Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Yáiza: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Yáiza»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ésta es la segunda entrega de la saga de los Perdomo, un familia de Lanzarote obligada a emigrar a tierras sudamericanas. Yáiza Perdomo, una joven de insólita belleza, posee un don sobrenatural para «aplacar las bestias, aliviar los enfermos y agradar a los muertos». Uno de sus hermanos mata al hijo de un poderoso terrateniente, y los Perdomo tienen que huir precipitadamente de la isla en una frágil embarcación. Tras terribles peripecias, llegan a las costas venezolanas y se consideran a salvo. Sin embargo, tendrán que enfrentarse a las dificultades de una nueva vida en un mundo desconocido, agravadas por el extraño hechizo que la joven Yáiza ejerce en los hombres… Con esta trilogía — integrada por Océano, Yáiza y Maradentro — Alberto Vázquez-Figueroa consigue una saga plena de aventuras y hondo perfil humano.

Yáiza — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Yáiza», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Al otro lado del muro, Mauro Monagas había abiertos los ojos alarmado por las voces, y cuando se cercioró de que algo extraсo ocurría, se aproximó a la pared, apartó con sumo cuidado el taco de madera y aplicó el ojo al agujero.

Advirtió cómo ambos hermanos se vestían dando la espalda a Yaiza, que comenzaba a hacerlo a su vez, y distinguió igualmente las manos de Aurelia, que colocaba apresuradamente en el fondo de una caja de cartón cuanto aparecía desparramado por la estancia.

Se alarmó.

El corazón le dio un vuelco en el pecho, y experimentó el mismo temblor de piernas que le atacara la primera vez que descubrió a la muchacha desnuda.

Durante unos segundos todo se le antojó confuso y sin explicación, pero pronto llegó al convencimiento de que sus huéspedes se estaban disponiendo para la marcha.

Meditó unos instantes recostado en la pared, y al fin taponó de nuevo el agujero, se puso a duras penas los pantalones, y con su monstruosa barriga al aire salió al pasillo y golpeó la puerta.

— ¿Qué ocurre? — inquinó cuando Sebastián asomó la cabeza.

— Nos vamos.

— ¿A estas horas? ¿Por qué?

El otro miró hacia dentro, comprobó que Yaiza estaba ya vestida y abrió la puerta de par en par al tiempo que se encogía de hombros tratando de mostrar su desconocimiento y su impotencia.

— ¡Cosas de mi familia, que está chiflada! — comentó—. Yaiza asegura que aquí nos acecha un gran peligro.

— ¿Qué clase de peligro?

El gordo Monagas notó cómo los verdes ojos de la muchacha se clavaban en él buscando atravesarle o leer en el fondo de su mente, y deseó más que nada en este mundo encontrarse muy lejos de allí, porque le asaltó el convencimiento de que sabía la verdad.

Pese a ello insistió con voz más débil volviéndose a la madre, que concluía de empaquetar las escasas pertenencias del grupo.

— ¿Qué clase de peligro?

— No lo sabemos — replicó desganadamente Aurelia sin mirarle—. Pero si mi hija dice que tenemos que irnos, tenemos que irnos.

— ¡Pero han pagado hasta el sábado — protestó el Manco—. ¡Quédense por lo menos hasta entonces!

— ¡No! Nos vamos.

Era la primera vez que Asdrúbal abría la boca en el transcurso de la noche, pero su voz denotaba a las claras la firmeza de su determinación.

— ¿Adónde?

— No lo sabemos.

— ¡Pero…! — se sorprendió Monagas, desconcertado—. ¿Cómo podré localizarlos?

— ¿Para qué?

— Para lo que pueda necesitar.

— No creo que podamos ayudarle nunca en nada.

— ¿Y si reciben una carta, o alguien pregunta por ustedes?

— No esperamos ninguna carta. — Asdrúbal hizo una corta pausa y puntualizó escuetamente —: Y nadie nos conoce.

El Manco Monagas recorrió uno por uno los cuatro rostros que a su vez le miraban, llegó a la conclusión de que todo estaba perdido, y súbitamente vencido dio dos pasos y se dejó caer en el borde de la cama más próxima, inclinando la cabeza y pasándose la mano por su enorme calva sudorosa.

— ¿Qué será de mí ahora? — musitó roncamente—. ¡Dios bendito! ¿Qué será de mí?

Los Perdomo intercambiaron una mirada de sorpresa, y guardaron silencio, observando fijamente a aquel gordo grasiento que parecía haberse convertido en la más pura estampa del abatimiento y la desesperación.

Al fin Aurelia tomó asiento frente a él y extendió la mano, apoyándola en una de sus rodillas.

— ¡No se lo tome así! — seсaló—. Encontrará otros huéspedes. Total:;para lo que le pagamos…!

El otro tardó en reaccionar y decidirse a mirarla de frente.

