Alberto Vázquez-Figueroa - León Bocanegra

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - León Bocanegra» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

León Bocanegra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «León Bocanegra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Vázquez-Figueroa nos lleva en esta novela al siglo XVII, y a partir de un naufragio en las costas atlánticas del Sahara, nos embarca en un periplo apasionante y apasionado, en el que el viaje geográfico y étnico se mezcla con un terrible viaje personal que lleva al protagonista a los límites de la razón y la muerte. Vázquez-Figueroa no es un autor suave ni condescendiente, por lo que sus historias, y ésta no lo es menos, son de una intensidad y de una dureza que si no fuera por su vitalismo y apasionado amor por las gentes y los lugares casi podría caer en lo morboso o en la crueldad gratuita. Pero no es así; en León Bocanegra nos aparece el relato de una aventura impresionante y terrible de un hombre que en la más pavorosa situación de abandono y desolación logra con un terrible viaje interior y exterior afrontar las terribles condiciones físicas y humanas de los distintos lugares y gentes de ese terrible continente que es África. Porque si León Bocanegra es el protagonista humano de esta novela, África con sus variados paisajes y lugares, así como los distintos tipos humanos con sus peculiares formas de afrontar la dura realidad que les rodea, es el otro gran protagonista de esta epopeya. No es la primera vez que Vázquez-Figueroa utiliza esta ambientación para situar uno de sus relatos, pues es ya conocida la fascinación del autor por este continente maravilloso y terrible, y por sus no menos maravillosas y terribles gentes.

León Bocanegra — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «León Bocanegra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Alcanzó el límite sudoeste del bosque, se ocultó entre la maleza y pasó la mayor parte del día estudiando la llanura, con el fin de grabar en la memoria los accidentes del terreno, así como las distancias que los separaban, marcándose con absoluta precisión una ruta que le permitiera alcanzar, del modo más sencillo posible, una colina cubierta de espesa vegetación que se distinguía en el horizonte.

Aquél, y ningún otro, debía ser su destino.

Y tenía que llegar a él antes del amanecer.

Al caer la tarde bebió, comió y se preparó mentalmente como hubiera podido hacerlo un atleta al que estuvieran a punto de dar el pistoletazo de salida para una difícil prueba.

En cuanto cerró la noche cargó con sus pertenencias para echar a correr en silencio, manteniendo un ritmo preestablecido y una larga cadencia de zancada, sabiendo de antemano qué dirección debería seguir y en qué momento convenía desviarse a uno u otro lado.

Al cabo de una hora se detuvo en seco, clavó la rodilla en tierra y escuchó.

El ulular de un búho o el lejano aullido de un chacal no eran sonidos que tuvieran por qué preocuparle.

La vida nocturna de la sabana seguía su curso sin prestar excesiva atención al paso de un bípedo que apestaba a hiena y corría en dirección opuesta a la que sus huellas señalaban.

Aún faltaba mucho para el amanecer cuando coronó resoplando la colina, y pese a que se sentía con fuerzas como para recorrer algunos kilómetros más, se limitó a buscar un escondite y aguardar el nuevo día.

No tenía prisa por llegar a parte alguna, y adonde de momento tenía que llegar, ya había llegado.

Control sobre sí mismo y una férrea disciplina eran en su caso armas mucho más eficaces que cañones o espingardas, sabedor de que en las actuales circunstancias un simple paso de más podía convertirse fácilmente en el último.

La distancia que se vería obligado a recorrer era tan exorbitante, que poca importancia tenía que empleara en ello un día más, un mes o un año.

Lo esencial era llegar. No cómo, ni cuándo.

El océano nunca se movería del lugar, fiel a su cita, y por tiempo que pasara siempre estaría allí, aguardando el regreso del más pródigo de sus hijos; el más amado también; aquel que jamás quiso aceptar otro hogar ni otra patria que un infinito y profundo azul barrido por los vientos.

El mar era su casa, y poca importancia tenía que bañara las costas de Vizcaya, Guinea o Martinica, puesto que su olor era el mismo, idéntico su sabor, e incluso la tonalidad de sus diferentes melodías cuando el viento jugaba a tocar el arpa con las jarcias o el agua el tambor con el casco.

El mar era más viejo que la tierra, que las sabanas, los desiertos o los bosques, y sería un millón de años más viejo cuando de aquellas sabanas, aquellos desiertos o aquellos bosques no quedara ya ni el más leve recuerdo.

El mar, pese a las galernas, seguía siendo su amigo.

Y a los brazos de ese amigo acudía sin angustias ni agobios, aferrado a la idea de que en aquellos momentos no tenía que ser hombre de mar, sino de tierra adentro, tan adaptado al paisaje circundante que llegara a creerse que formaba parte esencial de ese paisaje. Arbusto entre los arbustos, matojo entre los matojos, montón de tierra y pasto en la sabana, o duna entre las dunas del desierto.

