Colleen McCullough - El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)

Здесь есть возможность читать онлайн «Colleen McCullough - El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino): краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En la Australia casi salvaje de los primeros años delsiglo XX, se desarrolla una trama de pasión ytragedia que afecta a tres generaciones. Una historia de amor ¿la que viven Maggie y el sacerdote Ralph de Bricassart? que se convierte en renuncia, dolor y sufrimiento, y que marca el altoprecio de la ambición y de las convenciones sociales. Una novela que supuso un verdadero fenómeno y que ha alcanzado la categoría de los clásicos.

El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino) — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¿Qué pasa, mamá? -preguntó Meggie.

Fee no respondió; siguió sentada, mirando al frente, con gotas de sudor sobre el labio superior, paralizados los ojos por un dolor desesperadamente racional, como si reuniese en su interior todos los recursos que poseía para no gritar.

– ¡Papá, papá! -gritó, asustada, Meggie.

El tono de su voz hizo que Paddy acudiese en seguida, abrochándose la camiseta de franela y seguido de Bob, Jack, Hughie y Stu. Meggie señaló a su madre sin decir palabra.

Paddy sintió que el corazón le subía a la garganta. Se inclinó sobre Fee y asió una de sus flaccidas muñecas.

– ¿Qué tienes, querida? -preguntó, en el tono más cariñoso que jamás le hubiesen oídos sus hijos, aunque éstos comprendieron, de algún modo, que era el que empleaba con ella cuando nadie podía oírle.

Ella pareció reconocer aquella voz especial lo suficiente para salir de su desmayo, y sus grandes ojos verdes se fijaron en el rostro de él, tan cariñoso, tan amable, aunque ya no fuese joven.

– Aquí -dijo, señalando una gacetilla casi al pie de la página.

Stuart se había colocado detrás de su madre y apoyado ligeramente una mano en su hombro; antes de empezar a leer el artículo, Paddy miró a su hijo a los ojos, aquellos ojos que tanto se parecían a los de Fee, y asintió con la cabeza. Lo que despertaba sus celos contra Frank no podría provocarlos nunca contra Stuart; como si su amor por Fee les uniese más, en vez de separarlos.

Paddy leyó en voz alta, pausadamente, en un tono que cada vez se hacía más triste. El titular decía: Boxeador condenado a cadena perpetua.

Francis Armstrong Cleary, de veintiséis años, boxeador profesional, ha sido condenado hoy por el tribunal del distrito de Goulburn, por el homicidio de Ronald Albert Cumming, de treinta y dos años, jornalero, en el pasado mes de julio. El jurado dictó su veredicto después de sólo diez minutos de deliberación, y recomendó – la pena más severa que pudiese aplicar el tribunal. El señor juez, Fitz-Hugh Cunneally, declaró que el caso no ofrecía duda. Cumming y Cleary habían discutido violentamente en el bar del «Harbor Hotel», el 23 de julio. La misma noche, más tarde, el sargento Tom Beardsmore de la Policía de Goulburn, acompañado de dos agentes, se presentó en el «Harbor Hotel» a requerimiento del propietario de éste, señor James Ogilvie. En el patio de atrás del hotel, la Policía sorprendió a Cleary en el momento en que estaba pateando la cabeza del inconsciente Cumming. Tenía los puños manchados de sangre y con mechones de cabellos de Cumming. Al ser detenido, Cleary estaba borracho, pero lúcido. Fue acusado de lesiones graves, pero esta acusación se convirtió en la de homicidio, al morir Cumming el día siguiente, a consecuencia de lesiones cerebrales, en el hospital del distrito de Goulburn.

El letrado defensor, señor Arthur Whyte, pidió la absolución, alegando enajenación mental, pero cuatro peritos médicos dictaminaron inequívocamente que, de acuerdo con las leyes MeNaughton, Cleary no podía considerarse demente. Al dirigirse al jurado, el juez Fitz-Hugh Cunneally dijo que no se trataba de una cuestión de culpabilidad o de inocencia, pues la culpa era evidente, pero que les pedía que decidiesen con calma su recomendación de severidad o clemencia, pues se atendría a ella. Al condenar a Cleary, el juez Fitz-Hugh Cunneally, calificó su acción de «salvaje e inhumana» y lamen tó que, por haber sido cometido el crimen en estado de embriaguez y sin premeditación, no pudiese condenarle a morir en la horca, ya que consideraba las manos de Cleary un arma tan mortal como una pistola o un cuchillo. Cleary ha sido condenado a trabajos forzados a perpetuidad, sentencia que habrá de cumplir en el presidio de Goulburn, institución exclusivamente destinada a los presos violentos. Al serle preguntado si tenía algo que decir, Cleary respondió: «No lo digan a mi madre.»

