Matilde Asensi - El Último Catón

Здесь есть возможность читать онлайн «Matilde Asensi - El Último Catón» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Último Catón: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Último Catón»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Bajo el suelo de la Ciudad del Vaticano, encerrada entre códices en su despacho del Archivo Secreto, la hermana Ottavia Salina, paleógrafa de prestigio internacional, recibe el encargo de descifrar los extraños tatuajes aparecidos en el cadáver de un etíope: siete letras griegas y siete cruces. Junto al cuerpo se encontraron tres trozos de madera aparentemente sin valor. Todas las sospechas van encaminadas a que las reliquias pertenecen, en realidad, a la Vera Cruz, la verdadera cruz de Cristo.
Acompañada por el profesor Boswell, un arqueólogo de Alejandría, y por el capitán de la Guardia Suiza vaticana, Kaspar Glauser-Röist, la protagonista deberá descubrir quién está detrás de la misteriosa desaparición de las reliquias en las iglesias de todo el mundo y vivirá una aventura llena de enigmas: siete pruebas basadas en los siete pecados capitales en las que Dante Alighieri y el Purgatorio de la Divina comedia parecen tener las llaves para abrir las puertas.

El Último Catón — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Último Catón», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Desde cuándo está el Códice en Santa Catalina? -masculló, con los dientes apretados.

– Desde la semana pasada. Hubo que hacer una copia del manuscrito y devolverle su aspecto original. Les recuerdo en qué condiciones lo dejamos, descuadernado y con las hojas sueltas. Luego, a través del Patriarca copto-católico de su Iglesia y del Patriarca de Jerusalén, Su Beatitud Michel Sabbah, se iniciaron las conversaciones con el arzobispo Damianos. Su Patriarca, Stephano II Ghattas, habló también con el director del Museo Grecorromano de Alejandría y, desde ayer, se encuentra usted en situación de permiso especial indefinido. Creí que le gustaría saberlo.

Farag se deshinchó como un globo. Incrédulo, me miró y miró a Glauser-Róist varias veces antes de ser capaz de articular palabra.

– ¿Puedo volver a casa…? -tartamudeó-. ¿Puedo volver al museo…?

– No, al museo todavía no. Pero a su casa volverá esta misma tarde. ¿Le parece bien?

¿Por qué estaba tan emocionado ante la posibilidad de volver a Alejandría y de recuperar su trabajo en el Museo Grecorromano? ¿Acaso no me había dicho que ser copto en Egipto era ser un paria? ¿Acaso la guerrilla islámica no había matado, el año anterior, a su hermano pequeño, a su cuñada y a su sobrino de cinco meses a la salida de la iglesia? Todo eso me lo había contado él la primera vez que cenamos juntos.

– ¡Oh, Dios mío! -exclamó estirándose y levantando los brazos al cielo como los corredores cuando llegan victoriosos a la meta-. ¡Esta noche estaré en casa!

Mientras se explayaba en una larga perorata sobre lo mucho que me iba a gustar Alejandría y lo contento que se pondría su padre cuando le viera y cuando me conociera, el coche del Patriarcado pasó por una de las calles aledañas y nos recogió, por fin, en el lado opuesto del vertedero. Tardé una eternidad en llegar hasta él, porque el suelo estaba lleno de peligrosos y afilados desperdicios que hubieran podido cortarme los pies, pero, cuando me senté en su interior con un largo suspiro de alivio, descubrí que había sido un hermoso paseo por un camino de rosas: a mi lado, en la parte trasera del vehículo que conducía el chófer del Patriarca, se encontraba la experta en arquitectura bizantina Doria Sciarra.

El capitán tomó asiento junto al conductor y yo, intencionadamente, hice que Farag entrara por la otra puerta para que también él se sentara junto a Doria, que quedó aprisionada entre ambos. Me mostré encantadora con ella, como si nada de lo ocurrido el día anterior hubiera tenido la menor importancia. Me alegré, sin embargo, cuando la vi arrugar la nariz por el olor que despedíamos. Estaba ofendida porque mientras ella entretenía al portero de Fatih Camii, nosotros habíamos desaparecido y la habíamos dejado sola. Cuando volvió al patio y no pudo encontrarnos por ninguna parte, se fue caminando hasta el coche y estuvo esperando hasta que anocheció. Sólo entonces, preocupada y sola, regresó al Patriarcado. Quiso que le contáramos todo lo que nos había pasado, pero esquivamos sus preguntas con respuestas anodinas, hablándole superficialmente de lo dura que había sido la prueba y de los terribles dolores y torturas que habíamos padecido, provocando de esta manera que perdiera el interés. ¿Cómo íbamos a contarle que habíamos hecho el descubrimiento más grande de la historia?

