David Liss - Una conspiración de papel

Здесь есть возможность читать онлайн «David Liss - Una conspiración de papel» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Una conspiración de papel: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Una conspiración de papel»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En Una conspiración de papel, Benjamin Weaver se enfrenta a un crimen relacionado con la muerte de su padre, un especulador que se movía como pez en el agua en la Bolsa de Londres. Para hallar respuestas el protagonista deberá escarbar en su pasado y contactar con parientes lejanos que le reprochan su distanciamiento de la fe judia. Poco a poco, Weaver descubre a una peligrosa red de especuladores formada por hombres poderosos del mundo de las finanzas. David Liss elabora con maestría una complicada trama, una hábil combinación de novela histórica y de misterio.

Una conspiración de papel — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Una conspiración de papel», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Perdone -le dije-, no he podido evitar oír lo que le estaba diciendo a este caballero, y me preguntaba si se habría dado usted cuenta de ¡esto! -y con una rapidez que me asombró incluso a mí, saqué mi puñal del cinturón, agarré la mano de Arnold, la apreté contra la mesa, y le clavé el puñal con todas mis fuerzas, atravesándole la mano y hundiendo la hoja en la madera blanda de debajo.

Arnold dejó escapar un aullido, pero le tapé la boca con una mano rápidamente y con la otra saqué un cuchillo que llevaba en la bota, y se lo puse delante de la cara.

Eché un vistazo apresurado por la habitación, recabando toda la información posible en un instante fugaz. El dueño de la taberna me miraba mientras limpiaba un vaso. Unos cuantos hombres que se encontraban entonces en el Laughing Negro nos observaban. Les importaba sólo en la medida en que el espectáculo les intrigaba. No me preocupaba que un amable extraño se levantara a defender a este bellaco, pero sí me preocupaban sus compañeros. Los amigos de Arnold, sin embargo, no hicieron movimiento alguno. Estaban sentados rígidamente, mirándose los unos a los otros, intercambiando expresiones de perplejidad mientras intentaban decidir, sin duda, si debían quedarse a ver qué pasaba o si debían irse. Podía adivinar, por la forma en que apretaban los cuerpos contra las sillas, que no tenían ninguna intención de entrometerse. Así eran las amistades que cultivaban los hombres como Arnold.

Elias había dado un paso atrás. Estaba tan pálido que uno habría pensado que le habían apuñalado a él. Le temblaban notablemente los brazos y las piernas, pero intentaba mantenerse recto y aparentar las maneras de un bravucón peligroso. Aunque Elias no tenía el temperamento necesario para la situación en la que nos encontrábamos, yo sabía que podía confiar en que se desenvolviese de manera honorable.

Miré de nuevo hacia la mesa. Había menos sangre de la que hubiese esperado, ya que el cuchillo mismo detenía el flujo. Un charco espeso empezó a aparecer alrededor de la hoja después de un momento, y se derramó por la mesa mugrienta. Me moví ligeramente, para que el contenido de las venas de Arnold no me manchara las botas, y apreté el cuchillo al moverme, sintiendo el calor de la respiración de Arnold sobre mi mano. Agarrándole le cara con más fuerza, sacudí mi puñal frente a su ojo sano.

– Estás sufriendo, y eso lo comprendo, pero ya no me queda paciencia. Vas a meterte la mano buena en el bolsillo y vas a sacar los papeles que venimos buscando. Este caballero te dará las veinte libras, como te prometió. Si haces cualquier otra cosa, si tus amigos hacen cualquier movimiento, no te mataré, pero te vaciaré el ojo que te queda y te convertiré en un mendigo. Ahora nos puedes dar lo que queremos y recibir un beneficio considerable por ello, o puedes perder todo lo que tienes en este mundo.

Los amigos de Arnold se miraron de nuevo. Ahora tenían la esperanza de que su amigo, a pesar de lo desagradable del negocio, se ganase sus veinte libras.

Con la mano sana, Arnold intentó alcanzar el bolsillo, pero tenía que estirar el tronco y por las muecas el dolor debía de ser horroroso. Finalmente, contra la presión de mi mano, apretó los dientes y sacó una cartera del bolsillo, y con un movimiento nervioso y agitado la lanzó sobre la mesa.

Le dije a Elias que mirase en su interior, de donde extrajo el paquete de cartas. Eran como Sir Owen las había descrito: un fajo grueso atado con un lazo amarillo y sellado con cera. Hice que me las entregase y conté rápidamente que había cuatro paquetes distintos, cada uno de ellos de una pulgada o más de grosor. Incluso con la excitación del momento no pude evitar sonreírme al pensar en lo prolijo que había resultado ser el libertino barón.

