– ¿Todavía trabajas de cocinero? -pregunté.
Me miró con desdén.
– ¡No! La señora Delvecchio Schwartz me recomendó que consiguiera un trabajo ajustando tuercas en una fábrica. «Vas a ganar mucha pasta y no vas a sufrir tanto, campeón», me dijo. Y yo le hice caso, así que cuando no estoy aquí pintando, ajusto tuercas en una fábrica de Alexandria.
– ¿Cuánto tiempo llevas en La Casa? -pregunté.
– Cuatro años. En marzo cumplo treinta -respondió.
Cuando me ofrecí a lavar las tazas del café, me miró horrorizado. Supongo que habrá pensado que no lo iba a hacer bien. Así que me marché a mi apartamento, pensativa. ¡Menudo día! Menuda semana, para ser más exactos. Toby Evans. Suena bien. Pero cuando mencionó a Pappy, advertí la sombra de un sentimiento nuevo en su mirada. Tristeza, dolor. ¡Ahora lo entiendo! ¡Está enamorado de Pappy! A quien no he visto desde que me mudé.
¡Ah, qué cansancio! Es hora de apagar la luz y disfrutar de la segunda vez en mi vida que duermo en una cama de matrimonio. Una cosa es segura: jamás volveré a dormir en una cama individual. ¡Qué lujo!
Miércoles, 3 de febrero de 1960
Lo único que hago cuando no estoy sacando radiografías de tórax es esparcir pintura rosada sobre cualquier cosa de mi apartamento que permanezca quieta el tiempo suficiente. Aunque también estuve pateando el Cross a la luz del día para conocerlo un poco más. Es fabuloso. Las tiendas son totalmente diferentes de las que conocía. Comí más cosas extrañas en una semana que en toda mi vida. Hay una panadería francesa que hace unos palillos de masa de pan largos y delgados que son una maravilla, y una pastelería, a la que llaman pâtisserie, que en lugar de los típicos bollos de mermelada, bizcochos de crema y lamingtons de coco y chocolate, tiene unos pasteles fantásticos con muchas capas delgadas como de arquillo. Néctar y ambrosía por todas partes. Compré una cosa llamada ensalada de patatas. ¡Riquísima! Y una coleslaw, que es una ensalada de repollo. Devoré toda la ración de un envase de plástico y me pasé la noche entera echándome pedos, pero no me importa. También venden una barra de carne picada con un huevo duro en el medio que se llama pastel de carne húngaro. Salami en lugar de morcilla, y queso Tilsiter en lugar de esa cosa blanda y jabonosa que mamá compra en el mercado. Cuando se trata de comida, me siento como si estuviera en el paraíso. Además no es demasiado costosa, lo cual me sorprendió bastante; se lo comenté al «nuevo australiano» que atiende en mi charcutería predilecta. Su respuesta resolvió el desconcertante enigma de las leyes dominicales y los horarios de apertura. Me dijo que todas las tiendas de la zona estaban regentadas por miembros de la familia, y mientras hablaba hizo un gesto de complicidad. ¡Así no tienen problemas con empleados y sindicatos! Y eso les permite vender a precios más bajos. Hay un par de lencerías que me tienen fascinada. Los escaparates están llenos de sostenes y biquinis transparentes negros y rojos; unas négligés que tumbarían a David de la impresión que le daría. Lencería de putas. Una tarde, de regreso a casa, Pappy trató de convencerme de que me comprara alguna cosa, pero yo me negué rotundamente.
– Tengo la piel demasiado oscura -expliqué-. Si me visto de negro o de rojo parecerá que tengo una cirrosis terminal.
Traté de sonsacarle información acerca de lo que había entre ella y Toby, pero eludió cada una de mis insinuaciones. Ese simple hecho ya es bastante sospechoso. ¡Ay, si pudiera encontrar la forma de unirlos! Ninguno de los dos tiene familia, y ambos se hallan inmersos en sus respectivas actividades: Pappy en su estudio, Toby en sus lienzos. Están hechos el uno para el otro. Además, sus hijos serían hermosos.