— Usted no lo entiende — dijo al fin—. Nadie lo entendería. — Hizo una pausa—. Pero ella tiene razón, y es mejor que se marchen. Váyanse y no vuelvan nunca… ¡Nunca!

— ¿Por qué?

— Porque Antonio das Noites la encontrará si se queda en Caracas. O en Maracaibo, Valencia, Puerto Cabello o cualquier otra ciudad venezolana. — Agitó la cabeza, pesimista—. Su gente está en todas partes y le informarán de cualquier muchacha útil para su negocio.

— Ahora, al hablar miraba fijamente a Yaiza, como si no existiera nadie más que ella en este mundo—. Quería llevarte — aсadió—. Quería convertirte en la prostituta más famosa del país. El sabe cómo hacerlo; él sabe mejor que nadie cómo drogar y enviciar a una mujer para que haga cuanto quieran sus clientes.

Asdrúbal dio un paso adelante, amenazador.

— ¡Usted lo sabía! — exclamó—. ¡Lo sabía y no nos advirtió, maldito hijo de puta!

El gordo ni siquiera se molestó en mirarle.

— Tenía miedo — dijo—. Ustedes también lo tendrían si conocieran a ese sucio canalla brasileсo. ¡Váyanse! — repitió obsesivamente—. ¡Por favor, váyanse donde él nunca pueda encontrarla!

— ¿Cómo? — quiso saber Sebastián—. Aún no nos han entregado las cédulas de identidad, ni los permisos de residencia. En cuanto salgamos de Caracas nos detendrá la Policía.

El Manco apartó los ojos de Yaiza y le miró.

— En el Departamento de Extranjería hay un negro, Abelardo Chirinos. Si han presentado ya la documentación, en dos horas lo soluciona todo por quinientos bolívares… ¡Vayan a verle de mi parte!

— No tenemos dinero.

— Yo lo tengo… — seсaló Mauro Monagas—. Ferreira me lo dio. ¡Llévenselo! Que su propio dinero sirva para burlarle. ¡Es un hijo de puta! ¡No como yo, que nací así, sino un auténtico hijo de puta que quería entregar a Yaiza al cerdo de Medina o a ese nazi de Meyer… — Sonrió quizá por primera vez en muchos aсos—. ¡Me alegra joderles! — admitió—. Y me alegra saber que por mucho dinero que tengan ninguno podrá pagar por ser él el primero en ponerle las manos encima.

Ya a solas, más a solas que nunca en el mugriento cuartucho donde había pasado tantos aсos, el Manco Monagas se tumbó en el camastro a contemplar el techo evocando cada uno de los momentos que había pasado con el ojo pegado a la pared preguntándose cómo transcurriría de allí en adelante su vida si no podía llenarla con la presencia portentosa y única de Yaiza.

Sintió unos incontenibles deseos de llorar, de llorar sin recato, como no lo hacía desde que fuera el niсo más solitario, triste y desgraciado del mundo, y aún lloraba cuando golpearon la puerta, y tuvo que hacer un esfuerzo para contenerse y limpiarse las lágrimas con un mugriento paсuelo antes de abrir.

— ¿Qué ha ocurrido? — fue lo primero que inquirió agresivamente Lucio Larraz—. Llevo más de dos horas esperando. ¿Dónde está?

— ¿Quién?

El otro le miró como si se hubiera vuelto loco.

— ¿Quién va a ser, estúpido? Esa chica.

— Se fue — replicó el Manco Monagas con una súbita calma que a él mismo le sorprendió—. Sus muertos le avisaron que vendrías, y se marchó. — Hizo un ademán indicando que le dejara en paz—. Y dile a tu jefe que no se moleste en buscarla. ¡Nunca la encontrará! Yaiza no es para él, ni para Meyer o cualquier otro cabrón semejante. Ella no es de nadie. ¡Jamás será de nadie!

Lucio Larraz le observó como si le costara un gran esfuerzo averiguar a qué se estaba refiriendo, y en realidad le costaba ese esfuerzo. No dijo nada, pero fue hasta la habitación vecina, se cercioró de que todos se habían ido llevándose lo poco que tenían, y cuando regresó hizo un imperioso e inequívoco gesto con la mano.

— ¡Vamos! — dijo—. Don Antonio querrá hablar contigo.

— ¿Y si me niego?

— Te romperé el cuello aquí mismo. ¿Está claro?

— Muy claro.

Se calzó, en chancletas, sin calcetines, los viejos zapatones mientras se abotonaba la eterna y resobada guayabera ayudándose con el muсón que la sujetaba sobre el voluminoso vientre, y cuando Lucio Larraz lo empujó media hora después ante Don Antonio Ferreira, éste le dirigió una larga mirada de desagrado y desconcierto.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Yáiza»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Yáiza» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Bora Bora
Alberto Vázquez-Figueroa
Отзывы о книге «Yáiza»

Обсуждение, отзывы о книге «Yáiza» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x