Me metí el paquete en el bolsillo y le dije a Elias que sujetase la mano de Arnold mientras yo sacaba el puñal. Ahora la sangre empezó a manar a borbotones, sin cortapisas. Arnold se zafó de mí y se cayó al suelo, emitiendo gruñidos quedos.

– Dale el dinero -le dije a Elias.

Podía ver lo que estaba pensando tras sus inquietos ojos grises: «¿Por qué?».

– Dale el dinero -dije otra vez-. Ése era el trato.

Algo hubo en mi manera de decirlo que concluyó la discusión, ya que Elias suspiró, maldijo tener que perder veinte libras innecesariamente, y dejó caer el monedero sobre la mesa. Cada uno de los compañeros de Arnold alargó la mano para cogerlo.

Elias parecía dispuesto a escapar corriendo, pero yo negué con la cabeza. No había necesidad de correr. Arnold yacía rendido, y nadie nos molestaría. Consideré la posibilidad de tomarme una cerveza antes de irme para demostrar mi desprecio, pero no había nadie a quien impresionar más que yo, y la bebida no me agradaba. En lugar de eso sonreí con ceñuda satisfacción y sujeté la puerta para que pasara Elias al salir.

Siete

Amanecí tranquilo y fresco. Me complacía haber recuperado los documentos de Sir Owen y me sentía tolerablemente confiado en que el asunto de la muerte de Jemmy pasase sin graves perjuicios. Casi a mediodía, la señora Garrison anunció que Sir Owen estaba abajo y quería verme, y cuando el barón entró en mis aposentos no podía mostrar más placer ante mi éxito. Me arrebató las cartas y se las apretó contra el pecho. Se sentó e inmediatamente volvió a levantarse y empezó a caminar de un lado a otro. Me pidió un trago y luego otro, habiéndose olvidado del primero.

Sir Owen insistió en pagarme una propina y, después de algunas protestas formales, acepté que me reembolsara los gastos en que había incurrido en mis tratos con Kate y con Arnold. El gesto era generoso, porque doblaba su factura inicial y aumentaba significativamente mis pequeños ahorros. Sir Owen me convenció entonces de que aceptase su invitación a comer, para no tener que recoger las cartas, según dijo, sin demostrar en alguna medida la amistad que su gratitud había hecho nacer en él. Le acompañé a un mesón cercano, donde comí y bebí abundantemente, y permanecí con él hasta cerca de las dos de la tarde, cuando me dijo que tenía otras citas que atender. Antes de despedirnos, sin embargo, me asombró pidiéndome que asistiese a su club el siguiente martes por la noche.

– No se trata de nada formal, se lo aseguro -me dijo, advirtiendo sorpresa en mi rostro-. Pensé que podría resultarle beneficioso a un nombre de su posición tener ocasión de ser presentado a unos cuantos caballeros.

– Estaré encantado de asistir -le dije con franqueza-. Y me consideraré en deuda con usted por su generosidad.

Sir Owen se aclaró la garganta y se retorció en el asiento.

– Entenderá, digamos, que en absoluto le estaré proponiendo para ingresar -su voz se convirtió en un hilo.

– Lo entiendo perfectamente -me apresuré a interrumpirle, con el deseo de disipar su apuro-. Estoy, como ha podido sin duda colegir, ansioso por conocer a caballeros que algún día puedan necesitar los servicios de un hombre como yo. Y una recomendación suya tiene mucho peso.

Satisfecho de mi respuesta, Sir Owen me dio una palmada cordial en la espalda y me agradeció otra vez mis esfuerzos por recuperar sus papeles. Después, tras una larga despedida, se retiró.

Con el estómago satisfecho y la cabeza llena de buen vino, pensé que ya era hora de liberarme de mis obligaciones. Tomé por tanto un carruaje hacia los aposentos del señor Balfour en la zona de Bishopsgate, para ver qué había averiguado, si es que había averiguado algo, en sus pesquisas acerca de lo que sabía su familia sobre aquella muerte. Esperaba que no hubiera averiguado nada. Esperaba que hubiera concluido su infructuosa búsqueda y me hubiera librado de este asunto con la conciencia inmaculada.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Una conspiración de papel»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Una conspiración de papel» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Una conspiración de papel»

Обсуждение, отзывы о книге «Una conspiración de papel» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x