Colleen McCullough - Tim

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El pájaro espino, la magnífica novela de Colleen McCullough, ha sido best seller en muchos países del mundo por su notable calidad literaria y el denso contenido humano que la distingue. Tim es una novela anterior de la misma autora, que no le va en zaga en forma alguna. Plantea el viejo problema de la edad en el amor, mejor dicho, de la diferencia de edades en el amor. Tim es un joven obrero de veinticinco años, hijo de un matrimonio humilde, que posee la belleza y la perfección física de un Adonis griego. Conserva, empero, una mente infantil, poco desarrollada. Mary es una solterona de más de cuarenta años que ha encontrado su tranquilidad espiritual consagrándose a su trabajo, hasta que, inesperadamente, un día ve a Tim. Estudio penetrante de psicología humana, escrita con dignidad y sencillez, Tim es otra notable creación de Colleen McCullough.

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– ¿Y? -la apremió John Martinson cuando ella se detuvo; él se había inclinado hacia delante y la miraba fijamente.

Extrañamente, el auténtico interés que él mostraba le dio ánimo para proseguir.

– Tim, literalmente, se llenó de gozo cuando comprendió que mis sentimientos para con él no habían cambiado, que me seguía gustando. «Gustar» es la palabra que él usa; podrá decir que le encanta el pastel o las películas de vaqueros en la televisión o la jalea o el budín, pero cuando se refiere a personas a las que les tiene afecto, siempre dice que le gustan, no que las quiere. Es extraño, ¿verdad? Su mente es tan pura y tan directa que hace una interpretación literal de las palabras gustar y amar; oye que la gente dice que le encanta la buena comida o divertirse, pero se fija en que, cuando hablan de otro ser humano, dicen que les gusta. Así es que él dice lo mismo. Tal vez en eso tenga razón.

Las manos empezaron a temblarle y ella las mantuvo quietas cerrando los puños fuertemente en su regazo.

– Aparentemente, durante todo ese tiempo en que él pensaba que Ron me gustaba más que él, estaba tan perturbado que pensó en alguna manera de probarme que el afecto que me tenía era genuino y verdadero. La televisión fue la que le dio la respuesta y él razonó que, cuando a un hombre le gustaba una mujer, se lo probaba besándola. A no dudar, él también notó que en las películas dicha acción por lo común terminaba en un final feliz. -Mary se estremeció ligeramente-. En realidad yo tengo la culpa -agregó-. Si hubiera estado más alerta, hubiera podido evitarlo, pero fui lo bastante ciega para no verlo a tiempo. ¡Qué tonta fui!

»Tuvimos una escena verdaderamente terrible durante la cual me acusó de que Ron me gustaba más que él y cosas así. Tuve que explicarle por qué le daba atención a Ron, diciéndole que éste se estaba muriendo. Como puede usted imaginarse, eso lo trastornó profundamente. Ninguno de los dos estábamos serenos, sino bastante trastornados y tensos. Cuando el shock de saber lo de su padre pasó un poco, comprendió que él me seguía gustando más que Ron. Se levantó de un salto y me tomó tan de sorpresa que no comprendí lo que estaba haciendo hasta que fue demasiado tarde.

Mary miró a John Martinson de una manera suplicante.

– No supe qué hacer ni qué sería lo mejor y, en cierto modo, no me atreví a humillarle rechazándolo.

– Lo comprendo todo perfectamente, Mary -repuso él, alentándola-. Por lo tanto, usted respondió, ¿o no es así?

La vergüenza le había encendido el rostro, pero se las arregló para responder calmadamente.

– Sí. En ese momento me pareció que era lo más adecuado, que era más importante hacerle sentir que no había sufrido ningún rechazo, que el rechazarlo. Además… yo también estaba demasiado conmovida y no pude evitarlo. Me besó y, afortunadamente, no tuve que luchar con algo más serio porque en esos momentos oímos a Ron llamándonos y eso me dio una excusa excelente para apartarme de él.

– ¿Cómo reaccionó Tom al beso?

– No exactamente como yo me imaginaba. Le gustó mucho y le excitó. A partir de entonces puedo decir que ya me ve de una manera diferente y que quiere más de esa nueva sensación. Le expliqué que tal cosa no estaba bien, que era algo prohibido, que aunque era algo que podía suceder entre muchas personas, no podía suceder entre nosotros y, superficialmente, lo comprendió. Realmente captó el hecho de que estaba prohibido y ha cooperado de una manera espléndida. No ha vuelto a suceder ni sucederá en el futuro.