La Hermana Agatha me llamó a su despacho hoy y me informó que desde el próximo lunes dejaré de trabajar en la sección de Tórax y pasaré al Servicio de Radiología de Urgencias. ¡Urgencias! ¡Estoy loca de alegría! Es el mejor trabajo de todos. Siempre variado, todos los casos son graves porque a los que no lo son los mandan al sector general de rayos. Además, ¡en Queens el área de Radiología de Urgencias funciona de lunes a viernes! No se atienden urgencias los fines de semana. Hay fábricas al norte, al sur y al oeste; pero al este tiene kilómetros y kilómetros de parques y campos de deportes. Los distritos residenciales que le corresponden los comparte con el Hospital St. George, aunque también tiene su parte de antiguas casas adosadas en ruinas. Por supuesto, el Estado sigue intentando cerrar el Queens y asignar el dinero que éste chupa al St. George y a los hospitales pequeños de la zona oeste donde la población de Sydney crece como la mala hierba. De todos modos, yo prestaré mi apoyo a la enfermera jefe contra el ministro de Salud siempre que lo necesite. Queens no cerrará ni por asomo, así que mi nuevo trabajo en el Servicio de Urgencias no corre ningún peligro.
– Usted es una excelente técnica, señorita Purcell -dijo la Hermana Agatha pronunciando las vocales bien abiertas, como de costumbre-, y además tiene un excelente trato con los pacientes. Esas cosas no se nos escapan.
– Sí, hermana. Gracias, hermana -respondí mientras retrocedía haciendo reverencias.
¡Yupiii, Urgencias!
El deseo de esta noche: Que Pappy y Toby se casen.
Sábado, 6 de febrero de 1960
Golpéate la cabeza contra una pared de ladrillos, Harriet Purcell, hasta que el cerebro que llevas dentro empiece a pensar. ¡Qué tonta eres! ¡Qué estúpida!
Esta mañana Pappy y yo fuimos de compras, armadas con nuestras bolsas de malla y nuestros monederos. Los sábados por la mañana es casi imposible moverse entre la cantidad de gente que hay en Darlinghurst Road, aunque en Cross nadie pasa desapercibido. Una mujer de extraordinaria belleza avanzaba majestuosamente con un caniche teñido de color salmón atado a una correa de falsos diamantes, toda ella ataviada con seda y cabritilla en tono salmón. Llevaba el pelo teñido del mismo color que el del perro.
– ¡Uf! -suspiré mientras la observaba.
– Está bueno el tío, ¿eh? -preguntó Pappy con una sonrisa maliciosa.
– ¿El tío?
– Más conocido como Lady Richard. Un travestido.
– ¡Un invertido, querrás decir! -exclamé perpleja.
– No, le ha dado tan fuerte por la moda que se ha vuelto asexual. De todas formas, muchos travestidos son heterosexuales. Simplemente les gusta la ropa de mujer.
Y así fue como empezó la conversación. Aunque no me había cruzado mucho con Pappy en La Casa, nos veíamos a menudo durante la semana, así que creía conocerla. Pero en verdad no la conozco en lo más mínimo.
Me dijo que ya era hora de que tuviese mi primera experiencia, y me mostré totalmente de acuerdo. Pero Norm, el agente de la brigada antivicio, besaba pésimamente (me ahogó en un mar de baba). Después de tomarnos unas cervezas nos despedimos en los mejores términos, pero ambos sabíamos que no iba a suceder nada más. Y, aunque tampoco podía decírselo a Pappy de manera directa, Toby Evans ya estaba pillado. Es una lástima. Me atrae mucho, además tiene todo el aspecto de tener experiencia en la cama. Eso era precisamente lo que me decía Pappy mientras caminábamos, que mi Primera Vez no podía ser con un insensible, un ignorante, un estupido o un egoísta.
– Debe tener experiencia, ser tierno y considerado -dijo.
Yo me eché a reír.
– ¡Habla la experta! -exclamé entre carcajadas.
Pues resulta que sí es una experta.
– Harriet -respondió un tanto exasperada-, ¿acaso no te has preguntado por qué no me ves casi nunca los fines de semana?
Le contesté que sí, pero que suponía que era porque estaba muy ocupada estudiando.
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