David Liss - El mercader de café

Здесь есть возможность читать онлайн «David Liss - El mercader de café» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El mercader de café: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El mercader de café»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ámsterdam, 1659. En la primera bolsa de valores del mundo, la riqueza se hace y se pierde en un instante. Miguel Lienzo, un hábil comerciante de la comunidad judía de origen portugués, que en otro tiempo estuvo entre los mercaderes más envidiados, lo ha perdido todo por el repentino hundimiento del mercado del azúcar. Arruinado y escarnecido, obligado a vivir de la caridad de su mezquino hermano, está dispuesto a hacer lo que sea por cambiar su suerte.
En contra de las estrictas reglas de la comunidad judía, decide asociarse con Geertruid, una seductora mujer que le invita a participar en un osado plan para monopolizar el mercado de una nueva y sorprendente mercancía llamada café. Para triunfar, Miguel tendrá que arriesgar todo lo que valora
y poner a prueba los límites de su astucia en el comercio. Y también deberá enfrentarse a un enemigo que no se detendrá ante nada con tal de verlo caer.
Con ingenio e imaginación, David Liss describe un mundo de subterfugios y peligros, donde arraigadas tradiciones culturales y religiosas chocan con las exigencias de una nueva y emocionante forma de hacer negocios.

El mercader de café — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El mercader de café», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

No era tan bueno como el que había tomado con Geertruid, ni siquiera como él de la taberna turca, pero a pesar de todo la combinación de dulce y amargo seguía resultando de su agrado. Tomó un sorbo y sintió el café como un beso en la boca. Aspiró su olor y lo observó a la luz de la lámpara de aceite. Y antes de terminar, supo que no saldría del sótano sin preparar un poco más.

Mientras vertía el agua, casi se echó a reír. Se había preparado un cuenco, solo uno, y lo había hecho mal -eso lo sabía porque lo había probado mejor- y aun así no se había resistido a la tentación de beber otro. Geertruid tenía razón. Aquello podía hacerlos ricos a los dos, si acaso encontraban la forma de actuar con rapidez y contundencia. Pero ¿cómo? ¿Cómo, cómo, cómo? Miguel se alteró tanto que arrojó uno de sus zapatos al otro lado de la bodega y lo vio caer al suelo con satisfacción.

– Café -musitó entre sí. Pero por el momento habría de conformarse con beberlo. Todavía le quedaba mucho que hacer.

Miguel permaneció ante el edificio del ayuntamiento, el gran palacio de piedra blanca construido gracias a la opulencia del comercio. En todas las Provincias Unidas no podía encontrarse ni un pedazo de mármol y, sin embargo, el interior del edificio estaba enteramente recubierto de mármol, una cantidad incalculable de mármol… mármol, oro, plata, por todas partes. Las mejores pinturas colgaban de sus paredes, las más finas alfombras cubrían los suelos, exquisitos primores, en maderas y baldosas. En otro tiempo, a Miguel le había deleitado pasear por su interior, con su banco, sus tribunales y sus celdas, explorando los espacios públicos, soñando con la opulencia oculta en las cámaras de los burgueses. Pero desde que conoció en sus carnes los secretos que se ocultaban en las cámaras privadas de la Cámara de la Bancarrota, el ayuntamiento había perdido su encanto.

Miguel alzó la vista y vio una sombra que se cruzaba en su camino. Pestañeó unas pocas veces y vio una figura: escasa estatura, oronda, pelo largo y barba cuidada. El hombre iba ataviado con ropas de un azul encendido, del color del cielo, y llevaba un enorme sombrero de ala ancha de idéntico color, calado hasta por encima de los pesados párpados que caían sobre sus ojos: Alonzo Alferonda.

– ¡Lienzo! -exclamó el hombre, como si se hubieran encontrado por azar. Le echó un brazo al hombro a Miguel y siguió caminando, arrastrándolo con él.

– Jesús, María y José! ¿Acaso habéis perdido la razón que os acercáis a mí en semejante lugar? Podrían vernos.

– No, Miguel, no estoy loco, solo soy vuestro más ferviente amigo. No había tiempo para arriesgarse con notas y recaderos. El asunto de Parido y el aceite de ballena será hoy.

– ¿Hoy? -Ahora fue Miguel quien lo arrastró a él, llevándolo por la estrecha senda que pasaba detrás de la Nieuwe Kerk-. ¿Hoy? -repitió cuando se detuvieron en el callejón húmedo y cerrado. Una rata los miró con gesto desafiante-. ¿Cómo que hoy? ¿Qué significa que hoy?

Alferonda se inclinó hacia delante y olfateó.

– ¿Habéis estado bebiendo café?

– Lo que haya podido beber no tiene importancia.

Alferonda volvió a olfatear.

– Lo habéis mezclado con vino, ¿no es cierto? Malgastáis vuestros granos. Mejor mezcladlos con agua dulce.

– ¿Y qué se os hace a vos si lo mezclo con la sangre de Cristo? Habladme del aceite de ballena.

El usurero dejó escapar una pequeña risa.

