– ¿Qué tuviste después de la clase de francés?-preguntó la fiscal. Ya había pasado por la parte del nombre, la dirección y el comienzo de ese día horrible.
– Matemáticas, con el señor McCabe.
– ¿Fuiste a clase?
– Sí.
– ¿Y a qué hora comenzó esa clase?
– A las nueve cuarenta-contestó Zoe.
– ¿Viste a Peter Houghton en algún momento antes de la clase de matemáticas?
Ella no pudo evitarlo, lanzó una mirada hacia Peter, sentado a la mesa de la defensa. Ahí estaba lo extraño: ella era una estudiante de primero y no le conocía en absoluto. E incluso ahora, incluso después de que él le disparara, si fuera caminando por la calle y se lo cruzara, pensaba que no lo reconocería.
– No-dijo Zoe.
– ¿Ocurrió algo inusual en la clase de matemáticas?
– No.
– ¿Permaneciste allí durante toda la clase?
– No-dijo Zoe-. Tenía una cita con el ortodoncista a las diez y cuarto, así que me fui un poco antes de las diez para firmar la salida en la oficina y esperar a mi madre.
– ¿Dónde iba a encontrarse contigo?
– En los escalones de la entrada. Iba a conducir hasta allí.
– ¿Firmaste la salida de la escuela?
– Sí.
– ¿Fuiste a los escalones de la entrada?
– Sí.
– ¿Había alguien más allí fuera?
– No. Todos estaban en clase.
Ella miró a la fiscal sacar una gran fotografía de la escuela y del estacionamiento, de cómo solía ser. Zoe había pasado por delante de la construcción y ahora había una gran valla alrededor de toda el área.
– ¿Puedes mostrarme dónde estabas parada?
Zoe se lo señaló.
– Que quede registrado que la testigo señaló los escalones de entrada del Instituto Sterling-dijo la señora Leven-. Ahora bien, ¿qué ocurrió mientras estabas de pie y esperabas a tu madre?
– Hubo una explosión.
– ¿Sabías de dónde venía?
– De algún lugar de detrás de la escuela-contestó Zoe, y echó un vistazo a la foto otra vez, como si la bomba pudiera detonar justo en esos momentos.
– ¿Qué ocurrió a continuación?
Zoe comenzó a frotarse la pierna con la mano.
– Él…dio la vuelta alrededor de la escuela y luego vino hacia los escalones…
– ¿Por «él» quieres decir el acusado, Peter Houghton?
Zoe asintió con la cabeza, tragando.
– Vino hacia los escalones, le miré y él…él me apuntó con una arma y me disparó.-Ahora parpadeaba muy rápido, intentando no llorar.
– ¿Dónde te disparó, Zoe?-preguntó la fiscal suavemente.
– En la pierna.
– ¿Te dijo Peter algo antes de dispararte?
– No.
– ¿Sabías quién era él en ese momento?
Zoe sacudió la cabeza.
– No.
– ¿Reconociste su rostro?
– Sí, de la escuela y eso…
La señora Leven dio la espalda al jurado e hizo un pequeño guiño a Zoe que hizo que se sintiera mejor.
– ¿Qué tipo de arma llevaba, Zoe? ¿Era un arma pequeña sostenida con una sola mano o un arma grande que llevara con las dos manos?
– Una pequeña.
– ¿Cuántas veces te disparó?
– Una.
– ¿Dijo algo después de haberte disparado?
– No lo recuerdo-contestó Zoe.
– ¿Qué hiciste tú?
– Quería huir de él, pero me sentía la pierna como si se hubiera prendido fuego. Intenté correr pero no podía hacerlo, me desplomé y me caí por la escalera, entonces tampoco podía mover el brazo.
– ¿Qué hizo el acusado?
– Entró en la escuela.
– ¿Viste en qué dirección fue?
– No.
– ¿Cómo está tu pierna ahora?-preguntó la fiscal.
– Todavía necesito un bastón-respondió Zoe-. Tuve una infección porque la bala arrastró un fragmento de tela de los tejanos adentro de la pierna. El tendón está adherido al tejido de la cicatriz y esa parte todavía está muy sensible. Los médicos no saben si quieren hacer otra operación, porque eso podría causar más daño.
