Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Iguana: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Iguana»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A finales del siglo XVIII, existió un hombre llamado «Iguana» Oberlús, que debido a su terrible aspecto era despreciado y maltratado por todo el mundo. Harto de esa situación, huyó al archipiélago de Las Galápagos, y en el islote de La Española estableció su morada. Allí esperó impaciente durante años, pero al final sus deseos se vieron cumplidos: en ese islote atracaron unos pocos barcos y «La Iguana» no desaprovechó su oportunidad. Secuestró algunos de sus tripulantes y los sometió a sus órdenes, tratándolos como simples criaturas salvajes, tal y como lo habían tratado a él durante toda su vida.

La Iguana — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Iguana», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La irritación dejó paso a la frustración y la ira, y esta última a un creciente temor, puesto que en cualquier momento un navío podrá hacer su aparición en el horizonte y tener la mala idea de fondear en la ensenada.

Las consecuencias de esa frustración y esa ira, las pagaba en buena lógica Niña Carmen , que, pese al estoicismo con que había soportado hasta el presente los malos tratos, una noche lo empujó fuera de la cama por medio de un violento y sorprendente empujón, impropio de una mujer de su constitución física.

Se enfrento a él con los ojos relampagueantes:

— ¡ Ya está bien! — gritó fuera de sí y desmelenada —. ¿Quién te has creído que soy…? ¿Un perro…?

Oberlus se irguió del suelo en cierto modo desconcertado, porque en ese exacto momento no había ido particularmente duro con ella, pareció que no iba a reaccionar, pero, de improviso, dio un salto adelante y le descargó un violento puñetazo en el rostro que la tumbó de espaldas.

Cuando Carmen de Ibarra recobró el conocimiento, se encontró tumbada boca abajo, amarrada a la cama con los brazos piernas en cruz, y el intenso dolor que sentía le hizo comprender que la estaba sodomizando, tratando de hacerle el mayor daño posible.

— ¡Por favor…! — suplicó vencida —. ¡Por favor…!

Pero Oberlus continuó hasta derramarse en ella para quedar tumbado sobre su espalda mordiéndole el cuello.

Al rato, cuando recuperó el aliento, le murmuró al oído:

— ¿Has dicho… «por favor»…

Ella asintió en silencio.

— Eso me gusta… — admitió él —. Ya es hora de que te decidas a hablar y pedirme las cosas como a una persona… ¿O es que no te habías dado cuenta de que soy una persona…?

— No te comportas como una persona.

— Porque nadie me ha tratado nunca como si lo fuera… Salió de ella y se sentó en la cama, comenzando a desatarla con parsimonia. Por último la obligó a volverse, colocándola boca arriba, y le aferró con firmeza el rostro por la barbilla:

— ¡Mírame..! — ordenó —. ¿Te parezco en verdad un ser humano; una persona…? — ante la muda y aterrorizada afirmación, rió divertido —. El más espantoso de todos ¿no es cierto…? Pero persona al fin… — chasqueó la lengua —. Tan sólo existe algo en este mundo que infunda más miedo que mi rostro — hizo una pausa —. Yo mismo… — acudió a la mesa y bebió con avidez, directamente, del gollete de la garrafa de ron —. Me he convertido en algo aún peor que mi propia cara, lo que ya es decir mucho, ¿no te parece…? — inquirió al concluir de beber.

Ella, que le miraba con fijeza, se atrevió a preguntar:

— ¿Siempre fuiste así…?

Oberlus se volvió sorprendido, dejando a un lado la garrafa:

— ¿Así cómo…? — quiso saber —. ¿Así de feo, o así de violento…? — se encogió de hombros —. Bueno… Creo que ambas cosas van unidas… Sí… — admitió —. Desde que yo recuerdo, siempre he sido así… Nací como uno de esos fetos que los médicos conservan en frascos de alcohol, con la única diferencia de que yo tuve la mala ocurrencia de continuar respirando… Y mi madre… ¡fanática católica debía de ser la maldita para no consentir que me enviaran de regreso al infierno en ese mismo instante! se emperró por lo visto en amamantarme hasta que no pudo más y echo a correr.

Niña Carmen no hizo comentario alguno, limitándose a erguirse hasta quedar sentada en la cama, mientras él buscaba acomodo en el ancho sillón en que acostumbraba a leer, al tiempo que encendía su renegrida cachimba.

