Virginia Woolf - Flush

Здесь есть возможность читать онлайн «Virginia Woolf - Flush» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Классическая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Flush: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Flush»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Flush es un `cocker spaniel` de orejas largas, cola ancha y unos `ojos atónitos color avellana`. A los pocos meses de su nacimiento es regalado a la ya famosa poestisa Elizabeth Barret. Fluxh se convertirá en su compañero inseparable y, posteriormente, en el cómplice de sus amoríos con el poeta Robert Browning, aunque primero debe superar la animadversión y los celos que siente ante su afortunado rival.

Flush — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Flush», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Flush se asustó terriblemente. Las faldas y los pantalones ondeaban a su alrededor, la mesa se sostenía en un solo pie. Pero, por mucho que vieran y oyeran las señoras y los caballeros reunidos en torno a la mesa, Flush ni oía ni veía nada. En verdad, la mesa se sostenía en una sola pata; pero esto es corriente en las mesas si os apoyáis con fuerza en uno de sus lados. El mismo había volcado mesas, y bien le habían reñido por ello. Pero es que mistress Browning se había quedado con los ojos muy abiertos, como si viera alguna maravilla en el exterior. Flush se precipitó al balcón y miró desde allí. ¿Estaría pasando otro Gran Duque con bandera y antorchas? Flush sólo vio una vieja mendiga acurrucada en la esquina, sobre su cesta de melones. Sin embargo, no había duda de que mistress Browning estaba viendo algo, y algo sobremanera maravilloso, En los días, tan lejanos, de Wimpole Street, había llorado una vez sin que pudiera él comprender el motivo; y luego se había puesto a reír mirando unos garabatos de tinta. Pero esto era diferente. Había algo en su mirada que lo asustaba. Algo había en la habitacion, o en la mesa, o quizá en las sayas y en los pantalones, que lo molestaba profundamente.

Conforme pasaban las semanas, se acentuaba la preocupación de mistress Browning por lo invisible. Aunque hiciese un día magnífico, y en vez de irse a contemplar cómo se deslizaban los lagartos por entre las piedras, se sentaba a la mesa; aunque la noche estuviese cuajada de estrellas, y en vez de leer en su libro o pasar la mano sobre las hojas de papel blanco, se apresuraba a llamar, si míster Browning no estaba en casa, a Wilson; y Wilson acudía bostezando. Entonces sentábanse juntas a la mesa hasta que este mueble – cuya verdadera función era proporcionar sombra – daba golpecitos en el suelo, y mistress Browning exclamaba que le estaba anunciando a Wilson una próxima enfermedad. Wilson replicaba que lo que sí tenía era un sueño terrible. Pero no tardaba mucho la misma Wilson, la implacable, la recta y británica Wilson, en lanzar unos chillidos penetrantes, desmayándose acto seguido, lo cual hacía corretear a mistress Browning de un lado para otro en busca del «saludable vinagre». A Flush le parecía todo esto una manera muy desagradable de pasar la tarde. ¡Cuánto mejor sentarse a leer el libro!

Indudablemente, padecieron mucho los nervios de Flush con aquel ambiente de expectación angustiosa, con el olor – intangible, pero desagradable -, con los golpecitos en el suelo, los gritos y el vinagre… Estaba muy bien que el niño, Penini, rezara pidiendo «que le creciese el pelo a Flush»; ¡esa aspiración le era comprensible! Pero esta clase de plegarias que requerían la presencia de malos olores de caballeros de aspecto deslucido y del grotesco aditamiento de un mueble de caoba sólida en apariencia… todo esto le irritaba tanto como a aquel hombre, robusto, sensible y elegantemente vestido: su amo. Pero lo peor para Flush – mucho más que los olores y que el absurdo mueble – era la expresión del rostro de mistress Browning cuando miraba por el ventanal como si estuviera viendo algo que fuera maravilloso, cuando nada había, en realidad. Flush se situaba frente a ella. Y mistress Browning lo miraba como si no lo viera. Esa mirada era la más cruel que pudiera haberle dirigido. Peor aún que su fría ira cuando él mordió a mister Browning en una pierna; peor que su risa sardónica cuando le cogieron la pezuña con la puerta en Regent's Park… Desde luego, había momentos en que echaba de menos Wimpole Street y sus mesas. Las mesas del número 50 no solían hacer equilibrios sobre una pata. La mesita, con aquel aro alrededor en la que ella dejaba sus preciados adornos, se había estado siempre absolutamente quieta. En aquellos días – tan lejanos – sólo tenía que saltar al sofá y miss Barrett se daba cuenta instantáneamente de su presencia y lo miraba. Ahora, una vez más, saltó al sofá. Estaba escribiendo: «… además, a petición del medium , tomaron las manos espirituales una guirnalda que había sobre la mesa y me la pusieron en la cabeza. La mano que hizo esto último era como las mayores que pertenezcan a seres humanos, blanca como la nieve, y muy hermosa. Estaba tan cerca de mí como ésta con la que ahora escribo, y la vi tan claramente como estoy viendo ésta.» Flush la tocó con viveza. Miró a través de él como si fuera invisible. Entonces saltó del sofá y salió corriendo escaleras abajo, a la calle.

