– En la esquina de la calle Kinross y la calle Auric, reservé un terreno particularmente envidiable. Tiene treinta metros de frente hacia cada una de las calles, un espacio al fondo para establos, cobertizos y un patio. En los planos de la ciudad figura como: Hotel Kinross, propietaria/concesionaria: R. Costevan. Sugiero que lo construyas en ladrillo. -Su mirada se volvió severa-. Y una cosa más, deja a tus prostitutas en Hill End.
Los ojos de Ruby se encendieron. Abrió la boca para protestar, perro Alexander le ganó de mano.
– ¡Cállate! ¡Piensa, bruja estúpida y quisquillosa, piensa! No es común que una mujer esté al frente de un hotel de su propiedad, pero es una ocupación respetable, si el hotel es decente. Una ocupación que no coartará el futuro a Lee cuando sea adulto y empiece a abrirse camino en el mundo. ¿Qué sentido tiene invertir tanto dinero en la educación de tu hijo si, para cuando trate de establecerse en el área que haya elegido, se sabe que su madre es la propietaria de un burdel en una zona minera? Ruby, te estoy ofreciendo volver a empezar en un pueblo nuevo y quiero que seas una ciudadana honrada. -Le dedicó una de sus maravillosas y seductoras sonrisas-. Si abrieras un burdel in Kinross, tarde o temprano te obligarían a marcharte. Los predicadores se harán con el poder necesario para echar a las mujerzuelas. Probablemente las embadurnarán con alquitrán y las llenarán de plumas. Y yo no puedo imaginar mi vida sin ti. Después de todo, si te pierdo, ¿quién me escuchará cuando me ensañe con los predicadores porque se proclaman la policía moral de mi pueblo?
Ella rió, pero se recompuso enseguida.
– Construir el hotel del que estás hablando me costaría un tercio de todo lo que me has dado. No puedo hacerlo. Aquí tengo lo que me hace falta para pagar la mitad de la educación de Lee, justo ahora que estaba empezando a pensar seriamente de dónde iba a sacar el dinero restante. La producción de Hawkins Hill está disminuyendo y Hill End está muriendo con ella. Muchos de los habitantes de Hill End se fueron a Kinross o están por hacerlo. Así que seré franca contigo. En primer lugar, gracias a ellos, mi reputación me seguirá. En segundo lugar, yo también estoy planeando irme a Kinross pronto, pero para construir un edificio de adobe y cañas donde pueda poner a trabajar a mis muchachas en el único oficio que conocen. Entiendo lo que dice, su majestad, pero no puedo acatar sus órdenes. El año que viene tal vez me puedas dar algún dividendo más, pero después se acabó. El oro de placer se agotará.
– Salgamos a saludar a mi vieja y querida yegua -dijo él, poniéndose de pie y tendiendo una mano a Ruby.
Media hora más tarde, Ruby Costevan, algo aturdida, fue a su habitación y se puso el vestido que había reservado para el día en que Alexander regresara. Era de terciopelo color naranja, y muy elegante. Digno de la esposa de un ministro. Perfecto para la propietaria del hotel Kinross.
Una veta. El dijo que había descubierto una veta en sus tierras.
Se observó detenidamente en el espejo con completa indiferencia. No, no aparento treinta y uno. Más bien veinticinco. Una de las ventajas de vivir siempre encerrada es que la piel no se estropea con el sol. ¡Ay de esas pobrecillas brujas que cultivan sus huertas mientras sus maridos trabajan en las excavaciones, incapaces de pagar lo que Hee Poy o Ling Po cobran por los productos que venden en su mercado! Un par de mocosuelos colgados de sus faldas y otro en camino. Las manos más ásperas que las de sus maridos. No sé cómo lo pueden soportar. Yo no lo haría ni loca. Supongo que será por amor. Si es amor, no amaré jamás a un hombre de esa manera, ni a Sung ni a Alexander. Algunas de esas mujeres solían ser bellas; yo todavía lo soy. Ellas… solían serlo.
¡Analiza tus treinta y un años, Ruby!