– Desde luego, os ha metido el demonio en el cuerpo, ¿no es cierto? No me miréis así. Os diré lo que sé. Mi contacto en la Compañía de las Indias Orientales, un sujeto rubicundo que me debe cuarenta florines, me mandó una nota esta mañana.

– No es necesario que me contéis todos los detalles. Hablad.

– Bueno, pues el caso es que el asunto del aceite de ballena será hoy.

Miguel sintió un dolor en el cráneo que aumentaba, hasta que estalló como la detonación de un mosquete.

– ¿Hoy? Si todavía no he comprado mis futuros de aceite de ballena. Esperaba a que pasara el día de cuentas. -Escupió al suelo-. ¡Maldita sea mi suerte! Estaba todo planeado y para nada… Por un miserable día. Pensaba comprar los futuros mañana por la mañana.

– Olvidaos de los futuros por un momento. -Alferonda meneó la cabeza-. Lleváis tanto tiempo negociando con etéreos pedazos de papel que descuidáis el comercio corriente. Id y comprad aceite de ballena… no los futuros, sino el aceite en sí. Tal vez así recordaréis que el resto del mundo sigue haciendo sus transacciones de esa singular forma. Y entonces, antes del cierre de la Bolsa, podríais daros la vuelta y vender lo que habéis comprado por un bonito beneficio. Es muy sencillo.

Miguel dejó escapar una risotada y aferró a Alferonda por los hombros.

– Tenéis razón. Supongo que es sencillo. Gracias por el aviso.

– Oh, no es nada. Siempre es un placer echar una mano a los amigos.

– Sí, sois un buen amigo -dijo Miguel estrechándole la mano, al estilo de los holandeses-. Sois un buen hombre, Alonzo. El ma'amad erró al trataros de forma tan espantosa. -En aquellos momentos lo que más deseaba Miguel era quedar libre y ponerse a trabajar en la Bolsa. Geertruid tenía razón: el café era la bebida del comercio, puesto que el que había bebido aquella mañana, combinado ahora con la avaricia, estaba resultando ser impulso demasiado poderoso para no hacerle caso.

– Antes de que me os escapéis -dijo Alferonda-, quería preguntaros una cosa. He oído decir que Parido os ayudó a deshaceros de los futuros de brandy que os tenían atado como una soga.

– Así es. ¿Qué pasa?

– ¿Que qué pasa? ¿Que qué pasa, preguntáis? Miguel, permitidme que os diga que Salomão Parido nunca olvida un agravio. Si os ha ayudado, será porque trama algo, así que haríais bien en estar prevenido.

– ¿Acaso creéis que no lo he pensado? Parido es de Salónica, y yo de Portugal. Él se educó como judío; yo, fingiendo ser católico. En asuntos de fullería, él jamás podría derrotarme.

– A mí me derrotó -dijo Alferonda amargamente-. Tal vez no sea tan astuto como nosotros, los judíos secretos, pero cuenta con el poder del ma'amad , y eso se nota. Antes de desdeñarlo tan a la ligera, debierais pensar en la amargura de no poder pisar jamás una sinagoga en Yom Kippur [7]ni en asistir jamás al seder de la pascua judía, la amargura de no poder recibir jamás a la novia de sabbath. Y ¿qué me decís de vuestros negocios? ¿Os gustaría ver cómo se arruinan, cómo vuestros compañeros se muestran temerosos de negociar con vos? Si pensáis comerciar con café, haríais mejor en no perder de vista a Parido y aseguraros de que no echa a perder vuestros planes.

– Tenéis razón, por supuesto -dijo Miguel con impaciencia.

– No confiéis en ningún supuesto gesto de amistad -lo apremió Alferonda.

– Entiendo.

– Bien. Entonces os deseo suerte con vuestra empresa de hoy.

Miguel no necesitaba suerte. Solo él poseía aquel entendimiento nuevo. Y tenía café.

Cuando pasaba bajo la gran arcada de la Bolsa, Miguel cerró los ojos y musitó una oración casi olvidada en un intento de asegurar sus negocios de aquel día. Él, bendito sea, aún no lo había abandonado. Miguel estaba seguro. Casi seguro.

El asunto con Alferonda solo había tomado unos minutos, pero el tono alborotado que solía escucharse cuando la Bolsa abría sus puertas ya se había calmado. Los días de cuentas, los comerciantes deambulaban por la Bolsa, comprobando si sus precios aguantaban para proteger sus cuentas de cambios inesperados. En el primer cuarto de hora, los más de ellos habían averiguado ya cuanto necesitaban saber.

Miguel se dirigió con grandes prisas a la esquina noroeste de la Bolsa y encontró a un conocido holandés que comerciaba con Moscovia a quien comprar aceite de ballena. En aquel momento, el precio era de 37,5 florines por cada cuarto de tonelada, de modo que Miguel compró cincuenta cuartos por menos de mil novecientos florines… Una cantidad que difícilmente podía permitirse perder, sobre todo porque lo hacía sobre una deuda.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El mercader de café»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El mercader de café» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El mercader de café»

Обсуждение, отзывы о книге «El mercader de café» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x