Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros

Здесь есть возможность читать онлайн «Alberto Vázquez-Figueroa - Centauros» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 2007, ISBN: 2007, Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Centauros: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Centauros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Su vida de pendenciero y donjuán impulsa a Alonso de Ojeda a embarcarse con Cristóbal Colón en su segundo viaje al Nuevo Mundo. Tras una penosa travesía, Ojeda se enfrenta a la aventura de ser un conquistador en aquellos territorios inexplorados. Tendrá que vérselas con nativos hostiles, y serán justamente sus habilidades y su astucia las que logren derrotarlos. Sufrirá los reveses de la fortuna, servirá como explorador de la reina Isabel, se embarcará con algunos cartógrafos para determinar si las tierras descubiertas son en realidad un nuevo continente y, en su recorrido por las costas del norte de Suramérica, hará extraordinarios descubrimientos.

Centauros — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Centauros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

— Lo lógico sería retirarnos, pero nos encontramos escasos de bastimentos — señaló el capitán más experimentado tras un momento de vacilación—. Si al abandonar el golfo y adentrarnos en ese imprevisible mar Caribe nos enfrentáramos una vez más a vientos contrarios, lo que por estas latitudes parece el pan nuestro de cada día, corremos el grave riesgo de morir de hambre en alta mar.

— ¿Tan escasos andamos de alimentos?

— Lo poco que queda se encuentra ya mohoso y agusanado; más parece veneno que alimento de cristianos.

— Tampoco este lugar ofrece gran cosa que comer.

— Algo de pesca se consigue cerca de las orillas, mientras que en mar abierto no capturábamos más que algún que otro tiburón que escaso apaño hace.

— ¡Vive Dios que jamás imaginé que la desgracia nos pudiera perseguir con tanta saña! — masculló casi con desesperación el de Cuenca—. Empiezo a comprender las razones por las que el Señor quiso que este Nuevo Mundo permaneciera ignorado durante miles de años. Debe de ser el cajón de sastre donde fue arrojando todo lo bueno y todo lo malo que le sobró del resto de la Creación.

— Pues a fe mía que mucho debió sobrarle — ironizó Pizarro—. Especialmente árboles.

— E insectos… — apuntó uno de los capitanes—. Miles de millones de insectos de todas las clases, formas y colores, por lo que no me queda un centímetro de piel sin una llaga o una roncha. — Lanzó un malsonante reniego e inquirió—: ¿Dónde diablos puede encontrarse ese maldito Enciso?

— Retozando con las putas de Leonor Banderas o atiborrándose de cochinillo asado en la posada de Catalina Barrancas — comentó un malhumorado asturiano—. ¡Hijo de puta! Cuando me lo eche a la cara le corto los huevos.

— Dudo que se los encuentres.

— Pues le cortaré la nariz, que ésa sí que le sobra.

— Me reservo las orejas.

El Centauro pidió silencio con un gesto y señaló:

— Olvidemos por el momento al bachiller, al que ya me encargaré de pedirle explicaciones y ajustarle las cuentas en su momento. Vayamos a lo práctico. Que levanten la mano los que opinen que es mejor zarpar y arriesgarnos a lo que pueda ocurrirnos en alta mar.

Tan sólo dos de los presentes se decantaron por dicha opción, por lo que quedó aprobado por amplia mayoría que era preferible resistir hasta la llegada de los ansiados refuerzos.

Tomada la decisión, el trabajo se centró en reforzar la cabeza de playa mientras desde las naves se lanzaban toda clase de aparejos de pesca, usando muchas veces como cebo los gusanos que se habían adueñado de los pocos alimentos que quedaban en el fondo de las bodegas.

Tres días más tarde, y en su afán por revisarlo todo personalmente, Alonso de Ojeda cometió la imprudencia de aproximarse demasiado a una espesura de la que surgió de inmediato una flecha que le atravesó limpiamente la pantorrilla izquierda.

Cojeó como buenamente pudo hasta el fortín y ordenó al cirujano:

— Pon un hierro al rojo vivo y cauterízame la herida por dentro.

— ¿Por dentro? — se horrorizó el pobre hombre que no daba crédito a lo que oía—. ¿Es que te has vuelto loco?

— Loco estaría si permitiera que el veneno hiciera su efecto.

— ¡Pero es que me propones una salvajada!

— Por si no te habías dado cuenta, te aclararé que estamos en tierra de salvajes. Y date prisa porque se trata de mi vida.

Medio centenar de hombres se arremolinaron a observar, con los pelos de punta, cómo su capitán tomaba asiento en un taburete, extendía la pierna para apoyar el pie sobre un tocón de madera, y permitía que un hierro al rojo vivo le atravesara de parte a parte la pantorrilla sin mover un músculo o emitir el más leve lamento.

