Jodi Picoult - Diecinueve minutos

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Peter Houghton es un estudiante de 17 años en Sterling, New Hampshire, que lleva tiempo sufriendo los abusos verbales y físicos de sus compañeros de clase. Su única amiga, Josie Cormier, ha sucumbido a la presión del grupo y ahora pertenece a la élite popular que habitualmente lo acosa. Un último incidente lleva a Peter al límite y lo empuja a cometer un acto de violencia que cambiará para siempre la vida de los habitantes de Sterling. Incluso aquellos que no se encontraban en la escuela aquella mañana vieron sus vidas supendidas, incluyendo a Alex Cormier.

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– ¿Qué tuviste después de la clase de francés?-preguntó la fiscal. Ya había pasado por la parte del nombre, la dirección y el comienzo de ese día horrible.

– Matemáticas, con el señor McCabe.

– ¿Fuiste a clase?

– Sí.

– ¿Y a qué hora comenzó esa clase?

– A las nueve cuarenta-contestó Zoe.

– ¿Viste a Peter Houghton en algún momento antes de la clase de matemáticas?

Ella no pudo evitarlo, lanzó una mirada hacia Peter, sentado a la mesa de la defensa. Ahí estaba lo extraño: ella era una estudiante de primero y no le conocía en absoluto. E incluso ahora, incluso después de que él le disparara, si fuera caminando por la calle y se lo cruzara, pensaba que no lo reconocería.

– No-dijo Zoe.

– ¿Ocurrió algo inusual en la clase de matemáticas?

– No.

– ¿Permaneciste allí durante toda la clase?

– No-dijo Zoe-. Tenía una cita con el ortodoncista a las diez y cuarto, así que me fui un poco antes de las diez para firmar la salida en la oficina y esperar a mi madre.

– ¿Dónde iba a encontrarse contigo?

– En los escalones de la entrada. Iba a conducir hasta allí.

– ¿Firmaste la salida de la escuela?

– Sí.

– ¿Fuiste a los escalones de la entrada?

– Sí.

– ¿Había alguien más allí fuera?

– No. Todos estaban en clase.

Ella miró a la fiscal sacar una gran fotografía de la escuela y del estacionamiento, de cómo solía ser. Zoe había pasado por delante de la construcción y ahora había una gran valla alrededor de toda el área.

– ¿Puedes mostrarme dónde estabas parada?

Zoe se lo señaló.

– Que quede registrado que la testigo señaló los escalones de entrada del Instituto Sterling-dijo la señora Leven-. Ahora bien, ¿qué ocurrió mientras estabas de pie y esperabas a tu madre?

– Hubo una explosión.

– ¿Sabías de dónde venía?

– De algún lugar de detrás de la escuela-contestó Zoe, y echó un vistazo a la foto otra vez, como si la bomba pudiera detonar justo en esos momentos.

– ¿Qué ocurrió a continuación?

Zoe comenzó a frotarse la pierna con la mano.

– Él…dio la vuelta alrededor de la escuela y luego vino hacia los escalones…

– ¿Por «él» quieres decir el acusado, Peter Houghton?

Zoe asintió con la cabeza, tragando.

– Vino hacia los escalones, le miré y él…él me apuntó con una arma y me disparó.-Ahora parpadeaba muy rápido, intentando no llorar.

– ¿Dónde te disparó, Zoe?-preguntó la fiscal suavemente.

– En la pierna.

– ¿Te dijo Peter algo antes de dispararte?

– No.

– ¿Sabías quién era él en ese momento?

Zoe sacudió la cabeza.

– No.

– ¿Reconociste su rostro?

– Sí, de la escuela y eso…

La señora Leven dio la espalda al jurado e hizo un pequeño guiño a Zoe que hizo que se sintiera mejor.

– ¿Qué tipo de arma llevaba, Zoe? ¿Era un arma pequeña sostenida con una sola mano o un arma grande que llevara con las dos manos?

– Una pequeña.

– ¿Cuántas veces te disparó?

– Una.

– ¿Dijo algo después de haberte disparado?

– No lo recuerdo-contestó Zoe.

– ¿Qué hiciste tú?

– Quería huir de él, pero me sentía la pierna como si se hubiera prendido fuego. Intenté correr pero no podía hacerlo, me desplomé y me caí por la escalera, entonces tampoco podía mover el brazo.

– ¿Qué hizo el acusado?

– Entró en la escuela.

– ¿Viste en qué dirección fue?

– No.

