Colleen McCullough - La huida de Morgan

Здесь есть возможность читать онлайн «Colleen McCullough - La huida de Morgan» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Историческая проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La huida de Morgan: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La huida de Morgan»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Bristol, Inglaterra 1787. Cientos de prisioneros iban a ser arrancados de su tierra natal y forzados a emprender un duro viaje por mar para poblar tierras desconocidas y hostiles. Abandonados a su suerte en tierras australianas, su llegada sería sólo el principio de una larga odisea. Morgan habría de conocer el lado más cruel del ser humano, pero también el amor y la amistad más sinceros. La huida de Morgan parte de episodios históricos para narrar la increíble epopeya de los primeros colonos en Australia.

La huida de Morgan — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La huida de Morgan», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No veo la necesidad de escribir cartas tristes -explicó Richard-. Cuando escriba, quiero poder decirle a mi familia y a mis amigos de Inglaterra que he sobrevivido y que incluso he prosperado un poco. Que mi vida en las antípodas no es una vasija vacía.

– Sí, lo comprendo. En tal caso, no tardarás en escribir. Siempre y cuando no hayas olvidado cómo se escribe.

– Lo hago tan bien como siempre. No escribo cartas, pero, cuando no estoy muy cansado, escribo notas acerca de lo que estoy leyendo.

Regresaron a Morgan's Run por el camino más largo para regalar a Olivia Lucas una parte de aquel exquisito pescado, se tropezaron en la ciudad con D'arcy y le ofrecieron un poco, y después vadearon la corriente pasando por delante de la antigua casa de Richard y subieron por la hendidura de la roca.

A Kitty ya se le estaba empezando a notar el embarazo y había demostrado ser la esposa ideal para un colono de la isla de Norfolk, pues había aprendido a utilizar el martillo y a enfrentarse con pequeñas emergencias como el hecho de sorprender a una de las hijas de Augusta en el huerto, pulir y alisar con arena los muros interiores que Richard había levantado, cortar árboles de considerable tamaño, encargarse de recoger leña, acarrear agua, lavar, cocinar, limpiar y coser. En sus ratos libres, le explicó con la cara muy seria a Richard, se dedicaba a deshacer un tejido de lino y a tejer los hilos para formar mechas con ellos. Además, fabricaba sebo con la dura grasa del lomo cuando Richard mataba un cerdo y hacía velas de sebo. De esta manera, no tendrían que comprarlas en los almacenes, donde valían un penique cada una.

– Trabajas demasiado -la reprendió cariñosamente Stephen cuando se sentaron a comer el atún envuelto en hojas de banano y asado al horno.

– ¡No empecemos, Stephen! -contestó ella en tono de fingida amenaza sin dejar de saborear con fruición el pescado-. Richard siempre me dice lo mismo. Estoy bien, os lo aseguro, me siento fuerte y rebosante de energía. Y he descubierto que, cuando más feliz me siento es cuando hago cosas. Sobre todo, porque ésta es mi casa y yo ya estaba con Richard antes de que se construyera.

– Cuando encuentre a un hombre de quien me pueda fiar, Kitty, le pagaré al Gobierno por su trabajo y le encargaré las tareas que tú no podrás llevar a cabo cuando empieces a notarte más pesada.

– Aquí es donde George Guest se equivocó -dijo Stephen-. Si hubiera esperado a terminar su condena y hubiera llegado a un acuerdo con el comandante Ross sobre la contratación de dos trabajadores, ni él ni ellos habrían acabado por recibir una tanda de azotes.

– George es un buen hombre, pero tiene demasiado afán de medrar. Creyó que el trabajo le saldría más barato contratando directamente a dos marinos en lugar de pagarle una cantidad al Gobierno para que los contratara en su nombre. Pero el Gobierno inglés no funciona de esta manera. Lamento mucho lo que hace el Gobierno inglés, pero no veo qué sentido tiene tratar de engañarlo. Conseguiré un hombre por diez libras al año, cosa que me puedo permitir. Después de pagar mis deudas, por supuesto -añadió sonriendo.

– Te esfuerzas demasiado, Richard.

– Yo no lo creo. Pescar desde las rocas un sábado por la mañana es un descanso estupendo y también lo es cuidar del huerto y limpiar la pocilga después de los oficios religiosos del domingo. Por suerte, las objeciones del comandante a las actividades dominicales no alcanzan a las cosas que puedan ir a parar finalmente a los almacenes. Sus prohibiciones se limitan a la bebida y al juego.

– En la cuestión de la bebida, los hombres del cuerpo de Nueva Gales del Sur han montado una destilería estupenda con Francis Mee y Elias Bishop.

