está, ya ha pasado todo-la tranquilizó, aunque sabía que eso en realidad no era cierto. Para él, para Peter Houghton, para Sterling…todo acababa de comenzar.

– A ver si lo he entendido bien, señora Calloway-dijo Alex-. ¿Me acaba de decir que está acusada de conducción temeraria y de haber ocasionado lesiones corporales graves porque se agachó para ayudar a un pez?

La acusada, una mujer de cincuenta y cuatro años de edad, que lucía una permanente lamentable y un traje pantalón peor todavía, asintió.

– Así es, Su Señoría.

Alex apoyó los codos sobre el estrado.

– Esto hay que oírlo.

La mujer miró a su abogada.

– La señora Calloway, después de pasar por la tienda de animales, volvía a su casa con una arowana plateada-explicó la abogada.

– Es un pez tropical de cincuenta y cinco dólares, señora jueza-apostilló la acusada.

– La bolsa de plástico se cayó del asiento del acompañante y se reventó. La señora Calloway se agachó a recoger el pez y entonces fue cuando…tuvo lugar el desafortunado percance.

– Por desafortunado percance-aclaró Alex, mirando el expediente-, entiende usted atropellar a un peatón.

– Sí, Su Señoría.

Alex se volvió hacia la acusada.

– ¿Cómo está el pez?

La señora Calloway sonrió.

– Estupendamente. Le he llamado Choque.

Alex vio por el rabillo del ojo a un ujier que entraba en la sala y le decía algo en voz baja al secretario, quien levantó la vista en dirección a Alex y asintió. A continuación, escribió algo en una hoja de papel, que el ujier llevó hasta el estrado.

HA HABIDO UN TIROTEO EN EL INSTITUTO STERLING, leyó.

Alex se quedó petrificada. «Josie».

– Se aplaza la sesión-dijo casi sin voz, y salió a toda prisa.

John Eberhard apretaba los dientes, mientras se arrastraba por el suelo y ponía todo su empeño en avanzar, aunque sólo fuera un centímetro. La sangre que le cubría el rostro no le dejaba ver, y tenía el lado izquierdo completamente inmovilizado. Tampoco oía nada, los oídos aún le zumbaban por los estampidos del arma. Con todo, había conseguido huir reptando por el vestíbulo de la primera planta, donde Peter Houghton le había disparado, y refugiándose luego en el almacén de utensilios de dibujo y pintura.

Pensaba en los entrenamientos de hockey sobre hielo, cuando el preparador les hacía patinar una y otra vez de un extremo al otro de la pista, cada vez más de prisa, hasta que los jugadores se quedaban sin aliento, escupiendo saliva sobre la superficie de hielo. Se acordaba de que, cuando parecía que ya no podías más, aún encontrabas un último resto de energía. Consiguió arrastrarse unos centimetros más, clavando el codo contra el suelo.

Cuando John llegó hasta el anaquel donde estaban la arcilla, las pinturas, cuentas y el alambre, intentó incorporarse agarrándose a él, pero un dolor cegador le atravesó la cabeza. Al cabo de unos minutos, ¿o fueron horas?, recobró la consciencia. No sabía si aún era peligroso asomarse fuera del almacén. Estaba tumbado boca arriba, y algo frío le caía sobre el rostro. Procedía de una grieta en el ajuste de la ventana.

Una ventana.

John pensó en Courtney Ignatio: estaba sentada delante de él, en la mesa del comedor comunitario, cuando la pared de cristal de detrás de ella estalló; de repente, en mitad de su pecho, había aparecido una flor abriéndose, brillante como una amapola. Recordó cómo cien voces, todas a la vez, se habían unido formando un solo lamento. Recordaba a los profesores asomando la cabeza desde sus aulas como topos curiosos, y sus miradas al oír los disparos.

John se incorporó agarrándose con una mano a las estanterías, luchando contra el negro zumbido que le anunciaba que iba a desvanecerse de nuevo. Cuando consiguió ponerse de pie, apoyado contra la estructura metálica, estaba temblando. Tenía la visión tan borrosa que, cuando agarró una lata de pintura y la arrojó contra el cristal, le pareció ver dos ventanas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Diecinueve minutos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Diecinueve minutos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Jodi Picoult - Small Great Things
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Shine
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Lone Wolf
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Harvesting the Heart
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Sing You Home
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Jak z Obrazka
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Between the lines
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Handle with Care
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Świadectwo Prawdy
Jodi Picoult
Jodi Picoult - Bez mojej zgody
Jodi Picoult
Jodi Picoult - House Rules
Jodi Picoult
libcat.ru: книга без обложки
Jodi Picoult
Отзывы о книге «Diecinueve minutos»

Обсуждение, отзывы о книге «Diecinueve minutos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x