– Zoe, ¿estabas en un equipo deportivo el año pasado?
– Fútbol-contestó ella y bajó la mirada hacia su pierna-. Hoy comienzan los entrenamientos de la temporada.
La señora Leven se volvió hacia el jurado.
– Nada más-dijo-. Zoe, el señor McAfee quizá tenga algunas preguntas que hacerte.
El otro abogado se puso de pie. A Zoe la ponía nerviosa esa parte, porque aunque había practicado con la fiscal, no tenía ni idea de lo que el abogado de Peter le preguntaría. Era como un examen; y ella quería dar las respuestas correctas.
– Cuando Peter te disparó, ¿estaba a un metro de ti, más o menos?-preguntó el abogado.
– Sí.
– No parecía que estuviera dirigiéndose hacia ti, ¿verdad?
– Supongo que no.
– Parecía que estuviera intentando subir la escalera, ¿no?
– Sí.
– Y tú sólo estabas esperando en la escalera, ¿correcto?
– Sí.
– Entonces, ¿se podría decir que estabas en el lugar equivocado en el momento equivocado?
– Protesto-intervino la señora Leven.
El juez-un hombre grande con melena de pelo blanco que parecía asustar a Zoe-sacudió la cabeza.
– Denegada.
– No más preguntas-dijo el abogado, y entonces la señora Leven se levantó otra vez y le preguntó:
– Después de que Peter entrara en la escuela, ¿qué hiciste?
– Comencé a gritar para pedir ayuda.-Zoe miró hacia el público de la sala, intentando encontrar a su madre. Si miraba a su madre, entonces podría decir lo que tenía que decir a continuación, porque ya todo habría terminado y eso era lo que tenía que tener presente, sin importar hasta qué punto sintiera que no era así-. Al principio no vino nadie-murmuró Zoe-. Y luego…vino todo el mundo.
Michael Beach miró cómo Zoe Patterson se iba de la sala en la que estaban aislados los testigos. Era una extraña colección: había de todo, desde perdedores como él, hasta chicos populares, como Brady Price. Más extraño todavía era que nadie pareciera inclinado a romper las reglas habituales: los antisociales en una esquina, los atletas en otra y así. En cambio, todos se habían sentado a una larga mesa de conferencias. Emma Alexis-que era una de las chicas populares, muy hermosa-ahora estaba paralizada de la cintura para abajo, sentada en una silla de ruedas al lado de Michael. Le había pedido a éste si podía comerse la mitad de su rosquilla glaseada.
– Cuando Peter entró en el gimnasio-preguntó la fiscal-, ¿qué hizo?
– Agitó un arma-dijo Michael.
– ¿Pudiste ver qué tipo de arma era?
– Bueno, una pequeña.
– ¿Un revólver?
– Sí.
– ¿Dijo algo?
Michael echó un vistazo a la mesa de la defensa.
– Dijo: «Todos ustedes, atletas, adelante y al centro».
– ¿Qué ocurrió?
– Un chico comenzó a correr hacia él, como si fuera a tumbarlo.
– ¿Quién era?
– Noah James. Él es, era, un estudiante de último año. Peter le disparó y él cayó.
– ¿Qué ocurrió luego?-preguntó la fiscal.
Michael respiró hondo.
– Peter dijo «¿Quién es el próximo?», y mi amigo Justin me agarró y comenzó a arrastrarme hacia la puerta.
– ¿Desde cuándo eran amigos Justin y tú?
– Desde tercer grado-contetó Michael.
– ¿Y entonces?
– Peter debió de ver que algo se movía, así que se dio la vuelta y comenzó a disparar.
– ¿Te dio a ti?
Michael sacudió la cabeza y apretó los labios.
– Michael-insistió la fiscal amablemente-, ¿a quién le dio?
– Justin se puso delante de mí en cuanto comenzó el tiroteo. Y entonces él…él cayó. Había sangre por todas partes y yo intentaba detenerla, como hacen en la televisión, apretándole el estómago. No estaba prestando atención a nada más, sólo a Justin, y entonces, de repente, sentí un arma presionando contra mi cabeza.
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