Hacía una tarde abrasadora. La vieja mendiga de la esquina se había quedado dormida sobre sus melones. El sol parecía estar zumbando en el cielo. Flush tomó el camino – tan conocido para él- del mercado, trotando a lo largo de los muros, que le daban sombra. La plaza estaba animadísima con los toldos, los tenderetes y la policromía de las sombrillas. Las vendedoras, junto a las canastas de fruta; las palomas, revoloteando; el repique de las campanas; los látigos que restallaban… Los perros mestizos florentinos -con su variedad de colores – corrían en todas direcciones, husmeándolo todo. Bullicio de colmena y calor de horno. Flush buscaba la sombra. Se echó a los pies de su amiga Catterina, en la sombra que proyectaba su gran canasta. Junto a ésta, otra sombra, la de un búcaro oscuro con flores rojas y amarillas. Y por encima, una estatua, con el brazo derecho extendido, intensificaba la sombra hasta hacerla violeta. Allí yacía Flush, al fresco, contemplando a los perritos ocupados en sus asuntos particulares. Regañaban, se mordían y retozaban por el suelo con todo el abandono de la alegría juvenil. Se perseguían unos a otros dando la vuelta a la plaza innumerables veces, como él persiguiera cierta vez a la perrita con pintas por aquella alameda… Sus pensamientos volaron a Italia por un momento… a la spaniel de míster Partridge, a su primer amor… al éxtasis y al candor de la juventud. Después de todo, también a él le había tocado su parte. No le sabía mal que los jóvenes de ahora disfrutasen de la vida. El mundo se le había hecho muy agradable. No teniá quejas de él. La vendedora le rascó detrás de la oreja. A veces le había dado algún pescozón por haber robado un racimo o por cualquier otra inconveniencia; pero ya era viejo, y también ella era vieja. Flush le guardaba sus melones y ella le rascaba la oreja. Ahora, mientras la vieja hacía punto, él dormitaba. Las moscas zumbaban sobre el gran melón rosado, recién rajado para mostrar su pulpa.

El sol filtraba deliciosamente su ardor por entre las hojas de los lirios y a través de la sombrilla verdiblanca. La estatua de mármol matizaba de frescura este calor. Flush, tumbado, dejaba que le penetrase por la pelambre hasta su piel desnuda. Y, cuando se tostaba por un lado, se volvía del otro, para que también se lo tostase el sol. La gente charlaba y regateaba sin cesar; pasaban mujeres, se paraban a tocar las verduras y las frutas… Un perpetuo zumbar de voces humanas que a Flush le encantaba escuchar. Al cabo de un rato se adormeció a la sombra de los lirios. Durmió como duermen los perros cuando están soñando. En cierto instante se le estiraron las patas… ¿Soñaba acaso que cazaba conejos en España? ¿Corría por la ladera de un monte con unos hombres morenos que gritaban Span! Span! al cruzar los conejos, como centellas, entre la maleza? Luego volvió a quedarse inmóvil. Y, a los pocos momentos, grunó, rápida y suavemente, muchas veces seguidas. Quizás estuviese oyendo al doctor Mitford incitando a sus lebreles en las cacerías de Reading. Luego se le movió la cola mansamente. ¿Estaría oyendo a la vieja miss Mitford gritándole: «¡Perro malo! ¡Perro malo!», cuando volvía al lado de ella, que lo esperaba entre las hortalizas agitando su sombrilla? Luego poníase a roncar, envuelto en el profundo sueño de una vejez feliz. De repente se agitaron todos los músculos de su cuerpo. Se despertó con una violenta sacudida. ¿Dónde creyó hallarse? En Whitechapel, entre los rufianes? ¿Había vuelto a sentir el filo del cuchillo en su cuello?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Flush»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Flush» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Flush»

Обсуждение, отзывы о книге «Flush» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x