Farag se comportó con ella igual de encantador que el día anterior, pero sin seguirle el juego. No respondió ni una sola vez a sus tonterías e insinuaciones y yo me sentí muy tranquila al comprobar que, por mi parte, estaba perfectamente en paz conmigo misma: en paz en lo relativo a Farag y en paz con Doria, que había deseado herirme y sólo lo había podido conseguir fugazmente. Su deseo quedaría en ridícula tentativa si yo no permitía que lograra su objetivo. De modo que sonreí, charlé y bromeé como si el día anterior hubiera sido un día cualquiera y no el día en que mi mundo se había venido abajo para volverse a levantar, en el último minuto, de la mano de Farag. Ahora él era lo único que me importaba y Doria ya no era nadie.

Cuando el coche del Patriarcado nos dejó frente al enorme hangar donde permanecía el Westwind, me despedí de mi vieja amiga con un par de besos en las mejillas a pesar de su discreto conato de evasión; nunca sabré si fue porque estaba desorientada y se sentía culpable o por el olor que yo emanaba, pero el caso fue que la besé a la fuerza, de manera encantadora, y que le di las gracias «por todo» repetidamente. Farag y el capitán se limitaron a estrecharle la mano y ella huyó en el vehículo patriarcal para no volver a aparecer nunca más.

– ¿Qué te dijo Doria ayer que te cambió la cara después de la comida? -me preguntó Farag mientras subíamos por la escalerilla.

– Ya te lo contaré más adelante -repuse-. ¿Cómo es que no te acercaste a mí si te diste cuenta de lo mal que estaba?

– No podía -me explicó mientras saludaba a Paola y al resto de la tripulación-. Estaba atrapado en mi propia trampa.

– ¿Qué trampa? -me extrañé. Glauser-Róist se había quedado hablando con el piloto mientras nosotros ocupábamos nuestros asientos habituales. Pensé que debería asearme un poco antes de dejarme caer en aquella pulcra tapicería blanca, pero sentía una gran curiosidad por lo que me estaba diciendo Farag y no quería que llegara Glauser-Róist antes de que terminara.

– Bueno… La de Doria, ya sabes.

En sus ojos brillaba una sonrisa burlona que no comprendí.

– No, no lo sé. ¿De qué trampa de Doria estás hablando?

– ¡Bueno, Ottavia, no te pongas tan seria! -bromeó-. ¡A fin de cuentas salió bien!

– Espero que no sea lo que estoy pensando, Farag -le advertí, muy seria.

– Me temo que sí, Basileia. Tenía que hacer algo para que reaccionaras. ¿No estás contenta?

– ¡Contenta! Pero ¿cómo quieres que esté contenta? ¡Me hiciste pasar un infierno!

Farag estalló en carcajadas como un niño feliz.

– ¡Esa era la idea, Basileia! ¡Dios mío, pero si en Atenas creí que lo tenía todo perdido! No quieras saber lo mal que lo pasé cuando te pusiste en pie en aquella carretera y me dijiste «¿Vamos?». En aquel momento, mirándote, supe que, para convencer a una mujer tan terca como tú, tenía que usar una bomba nuclear. Y Doria resultó perfecta, ¿no es cierto? Lo malo es que, después de cañonearte, ni siquiera me mirabas y, si lo hacías, era con… – la Roca hizo acto de presencia-. Luego seguiré.

– No es necesario -repliqué muy digna, levantándome y sacando el neceser de la bolsa-. Eres un tramposo.

– ¡Pues claro! -exclamó, divertido-. Y otras muchas cosas también.

La Roca se dejó caer en su sillón y le oí resoplar.

– Voy a asearme un poco -anuncié sin volverme.

– Acuérdese de que tiene que estar sentada aquí cuando vayamos a despegar.

– No se preocupe.

Tardamos unas tres horas en llegar al aeropuerto de Alejandría. Durante el viaje comimos, hablamos, nos reimos y Farag y yo casi organizamos un motín cuando el capitán, sacando la Divina Comedia de su mochila, nos propuso preparar el siguiente círculo del Purgatorio. A pesar de encontrarme fresca y descansada después de casi doce horas de sueño, me sentía mentalmente exhausta. Si hubiera sido posible, habría pedido unas vacaciones y me habría ido con Farag al último rincón del mundo, a algún lugar donde nada ni nadie me recordara la vida que iba dejando atrás. Después, quizá convertida ya en otra persona, hubiera estado más dispuesta a terminar las pruebas que faltaban para llegar hasta el dichoso Paraíso Terrenal. Tenía la extraña sensación de haber soltado amarras sin disponer de otro muelle en el que atracar. Mi casa era ahora aquel avión; mi familia, Farag y el capitán Glauser-Róist; mi trabajo, la caza de aquellos sorprendentes ladrones de reliquias que cruzaban los siglos como quien cruza una calle… Recordar Sicilia me hacía daño, me entristecía, y sabía que jamás volvería al piso de la Piazza delle Vaschette. ¿Qué haría cuando todo esto terminara? Menos mal que tenía a ese tramposo sin escrúpulos de Farag Boswell, pensé mirándole. Estaba segura de que me amaba y de que estaría a mi lado hasta que reconstruyera mi vida. Él era ahora lo único que quería.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Último Catón»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Último Catón» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El Último Catón»

Обсуждение, отзывы о книге «El Último Catón» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x