Aquélla fue la primera ocasión, tras incontables duelos y batallas, en que se pudo comprobar que efectivamente Alonso de Ojeda tenía sangre en las venas. Pero también que debía tratarse de una sangre muy especial, puesto que a media tarde ya andaba de aquí para allá impartiendo órdenes apoyado en una improvisada muleta.

De un brutal incidente que sin duda habría marcado la vida de muchos, sólo dejó constancia a través de una breve anotación:

Aquel día apunto estuve de quedarme cojo.

Ni una sola mención al dolor o la posibilidad de haber muerto por obra de un curare que no debió de tener tiempo ni ocasión de entrar en contacto con la sangre, o si lo hizo fue en una cantidad ínfima.

No obstante, la increíble frialdad y la apabullante presencia de ánimo con que se había enfrentado a unos difíciles acontecimientos en los que estaba en juego su propia vida, tuvieron la virtud de levantar el más que decaído estado de ánimo de una hambrienta y sufrida tropa. Los hombres parecieron pensar que con semejante comandante cualquier proeza resultaba posible.

— Si a mí me quemasen la pierna de parte a parte, los gritos se oirían en Jamaica — comentó un asombrado timonel que no conseguía apartar de la mente el momento en que el fuego comenzó a abrasar la carne—. ¡Ese jodido viejo tiene un par de cojones!

El «viejo» acababa de cumplir cuarenta y un años, aunque cabría asegurar que había vivido un centenar. Pese a la inyección de moral que representó la historia de la pierna atravesada por una saeta, envenenada o no, el hambre comenzó muy pronto a hacer estragos, cuando la mayor parte de los peces de la ensenada fue a parar a la cazuela y el ritmo de capturas disminuía a ojos vistas.

Los cocineros se las ingeniaban para hacer sopa con almejas, cangrejos y cuanto bicho viviente se ponía al alcance de sus manos, incluidas aletas de tiburones, pero a casi dos centenares de bocas jóvenes no les bastaba con tan magro condumio.

Los escasos días en que amainaba el viento en un golfo donde en aquella época del año el viento parecía el único dueño de la zona, media docena de chalupas salía a pescar a poco más de una milla de la costa, con lo que a su regreso, a la caída de la tarde hasta el último hombre bajaba a la orilla con la esperanza de que aparecieran repletas de capturas.

Una chalupa con cuatro hombres a bordo tuvo la mala suerte de romper el palo de la vela y la corriente la arrastró aguas afuera, sin que las restantes embarcaciones lo advirtieran a tiempo y pudieran acudir en su auxilio. El lento goteo de vidas humanas comenzaba a hacerse insoportable y fueron muchos los que cayeron víctimas de las fiebres. Ese lugar siempre se ha considerado uno de los más insalubres del planeta.

El Centauro comenzaba a plantearse seriamente la posibilidad de abandonarlo todo y hacerse a la mar aun a riesgo de no conseguir llegar a parte alguna, cuando una tarde, con el sol ya casi en la línea del horizonte, un vigía aulló desde la cofa del palo mayor de la nao capitana:

— ¡Barco a la vista!

Se encontraba efectivamente a la vista, pero tan lejos que casi podía confundirse con un ave que volara a ras del agua.

Cayó la noche antes de que la esperanza se convirtiera en realidad.

Tal como suele suceder en los peores momentos, la naturaleza se alió con la desgracia: a la densa neblina que cada atardecer cubría la selva circundante se le antojó avanzar sobre las aguas, impidiendo la visión a más de media milla de distancia.

— ¡Que se enciendan hogueras! — ordenó el Centauro—. Que arda todo lo que pueda arder, que las campanas no cesen de repicar y que dispare un cañón cada quince minutos.

Nadie consiguió pegar ojo durante aquella interminable y esperanzada noche, no sólo debido al estruendo, sino al hecho de que desde el «gobernador» al último grumete permanecían atentos a una señal que demostrara que la nave avistada no había pasado de largo.

Pero no obtuvieron ninguna respuesta a sus señales, como si en lugar de una auténtica nave se tratara de un buque fantasma.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Centauros»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Centauros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alberto Vázquez-Figueroa - Tuareg
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Negreros
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratas
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Maradentro
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Yáiza
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Océano
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - La Iguana
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Piratin der Freiheit
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Ikarus
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Viaje al fin del mundo - Galápagos
Alberto Vázquez-Figueroa
Alberto Vázquez Figueroa - Delfines
Alberto Vázquez Figueroa
Alberto Vázquez-Figueroa - Bora Bora
Alberto Vázquez-Figueroa
Отзывы о книге «Centauros»

Обсуждение, отзывы о книге «Centauros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x