La miró de reojo:

— No te atreves a preguntar lo que se siente al haber nacido así, ¿verdad…? — añadió al rato —. Temes que me ofenda y me enfurezca… No… — negó —. Son muchos años llevando esta cara a todas partes…¡ Demasiados años..! Ya nada me ofende. Ahora soy yo quien ofende a lo demás, y eso me gusta.

— Disfrutas con ello, ¿no es cierto?

— Desde luego… — admitió —. Me agrada saber que inspiro terror, pero no por feo, sino porque en verdad lo que hago aterroriza… — hizo una pausa —. Siempre se ha dicho que es preferible inspirar odio a inspirar lástima, y lo cierto es que, jamás, ni siquiera lástima sintió nadie por mí… Sólo asco… — lanzó una nube de humo hacia ella —. También a ti te doy asco, ¿no es cierto?

Carmen de Ibarra — el mundo se había olvidado ya de ella y de que un día la llamaron Niña Carmen — negó segura de sí misma.

— Ahora ya no.

Oberlus la observó con mayor atención, como si quisiera leer en el fondo de aquellos ojos misteriosamente inquietantes, fue a insistir en el tema, pero de improviso pareció cambiar de idea y le imprimió un nuevo giro a la conversación:

— ¿Quién era…? — quiso saber —. El que mate aquella noche en la playa.

— Diego Ojeda, heredero de una de las mayores fortunas de Quito.

— Eso no me importa… — replicó con sequedad —. Quiero saber quién era para ti… ¿Estabais casados?

— No. No lo estábamos. Y aquélla tenía que ser nuestra primera noche juntos.

— ¿Le amabas?

— Sí.

— ¿Aún le amas?

— Está muerto.

— Dicen que se puede amar a los muertos.

— Únicamente los seres humanos podemos amar a los muertos, y ése es uno de los principales errores de nuestra especie… — replicó ella con calma —. Yo me he pasado la vida amando a hombres muertos, pero he descubierto que estaba equivocada. Equivocada en todo.

La Iguana Oberlus no preguntó qué había querido decir con ese «todo», y probablemente ella tampoco hubiera sabido explicarlo por más que se lo propusiera, porque el cúmulo de sentimientos que Carmen de Ibarra había experimentado desde que se encontraba en aquella cueva, la confundían como nada la había confundido en la vida anteriormente.

La sumisión con que se propuso aceptar su horrendo destino, y que consideró un a modo de expiación por sus anteriores culpas y por la insensatez de unos caprichos que no habían acarreado más que desgracia a los seres queridos, había ido dan paso, de forma para ella inexplicable, a una, cada vez más inquietante, sensación de bienestar. Se sentía feliz pagando por el mal que había causado, al igual que era feliz el penitente que cargaba una pesada cruz en las procesiones de Semana Santa, o el monje que se laceraba cada amanecer con un cilicio.

Pero eso era mentira, y lo sabía.

Desconcertada, iba descubriendo que en lo más íntimo de su ser no se sentía feliz por estar cancelando una deuda a base de soportar resignadamente las más inconcebibles vejaciones, sino que tal felicidad emanaba de las vejaciones en sí mismas, y de la mansedumbre con que le agradaba sufrirlas.

Aunque le doliera, tenía que confesarse a sí misma que no le espantaba ya la llegada de su violador y su verdugo, sino que vivía anhelándola, al igual que anhelaba sus malos tratos y las humillaciones a que la sometía, y que si en un momento determinado se había rebelado contra él, era porque abrigaba la absoluta certeza de que tal rebelión provocaría una nueva reacción de violencia aún más virulenta.

Así había ocurrido, en efecto, y al despertar de la brutal agresión, se había encontrado tan aberrantemente ofendida, que se había sentido tan feliz como nunca lo hubiera sido antes, pese a que aquel pene gigantesco la rasgase por dentro, y al fin no hubiera tenido más remedio que implorar clemencia.

Pero incluso en aquel sumiso suplicar que no continuara atormentándola, había encontrado un especial placer, por el simple hecho de que, como era de esperar, su monstruoso dueño no la había escuchado.

El sol estaba en su cenit, la marea en su punto más bajo, y el portugués Gamboa, Joao Bautista de Gamboa y Costa, dormitaba en su escondite, a la sombra, dejando pasar aquéllas, las más pesadas horas de calor del mediodía.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Iguana»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Iguana» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Bora Bora
Alberto Vázquez-Figueroa
Отзывы о книге «La Iguana»

Обсуждение, отзывы о книге «La Iguana» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x