– ¿Cómo está tu pierna ahora?-preguntó la fiscal.

– Todavía necesito un bastón-respondió Zoe-. Tuve una infección porque la bala arrastró un fragmento de tela de los tejanos adentro de la pierna. El tendón está adherido al tejido de la cicatriz y esa parte todavía está muy sensible. Los médicos no saben si quieren hacer otra operación, porque eso podría causar más daño.

– Zoe, ¿estabas en un equipo deportivo el año pasado?

– Fútbol-contestó ella y bajó la mirada hacia su pierna-. Hoy comienzan los entrenamientos de la temporada.

La señora Leven se volvió hacia el jurado.

– Nada más-dijo-. Zoe, el señor McAfee quizá tenga algunas preguntas que hacerte.

El otro abogado se puso de pie. A Zoe la ponía nerviosa esa parte, porque aunque había practicado con la fiscal, no tenía ni idea de lo que el abogado de Peter le preguntaría. Era como un examen; y ella quería dar las respuestas correctas.

– Cuando Peter te disparó, ¿estaba a un metro de ti, más o menos?-preguntó el abogado.

– Sí.

– No parecía que estuviera dirigiéndose hacia ti, ¿verdad?

– Supongo que no.

– Parecía que estuviera intentando subir la escalera, ¿no?

– Sí.

– Y tú sólo estabas esperando en la escalera, ¿correcto?

– Sí.

– Entonces, ¿se podría decir que estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado?

– Protesto-intervino la señora Leven.

El juez-un hombre grande con melena de pelo blanco que parecía asustar a Zoe-sacudió la cabeza.

– Denegada.

– No más preguntas-dijo el abogado, y entonces la señora Leven se levantó otra vez y le preguntó:

– Después de que Peter entrara en la escuela, ¿qué hiciste?

– Comencé a gritar para pedir ayuda.-Zoe miró hacia el público de la sala, intentando encontrar a su madre. Si miraba a su madre, entonces podría decir lo que tenía que decir a continuación, porque ya todo habría terminado y eso era lo que tenía que tener presente, sin importar hasta qué punto sintiera que no era así-. Al principio no vino nadie-murmuró Zoe-. Y luego…vino todo el mundo.

Michael Beach miró cómo Zoe Patterson se iba de la sala en la que estaban aislados los testigos. Era una extraña colección: había de todo, desde perdedores como él, hasta chicos populares, como Brady Price. Más extraño todavía era que nadie pareciera inclinado a romper las reglas habituales: los antisociales en una esquina, los atletas en otra y así. En cambio, todos se habían sentado a una larga mesa de conferencias. Emma Alexis-que era una de las chicas populares, muy hermosa-ahora estaba paralizada de la cintura para abajo, sentada en una silla de ruedas al lado de Michael. Le había pedido a éste si podía comerse la mitad de su rosquilla glaseada.

– Cuando Peter entró en el gimnasio-preguntó la fiscal-, ¿qué hizo?

– Agitó un arma-dijo Michael.

– ¿Pudiste ver qué tipo de arma era?

– Bueno, una pequeña.

– ¿Un revólver?

– Sí.

– ¿Dijo algo?

Michael echó un vistazo a la mesa de la defensa.

– Dijo: «Todos ustedes, atletas, adelante y al centro».

– ¿Qué ocurrió?

– Un chico comenzó a correr hacia él, como si fuera a tumbarlo.

– ¿Quién era?

– Noah James. Él es, era, un estudiante de último año. Peter le disparó y él cayó.

– ¿Qué ocurrió luego?-preguntó la fiscal.

Michael respiró hondo.

– Peter dijo «¿Quién es el próximo?», y mi amigo Justin me agarró y comenzó a arrastrarme hacia la puerta.

– ¿Desde cuándo eran amigos Justin y tú?

– Desde tercer grado-contetó Michael.

– ¿Y entonces?

– Peter debió de ver que algo se movía, así que se dio la vuelta y comenzó a disparar.

– ¿Te dio a ti?

Michael sacudió la cabeza y apretó los labios.

– Michael-insistió la fiscal amablemente-, ¿a quién le dio?

– Justin se puso delante de mí en cuanto comenzó el tiroteo. Y entonces él…él cayó. Había sangre por todas partes y yo intentaba detenerla, como hacen en la televisión, apretándole el estómago. No estaba prestando atención a nada más, sólo a Justin, y entonces, de repente, sentí un arma presionando contra mi cabeza.

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