Paddy buscó la fecha en la parte superior de la hoja: 6 de diciembre de 1925.

– Sucedió hace tres años -declaró con desaliento.

Nadie le respondió ni se movió, pues nadie sabía lo que había que hacer; desde delante de la casa, llegó la risa alegre de los gemelos, que estaban hablando a gritos.

– «No… lo digan… a mi madre» -repitió tristemente Fee-. ¡Y nadie lo hizo! ¡Oh, Dios mío! ¡Mi pobre, mi pobre Frank!

Paddy se enjugó unas lágrimas con el dorso de su mano libre y, agachándose delante de Fee, le dio unas palmadas cariñosas en las rodillas.

– Haz tus bártulos, querida. Iremos a verle.

Ella se levantó a medias, pero se derrumbó de nuevo, y sus ojos tenían un brillo mortecino en su blanca cara, y las pupilas estaban dilatadas y como revestidas de una película de oro.

– No puedo ir -declaró, sin angustia en la voz, pero de modo que todos comprendieron que la angustia estaba dentro de ella-. Sería matarle. ¡Oh, Paddy, sería matarle! Le conozco bien: su orgullo, su ambición, su determinación de ser alguien importante. Deja que cargue él solo con su vergüenza. Ya lo has leído: «No lo digan a mi madre.» Le ayudaremos a guardar su secreto. ¿Qué ganaría él y qué ganaríamos nosotros con ir a verle?

Paddy seguía llorando, pero no por Frank; por la vida que se había extinguido en el rostro de Fee, por la muerte en sus ojos. Un pájaro de mal agüero, esto era lo que Frank había sido siempre; precursor de calamidades, siempre interponiéndose entre él y Fee, la causa de que ella se apartase de él y de sus hijos. Cada vez que parecía que Fee podría disfrutar de un poco de felicidad, allí estaba Frank para quitársela. Pero el amor de Paddy por ella era tan profundo e inmarcesible como el de ella por Frank; nunca se valdría de éste contra ella, como aquella noche en la casa rectoral.

Por consiguiente, dijo:

– Bueno, íee, si crees que es mejor no verle, no le veremos. Sin embargo, quisiera tener noticias suyas y hacer por él cuanto podamos. ¿Osé te parece si escribiese al padre De Bricassart, pidiéndole que se interese por Frank?

Los ojos de ella no se animaron, pero un débil rubor apareció en sus mejillas.

– Sí, Paddy, hazlo. Pero, sobre todo, que no le diga a Frank que nos hemos enterado. Sin duda éste se sentirá mejor si cree que no lo sabemos.

En pocos días, Fee recobró la mayor parte de su energía y volvió a ocuparse de la decoración de la casa grande. Pero siguió mostrándose callada, aunque menos hosca, como encerrada en una calma inexpresiva. Parecía como si le interesase más la reforma de la casa grande que el bienestar de su familia. Tal vez presumía que ésta cuidaría de sí misma, espiritualmente, y que la señora Smith atendería a sus necesidades físicas.

Sin embargo, el descubrimiento de la desdicha de Frank había afectado profundamente a todos. Los chicos mayores estaban muy apenados por su madre, y hubo noches en que no pudieron dormir recordando su cara en aquel horrible momento. La querían, y su animación durante las semanas anteriores les había dado una imagen de ella que nunca olvidarían y desearían apasionadamente que volviese. Si su padre había sido el eje sobre el cual habían girado sus vidas hasta entonces, ahora su madre estaba junto él. Empezaban a tratarla con un cuidado cariñoso y abnegado, que ninguna indiferencia por su parte podía destruir. Desde Paddy hasta Stu, los varones Cleary se confabularon para hacer que la vida de Fee fuese tal como quería ella, y pidieron la ayuda de todos para este fin. Nadie debía herirla o molestarla. Y, cuando Paddy le ofreció las perlas, ella las tomó y le dio las gracias con una breve frase inexpresiva, desprovista de gozo y de interés, pero todos pensaron lo diferente que habría sido su reacción, de no haber ocurrido lo de Frank.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Colleen McCullough - La huida de Morgan
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El Primer Hombre De Roma
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El Desafío
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El caballo de César
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Czas Miłości
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Credo trzeciego tysiąclecia
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Antonio y Cleopatra
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Tim
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Morgan’s Run
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Las Señoritas De Missalonghi
Colleen McCullough
Colleen McCullough - 3. Fortune's Favorites
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Sins of the Flesh
Colleen McCullough
Отзывы о книге «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)»

Обсуждение, отзывы о книге «El Pajaro Canta Hasta Morir (el Pajaro Espino)» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x