• Пожаловаться

Leonardo Padura: Vientos De Cuaresma

Здесь есть возможность читать онлайн «Leonardo Padura: Vientos De Cuaresma» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Историческая проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Leonardo Padura Vientos De Cuaresma

Vientos De Cuaresma: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Vientos De Cuaresma»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En los infernales días de la primavera cubana en que llegan los vientos calientes del sur, coincidiendo con la Cuaresma, al teniente Mario Conde, que acaba de conocer a Karina, una mujer bella y deslumbrante, aficionada al jazz y al saxo, le encargan una delicada investigación. Una joven profesora de química del mismo preuniversitario donde años atrás estudió el Conde ha aparecido asesinada en su apartamento, en el que aparecen además restos de marihuana. Así, al investigar la vida de la profesora, de impoluto expediente académico y político, el Conde entra en un mundo en descomposición, donde el arribismo, el tráfico de influencias, el consumo de drogas y el fraude revelan el lado oscuro de la sociedad cubana contemporánea. Paralelamente, el policía, enamorado de la bella e inesperada mujer, vive días de gloria sin imaginar el demoledor desenlace de esa historia de amor.

Leonardo Padura: другие книги автора


Кто написал Vientos De Cuaresma? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Vientos De Cuaresma — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Vientos De Cuaresma», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Soy policía -dijo y cruzó los brazos, como si el gesto fuera un complemento necesario a su revelación.

Karina lo miró y se mordió levemente los labios antes de decir, descreída:

– ¿De la policía montada del Canadá o de Scotland Yard? Sí, yo lo sabía, tienes cara de mentiroso -dijo, se apoyó en los brazos cruzados del Conde y lo besó en la mejilla-. Adiós, policía.

El teniente investigador Mario Conde no dejó de sonreír incluso después que el Fiat polaco se perdiera en la curva de la Calzada. Regresó a su casa dando brincos de alegría y de presentida felicidad.

Pero todavía era apenas Miércoles de Ceniza, por más que contara y volviera a contar las horas que le faltaban para su nuevo encuentro con ella. Tres días de espera, por lo pronto, ya le habían bastado para imaginarlo todo: matrimonio y niños incluidos, pasando, como etapa previa, por actos amatorios en camas, playas, hierbazales tropicales y prados británicos, hoteles de diversos estrellatos, noches con y sin luna, amaneceres y Fiats polacos, y después, todavía desnuda, la veía colocarse el saxo entre las piernas y chupar la boquilla, para atacar una melodía pastosa, dorada y tibia. No podía hacer otra cosa que imaginar y esperar, y masturbarse cuando la imagen de Karina, saxofón en ristre, resultaba insoportablemente erógena.

Decidido a transarse otra vez por la compañía del Flaco Carlos y de la botella de ron, el Conde volvió a ponerse la camisa y cerró la puerta de su casa. Salió al polvo y el viento de la calle, y se dijo que, a pesar de la Cuaresma que lo enervaba y deprimía, en aquel instante pertenecía a la rara estirpe del policía en vísperas de ser feliz.

– ¿Y no me piensas decir qué coño te pasa, tú?

El Conde apenas sonrió y miró a su amigo: ¿qué le digo?, pensó. Las casi trescientas libras de aquel cuerpo vencido sobre el sillón de ruedas le dolían una por una en el corazón. Le resultaba demasiado cruel hablar de felicidades potenciales a aquel hombre cuyos placeres se habían reducido para siempre a una conversación pasada por alcohol, una comida pantagruélica y un fanatismo enfermizo por el béisbol. Desde que recibiera el tiro en Angola y quedara definitivamente inválido, el Flaco Carlos, que ya no era flaco, se había convertido en un lamento profundo, en un dolor infinito que el Conde asumía con un estoicismo culpable. ¿Qué mentira le digo?, ¿también a él tendré que mentirle?, pensó y volvió a sonreír, amargamente, mientras se veía caminar muy despacio frente a la casa de Karina y hasta detenerse para tratar de vislumbrar, a través de las ventanas asomadas al portal, la imposible presencia de la mujer en la penumbra de una sala cuajada de helechos y malangas de hojas con corazones rojos y anaranjados. ¿Cómo era posible que nunca la hubiera visto, si era una de esas mujeres que se olfatean de lejos? Terminó su trago de ron y al fin le dijo:

– Iba a decirte una mentira.

– ¿Ya te hace falta eso?

– Yo creo que yo no soy lo que tú piensas, Flaco. Yo no soy igual que tú.

– Mira, mi socio, si lo que tú quieres es hablar mierda, me lo dices -y levantó la mano para marcar la pausa que pedía mientras se tomaba otro trago de ron-. Yo me pongo a tono rápido. Pero antes acuérdate de una cosa: tú no eres lo mejor del mundo, pero eres mi mejor amigo en el mundo. Aunque me mates a mentiras.

– Salvaje, conocí a una mujer ahí y creo… -dijo, y miró a los ojos del Flaco.

– ¡Cojones! -exclamó el Flaco Carlos y también sonrió-. Era eso. Así que era eso. Pero tú no tienes cura, ¿verdad?

