Jodi Picoult - Diecinueve minutos

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Peter Houghton es un estudiante de 17 años en Sterling, New Hampshire, que lleva tiempo sufriendo los abusos verbales y físicos de sus compañeros de clase. Su única amiga, Josie Cormier, ha sucumbido a la presión del grupo y ahora pertenece a la élite popular que habitualmente lo acosa. Un último incidente lleva a Peter al límite y lo empuja a cometer un acto de violencia que cambiará para siempre la vida de los habitantes de Sterling. Incluso aquellos que no se encontraban en la escuela aquella mañana vieron sus vidas supendidas, incluyendo a Alex Cormier.

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Josie se aclaró la garganta para abrir paso a palabras que no había dicho en años, palabras que todavía tenía miedo de pronunciar delante de nadie por miedo a oír el eco.

– Él es mi amigo-dijo.

– Comenzamos a correr-dijo Drew-. Era como un éxodo en masa. Sólo quería alejarme de la cafetería tanto como pudiera, así que me dirigí hacia el gimnasio. Dos de mis amigos habían oído los disparos, pero no sabían de dónde venían, así que les dije que me siguieran.

– ¿Quiénes eran?-preguntó Leven.

– Matt Royston y Josie Cormier-contestó Drew.

Al oír el nombre de su hija en voz alta, Alex se estremeció. Lo hacía tan…real. Tan inmediato. Drew había localizado a Alex entre el público de la sala y la miró directamente a ella al decir el nombre de Josie.

– ¿Adónde fueron?

– Pensamos que, si llegábamos al vestuario, podríamos trepar por la ventana y alcanzar el arce y que entonces estaríamos a salvo.

– ¿Llegaron al vestuario?

– Josie y Matt sí-dijo Drew-, pero a mí me alcanzó un disparo.

Alex escuchaba mientras la fiscal interrogaba a Drew sobre la gravedad de sus heridas y cómo éstas habían terminado con su carrera en el hockey. Luego lo miró directamente a la cara.

– ¿Conocías a Peter de antes del día del tiroteo?

– Sí.

– ¿De qué?

– Estábamos en el mismo curso. Todo el mundo se conoce.

– ¿Eran amigos?-preguntó Leven.

Alex miró a través de la sala a Lewis Houghton. Estaba sentado directamente detrás de su hijo, sus ojos fijos en el banco. Alex tuvo una imagen fugaz de él, años atrás, abriendo la puerta de la casa cuando ella había ido a recoger a Josie tras una tarde de juegos. «Aquí viene la jueza», había dicho él, y se rió de su propio chiste.

– ¿Eran amigos?

– No-dijo Drew.

– ¿Tenías problemas con él?

Drew dudó.

– No.

– ¿Alguna vez discutiste con él?-preguntó Leven.

– Probablemente intercambiamos un par de palabras-contestó Drew.

– ¿Alguna vez te burlaste de é?

– A veces. Sólo estábamos bromeando.

– ¿Alguna vez le atacaste físicamente?

– Cuando éramos pequeños, quizá le empujé un poquito.

Alex miró a Lewis Houghton. Tenía los ojos cerrados, apretados.

– ¿Has hecho eso alguna vez en el instituto?

– Sí-admitió Drew.

– ¿Alguna vez has amenazado a Peter con un arma?

– No.

– ¿Alguna vez amenazaste con matarle?

– No…éramos, ya sabe, sólo éramos chicos.

– Gracias.-Diana Leven se sentó y Alex vio cómo McAfee se levantaba.

Era un buen abogado, mejor de lo que ella hubiera creído. Había montado una buena escenificación: susurrando con Peter, poniendo la mano en el brazo del chico cuando él se molestaba por algo, tomando copiosas notas en los interrogatorios y compartiéndolas con su cliente. Estaba humanizando a Peter, a pesar del hecho de que la fiscalía estaba haciendo de él un monstruo, a pesar del hecho de que la defensa aún no había comenzado su turno.

– No tenías problemas con Peter-repitió McAfee.

– No.

– Pero él sí tenía problemas contigo, ¿verdad?

Drew no contestó.

– Señor Girard, tendrá que responder-dijo el juez Wagner.

– A veces-concedió Drew.

– ¿Alguna vez has clavado el codo en el pecho de Peter?

La mirada de Drew se deslizaba hacia los lados.

– Quizá. Por accidente.

– Ah, sí. Es muy fácil clavarle el codo a alguien cuando menos te lo esperas…

– Protesto…

McAfee sonrió.

– De hecho, no era un accidente, ¿o sí, señor Girard?