Un coro de risas se dejó oír en la casa; Mary se estremeció, asustada, perdiendo momentáneamente el hilo de sus pensamientos. Aferrando su bolso, quedó inmóvil, con el rostro pálido.

– Prosiga -repuso él-. No ha vuelto a suceder…

– Supongo que para Tim debe haber sido algo así como abrir la puerta a un mundo enteramente nuevo y luego descubrir que no puede entrar. Sin embargo, uno sabe que la puerta sigue abierta y el mundo nuevo es verde y hermoso. ¡Me da tanta lástima y me siento tan incapacitada para hacer algo…! Yo soy la causa de su desdicha. No volverá a hacerlo, pero tampoco puede olvidar la ocasión en que sucedió. Ron lo ha mantenido absolutamente ignorante sobre asuntos de naturaleza física y, como nunca había oído hablar de eso y mucho menos lo había sentido, no le hacía falta alguna. Pero ahora ya probó y eso lo está royendo sin misericordia.

– Por supuesto -dijo John, dejando escapar un suspiro-. Eso era algo inevitable, Mary.

Ella tenía la mirada por encima de la cabeza de John, fija en una minúscula araña que bajaba poco a poco por la pared, no atreviéndose a mirarlo a los ojos.

– Naturalmente -reanudó Mary-, no pude decirle a Ron lo que había sucedido pero, al mismo tiempo, ahora todo ha cambiado. ¿Cómo voy a recibir a Tim cuando Ron muera? Si Ron supiera, ni siquiera me lo pediría, estoy segura. No puedo recibirlo ahora ¡y eso me está matando! Por el momento me las puedo arreglar y puedo mantener a Tim ocupado y feliz dos días a la semana, especialmente con Ron allí. ¿Pero cómo nos las vamos a arreglar los dos viviendo en la misma casa todo el tiempo? ¡Oh, John, sencillamente no sé qué hacer! Si supiera que había la más ligera oportunidad de que Tim olvidara, todo sería diferente y de alguna manera yo encontraría valor para separarnos, pero sé que él no lo olvidará, y cuando lo sorprendo mirándome en esa forma yo… Tim no es de esos bobalicones que no pueden retener nada, ¿ve usted? Tiene capacidad para absorber y cimentar recuerdos si éstos le causan una impresión profunda o si repite un hecho varias veces. Cada vez que me mira se acuerda de aquello y no es lo bastante listo para ocultarlo. Está enojado y lastimado y muy resentido, y aunque comprende que eso no debe volver a suceder, nunca entenderá verdaderamente el porqué.

– ¿Y ha pensado usted en alguna solución, Mary?

– No realmente. ¿No existe alguna clase de refugio en el que personas como Tim, que son adultos físicamente pero todavía niños de mente, puedan estar cuando se quedan solos o no tienen familia? Si él viviera en un lugar así, yo podría tenerlo conmigo los fines de semana.

– ¿Y no se le ocurre alguna otra cosa?

– No volverlo a ver. Pero ¿cómo podría hacer eso, John? A él no le haría ningún bien irse con Dawnie… ¿o no será eso simple egoísmo de mi parte? ¿Verdaderamente significo tanto para él como yo pienso o es que yo misma quiero creerlo así? Supongo que es posible que él me olvide una vez que quede instalado con Dawnie, pero no los veo, a ella y a su marido, atendiendo a Tim como él lo necesita. Ella tiene responsabilidades más importantes y no podría dedicarse a Tim del mismo modo que yo lo haría.

– Todavía hay otra solución que no se le ha ocurrido.

– ¿De veras? -Mary se inclinó hacia delante con los ojos fijos en él-. ¡Si supiera cuánto he deseado oírle decir algo así!

– ¿Por qué no se casa usted con Tim?

Mary se quedó mirando a John con la boca abierta, tan atónita que pasaron algunos segundos antes de que pudiera exclamar:

– ¡Está usted bromeando!

De pronto la silla le pareció demasiado dura y estrecha; se puso de pie y recorrió la habitación a todo lo largo; luego regresó y se detuvo frente a él.

– ¿Está usted bromeando? -repitió lastimeramente, convirtiendo la exclamación en pregunta.

En el escritorio había una pipa; él la tomó y empezó a llenarla, apretando el tabaco lentamente y con todo cuidado como si eso lo ayudara a concentrarse.

– No estoy bromeando, Mary -repuso-. Es la única respuesta lógica.

– ¿ Respuesta lógica ? ¡Por Dios, John! ¡Ésa no es una respuesta de ninguna manera! ¿Cómo puedo casarme con un muchacho, retrasado mental, lo bastante joven como para ser mi hijo? ¡Sería criminal!

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