– Bueno, tenía que ocurrir, sobre todo, después de que el comandante se volviera tan religioso. Además, en febrero envió a Port Jackson en el Supply buena parte de lo que nosotros hacíamos. Es curioso lo que sube la producción cuando tienes un par de ollitas funcionando día y noche… incluso los domingos -dijo Richard, soltando una carcajada.

Cuando Stephen se fue, Richard y Kitty estuvieron trabajando codo con codo en el huerto hasta la hora de la cena, que comieron poco antes del anochecer. Los pequeños limoneros habían sobrevivido al trasplante como casi todo lo demás. Aquel año no habían tenido muchos gusanos y había sido lo bastante seco para que cupiera esperar que el trigo del Gobierno en Arthur's Vale y el maíz del Gobierno en Queensborough dieran unas cosechas muy abundantes. Había habido muchos vientos salados, como de costumbre, pero, por suerte, casi todos habían ido acompañados de fuertes chubascos, que reducían la posibilidad de que los cereales se añublaran. La lluvia había bastado justo para que el grano fuera madurando. A pesar de sus mil ciento quince habitantes, lo más probable era que la isla de Norfolk pudiera producir su propio pan y enviar a Port Jackson los excedentes de carne de cerdo para salar.

En Sydney Town, Queensborough y Phillipsburgh se seguían repitiendo las mismas peleas de siempre entre los diligentes hortelanos convictos y los holgazanes marinos y soldados. Ahora había muchos convictos gravemente enfermos que de ningún modo podían trabajar; algunos morían y otros eran sometidos al mismo trato que imperaba en Port Jackson: los fuertes les robaban a los débiles no sólo el sustento sino también la ropa. Aquellos que estaban obligados a proporcionar alimentos a los enfermos que a causa de su enfermedad habían caído en la indigencia lamentaban tener que hacerlo, sobre todo si aún no habían sido indultados o emancipados y, por consiguiente, no podían quedarse con lo que cultivaban en sus parcelas o bien venderlo a los almacenes.

El hambre seguía causando estragos en la zona de la isla de Phillipsburgh-Cascade que se encontraba a sólo tres millas de camino pero que, de tan aislada como estaba, parecía que estuviera tan lejos como Port Jackson. Phillipsburgh cultivaba menos productos comestibles para poder dedicarse más al cultivo del lino, y el transporte de productos comestibles desde el sur de la isla correspondía al superintendente señor Andrew Hume. Éste hacía un buen negocio comprando ropa de mala calidad con destino a los convictos e incurría constantemente en la cólera del comandante Ross, reduciendo las raciones de sus trabajadores para poder vender la comida a los soldados del cuerpo de Nueva Gales del Sur que vivían algo más acá del centro del camino de Cascade. Como ahora casi todas las tropas del teniente gobernador de la isla estaban integradas por soldados del cuerpo de Nueva Gales del Sur, a Ross le resultaba imposible controlar Phillipsburgh y la alianza que se había establecido entre Hume y el capitán Hill. Un trabajador del lino que se moría de hambre se comió una planta del bosque que confundió con un repollo, y murió. Pero aun así Hume siguió especulando y engañando con la connivencia de Hill y de sus soldados.

Los peores males eran el hecho de cultivar productos comestibles y el abismo existente entre los que cultivaban mucho y comían bien y los que no cultivaban nada, un abismo que aumentaba día a día entre los silbidos del látigo y los gritos de los que recibían las tandas de azotes. Un médico tenía que ser testigo de la aplicación del gato, por lo que Callum, Wentworth, Considen y Jamison cerraron un trato; cualquiera de ellos que tuviera que estar presente, pediría que cesara el castigo tras un número de azotes entre quince y cincuenta y después se encargaría de que la siguiente tanda no se administrara hasta que el culpable se hubiera curado de la primera. El hecho de que un convicto recibiera la totalidad de los doscientos azotes podía llevar mucho tiempo y, por regla general, el comandante Ross perdonaba al culpable el resto de los latigazos antes de que éste sufriera graves daños.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La huida de Morgan»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La huida de Morgan» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Colleen McCullough - El Primer Hombre De Roma
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El Desafío
Colleen McCullough
Colleen McCullough - El caballo de César
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Czas Miłości
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Credo trzeciego tysiąclecia
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Antonio y Cleopatra
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Morgan’s Run
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Las Señoritas De Missalonghi
Colleen McCullough
Colleen McCullough - 3. Fortune's Favorites
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Angel
Colleen McCullough
Colleen McCullough - Sins of the Flesh
Colleen McCullough
Отзывы о книге «La huida de Morgan»

Обсуждение, отзывы о книге «La huida de Morgan» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x