Soy el mejor ejemplo de que el crimen paga. Si me hubiera dejado estar como esas mujeres que cultivan sus huertas de verduras, ninguno de los hombres que me ayudó me habría prestado atención. Dicen que el nacimiento es un accidente del destino. Bueno, el destino pone muchísimas más mujeres pobres sobre la faz de la tierra que mujeres que tienen los medios para lograr un buen matrimonio. Alexander también dice que algunas mujeres van a la universidad porque sus padres tienen el dinero suficiente para enviarlas. En cambio el único lugar al que me mandaba mi madre era a la cantina a comprar cerveza. A mi padre nunca lo conocí. Era un inútil llamado William Henry Morgan. Ladrón de ganado y ex convicto, hijo de un preso. Ya tenía una esposa, así que no podía casarse con mi madre, que se convirtió también en una convicta. Ella murió de gangrena después de caerse y romperse la pierna estando borracha. Mis medias hermanas son alcohólicas y prostitutas; los imbéciles de mis hermanos están en la cárcel y son reincidentes reconocidos.
Entonces ¿yo por qué sobreviví? ¿De dónde saqué la fuerza para sobreponerme, para mejorar?
Mi hermano Monty me violó cuando tenía once años. Probablemente haya sido una cosa buena. Una vez que la flor se marchita, se acabó la batalla. Sin mancha de sangre en la sábana a la mañana siguiente de la noche de bodas no hay esperanzas de conseguir un marido respetable. Los hombres que tienen intenciones de casarse quieren estar seguros de que son los primeros. ¡Apuesto a que Alexander Kinross piensa igual!
Lo que me aterraba era la sífilis. Toda mi vida estuvo rondándome, al acecho. Monty no la tenía cuando abusó de mí, pero al año siguiente se contagió. Yo no esperé. Apenas mi flor se marchitó, corrí a Sydney y me busqué un viejo rico que me mantuviera. Sólo se le ponía dura si se la mamaba. No es algo que las mujeres disfrutemos, pero al menos es un buen método para no tener hijos. Cuando murió, me dejó cinco mil libras. ¡Qué revuelo armó su familia cuando se enteró! Preferían verme en el infierno antes que darme un solo centavo. Sin embargo, cuando les leí las cartas que había dejado y les dije que no tenía ningún problema en leerlas en el juzgado, decidieron no protestar. Pagaron sin chistar. Las mamadas fueron decisivas para definir las cosas.
Así que volví a Hill End con el dinero suficiente para dedicarme al único negocio que conocía, cantinas y prostitución, y me enamoré de Sung. Un hombre muy guapo, un príncipe. Pero tan astuto como Alexander. De todas formas, me hizo un regalo que no tiene precio: Lee. Mi bebé, mi esperanza, mi futuro. Nunca voy a decir a Lee que por la rama blanca de su familia desciende de una banda de convictos e inútiles. Gracias a Alexander Kinross, Lee podrá escapar de esa suerte.
¿Alexander sabrá que lo amo? Tal vez sí, tal vez no. Puede que él me ame. Pero lo bueno es que el matrimonio es algo que entre nosotros está fuera de discusión. Trataría de convertirme en una más de sus pertenencias, y yo me negaría a tener un dueño. ¡Pobre de la mujer que elija para casarse! Sin embargo, le tengo más odio que lástima porque me lo robará.
Una veta. Él jura que está allí. Jura que los dividendos de hoy son sólo la punta del iceberg del oro que flota rumbo a mí. ¿Debo fiarme de su palabra? ¿Debo creer en él? ¡Sí, mil veces sí! De modo que haré lo que él quiere. Construiré el hotel Kinross de lujosos ladrillos y me convertiré en una ciudadana modelo de Kinross.
Se levantó de su tocador, echó hacia atrás la enorme cola de su falda, y bajó a cenar.
– Están fabricando excelentes ladrillos en Lithgow -dijo Alexander mientras cenaban-. Y los pueden traer en carros tirados por bueyes. Para cuando el hotel Kinross esté terminado, el pueblo tendrá agua corriente que, por la acción de la gravedad, llegará desde la represa. Las cloacas también estarán terminadas. Encontré un lugar ideal para ubicar la planta de tratamiento de las aguas residuales, y Dios sabe que hay suficientes chinos para hacerla funcionar. Los vegetales serán muy baratos en la zona de los desechos humanos purificados. Ah, sí, el objetivo de una planta de tratamiento de aguas residuales es tratar y purificar los desperdicios humanos. Es más, el sitio se encuentra en la parte de sotavento del pueblo, así que el viento hará que el olor vaya hacia otra parte.
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