– No jodas, Flaco, quisiera que tú la vieras. No sé, a lo mejor hasta la has visto, vive aquí al doblar, en la otra cuadra, se llama Karina, es ingeniera, pelirroja, está buenísima. La tengo metida aquí -y se oprimió el entrecejo con un dedo.

– Coñó, pero vas a mil… Aguanta, aguanta. ¿Es jeva tuya?

– Ojalá -suspiró el Conde y exhibió su cara de hombre desconsolado. Se sirvió más ron y le contó su encuentro con Karina, sin omitir un solo dato (toda la verdad, incluido que andaba mal por la retaguardia, sabiendo el valor que para los juicios estéticos del Flaco tenía un buen culo), ni una sola esperanza (incluido el adolescentario espionaje callejero practicado esa noche). Al final siempre le contaba todo a su amigo, por feliz o terrible que fuera la historia.

El Conde vio que el Flaco se estiraba sin alcanzar la botella y se la entregó. El nivel del líquido ya se perdía tras la etiqueta y calculó que aquélla era una conversación de dos litros, pero encontrar ron en La Víbora, a esa hora, podía ser una tarea vana y desesperanzadora. El Conde lo lamentó: hablando de Karina, en el cuarto del Flaco, entre nostalgias tangibles y viejos afiches decolorados por el tiempo, empezaba a sentirse tan sosegado como en los tiempos en que para ellos el mundo giraba sólo alrededor de un buen culo, unas tetas duras y, sobre todo, de aquel orificio imantado y alucinante del que siempre hablaban en términos de gordura, profundidad, población capilar y facilidades de acceso (No, no, compadre, mira cómo camina, si es señorita yo soy un helicóptero, solía decir el Flaco), sin importar mucho a quién pertenecían aquellos claros objetos del deseo.

– Tú no cambias, bestia, ni sabes quién coño es esa mujer, pero ya estás metido como un perro sato. Mira lo que te pasó con Támara…

– No, viejo, no compares.

– No jodas, tú, tú eres… ¿Y de verdad que vive ahí al doblar? Oye, ¿no será un cuento?

– No, viejo, que no. Oye, Flaco, yo tengo que ligar a esa mujer. O la ligo o me mato o me vuelvo loco o me meto a maricón.

– Mejor maricón que muerto -lo interrumpió el otro y sonrió.

– De verdad, salvaje. Tengo la vida hecha un yogur. Me hace falta una mujer como ésa: ni siquiera sé bien quién es, pero me hace falta.

El Flaco lo observó como diciendo: No tienes remedio, tú.

– No sé, pero me da la ligera impresión de que estás hablando mierda otra vez… Cómo te gusta darle vueltas a la manigueta… Tú eres policía porque te sale de los güevos. ¿No te conviene? Renuncia, chico, y al carajo con todo… Ahora, después no vengas a decirme que en el fondo te gustaba joderles la vida a los hijos de puta y a los cabrones. Esa muela sí que no te la voy a aguantar. Y lo que te pasó con Támara ya estaba escrito con sangre, mi socio: nunca en la vida esa jeva fue para tipos como nosotros, así que acaba de olvidarte de ella de una vez y apunta en tu autobiografía que por lo menos te quitaste la picazón y pudiste darle un cuerazo. Y a cagar el mundo, salvaje. Dame más ron, anda.

El Conde miró la botella y lamentó su agonía. Necesitaba oír de boca del Flaco las cosas que él mismo pensaba, y aquella noche, mientras fuera el viento de Cuaresma alborotaba suciedades y muy dentro de él aleteaba una esperanza en forma de mujer, estar en el cuarto de su más entrañable amigo, hablando de lo humano y lo divino, resultaba limpio y alentador. ¿Y qué va a pasar si se me muere el Flaco?, pensó, cortando la cadena que conducía a la paz espiritual. Optó por el suicidio alcohólico: le sirvió más ron a su amigo, vertió otro trago en su vaso y entonces notó que habían olvidado hablar de pelota y oír música. Mejor la música, decidió.

Se puso de pie y abrió la gaveta de los casetes. Como siempre, se alarmó con la mezcla de gustos musicales del Flaco: cualquier cosa posible entre Los Beatles y Los Mustangs, pasando por Joan Manuel Serrat y Gloria Estefan.

– ¿Qué te gustaría oír?

– ¿Los Beatles?

– ¿Chicago?

– ¿Fórmula V?

– ¿Los Pasos?

– ¿Credence?

– Anjá, Credence… Pero no me digas que Tom Foggerty canta como un negro, ya te dije que canta como Dios, ¿verdad? -Y los dos asintieron, sí, sí, admitiendo su más raigal conformidad: el muy cabrón cantaba como Dios.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Vientos De Cuaresma»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Vientos De Cuaresma» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
libcat.ru: книга без обложки
Leonardo Padura
libcat.ru: книга без обложки
libcat.ru: книга без обложки
Leonardo Padura
Leonardo Padura: Havana Blue
Havana Blue
Leonardo Padura
Leonardo Padura: Pasado Perfecto
Pasado Perfecto
Leonardo Padura
Leonardo Padura: La cola de la serpiente
La cola de la serpiente
Leonardo Padura
Leonardo Padura: Havana Fever
Havana Fever
Leonardo Padura
Отзывы о книге «Vientos De Cuaresma»

Обсуждение, отзывы о книге «Vientos De Cuaresma» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.