Ningún amanecer le sorprendió fuera de un seguro refugio, ningún rayo de sol consiguió herirle el rostro, y ninguna luna llena le vio pasar de largo.

Tan sólo las estrellas sabían de sus andanzas cuando se veía en la obligación de atravesar por campo abierto, pero incluso entonces no era más que una forma inconcreta; una sombra fugaz, apenas un susurro entre la maleza que muy bien podría confundirse con un soplo de viento.

Y así día tras día, noche tras noche, semana tras semana.

En ocasiones avistaba a lo lejos diminutas aldeas, solitarios pastores, niños que jugaban, o grupos de mujeres cargadas con grandes cántaros y haces de leña, e incluso una calurosa mañana asistió de lejos al paso de una larga caravana de camellos cargados de bloques de sal a cuyo frente marchaban dos fenéc de impresionante aspecto.

Luchó contra la tentación de abatirlos.

No era tiempo de venganza.

Vencer todas las adversidades y sobrevivir sería siempre su más dulce venganza.

Cazaba — casi siempre con arco— piezas pequeñas: antílopes, gacelas, alguna que otra liebre, e infinidad de aves; saqueaba los nidos que encontraba a su paso, y en muy escasas ocasiones pasó penurias en lo que al agua se refiere.

Jamás encendió fuego.

El fuego seguía siendo un lujo que no podía permitirse, y en cierto modo se había hecho a la idea de que su destino era seguir comiendo crudo.

Cada día se encontraba más fuerte.

Delgado, fibroso, ascético y dotado de una sobrehumana capacidad de resistencia, era muy capaz de correr durante toda la noche sin alterar el ritmo, como un autómata que ni siquiera se viera en la necesidad de enviar órdenes a unas piernas que parecían vivir su propia vida.

Su vista y su oído se agudizaron hasta límites insospechados, y con harta frecuencia se quedaba muy quieto, observando y escuchando, sin perder un solo detalle de cuanto ocurría a su alrededor.

La inquietud de las cebras, el vuelo de los buitres, o el canto de las avutardas le iban poniendo al corriente de los acontecimientos del bosque o la sabana, y llegó un momento en que le bastaban unos lejanos rugidos para delimitar la zona por la que merodeaba una familia de leones a la que convenía evitar dando un rodeo.

Por lo general a esos leones les gustaba sentar sus reales en un amplio territorio muy concreto del que no les apetecía alejarse más que cuando el agua o la caza comenzaban a escasear, y debido a tan especial forma de sedentarismo no resultaba en exceso difícil mantenerse lejos de su radio de acción.

Mucho más difícil se le antojaba evitar a panteras y leopardos, y León Bocanegra no tardó en llegar a la conclusión de que, pese a la pestilencia de las pieles de hiena, los traicioneros felinos acabarían por convertirse en sus peores enemigos.

Solitarios y silenciosos no eran partidarios de anunciar de antemano su presencia o marcar territorios a base de rugidos de advertencia, conscientes de que su poder no se basaba en la ruidosa prepotencia del despectivo rey de la sabana, sino en la agilidad y astucia de eternos merodeadores de la espesura.

León Bocanegra se acostumbró por tanto a buscar la huella que pudiera delatarles, y a marchar siempre con la pesada lanza firmemente apoyada en el hombro, con la afilada punta hacia atrás, de forma tal que le protegiera la espalda de cualquier ataque inesperado.

Pero quien en realidad habría de llevarle hasta el borde de los abismos del averno no fue un rugiente león, un moteado leopardo o un todopoderoso elefante; quien le venció hasta el punto de casi aniquilarle fue una joven mamba de apenas una cuarta de largo.

Ni siquiera llegó a verla.

Ni siquiera podría jurar sin miedo a equivocarse que se trataba en efecto de una víbora, puesto que muy bien podría haberse tratado de las puntiagudas espinas de alguna desconocida zarza especialmente ponzoñosa que se había cruzado en su camino, ya que lo único que pudo recordar fue que de pronto advirtió cómo rodaba por el suelo lanzando un grito de dolor que se tragó la noche.

La pierna se le amorató en el acto, y casi pudo palpar cómo el veneno — fuego puro en las venas le ascendía por el muslo, trepaba abrasador por el costado, le paralizaba el brazo y casi al instante le hacía perder todo control sobre si mismo, como si le acabaran de clavar un puñal en la nuca.

Se vio morir.

Incapaz de hacer un solo gesto, pero hasta cierto punto consciente, tenía la sensación de estar siendo testigo, desde dentro, del modo en que el veneno se iba desplazando por el interior de su cuerpo, como si se tratara de un invasor que se entretuviera en explorar hasta el más intrincado de los canales por los que le arrastraba el torrente sanguíneo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «León Bocanegra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «León Bocanegra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Отзывы о книге «León Bocanegra»

Обсуждение, отзывы о книге «León Bocanegra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x