En la mesa de la fiscalía, Diana Leven levantó su lápiz y lo dejó caer al suelo. El ruido hizo que Drew mirara hacia allí y un músculo se tensionó en su mandíbula.

– Sólo estábamos bromeando-dijo.

– ¿Alguna vez encerraste a Peter en un casillero?

– Quizá.

– ¿Sólo bromeando?-preguntó McAfee.

– Sí.

– Muy bien-continuó-. ¿Alguna vez le pusiste la zancadilla?

– Supongo.

– Espera…déjame adivinar…una broma, ¿correcto?

Drew lo miró con odio.

– Sí.

– En realidad, le has estado haciendo este tipo de cosas a Peter desde que eran niños pequeños, ¿verdad?

– Nunca fuimos amigos-dijo Drew-. Él no era como nosotros.

– ¿Quiénes son «nosotros»?

Drew se encogió de hombros.

– Matt Royston, Josie Cormier, John Eberhard, Courtney Ignatio. Gente así. Todos nosotros estuvimos juntos durante años.

– ¿Conocía Peter a todos los de ese grupo?

– Es una escuela pequeña, claro.

– ¿Conoce Peter a Josie Cormier?

A Alex se le aceleró la respiración.

– Sí.

– ¿Alguna vez viste a Peter hablando con Josie?

– No lo sé.

– Bueno, más o menos un mes antes del tiroteo, cuando todos ustedes estaban juntos en la cafetería, Peter se acercó para hablarle a Josie. ¿Puedes decirnos algo sobre eso?

Alex se inclinó hacia adelante en su silla. Podía sentir las miradas convergiendo en ella, calientes como el sol en un desierto. Se dio cuenta de que ahora Lewis Houghton la estaba mirando a ella.

– No sé de qué estaban hablando.

– Pero estabas allí, ¿verdad?

– Sí.

– ¿Y Josie es amiga tuya? ¿No una de las personas que anda con Peter?

– Sí-dijo Drew-, ella es una de nosotros.

– ¿Recuerdas cómo terminó la conversación de la cafetería?-preguntó McAfee.

Drew bajó la mirada al suelo.

– Déjeme que le ayude, señor Girard. Terminó con que Matt Royston se colocó detrás de Peter y le bajó los pantalones mientras él estaba hablando con Josie Cormier. ¿Es correcto esto?

– Sí.

– La cafetería estaba atiborrada de chicos ese día, ¿verdad?

– Sí.

– Y Matt no sólo bajó los pantalones de Peter…le bajó también los calzoncillos, ¿es correcto?

La boca de Drew se torció.

– Sí.

– Y ustedes vieron todo eso.

– Sí.

McAfee se volvió hacia el jurado.

– A ver si lo adivino-dijo-. Otra broma, ¿verdad?

El tribunal permanecía en absoluto silencio. Drew miraba a Diana Leven, rogando que lo sacaran del banquillo de los testigos, le pareció a Alex. Drew era la primera persona, sin contar a Peter, ofrecida en sacrificio.

Jordan McAfee volvió a la mesa de la defensa y levantó un papel.

– ¿Recuerdas qué día le bajaron los pantalones a Peter?

– No.

– Permíteme que te lo muestre, entonces, Prueba de la Defensa Número Uno. ¿Reconoces esto?

Extendió el papel a Drew, que lo agarró, encogiéndose de hombros inmediatamente después.

– Esto es una parte de un correo electrónico que recibiste el tres de febrero, dos días antes de que le bajasen los pantalones a Peter en la cafetería del Instituto Sterling. ¿Puedes decirnos quién te lo envió?

– Courtney Ignatio.

– ¿Era una carta dirigida a ella?

– No-contestó Drew-. Había sido escrita para Josie.

– ¿Quién la escribió?-lo presionó McAfee.

– Peter.

– ¿Qué decía?

– Era sobre Josie. Y de cómo estaba por ella.

– Quieres decir que estaba enamorado.

– Supongo-dijo Drew.

– ¿Qué hiciste tú con este correo electrónico?

Drew levantó la vista.

– Lo mandé a todos los estudiantes del instituto.

– A ver si lo entiendo bien-dijo McAfee-. ¿Tú tomaste una nota de contenido altamente privado que no te pertenecía, una carta que hablaba de los más profundos y secretos sentimientos de Peter, y la reenviaste a todos y cada uno de los chicos de tu escuela?

Drew permanecía callado.

Jordan McAfee dio un golpecito con el papel del correo electrónico contra la baranda de delante del estrado.

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